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De la población de Carraipia, aledaña al municio de Maicao en La Guajira, nace en 1965 un referente de las letras indígenas en Colombia y Latinoamérica: Vito Apüshana. Su obra es testigo del arraigo cultural de la región y de la población Wayuu. De sus manos brota la palabra, esa que se hace indispensable para salvaguardar el conocimiento que transmiten los abuelos indígenas con el fin de mantener viva la identidad y la tradición. De su pluma resurge la magia del relato oral y de las cosmogonías indígenas.
A pesar de haber vivido algunos años de su infancia y adolescencia en tierras arijunas –entiéndase como lo no indígena o lo no Wayuu- sabía que en algún momento debía retornar a las raíces que lo ayudarían a reencontrarse con la sabiduría ancestral que ninguna universidad ni institución educativa le podía brindar. Después de vivir nueve años en Medellín, regresó a La Guajira, aquella tierra árida, fervorosa y exiliada por su propia patria. Allí, al norte de Colombia, posa el lugar que vio crecer a Vito Apüshana y que determinó de alguna manera su doble visión del mundo: la visión arijuna y la visión indígena. Su regreso reanimó su espíritu y lo alimentó de esperanza al querer recuperar la compañía de tres abuelas indígenas que habían sido indispensables para su tejido con el mundo y su conexión con las raíces y el lenguaje wayunaiki. Cada huella andada le recordaba que, a pesar del abandono de su territorio por parte del Estado, sabía que no había impunidad ni poder colonizador que afectara aquella comunidad que sobrevive con la fuerza de sus tradiciones y el talante de sus integrantes.
La reafirmación de su destino lo ayudó a comprender que su tarea sería tan grande como su camino. Debido a sus primeros años de vida, donde tuvo que aprender a convivir al mismo tiempo con dos modos de ver y concebir el mundo, entendió que su función sería la de servir como puente o canal entre ambas comunidades para que tanto la una como la otra entiendan la importancia de respetar, compartir y difundir las enseñanzas y los avances realizados por el bien del ser humano y del planeta tierra. Así, Miguel Ángel López habría de entender que su papel sería el de mediador, de constructor de puentes o de un tejedor de telas que narrara y uniera a dos universos que discrepan entre sí.
Un lápiz, un libro y el fin de hallar la génesis y la eternidad de la palabra. Esos tres elementos acompañaron siempre a Vito Apushana en su trasegar por el continente. Cada periplo, cada aventura, cada paso hacia lo desconocido y hacia lo diverso le hacía pensar en la esencia del mundo. Cada conocimiento que adquiría era un acercamiento más a la poesía. Las revelaciones que se daban a través de la imagen y la palabra ensanchaban el tiempo y el espacio en el que habitaba el escritor Wayuu. Su paso por Chile, Ecuador, Perú y Venezuela nutrieron el verbo y la prosa de Vito, pues gracias a la cultura Mapuche y Quechua que se hallan inmersas en estas naciones, fue posible la creación del texto Encuentros en los senderos de Abya Yala, obra con la cual Miguel Ángel López ganaría el premio Casa de las Américas de Cuba en el año 2000.
Si bien Encuentros en los senderos de Abya Yala no fue su primer texto, pues desde antes ya había escrito algunos poemarios en español y wayunaiki, este sería el símbolo de su obra, pues allí reúne toda acción y pensamiento acerca de la vida en comunidad a partir de diversas culturas, de modo que lo que encontramos en el libro es una compilación o un tejido de voces, utopías, imágenes y recuerdos de las vivencias de un escritor errante que trasciende las fronteras de un mundo gobernado por el ideal del progreso y un mundo que resguarda sus costumbres y su identidad a pesar de la mano destructora y apocalíptica del ser humano.
Vito Apüshana es consciente que toda su narrativa parte de la exploración y del encuentro con lo sublime del lenguaje wayunaiki y de los sueños provenientes del eco de sus ancestros que reposa en sus adentros. El núcleo de sus creaciones poéticas surge del traspaso del conocimiento que cuidan las ancianas wayuus, porque si bien la naturaleza misma y el asombro que esta genera dibujan una musa para las letras del escritor indígena, no hay que negar que la base de su narrativa parte de la configuración con la cual los wayuus comunican y transforman el pensamiento. Esto se puede constatar con las palabras que el mismo Apushana brindó en una entrevista al periódico El Heraldo de Barranquilla: “En el sistema normativo wayuu la palabra ejerce un protagonismo central y allí hay un fuerte contenido poético. Siempre estamos buscando cómo retroalimentar la palabra a través de los sueños, o de la observación de la flora y de la fauna, de donde extraemos conclusiones sobre la vida. Por eso el palabrero en nuestra comunidad es un poeta. Obviamente eso tiene sus matices: hay poetas humorísticos, irónicos, conmovedores. Yo podría decir que soy más melancólico, pero todos cultivamos ese interés por el protagonismo de la palabra, asumimos la palabra como un ser vivo, como un órgano vivo. Por eso no es poca cosa ir entregando la palabra.”
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Todo empieza a cobrar sentido cuando entendemos que el valor que le dan a la palabra se torna trascendental en el mismo momento en que la concebimos como la vida misma. De allí que sea tan relevante el cuidado que se le da al lenguaje, de allí que el encuentro con la sabiduría que poseen las personas mayores se convierta en un acto sagrado, pues sus palabras son la reafirmación de la vida y el surgimiento de una nueva voz, de una nueva semilla que florece en medio del aire que danza libre en el horizonte de la Alta Guajira.
El principio
(Cultura Tayrona)
En el Principio era un silencio
gigante y fértil… de donde salieron
burbujas que derramaron el primer sonido
y las simientes del aliento…
entonces floreció el Pensamiento
y surgieron los lagartos y los conejos,
los alimentos diarios,
los animales del cielo
y los del fondo de la mar…
y poco después nació el animal trenzado,
gritando:
¡Somos lo congregado!
¡Somos lo congregado!
En el Principio era un silencio
enorme y ubicuo
de allí provino el animal trenzado
a unir los elementos:
…convirtiéndose en Murciélago:
vuelo de las piedras profundas
…convirtiéndose en Jaguar:
dominio de las templanzas
…convirtiéndose en Serpiente:
lazo del sol y la noche
…convirtiéndose en voz de fuego sembrado:
¡Somos lo congregado!
¡Somos lo congregado!