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La magia y la ciencia de Alberto Durero (El teatro de la historia)

Segunda entrega de una serie en la que ofrecemos reflexiones históricas mediante imágenes. En esta oportunidad, presentamos “Melancolía I”, un grabado de Durero que nos invita a reflexionar sobre las relaciones entre la ciencia, la magia y el arte en el Renacimiento.

Mauricio Nieto Olarte
01 de febrero de 2024 - 07:17 p. m.
El grabado de Alberto Durero, "Melancolía I", se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Karlsruhe, en Alemania.
El grabado de Alberto Durero, "Melancolía I", se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Karlsruhe, en Alemania.
Foto: Tomado de Wiki Commons
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Para el lector contemporáneo, las artes, la religión y el conocimiento científico pueden parecer irreconciliables, casi antagónicos en su práctica y objetivos. Un estudiante de Arte, Diseño o Arquitectura del siglo XXI parece vivir en un mundo opuesto al de otro de Ingeniería o Ciencias Naturales de la misma universidad.

Alberto Durero, como muchos de sus contemporáneos, no entendería las distinciones disciplinares modernas. Leonardo da Vinci, Leon Battista Alberti, Marsilio Ficino, Filippo Brunelleschi, Nicolás Copérnico, Johannes Kepler o Galileo Galilei, como la mayoría de los grandes pensadores y artistas del Renacimiento europeo, encontrarían inexplicables estas fronteras entre la filosofía natural, el arte y la teología.

Copérnico encontró imposible el modelo geocéntrico por ser estéticamente desagradable e incompatible con la belleza y perfección que implica la obra del creador; Kepler creyó firmemente en que el verdadero orden del universo estaba escrito en el lenguaje divino de la geometría; Galileo, por su parte, pensaba que las órbitas planetarias elípticas que proponía Kepler eran un absurdo estético indigno de la perfección geométrica del diseño racional del universo, y la física de Isaac Newton no tendría para él ningún sentido sin la omnipresencia divina.

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La pintura, los grabados y los textos de Alberto Durero son un testimonio más de la dificultad de separar los campos del arte, la religión y la ciencia en la temprana modernidad europea. Además de su prolífica y ampliamente reconocida obra como pintor y grabador, Durero se interesó por temas de cartografía, matemáticas, astronomía e instrumentos de observación; hizo también cartas estelares como el Mapa del hemisferio celeste norte de 1515, uno de los primeros mapas celestes impresos en Occidente. Es autor del amplio tratado Underweysung der Messung (Instrucciones sobre medición), en el cual se ocupó del tratamiento matemático de figuras geométricas y también publicó su obra Vier Bücher von Menschicher Proportion (Cuatro libros sobre las proporciones humanas).

Melancolía I de Alberto Durero, de 1514, es una maravillosa ventana al Renacimiento y su detallada observación es un viaje en el tiempo al mundo intelectual del siglo XVI. Si bien la melancolía es aquí representada por una figura femenina, podemos asumir que se trata de un último autorretrato que nos ofrece Durero, en el cual se representa a sí mismo como un pensador y artista que encarna las virtudes y el dolor del carácter melancólico.

Una larga tradición médica y filosófica, que se remonta a Aristóteles, ha asociado la melancolía no solo con una patología, sino con una condición humana que se relaciona con el carácter reflexivo y creativo, propios de la filosofía y el arte. La melancolía es uno de los cuatro temperamentos humanos conectados con la teoría de los humores de la medicina hipocrática: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico. Galeno y una larga tradición médica a lo largo de la Edad Media hicieron de los cuatro temperamentos un eje central de la condición humana, su salud y su psicología.

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Si bien, la melancolía es un tema recurrente en la historia de la medicina y el arte, el tratamiento particular del tema en manos de Durero hace de esta imagen una rica alegoría de su tiempo y de la forma en la que el artista y algunos de sus contemporáneos entendieron el arte, la filosofía y las ciencias.

La postura de la cabeza que reposa sobre la mano es un gesto clásico que suele representar dolor y tristeza, pero también una actitud contemplativa, posiblemente de fatiga creativa. La melancolía implica nostalgia y soledad, pero en esta oportunidad comparte la escena con dos criaturas. A sus pies reposa un famélico perro, frecuente en la iconografía de intelectuales, como es el caso de San Jerónimo en su gabinete, del mismo Durero. En el centro, un niño alado, también meditabundo, que, al igual que el perro, parece compartir con la mujer el sentimiento que produce algún sombrío y secreto conocimiento.

La geometría, como una de las siete artes liberales clásicas, es un tema central del grabado que se hace evidente en la prominencia de la esfera, el poliedro y el compás. Sobre la pared, bajo la campana, sobresale una tabla (cuadrado mágico) de cuatro columnas y cuatro filas, cuyos números naturales en cualquier dirección suman siempre 34. En la fila inferior aparece la fecha de elaboración del grabado, 1514, que además recuerda la fecha de la muerte de la madre del artista. El compás, la balanza y el reloj de arena son instrumentos de medición que evocan el poder de los números de una potente tradición pitagórica y platónica que proclama que el mundo se puede conocer solo si podemos leer el lenguaje divino de la geometría y las matemáticas. No obstante, la geometría aquí no se limita a un arte contemplativo y teórico, el grabado incluye un conjunto de artefactos e instrumentos de carpintería como el martillo, la sierra y los clavos; al igual que artefactos propios del alquimista que recuerdan las artes y las habilidades manuales del artesano filósofo.

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De la cintura de la Melancolía cuelgan un manojo de llaves y un bolso, símbolos de poder y riqueza. La mujer alada es tanto humana como divina, una concepción de los seres humanos que tomaría particular relevancia para las tradiciones mágicas del Renacimiento. Los historiadores de la ciencia suelen pasar por alto la importancia de la magia y de la tradición hermética en el Renacimiento que Durero en su Melancolía parece celebrar. El mago de la tradición hermética, que podemos asociar a figuras como Marsilio Ficino, Cornelio Agripa, Teofrastro Paracelso, Giordano Bruno e Isaac Newton, encarna un nuevo hombre que proclama poder y control sobre la naturaleza, un hombre de atributos divinos que le permiten no solo comprender el orden de la creación, sino crear y controlar la naturaleza y su propio destino. No solo Dios puede crear, sino también la naturaleza, y los hombres tienen capacidades creativas. La melancolía encarna acá un nuevo ser humano, que, como el mago, tiene poderes divinos.

Al fondo aparecen un cometa y un arcoíris, que, junto a la campana, para algunos son emblemas de la predicción de un acontecimiento fúnebre, posiblemente apocalíptico. La emancipación humana, el poder de las nuevas artes y conocimientos, es otro tema frecuente del arte europeo moderno. En el siglo XVI vemos florecer un nuevo ser humano que se rebela contra el castigo divino de su expulsión del paraíso y su condena a la ignorancia. Es un humano que proclama dominio sobre la naturaleza y control de su destino, pero nada garantiza que su poder y soberbia, como lo anuncia el Libro de Daniel, no sean también su fin.

Lecturas recomendadas

- Raymond Klibansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl, Saturn and melancholy. Studies in the history of Natural Philosophy, Religion and Art, 2019.

- Sobre los grabados de Durero ver Patricia Zalamea, Originales múltiples. El grabado en los albores de la imprenta, 2023.

- Sobre la imagen ver Lucas Morales, “Las formas de entender La melancolía I de durero” en https://historiadelarte.uniandes.edu.co/clio/las-formas-de-entender-melencolia-i-de-durero-el-dialogo-y-la-formacion-de-un-nuevo-lenguaje-iconografico/

*Profesor titular del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad de los Andes.

Mauricio Nieto Olarte

Por Mauricio Nieto Olarte

Mauricio Nieto Olarte es filósofo de la Universidad de los Andes y doctor en Historia de las Ciencias de la Universidad de Londres.

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Mauricio(t3u8q)17 de abril de 2024 - 11:52 p. m.
Gracias por sus textos
Melibea(45338)01 de febrero de 2024 - 10:57 p. m.
Que extraordinaria interpretación del cuadro de Durero.Aprendi mucho.
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