La Orquesta Sinfónica Nacional vio aparecer la mañana y se calló discreta
Un recorrido por el repertorio elegido por el maestro Yeruham Scharovsky para las presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional, que ya terminaron en Brasil y se inician en Argentina.
Esteban Bernal Carrasquilla
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El suscrito escribió con optimismo, hace un año en estas páginas, sobre el curso que tomaba la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia gracias a la renovación de su liderazgo ejecutivo y artístico. Se habló de un proyecto sólido, con una propuesta musical pertinente y de alta calidad. Catorce meses más tarde, mientras la orquesta está de gira en Brasil y Argentina, con un repertorio exigente y audaz y dos pianistas extranjeros de primer nivel como invitados especiales, y aún bajo la acertada batuta de Yeruham Scharovsky, corresponde revisitar esta posición y llenarla de sentido, pues no caben dudas de que este hito demuestra lo bien posicionada que está la Sinfónica Nacional en Colombia y, esperemos, en el continente.
Allegro: despedida en dos tiempos
Son una declaración, una deferencia y una refrendación, hacia, con y por medio del público local, los conciertos de despedida que ofreció la orquesta antes de iniciar su gira internacional. Son un acto que anuncia la disposición de exhibición ante otros ojos y oídos, un agradecimiento a quienes aún creen en la importancia y función social de la música clásica, y una solicitud de apoyo moral por medio del aplauso. Por ello, podrían atribuírsele a la Sinfónica Nacional de hoy los valores del orgullo, la generosidad y la modestia, algo que permite ver a este proyecto más allá de los elementos técnicos e interpretativos de su ejecución musical, como complemento mas no como sustituto.
En el repertorio de la gira (el mismo que se presentó en las despedidas) se incluyen dos conciertos para piano y orquesta. El primero de ellos, conocido como Concierto Lodron, es una rareza que escribió W. A. Mozart para tres pianos y luego le hizo un arreglo para dos, que es la versión que se interpreta hoy en día. Además de lo llamativo del formato, esta es una obra que exige un conocimiento profundo para una correcta interpretación, pues sintetiza los tres elementos principales del Clasicismo: la sinfonía, el piano y el concierto para solista. Los asistentes al Auditorio León de Greiff el 21 de julio presenciaron una ejecución de la orquesta elegante y mesurada, como debe ser según el lenguaje clásico, que permitió a los pianistas israelíes Tomer Lev y Lior Lifschitz lucirse sin ningún apuro.
Con la elección de la otra obra en este formato, la Sinfónica Nacional asume un riesgo muy alto. El Concierto para piano en la menor, Op. 16 de Edvard Grieg, es de conocimiento mundial y hace parte de la lista de reproducción musical de cualquier entusiasta o conocedor de la música clásica. Es decir, no hay manera de engañar al oyente si se toca esta obra, por lo que requiere una orquesta en sus mejores condiciones y un pianista hábil y ojalá maduro. Se presentó este concierto en el Teatro Mayor el 24 de julio, la víspera del viaje a Brasil, con Tomer Lev como solista. La ovación del público, justa, fue de pie.
También están, en el orden del día, dos obras sinfónicas complejas. Mucho se puede decir sobre la Sinfonía n.° 1 de Sergei Rachmaninoff y de Scheherezade, Op. 35 de Nikolái Rimski-Korsakov, pues hablamos de compositores rusos de la época más prolífica de la música sinfónica de ese país (segunda mitad del XIX y primera mitad del XX). No obstante, vale la pena fijar la atención en un único detalle: son piezas en las que, a pesar de lo sinfónico, del tamaño, hay constantes momentos estelares de instrumentos “solistas”. Son obras de gran envergadura instrumental que hacen foco en lo individual. Esto implica tensiones y dificultades para una orquesta que, de nuevo, debe estar a punto para poder enfrentar las dos obras, pues cualquier error quedaría en evidencia. Y se puede decir que particularmente con estas piezas, las secciones de viento, principalmente los cornos, oboes y fagotes (instrumentos que desafinan fácilmente), tienen gran responsabilidad a cuestas. Por lo ocurrido el 21 y el 24 de julio puede haber tranquilidad en que la Sinfónica Nacional tiene lo que se requiere.
Finalmente, está un encargo reciente: la Obertura Mestiza del compositor colombiano Victoriano Valencia, que es la encargada de abrir los conciertos. Se trata de una pieza que evoca sentimientos nacionales en tanto echa mano de recursos rítmicos y melódicos de la música de las costas y del interior de Colombia, y una orquestación que incluye algunos instrumentos tradicionales del país. La Sinfónica Nacional la interpreta con frescura y logra una amalgama de los lenguajes clásico y popular que no incomoda a ningún purista de uno u otro bando.
Afettuoso: conversación con Yeruham Scharovsky
Maestro Scharovsky: a usted lo presentan como un director que revitaliza orquestas. ¿Cómo lo hace?
Soy muy minucioso e insisto en los detalles. Trabajo con perseverancia y obstinación, al punto de que esto puede generar molestias e incomodidades. Pero trato de hacerlo sin crear antagonismos, por lo que el trato es afectuoso con los músicos de la orquesta y con el equipo operativo, administrativo y directivo.
¿Cómo está la orquesta en comparación con lo que encontró hace un año?
Entenderá que no puedo ser objetivo. Algunas personas que conocen el entorno sinfónico internacional me dicen que ven en esta a una orquesta de primer nivel. Lo que sí le puedo decir es que nuestra meta es ser la mejor del continente. Como he trabajado con tantas orquestas en el mundo, confío en que podemos lograr este cometido. Una acción concreta que hemos implementado para ello es que subimos muchísimo la exigencia para la admisión de nuevos músicos; y hemos ampliado nuestra planta en línea con ello.
¿Cómo se configuró la gira por Brasil y Argentina?
En relación con lo anterior, creemos que una gira es apropiada para mostrar lo que hacemos y reconocerles a estos músicos su excelente labor. Así que activamos nuestra red de contactos, hablé con organizaciones que conozco, y concretamos unos conciertos importantes. Quiero resaltar la participación en el Festival de Campos do Jordão en Brasil, por su peso en la tradición de la música clásica en América Latina. Y muy especialmente nuestra presencia en el Festival Martha Argerich del Teatro Colón de Buenos Aires, pues no es usual que acojan a una orquesta foránea allí. La propia Argerich nos dio su venia. Mire, es que yo declaré el propósito a mi llegada: crecer en lo artístico, en el plantel y en proyección nacional e internacional. Estoy muy satisfecho.
Si el propósito es generar impacto, y si viajan con ustedes dos pianistas israelíes de gran calado como Tomer Lev y Lior Lifschitz, ¿por qué no tocar Villa-Lobos en Brasil y Ginastera en Argentina?
Porque uno no llega con un sánduche a un restaurante. Armar una gira de una orquesta de decenas de personas no es sencillo. Lo que usualmente ocurre es que se acuerda un programa llamativo que satisfaga una solicitud o expectativa particular de una sala o teatro, lo cual sirve de ancla. Posteriormente, empiezan a negociarse fechas en otros lugares cercanos, para que se distribuyan los costos. En ocasiones, para que los demás conciertos se concreten, es necesario hacer algunas concesiones con el repertorio.
Entonces, ¿por qué se le comisionó una obra al compositor colombiano Victoriano Valencia, la “Obertura Mestiza”?
Porque era una obligación moral con la orquesta y con el país. Si salimos de gira internacional, pues debemos tener una pieza de un compositor colombiano que abra los conciertos. Planteé esta idea al equipo directivo y coincidimos en que Victoriano Valencia era la elección adecuada para escribir la obra. A Valencia le tomó unas tres semanas componerla y estamos muy contentos con el resultado.
¿Qué siente por volver a Argentina y a cargo de esta orquesta?
Estoy acostumbrado a volver a mi país, luego de haberlo dejado hace 45 años, pues me invitan mucho. Pero mire: en esta ocasión voy como colombiano, porque así me siento, porque esa es mi manera de ver esta labor. Voy a Argentina a mostrar esta, mi música colombiana, y a estos, mis músicos colombianos.
Finalmente, maestro, ¿qué le aporta hoy, en 2024, la música sinfónica al mundo?
Me disculpo, pero debo decir que esa es una mala pregunta por el momento en el que la formula. Esta es una época mala y triste para la humanidad. Siento que estamos dejando al mundo peor de lo que lo encontramos. Y lo cierto es que me siento un poco ingenuo mientras hago música con la intención de tender puentes de tolerancia y entendimiento entre pueblos, mientras vemos que aquí y allá se veneran la muerte y la destrucción. Lo digo con mucha tristeza y con decepción al ver tanta polarización, tanto extremismo y cada vez más violencia y terrorismo. Pero, fuera de eso, quiero cerrar diciéndole que he dedicado cada día de mi vida como músico a contribuir a la humanidad y a embellecer el mundo.
Coda
En Las mil y una noches, Scheherezade usa sus encantos, imaginación y don de palabra para llevar al sultán Shahriar por un relato sin fin que la libra de la muerte y a él de la sed de venganza. Cada noche le cuenta una historia que deja inconclusa al alba, con la promesa de que la terminará la noche siguiente. Y cuando esta llega, inicia un nuevo relato que, promete, será mejor que el anterior. La despedida de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia antes de su gira fue igual, con la obra de Rimski-Korsakov, y no con sed de venganza sino de gloria. Le auguramos éxitos en Brasil y Argentina.