La obra que muestra las dos caras del conflicto armado colombiano
“Mantener el juicio” coproducida por el Teatro Petra y la Jurisdicción Especial para la Paz, retrata las experiencias y los dilemas a los que se enfrentaron los magistrados de la JEP. Se presenta hasta el sábado 2 de noviembre.
Danelys Vega Cardozo
“¿El conflicto armado colombiano tendrá un fin?, ¿Qué pasará con la sociedad colombiana si eso ocurre? ¿Estaremos preparados para vivir en paz, luego de más de setenta años dándonos bala y machete?”, son algunos de los cuestionamientos que deambulan por la mente de Julián Román tras interpretar al General Monsalve, un militar de alto rango que estuvo involucrado en los falsos positivos y no quiere aceptar ningún cargo. “Todos estos personajes que han estado en el ejército toda su vida empiezan a tener una justificación ética y moral debido a las exigencias de su trabajo”.
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“¿El conflicto armado colombiano tendrá un fin?, ¿Qué pasará con la sociedad colombiana si eso ocurre? ¿Estaremos preparados para vivir en paz, luego de más de setenta años dándonos bala y machete?”, son algunos de los cuestionamientos que deambulan por la mente de Julián Román tras interpretar al General Monsalve, un militar de alto rango que estuvo involucrado en los falsos positivos y no quiere aceptar ningún cargo. “Todos estos personajes que han estado en el ejército toda su vida empiezan a tener una justificación ética y moral debido a las exigencias de su trabajo”.
Aunque Román piense que todo aquello es “bastante esquizofrénico”, le tocó creerse esas justificaciones para construir el personaje, le tocó creerse que los asesinatos selectivos fueron solo bajas en combate y que Monsalve solo estaba cumpliendo órdenes. “Sobre todo lo que hicimos fue nunca juzgar. Quisimos llevarlo lo más cercano a lo humano”. Una tarea que estuvo a cargo, en primera instancia, de Fabio Rubiano, director y dramaturgo de Mantener el juicio, una obra sobre la Justicia Transicional Restaurativa que, como asegura la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), busca “con acciones monitoreadas y verificadas, se enmiende el dolor y sufrimiento ocasionado a las víctimas y la sociedad”.
En la pieza, los victimarios también se reconocen como víctimas. “Yo también fui víctima. A mi papá lo mató la guerrilla”, dice un soldado de apellido Sanabria. “Eso que tiene que ver con la señora a la que le mató tres hijos”, lo espeta una jueza. Discursos como aquellos son un acercamiento desde la ficción a la realidad, porque los jueces de la JEP han escuchado argumentos similares, como le aseguraron algunos a Román tras ver Mantener el juicio.
Pero la obra no solo incluye a algunos actores del conflicto armado, sino a todos: fuerzas militares, víctimas y las Farc, además de las experiencias de los jueces en el proceso de impartir justicia. “Creo que la obra fue muy fiel al trabajo de la Jurisdicción Especial para la Paz, mostró los dilemas y las contradicciones, el lado humano de lo que han vivido los magistrados y las víctimas desde todos los escenarios”, dijo Dilia Lozano Suárez, relatora general de la JEP.
Tras ver Mantener el juicio, ella sostuvo una charla corta con Julián Román. “Es una obra que tiene que ver todo el país”, le dijo. Lo afirmó porque piensa que es importante que los colombianos entiendan qué está pasando en la JEP y qué sucedió con el conflicto armado. “Como país y nación debemos tener consciencia de que esto nos marcó a todos y que tenemos que ir hacia adelante. Pero para lograrlo necesitamos entender qué pasó, tenemos que saber la verdad para no cometer los mismos errores”.
Entonces, en escena, están las dos caras de la moneda. Por un lado, la madre campesina que busca a sus dos hijos desaparecidos y que le pregunta a un militar dónde están. Por otro, los padecimientos de las madres de los soldados secuestrados por la guerrilla. Y, en medio de todo, están los jueces que tiempo después tuvieron que escuchar las versiones de víctimas y victimarios y, luego, quitarse la toga y continuar con sus vidas en medio de amenazas y recriminaciones.
Después de la función, una de las magistradas no pudo contener el llanto; se sintió reflejada en las tablas, era estar viendo a una mujer anestiasada, a quien leer o escuchar tanta dosis de sufrimiento diario la había blindado contra el dolor. Otra de las juezas prefirió guardar silencio, porque necesitaba tiempo para procesar todo lo que había visto en escena. Reinere Jaramillo Chaverra, magistrada del Tribunal Especial para la Paz, también se sintió conmovida. “Nosotros, quienes somos magistrados y vivimos todos los días historias crueles, nos arrugó el corazón. No me imagino lo que puede pasar con un ciudadano común y corriente”.
Ella cree que Mantener el juicio puede ayudar a construir un país menos indiferente y confía en que sea un aporte en el camino de la reconciliación. “Hay que ver la obra, reflexionar sobre ella y hablar de lo que pasó. Si somos capaces de recordar la historia, somos capaces de no repetirla, como han dicho muchos historiadores en el país”. Dilia Lozano también es optimista y pone sus esperanzas en el arte, en su capacidad de sintetizar situaciones complejas y dolorosas, como lo fueron las audiencias de reconocimiento.
Mientras tanto, Julián Román no piensa que el arte deba cumplir una función pedagógica, pero cree que “sanaremos como país”, si la obra ayuda a que los colombianos lloren sus muertos y desaparecidos, y sientan sensibilidad hacia los jueces y las víctimas de todos los bandos.
Habrá quienes decidan perdonar y otros no, como en esa escena de la obra en la que un militar acepta su responsabilidad, pide perdón y algunos lo aceptan, mientras otros se niegan. “Muchos hechos tan crueles que se dieron en medio de la guerra del país no debieron haber sucedido. El país se puso de espalda y hoy es hora de superar la indiferencia y ser empático frente al dolor de muchas víctimas”, dijo Reinere Jaramillo Chaverra.
Cuando el público se ha ido, Fabio Rubiano y algunos actores de la obra se sientan a conversar. Hay detalles por ajustar, a pesar de la retroalimentación positiva que han recibido de magistrados y otros funcionarios de la JEP. A unos metros de ellos, aún quedan algunos volantes de cartón esparcidos sobre una mesa. En uno de sus lados, las siluetas de cinco personas, quienes cargan paraguas. En el otro, unas palabras: “Una obra llena de emociones estancadas; pedidos de perdón que algunos aceptan y otros no; y la responsabilidad compartida de todos los que estuvieron (estuvimos) y no hicieron (hicimos) nada”.