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La niña de sus ojos

El libro fue el ganador del premio Costa Book Awards, en la categoría de biografía.

Santiago La Rotta
12 de febrero de 2013 - 10:00 p. m.
Secuencia en la que Lucía Joyce es internada en un hospital psiquiátrico y termina por enloquecer.
Secuencia en la que Lucía Joyce es internada en un hospital psiquiátrico y termina por enloquecer.

De pronto fue la frustración lo que llevó a Lucía a la locura. Unos padres que castraron su carrera para convertirla en una señorita, algo esquizofrénica quizá, pero una dama de sociedad en todo caso. De pronto fueron las drogas de sus primeras temporadas en el hospital psiquiátrico. De pronto fue el desamor de ese joven de ojos azules de nombre Samuel, a quien repudió después y terminó por llamar “el cerdo Beckett”.

Mary supo desde muy temprano que no era la niña de los ojos de su padre. Esa era otra, Lucía, Lucía Joyce: hija de James, el genio, el ídolo.

Y lo supo porque las tardes y las mañanas de James Atherton, su padre, se fueron entre el humo del cigarrillo y el tecleo constante en la máquina de escribir. Un brillante académico encerrado en su cabeza tratando de descifrar y explicar el trabajo de Joyce, viviendo, tal vez, bajo la piel de otro. Siempre ausente.

La hija de Atherton creció y su historia tomó forma de novela, de novela gráfica. Y el padre emergió entre gritos, ceños fruncidos y ojos bien abiertos plenos de fastidio y desagrado. También hay mucho de silencio, una muda indiferencia. “Papá, el té está servido”. “Ahora voy”. El sonido de las teclas de nuevo. El té frío.

La niña de sus ojos (Dotter of Her Father’s Eyes, en inglés) es un relato que entrelaza los dramas de la hija de Joyce y la de un académico especializado en la obra del escritor. En ambas narraciones el padre pesa, e incluso hunde.

La obra fue la ganadora este año en la categoría de Mejor Biografía de los Costa Book Awards, uno de los premios literarios en inglés más importantes, y que por primera vez fue otorgado a una novela gráfica.

“No sabía nada acerca de Lucía Joyce antes de embarcarme en este libro. Descubrir su tragedia personal fue lo que me ayudó a elaborar el guión de la novela. Quería escribir acerca de ella porque su historia me parecía mucho más significativa y consecuente que la mía. La combinación de ambas historias enriquece a cada una. Usé ambas narraciones para explorar la historia social de las mujeres y los enormes cambios que han sucedido al respecto durante el siglo XX”, le dijo a este diario Mary Talbot, la hija, la autora.

Es probable que Lucía Joyce estuviera llamada a ser una de las grandes bailarinas de su tiempo, una artista disciplinada, entregada a perseguir una carrera. Todo demasiado moderno y extremo incluso para un hombre como Joyce: “Lucía, cariño, no necesitas preocuparte por tener una carrera. Como tu querida madre sabe, lo único que importa es que sepas caminar apropiadamente en una habitación”. En el siguiente cuadro la madre esboza una mirada impávida, una domesticada dignidad. Se lee: “Mmf”.

Una biografía, una autobiografía incluso, en forma de novela gráfica. No es la elección más común. “Nunca hubo dudas acerca de esta decisión. El punto de partida fue la sugerencia de Bryan para que escribiera una especie de memoria, pero en la forma de un guión de cómic. Al principio no me convencía el aspecto autobiográfico, pero la verdad es que estaba buscando nuevas formas de explorar mis intereses”, dice Mary.

Bryan Talbot, esposo de Mary, es uno de los dibujantes más respetados en el Reino Unido y el responsable de retratar un drama íntimo, lleno de matices y complicaciones; una historia que gráficamente es rica en sutilezas y silencios y breves momentos de felicidad antes del estallido de las pequeñas tragedias que dieron forma a las vidas de dos mujeres, y a la de Bryan mismo, en cierto sentido.

Es de noche. Mary y Bryan caminan hacia la casa de los padres de ella. “Oh, llegamos a tu casa. ¿Tu padre ya habrá vuelto del bar?”. “No sé”. “Me muero del susto”. “Sí, yo también. Ven, entremos, no nos podemos quedar afuera toda la noche”. “¿Por qué no?”.

¿La ayudó en algo escribir esta novela? “Creo que haber escrito mi historia, junto con la de Lucía, me hizo poner en perspectiva el resentimiento que aún guardaba por la distancia y la frialdad de mi padre”. Palabras de hija.

Al final, el académico muere. Un hijo carga cada esquina del ataúd. Uno de ellos sonríe.

 

*El libro puede ser conseguido, en inglés, a través de amazon.com.

Por Santiago La Rotta

 

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