Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La langosta azul, película realizada en 1954 por el escritor barranquillero Álvaro Cepeda Samudio, es proyectada en el Museo Metropolitano de Nueva York (Met), en el marco de la gran exposición inaugurada el miércoles: Surrealismo sin fronteras (“Surrealism Beyond Borders”). El célebre museo neoyorquino describió así este mediometraje en blanco y negro de 28 minutos: “La Langosta azul es la única película surrealista dirigida y producida conocida en Colombia, filmada cerca a Barranquilla: el fotógrafo Nereo López hace el papel del gringo, el artista y poeta Enrique Grau es el brujo y la pintora Cecilia Porras, diseñadora del vestuario, interpreta a la Hembra. (Recomendamos: Cuando la vida de García Márquez era de película, crónica de Nelson Fredy Padilla).
La película es un homenaje al director español Luis Buñuel y cuenta la historia de un extranjero que busca señales de contaminación radioactiva en las langostas locales; también es un documental sobre la vida diaria de los pescadores. Es una película de ficción, que ofrece comentarios muy contemporáneos, como es el personaje de un gringo norteamericano que llega con una maleta llena de crustáceos radioactivos en lo que parece una alusión a la Guerra Fría”. (Más: Lea la historia del filme).
Stephanie D’Alessandro, curadora de arte moderno y coordinadora de investigaciones del Departamento de Arte Moderno y Contemporáneo del Met, señaló que esta gran exposición, que se podrá visitar hasta enero de 2022 y después en la Tate Gallery de Londres, reconsidera el verdadero movimiento del surrealismo, más allá de los límites de geografía y cronología por las redes que se expanden desde Europa del este, hasta el Caribe, Asia, Norteamérica, Latinoamérica, África y Australia, con obras de 45 países realizadas en casi ocho décadas. Surrealismo sin fronteras cambiará “nuestra apreciación de este movimiento revolucionario y mundial”, recalcó el Museo.
El surrealismo surgió en París en 1924 y se apoderó del inconsciente y los sueños cotidianos de los franceses. “El surrealismo ha producido obras poéticas y humorísticas, artistas de todo el mundo han usado el surrealismo como un arma en la lucha por la libertad personal, política y social. Desde sus inicios ha tenido una proyección Internacional, pero el conocimiento del movimiento se ha formado desde un punto de vista europeo”, explicó Stephanie D’Alessandro.
El periodista Jason Farago, del New York Times, escribió en su reseña sobre la exposición: “Para muchos surrealistas que trabajaban bajo dictaduras, el medio más susceptible de experimentar y disentir era la fotografía. En las imágenes en blanco y negro con enfoque suave de Cecilia Porras y Enrique Grau, realizadas en secreto después de un golpe de Estado en Colombia en la década de 1950, los rostros de las mujeres desaparecen detrás de los velos y los durmientes yacen enredados bajo la madera flotante (la propia Porras modeló para varias de las imágenes aquí expuestas). Su búsqueda de un espacio libre para la creatividad se extendió también al cine: la película de la pareja de 1954, La langosta azul, realizada con Gabriel García Márquez y muy en deuda con Buñuel, intercala un aspecto documental sobre pescadores colombianos con un extraño cuadro de un estadounidense contrabandeando mariscos radiactivos”. Farago no menciona a Cepeda Samudio.
Teresa Manotas, humanista y periodista, conocida en el Grupo de Barranquilla como Tita Cepeda, contó así la historia de La langosta azul, restaurada y digitalizada recientemente por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano: “En Vivir para contarla Gabriel García Márquez dice: ‘Un viaje ocasional de Álvaro Cepeda a Bogotá me distrajo por unos días de la galera de las noticias diarias, llegó con la idea de hacer una película de la cual solo tenía el título: La langosta azul. Fue un error certero porque Vicens, Grau y Nereo se lo tomaron en serio. Algo puse yo, que hoy no recuerdo, pero la historia me pareció divertida y con la dosis suficiente de locura para que pareciera nuestra. La langosta azul es una obra elemental cuyo mérito mayor es el dominio de la intuición, que era tal vez el ángel tutelar de Álvaro Cepeda’.
‘En uno de sus numerosos estrenos domésticos en Barranquilla estuvo Enrico Fulchignoni, director italiano, quien nos sorprendió con el avance de su comprensión: la película le pareció muy buena. En 1968 el director de la Alianza Francesa de la ciudad, el inolvidable Claude Mazet, la proyectó en un doble, nada menos que con El perro andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí. Resalto mucho esta iniciativa, pues los franceses apreciaron la calidad internacional de la película y eso fue un llamado de alerta al público cineasta de Colombia. Con esa proyección se inició la lista de invitaciones a festivales, universidades y museos para La langosta azul, que desde entonces le ha dado la vuelta al mundo en festivales temerarios’”.
Para filmar La langosta azul se reunieron en 1954 en el pueblo de La Playa, corregimiento de Barranquilla, Álvaro Cepeda, Luis Vicens, Enrique Grau y Nereo, acompañados por la pintora Cecilia Porras.
En 1990, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, se interesa por el cine colombiano y anuncia una muestra. Lawrence Kardis, curador, llega a Bogotá y es lo primero que pide: La langosta azul. Patricia Cepeda entrega en donación al MOMA una copia de la película.
“El célebre escritor uruguayo Jorge Ruffinelli, profesor de la Universidad de Stanford, reporta un coloquio sobre el cine de los años 50 organizado por Julianne Burton Carvajal, profesora de la Universidad de California en Santa Cruz. Burton tuvo la idea de invitar a Nereo López, el camarógrafo colombiano de La langosta azul, y me dio así la oportunidad de conocerlo y conversar con él, quien es también actor de la legendaria película.
Este es el testimonio de Nereo: “El cuento era de Álvaro Cepeda Samudio, quien tenía la inquietud de hacerlo cine; Álvaro se encontró con Vicens y este organizó la cuestión y los demás fuimos entrando de a uno. La discusión la tenían Álvaro, Vicens, Grau y Gabito; Gabito metió la mano, no tanto en el guion, sino en la estructura del cuento. Álvaro y Gabito eran muy muy amigos, ellos venían madurando el guion durante mucho tiempo, hasta que lo resolvieron. Los que fuimos reclutados posteriormente no sabíamos de qué trataba. Todavía me cuesta trabajo darme cuenta de cuál era el argumento… yo era fotógrafo y reportero de El Espectador. Me reclutaron para fotógrafo de la película; acababa de llegar de Nueva York, donde presenté mi tesis sobre fotografía; Guillermo Salvat tenía una cámara de 16 mm Bolex, sin sonido, y buscamos material igual. Resultó muy escaso y muy costoso y todos pusimos unos pesos hasta conseguir la cantidad que creíamos necesaria. Por falta de experiencia no hicimos el negativo para hacer copias, sino el positivo. Entre Salvat y yo hicimos la cámara; yo me ocupaba de los encuadres y la luz, y Guillermo disparaba porque yo no sabía manejar una cámara de cine de 16 mm. Luego me nombraron en el papel principal: el gringo que trae a la langosta atómica al pueblo. Actué sin saber, me decían: tú actúa como te decimos y dices lo que te decimos… Pasó un tiempo largo y un día estando en Bogotá me invitaron: ‘Vamos a ver La langosta azul’. ¿Todavía existe? No solo existía, sino que le habían puesto título y la habían hecho negativo. Nadie hubiera pensado que la película llegaría a las alturas en la que la tienen hoy. La película ha viajado por los festivales internacionales más famosos y hasta hay una copia en el Museo de Arte Moderno de Nueva York”.
Tita Cepeda sigue recordando: “Hablé muchas veces con Enrique Grau, fui a Nueva York a visitarlo en 1980; él fue quien me dio la mayoría de los datos de esta historia. Grau me dijo algo muy hermoso sobre la filmación, pero primero aclaró que la escena de la brujería no estaba en el plan original, que surgió de la necesidad de darle un sesgo a la búsqueda de la langosta, y yo hice el papel de brujo. De los grandes recuerdos de la filmación, se destacan aquellos momentos mágicos, cuando sentados en la playa, discutíamos noche tras noche sobre el lenguaje del cine, sobre la importancia del cine en el mundo que se abría ante nosotros, lo que significaba como forma autónoma de expresión”. Cepeda fue el gran espíritu creador detrás de esa conjunción de talentos que es La langosta azul”: García Márquez, Vicens y Grau.
* Escritor barranquillero y excorresponsal de El Espectador en París.