La lucha de los artesanos discapacitados japoneses por existir y trabajar
En un barrio de moda de Tokio, los clientes de la tienda Majerca examinan los objetos fabricados por personas con discapacidad en este sitio que busca promover su trabajo, una tendencia aún incipiente en Japón donde son víctimas de numerosos prejuicios.
A pesar de los compromisos del gobierno para facilitar la integración de las personas con discapacidad, en el único país del mundo que acogió los Juegos Paralímpicos en dos ocasiones, el universo laboral les es a menudo inaccesible, subrayan asociaciones y expertos.
En el archipiélago, las ayudas públicas para las personas con discapacidad implican a menudo que sus beneficiarios permanezcan en sus hogares, y los que quieren trabajar carecen de apoyo.
Miho Hattori, miembro del personal directivo de un taller de proveedores de Majerca donde trabajan una veintena de personas con discapacidad intelectual, considera que se trata de una pérdida importante para la empresa.
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“Algunos tienen una carrera de más de treinta años, y poseen suficiente experiencia como para merecer el nombre de artesanos”, declara.
En una parte del taller, algunos de ellos filtran pasta de papel y prensan hojas para fabricar tarjetas de felicitación. Una mujer joven hila lana en bruto mientras que otros artesanos trabajan en un telar.
“Me gusta tejer”, afirma Ayame Kawasaki, una empleada de 28 años con síndrome de Down, una anomalía cromosómica que causa déficit intelectual y anomalías físicas. “Aquí preparo la tela para hacer estolas, mezclando lana y algodón”, explica.
Los artículos tejidos y los sacos fabricados por estos trabajadores se venden por varios miles de yenes en tiendas y galerías de arte, pero ellos sólo pueden esperar un escaso salario de unos 15.000 yenes al mes (131 dólares).
Esta suma no es la principal fuente de ingresos de estos artesanos, que tienen derecho a ayudas del gobierno, y se sitúa en el promedio de los ingresos de las personas con discapacidades mentales en Japón, según el ministerio de Salud, Trabajo y Asuntos Sociales.
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Discriminación
“Su trabajo y sus creaciones son preciosos, pero siguen siendo invisibles”, lamenta Mitsuhiro Fujimoto, responsable de Majerca. Explica que les paga entre 60% y 70% del producto de la venta y les anima a pedir un precio justo, no la caridad.
La empresa Heralbony, que fabrica y vende en línea los artículos de moda de unos 150 creadores con discapacidad intelectual, explica cómo fijar precios que reflejen el trabajo de sus empleados.
Entre estas creaciones coloridas, a veces también vendidas en grandes almacenes junto a productos Hermès o Louis Vuitton, figuran corbatas de 24.200 yenes (211 dólares) o blusas a más de 285 dólares.
“En Japón se ha considerado durante mucho tiempo que quienes recibían ayudas no debían ganar dinero”, señala Miu Nakatsuka, portavoz de Heralbony, que afirma pagar al menos 5% del precio de cada artículo a los creadores.
Los trabajadores sociales consideran que los prejuicios cierran las puertas del trabajo a las personas con discapacidad y también critican una legislación que se considera inadecuada.
“En Japón, una persona con discapacidad no está autorizada a recurrir a un auxiliar de vida subvencionado por el Estado para que lo acompañe en el trayecto, ni en su lugar de trabajo”, lamenta Masashi Hojo, director de una asociación de inserción profesional para personas discapacitadas. “Eso es discriminación”, destaca.
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A pesar de los obstáculos, Heralbony, fundada hace tres años, es una empresa rentable, y planea expandirse ofreciendo también muebles y accesorios de interiores.
Fujimoto, de la tienda Majerca, cree que exponer objetos fabricados por trabajadores discapacitados ayuda a poner en tela de juicio los prejuicios.
“Al visitar Majerca, espero que la gente vea lo que están haciendo y lo que pueden hacer, y empiecen a preguntarse si están siendo tratados equitativamente”, subraya.
A pesar de los compromisos del gobierno para facilitar la integración de las personas con discapacidad, en el único país del mundo que acogió los Juegos Paralímpicos en dos ocasiones, el universo laboral les es a menudo inaccesible, subrayan asociaciones y expertos.
En el archipiélago, las ayudas públicas para las personas con discapacidad implican a menudo que sus beneficiarios permanezcan en sus hogares, y los que quieren trabajar carecen de apoyo.
Miho Hattori, miembro del personal directivo de un taller de proveedores de Majerca donde trabajan una veintena de personas con discapacidad intelectual, considera que se trata de una pérdida importante para la empresa.
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“Algunos tienen una carrera de más de treinta años, y poseen suficiente experiencia como para merecer el nombre de artesanos”, declara.
En una parte del taller, algunos de ellos filtran pasta de papel y prensan hojas para fabricar tarjetas de felicitación. Una mujer joven hila lana en bruto mientras que otros artesanos trabajan en un telar.
“Me gusta tejer”, afirma Ayame Kawasaki, una empleada de 28 años con síndrome de Down, una anomalía cromosómica que causa déficit intelectual y anomalías físicas. “Aquí preparo la tela para hacer estolas, mezclando lana y algodón”, explica.
Los artículos tejidos y los sacos fabricados por estos trabajadores se venden por varios miles de yenes en tiendas y galerías de arte, pero ellos sólo pueden esperar un escaso salario de unos 15.000 yenes al mes (131 dólares).
Esta suma no es la principal fuente de ingresos de estos artesanos, que tienen derecho a ayudas del gobierno, y se sitúa en el promedio de los ingresos de las personas con discapacidades mentales en Japón, según el ministerio de Salud, Trabajo y Asuntos Sociales.
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“Su trabajo y sus creaciones son preciosos, pero siguen siendo invisibles”, lamenta Mitsuhiro Fujimoto, responsable de Majerca. Explica que les paga entre 60% y 70% del producto de la venta y les anima a pedir un precio justo, no la caridad.
La empresa Heralbony, que fabrica y vende en línea los artículos de moda de unos 150 creadores con discapacidad intelectual, explica cómo fijar precios que reflejen el trabajo de sus empleados.
Entre estas creaciones coloridas, a veces también vendidas en grandes almacenes junto a productos Hermès o Louis Vuitton, figuran corbatas de 24.200 yenes (211 dólares) o blusas a más de 285 dólares.
“En Japón se ha considerado durante mucho tiempo que quienes recibían ayudas no debían ganar dinero”, señala Miu Nakatsuka, portavoz de Heralbony, que afirma pagar al menos 5% del precio de cada artículo a los creadores.
Los trabajadores sociales consideran que los prejuicios cierran las puertas del trabajo a las personas con discapacidad y también critican una legislación que se considera inadecuada.
“En Japón, una persona con discapacidad no está autorizada a recurrir a un auxiliar de vida subvencionado por el Estado para que lo acompañe en el trayecto, ni en su lugar de trabajo”, lamenta Masashi Hojo, director de una asociación de inserción profesional para personas discapacitadas. “Eso es discriminación”, destaca.
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A pesar de los obstáculos, Heralbony, fundada hace tres años, es una empresa rentable, y planea expandirse ofreciendo también muebles y accesorios de interiores.
Fujimoto, de la tienda Majerca, cree que exponer objetos fabricados por trabajadores discapacitados ayuda a poner en tela de juicio los prejuicios.
“Al visitar Majerca, espero que la gente vea lo que están haciendo y lo que pueden hacer, y empiecen a preguntarse si están siendo tratados equitativamente”, subraya.