Ezequiel, quien está sentado arriba de los cajones, siente culpa por atentar contra su propia gente. “No he desenterrado mis raíces, por más que lavo mis manos jamás se sienten livianas, y si la muerte viene que venga mañana, porque aún no le he dado la mano a mis amigos y no me he despedido de mis enemigos”.
Foto: Óscar Pérez