“Somos ecos”: mirarnos a los ojos para construirnos como país
La película colombiana de Julián Díaz Veloza, que se estrena este jueves en salas del país y está relacionada con el conflicto armado y el reclutamiento de jóvenes, hace un llamado a derrumbar los muros y reconocer que “somos más parecidos de lo que creemos”.
Danelys Vega Cardozo
Un hombre acaba de llegar a la ciudad. Bogotá lo acoge, mientras deja atrás la selva. Su destino pudo ser otro: el de la muerte. Ha sido perdonado por su hermano de traición. Ahora dejará de ser llamado “camarada” y pasará a ser un infiltrado, un soldado del Ejército. “No se le olvide de qué lado está”, le advierte un antiguo compañero de la guerrilla. “Esta ciudad es un monstruo. Aquí todo el mundo está tratando de pasar por encima del otro. Lo único que les importa es llegar hasta arriba. Luchas, sangre, sueños, no es tan diferente de la selva de la que venimos”, añade. Aquello es una escena de ficción, pero parte de la conclusión a la que llegó Julián Díaz Veloza, director de la película colombiana Somos ecos, tras cinco años de investigación: “Somos más parecidos de lo que creemos”.
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Un hombre acaba de llegar a la ciudad. Bogotá lo acoge, mientras deja atrás la selva. Su destino pudo ser otro: el de la muerte. Ha sido perdonado por su hermano de traición. Ahora dejará de ser llamado “camarada” y pasará a ser un infiltrado, un soldado del Ejército. “No se le olvide de qué lado está”, le advierte un antiguo compañero de la guerrilla. “Esta ciudad es un monstruo. Aquí todo el mundo está tratando de pasar por encima del otro. Lo único que les importa es llegar hasta arriba. Luchas, sangre, sueños, no es tan diferente de la selva de la que venimos”, añade. Aquello es una escena de ficción, pero parte de la conclusión a la que llegó Julián Díaz Veloza, director de la película colombiana Somos ecos, tras cinco años de investigación: “Somos más parecidos de lo que creemos”.
Fueron más de 170 entrevistas las que realizó para llegar a esa deducción. Por aquel tiempo pasaba de dos a cuatro días dialogando con cada una de las personas que habían vivido el conflicto de primera mano: exguerrilleros, exmilitares, exparamilitares, víctimas y líderes sociales, e incluso consideró pertinente hablar con soldados del Ejército en ejercicio, con el fin de entender qué les había pasado en su juventud y cómo el conflicto armado los había afectado. Más tarde se le ocurrió que sería buena idea incluir a algunos de ellos como extras en la cinta. Había dos propósitos detrás de esa decisión: darle realismo a la historia y “demostrar que podíamos hacer algo en conjunto, que con la película se podía realizar un proceso de construcción de país”.
Durante ese camino, él se transformó: las cortinas de humo se fueron desvaneciendo y cada vez parecía más lejano distinguir quiénes eran los buenos y los malos, pues comprendió “que no había verdades absolutas en este conflicto, que cada individuo tiene una con respecto a su vida”. Entonces, un día se sentó a hablar con una excombatiente. Ella le comentó que estaba pasando por un proceso de reintegración social y que se había dado cuenta de que no solo ella debía reintegrarse, sino toda la sociedad colombiana. “Es un trabajo de todos los lados, en donde todos debemos tener una empatía sincera para poder dialogar, pedir perdón y buscar formas de reparar a las personas y repararnos a nosotros mismos”.
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- ¿Cómo reconocer que en efecto todos somos seres humanos, pero no negarle a cada uno la responsabilidad de sus acciones?
- Eso parte de sí mismo. Yo no puedo quitarme la responsabilidad de lo que hice. No puedo cambiar si no acepto las cosas que he hecho.
Sus palabras se ven reflejadas en uno de los personajes principales de su largometraje, quien decide sincerarse con dos de sus compañeros del Ejército sobre su pasado como excombatiente y su rol como infiltrado, y pagar el precio que eso conlleve. La transformación de su pensamiento queda condensada en una escena en donde conversa con su padre, el comandante de un frente de la guerrilla. “Papá, usted me puede matar, pero necesitamos otro camino. Nadie quiere estar acá. Nadie quiere estar contra un palo esperando que lo maten (…) Y sí, seguro no la van a poner difícil, también nos van a juzgar, pero hay que arriesgarnos, comenzar de nuevo, sin armas, sin víctimas”.
Al igual que aquel personaje, hay otros que eligen cambiar. Uno de ellos es un joven punkero, quien termina siendo reclutado por el Ejército y dentro del sistema, a pesar de su oposición inicial. Con él, Julián Díaz Veloza quería dejar una reflexión en la sociedad: “Nadie quiere ser parte del conflicto, aquí todos quieren estar por fuera. Pero cuando el conflicto te hala y te mete ahí adentro, tampoco hay mucho que hacer. Entonces mirémonos a los ojos y en verdad busquemos cómo hacer que estos jóvenes puedan soñar con lo que ellos quieran”. Porque si algo ha comprendido, y quiso recalcar en la película, es que, sin importar el bando, a algunos les tocó asumir una guerra que no les pertenecía, como piensa les sucedió a muchos jóvenes. “Ellos tenían el derecho a soñar, a construirse de una forma distinta”.
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De hecho, ver la naturalización del conflicto y la pertenencia de los jóvenes en él fue lo que lo motivó a dedicar 11 años de su vida a Somos ecos. Alguna vez creyó que el camino para ayudar a cambiar las cosas era como soldado o algo parecido, pero el cine le mostró un sendero distinto. “Me di cuenta de que el conflicto armado no era la solución, sino el diálogo, el respeto de nuestras diferentes formas de vista y brindar oportunidades a los jóvenes para que construyan y desarrollen un país a través de sus sueños”.
Para él, el reclutamiento de menores de edad y adolescentes, que según cifras de la Comisión de la Verdad asciende a 16.238 personas, terminará no solo cuando se respeten y se haga veeduría a los Acuerdos de Paz, sino cuando la gente entienda que los acuerdos empiezan por cada uno. Mientras tanto quizás seguiremos siendo ecos, “una voz que se repite y se repite como sociedad”.
- ¿Cree que algún día cambiaremos de voz?
- Tengo la esperanza de que ese cambio se va a dar. Creo que ya todos estamos muy cansados de este conflicto y queremos cambiar las dinámicas. Lo único que ha demostrado este conflicto es que, si uno sigue con procesos de violencia y de imponer las cosas a otros, nunca se va a terminar.
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