“La Marsellesa”: las notas marciales de la libertad
Algunas de las grandes luchas y transformaciones de los últimos siglos han estado acompañadas por canciones o sinfonías que han unido a los pueblos o a los ejércitos. Presentamos las historias de 13 de ellas.
Victor Laszlo y sus camaradas entonaron “La Marsellesa” para acallar el canto de los soldados alemanes que ocuparon Casablanca, entonces colonia francesa. Tal cual, los franceses han entonado este himno para acallar el ruido de las cadenas que han atado su historia.
***
El himno no nació en Marsella. En 1791 se había establecido en Francia la monarquía constitucional, que obligaba al rey a compartir la autoridad con la Asamblea Legislativa. Que los reyes cedieran una parte del poder era motivo de preocupación para otras potencias monárquicas de Europa, como la de Prusia y la de Austria, de donde provenía la reina María Antonieta, recordada por su ilustre respuesta cuando le dijeron que el pueblo no tenía pan para comer y dijo “que coman pasteles”. En 1792 los reyes fueron encarcelados, por lo que se asumió que no faltaría mucho para que algunas monarquías accionaran lo pactado en agosto de 1791 en la Declaración de Pilllnitz (Sajonia, actual Alemania), que sentenciaba que, en caso de ser necesario, la coalición monárquica intervendría militarmente en Francia, de modo que el rey retomara y afianzara en completa libertad su poder sobre el pueblo; esto por su legítima soberanía y pensando en el bienestar de los franceses.
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En abril de ese año, 1792, el alcalde de Estrasburgo convocó al batallón Enfants de la Patrie para que se uniese al movimiento de voluntarios que adelantaba el levantamiento en defensa de las posibles monarquías invasoras. Allí, le encargó al oficial Joseph Rouget de Lisle un himno que proclamara la unión y la resistencia. Fue titulado “Canto de guerra”. El 20 de abril se declaró en París la guerra contra el líder de la presunta coalición invasora: Austria. El general Francois Mireur, encargado del reclutamiento de voluntarios en Marsella, había escuchado del canto y se los enseñó a sus soldados. Fue así que los marselleses entraron marchando y cantando a la capital, como en una magna lucha por la dignidad histórica:
“¡Cómo cohortes extranjeras
harían la ley en nuestros hogares!
¡Cómo esas falanges mercenarias
abatirían a nuestros fieros guerreros! (bis)
¡Dios santo! Encadenadas por otras manos,
nuestras frentes se inclinarían bajo el yugo.
Unos déspotas viles serían
los dueños de nuestros destinos”.*
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Entre las masas parisinas, de voz a voz, se fue conociendo como el himno de los marselleses o “La Marsellesa”. Pero no duró tanto. En la restauración absolutista del siglo XIX fue censurado por orden del Imperio, hasta que en la revocación del mismo se restableció.
Como en un eterno retorno, en 1940 lo volvieron a censurar. Esta vez porque fue considerado un elemento en contra de la ocupación alemana.
El 4 de octubre de 1958, en el gobierno del general Charles de Gaulle, conocido como la V República, “La Marsellesa” una vez más fue entonada y declarada himno nacional de Francia.
Victor Laszlo y sus camaradas entonaron “La Marsellesa” para acallar el canto de los soldados alemanes que ocuparon Casablanca, entonces colonia francesa. Tal cual, los franceses han entonado este himno para acallar el ruido de las cadenas que han atado su historia.
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El himno no nació en Marsella. En 1791 se había establecido en Francia la monarquía constitucional, que obligaba al rey a compartir la autoridad con la Asamblea Legislativa. Que los reyes cedieran una parte del poder era motivo de preocupación para otras potencias monárquicas de Europa, como la de Prusia y la de Austria, de donde provenía la reina María Antonieta, recordada por su ilustre respuesta cuando le dijeron que el pueblo no tenía pan para comer y dijo “que coman pasteles”. En 1792 los reyes fueron encarcelados, por lo que se asumió que no faltaría mucho para que algunas monarquías accionaran lo pactado en agosto de 1791 en la Declaración de Pilllnitz (Sajonia, actual Alemania), que sentenciaba que, en caso de ser necesario, la coalición monárquica intervendría militarmente en Francia, de modo que el rey retomara y afianzara en completa libertad su poder sobre el pueblo; esto por su legítima soberanía y pensando en el bienestar de los franceses.
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En abril de ese año, 1792, el alcalde de Estrasburgo convocó al batallón Enfants de la Patrie para que se uniese al movimiento de voluntarios que adelantaba el levantamiento en defensa de las posibles monarquías invasoras. Allí, le encargó al oficial Joseph Rouget de Lisle un himno que proclamara la unión y la resistencia. Fue titulado “Canto de guerra”. El 20 de abril se declaró en París la guerra contra el líder de la presunta coalición invasora: Austria. El general Francois Mireur, encargado del reclutamiento de voluntarios en Marsella, había escuchado del canto y se los enseñó a sus soldados. Fue así que los marselleses entraron marchando y cantando a la capital, como en una magna lucha por la dignidad histórica:
“¡Cómo cohortes extranjeras
harían la ley en nuestros hogares!
¡Cómo esas falanges mercenarias
abatirían a nuestros fieros guerreros! (bis)
¡Dios santo! Encadenadas por otras manos,
nuestras frentes se inclinarían bajo el yugo.
Unos déspotas viles serían
los dueños de nuestros destinos”.*
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Entre las masas parisinas, de voz a voz, se fue conociendo como el himno de los marselleses o “La Marsellesa”. Pero no duró tanto. En la restauración absolutista del siglo XIX fue censurado por orden del Imperio, hasta que en la revocación del mismo se restableció.
Como en un eterno retorno, en 1940 lo volvieron a censurar. Esta vez porque fue considerado un elemento en contra de la ocupación alemana.
El 4 de octubre de 1958, en el gobierno del general Charles de Gaulle, conocido como la V República, “La Marsellesa” una vez más fue entonada y declarada himno nacional de Francia.