La primera presidenta de Colombia es negra y bonita (Cuentos de sábado en la tarde)
Soy Yuri Jiménez, creo que he perdido todo menos mi nombre. Mis enemigos me llaman negra bruta, otros creen que mi talento está debajo de mis dos piernas y hay quienes les molesto por ser mujer.
Carolina Sánchez
Un puñado me felicitan por mi logro.
Se alegran al saber cómo esta pequeña que tiene pinta de piojito, muy pintoresca, con tan solo 1,50 metros de estatura, se ha colado en un mundo de pocas mujeres y muchos hombres.
Ahora, recostada en la cama, recuerdo mi vida antes de llegar dónde estoy, ¡qué vida! Podía salir a recorrer las calles en mi moto, amo la velocidad, salir sin preocuparme y reír con mis amigas. Saludaba a mis vecinos con quienes en ocasiones chismeaba.
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Como resultado ahora tengo una risa fingida, sonrío solo para caer bien; me siento en conversaciones largas con personajes importantes pero que tienen aliento a dragón, de hecho me desmayo y lo hago como pretexto para descansar, si supiera mi equipo que estoy hastiada de tantas ocupaciones.
Debo de sentarme con gente que ni me cae bien en esas reuniones, pero me toca aguantar por la causa nacional.
Dicen que soy un poco ruda y autoritaria, pero no es que quiera, me toca. No saben que las mujeres en el poder debemos vernos siempre fuertes, sino dicen que nos ganan las emociones, el sentimiento, el sexo débil. Si se lucha por algo se debe ser firme; no me gusta que crean que soy débil y menos que parezca que por mi belleza puedo conseguir las cosas: yo también tengo talento.
Recuerdo ese domingo 20 de julio mientras veía cinco noticieros de forma simultánea y escuchaba a mi asesor de prensa, a mi hijo, gente que ni conocía dándoselas de amigos y sólo eran gallinazos de turno buscando la mejor presa.
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Estaba en mi barrio “el que me vio crecer con tarima”, pantalla plana, un mar de gente apoyándome cuando ni siquiera había dado el resultado esperado y medio barrio ya estaba sumergido en un éxtasis de licor, se podía ver a la gente flotando en su deleite.
Dieron el resultado, el boletín de prensa número 16, la última vez que me reí.
El registrador daba la gran noticia: por primera vez una pequeña de un barrio humilde, sindicalista, negrita, conocida como “el piojito”, llega a tan alto cargo, dijo el funcionario mientras me describe sin decir mi nombre. No sé por qué me puso en tan bajo concepto; me estaría haciendo bullying por ser mujer o por mi color de piel, todo podría ser.
Sentí susto, pero grité: ¡que viva la libertad carajo! ¡Es hora de gobernar como es!
Se acaba el patriarcado. Una mujer en el poder, Yuri Jiménez; la que todos piensan que tiene el talento en las piernas, esa que se pone tenis en ceremonias elegantes porque pocos saben que tuve un accidente de tránsito que me impide soportar los tacones.
Sí, yo.
La que siente empatía por los demás y cae mal cada vez que habla en defensa de los derechos de la mujer. La que con su discurso rompe la matriz de cualquier embarazada, la fuerte, valiente, sin miedo a enfrentar a sus más grandes opositores.
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Mi corazón se quería salir de mi pecho, se aceleró cómo cuando un caballo de paso fino empieza su carrera con fuerza, entonces sonreí y confieso que me tomé unos tragos en medio de la euforia colectiva del momento.
Llegué a pensar que la fiesta de semejante noticia duraría un año, pero no fue así. Rápidamente, nos tocó ponernos a trabajar, teníamos el país encima de los hombros, de ese tamaño era el peso de la noticia que daba hoy el registrador. No había empezado y ya me estaban llamando “los gallinazos”.
Comienza la persecución de puestos y me recordaron que si estaba en esa posición era gracias a ellos, esa gente comenzó a pedir hasta lo que no había.
Un primo de un primo de un primo que fue novio mío, trabajó en la campaña y les ha prometido hasta lo inimaginable a esta gente. No sé de dónde tenía tantas amistades; recordé por un instante cuando era opositora del gobierno que la gente no me seguía, no tenía enemigos, no hablaban mal de mí, pero ahorita… Llueve sobre mojado.
Aparezco en todas las revistas de chismes de la farándula y ya no sé cuántos amantes tengo ni cuántas cirugías me achacan, pero eso sí, les aclaro que estas pechugas y esta cola es genética pura.
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Hace unas semanas, salí en una locución hablando de la mano dura para los violadores y asesinos de mujeres y que se me levanta el patriarcado de este país. Recuerden que estoy en un gobierno donde casi no hay mujeres.
El revolcón que se formó fue inmediato; apoyo total de las mujeres, pero los hombres comenzaron a revelarse con toda clase de insultos, comenzaron a aparecer muchas mujeres asesinadas, el acoso hacia mi familia era constante y por momentos me sentí sola.
Me sentía cansada como ahora. Así que muchas mujeres por miedo no salieron a protestar conmigo y yo me sentía desfallecer, no tenía quién levantará mis manos, todo el mundo estaba hoy en mi contra.
Después vinieron las llamadas de acoso que pedían mi renuncia.
Mi cabeza daba vueltas y recordé que yo lo que quería era ser doctora. Rompí en un mar de llanto, casi no tenía tiempo para dormir, duré semanas sin ver a mi hijo y no supe qué hacer.
Los funcionarios que hacen parte de mi gabinete poco a poco me traicionan, otros salen en escándalos de corrupción y mi mundo como la primera presidenta de Colombia es cargar las tres cordilleras que nos rodean en la mañana, en la tarde y en la noche.
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Observo mi teléfono y veo tantísimas llamadas sin contestar. Ninguna es para felicitarme, sino para amenazarme pidiendo que deje el cargo. Luego recuerdo que de niña decía que era valiente y fuerte, que no podía desfallecer, que quería ser doctora.
Mi nombre ya está rayado en todos los diarios de país y tan degradado está, que no quería escucharlo más.
Nuevamente, me miro al espejo y me digo a mí misma, en qué momento me metí en este cuento, he bajado tanto de peso que parezco un hilo dental. Duermo dos horas porque debo salir de urgencia al aeropuerto donde me espera un avión que me llevará rumbo a Guatemala donde me reuniré en un congreso que defiende los derechos de la mujer.
Mientras tanto, mi chofer, pasa por mí con una fila de guardaespaldas y policías. Hacen paso para cuidar mi vida; escucho el ruido de una moto DT 125, su sonido me transporta a mi barrio, el joven se detiene al frente con su parrillera, una joven más o menos de unos 17 años o mucho menor. Veo cómo ella desliza su mano en la cintura, saca una nueve milímetros y dispara al carro donde venía y ¡TAS!, ¡TAS!, ¡TAS! Fueron tres, los escuché en lo más profundo, mi cuerpo se comenzó a deslizar en la parte de atrás del carro y poco a poco comencé a perder el sentido.
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A lo lejos decían ¡la mató, la mató!
Yo me desconecté,
pierdo todo el sentido de mi cuerpo,
me fui quedando dormida…. Como cuando el aliento de dragón de aquel empresario, muy adinerado, me privaba.
Abrí los ojos después de cuatro días y la única persona que estaba conmigo era mi pequeño hijo. Al escuchar ¡mamá!, me despertó.
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¡Está viva!
¡Está viva! Decían las enfermeras con júbilo.
— Obvio que estoy viva, respondí.
Llevas cuatro días en coma, mamá.
— ¿En coma? ¿Y los guardaespaldas sobrevivieron?
¿Cuáles guardaespaldas mamá?
— Los que tiene la primera presidenta de este país, le contesté con ínfulas de poder infinito
¿Ama, vos te me estás tostando de la cabeza? Enfermera, enfermera, vengan a ver a mi mamá y oprimió el botón de pánico ¿Acaso no recuerdas nada? Por estar manejando esa moto a más de 100 casi te mata una tractomula y por poco te parte en dos.
— Oí a éste, le respondí. Si el estruendo que escuché era de balas, tres balazos.
En medio de la somnolencia, la confusión entre motos, tractomulas, políticos y guardespaldas, sonreí, pero esta vez fue de verdad.
Mirar en el espejo de tu alma te hace recordar que muchas de las cosas que no te gustan, están dentro de ti.
Autobiografía de la autora del cuento:
Me defino como una mujer fuerte y eso se debe a que soy Sánchez, un apellido que llevo con mucho orgullo. Sánchez somos y la quinta generación de mujeres fuertes que han tenido que enfrentar la vida solas. Soy Carolina, que significa dotada de inteligencia, mujer valiente. Parece lugar común, pero no, el significado de mi nombre me define.
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Un puñado me felicitan por mi logro.
Se alegran al saber cómo esta pequeña que tiene pinta de piojito, muy pintoresca, con tan solo 1,50 metros de estatura, se ha colado en un mundo de pocas mujeres y muchos hombres.
Ahora, recostada en la cama, recuerdo mi vida antes de llegar dónde estoy, ¡qué vida! Podía salir a recorrer las calles en mi moto, amo la velocidad, salir sin preocuparme y reír con mis amigas. Saludaba a mis vecinos con quienes en ocasiones chismeaba.
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Como resultado ahora tengo una risa fingida, sonrío solo para caer bien; me siento en conversaciones largas con personajes importantes pero que tienen aliento a dragón, de hecho me desmayo y lo hago como pretexto para descansar, si supiera mi equipo que estoy hastiada de tantas ocupaciones.
Debo de sentarme con gente que ni me cae bien en esas reuniones, pero me toca aguantar por la causa nacional.
Dicen que soy un poco ruda y autoritaria, pero no es que quiera, me toca. No saben que las mujeres en el poder debemos vernos siempre fuertes, sino dicen que nos ganan las emociones, el sentimiento, el sexo débil. Si se lucha por algo se debe ser firme; no me gusta que crean que soy débil y menos que parezca que por mi belleza puedo conseguir las cosas: yo también tengo talento.
Recuerdo ese domingo 20 de julio mientras veía cinco noticieros de forma simultánea y escuchaba a mi asesor de prensa, a mi hijo, gente que ni conocía dándoselas de amigos y sólo eran gallinazos de turno buscando la mejor presa.
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Estaba en mi barrio “el que me vio crecer con tarima”, pantalla plana, un mar de gente apoyándome cuando ni siquiera había dado el resultado esperado y medio barrio ya estaba sumergido en un éxtasis de licor, se podía ver a la gente flotando en su deleite.
Dieron el resultado, el boletín de prensa número 16, la última vez que me reí.
El registrador daba la gran noticia: por primera vez una pequeña de un barrio humilde, sindicalista, negrita, conocida como “el piojito”, llega a tan alto cargo, dijo el funcionario mientras me describe sin decir mi nombre. No sé por qué me puso en tan bajo concepto; me estaría haciendo bullying por ser mujer o por mi color de piel, todo podría ser.
Sentí susto, pero grité: ¡que viva la libertad carajo! ¡Es hora de gobernar como es!
Se acaba el patriarcado. Una mujer en el poder, Yuri Jiménez; la que todos piensan que tiene el talento en las piernas, esa que se pone tenis en ceremonias elegantes porque pocos saben que tuve un accidente de tránsito que me impide soportar los tacones.
Sí, yo.
La que siente empatía por los demás y cae mal cada vez que habla en defensa de los derechos de la mujer. La que con su discurso rompe la matriz de cualquier embarazada, la fuerte, valiente, sin miedo a enfrentar a sus más grandes opositores.
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Mi corazón se quería salir de mi pecho, se aceleró cómo cuando un caballo de paso fino empieza su carrera con fuerza, entonces sonreí y confieso que me tomé unos tragos en medio de la euforia colectiva del momento.
Llegué a pensar que la fiesta de semejante noticia duraría un año, pero no fue así. Rápidamente, nos tocó ponernos a trabajar, teníamos el país encima de los hombros, de ese tamaño era el peso de la noticia que daba hoy el registrador. No había empezado y ya me estaban llamando “los gallinazos”.
Comienza la persecución de puestos y me recordaron que si estaba en esa posición era gracias a ellos, esa gente comenzó a pedir hasta lo que no había.
Un primo de un primo de un primo que fue novio mío, trabajó en la campaña y les ha prometido hasta lo inimaginable a esta gente. No sé de dónde tenía tantas amistades; recordé por un instante cuando era opositora del gobierno que la gente no me seguía, no tenía enemigos, no hablaban mal de mí, pero ahorita… Llueve sobre mojado.
Aparezco en todas las revistas de chismes de la farándula y ya no sé cuántos amantes tengo ni cuántas cirugías me achacan, pero eso sí, les aclaro que estas pechugas y esta cola es genética pura.
Podría interesarle leer: María Martínez: “La ficción es una gran herramienta para educar”
Hace unas semanas, salí en una locución hablando de la mano dura para los violadores y asesinos de mujeres y que se me levanta el patriarcado de este país. Recuerden que estoy en un gobierno donde casi no hay mujeres.
El revolcón que se formó fue inmediato; apoyo total de las mujeres, pero los hombres comenzaron a revelarse con toda clase de insultos, comenzaron a aparecer muchas mujeres asesinadas, el acoso hacia mi familia era constante y por momentos me sentí sola.
Me sentía cansada como ahora. Así que muchas mujeres por miedo no salieron a protestar conmigo y yo me sentía desfallecer, no tenía quién levantará mis manos, todo el mundo estaba hoy en mi contra.
Después vinieron las llamadas de acoso que pedían mi renuncia.
Mi cabeza daba vueltas y recordé que yo lo que quería era ser doctora. Rompí en un mar de llanto, casi no tenía tiempo para dormir, duré semanas sin ver a mi hijo y no supe qué hacer.
Los funcionarios que hacen parte de mi gabinete poco a poco me traicionan, otros salen en escándalos de corrupción y mi mundo como la primera presidenta de Colombia es cargar las tres cordilleras que nos rodean en la mañana, en la tarde y en la noche.
Podría interesarle leer: El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo celebra 13 años de magia escénica
Observo mi teléfono y veo tantísimas llamadas sin contestar. Ninguna es para felicitarme, sino para amenazarme pidiendo que deje el cargo. Luego recuerdo que de niña decía que era valiente y fuerte, que no podía desfallecer, que quería ser doctora.
Mi nombre ya está rayado en todos los diarios de país y tan degradado está, que no quería escucharlo más.
Nuevamente, me miro al espejo y me digo a mí misma, en qué momento me metí en este cuento, he bajado tanto de peso que parezco un hilo dental. Duermo dos horas porque debo salir de urgencia al aeropuerto donde me espera un avión que me llevará rumbo a Guatemala donde me reuniré en un congreso que defiende los derechos de la mujer.
Mientras tanto, mi chofer, pasa por mí con una fila de guardaespaldas y policías. Hacen paso para cuidar mi vida; escucho el ruido de una moto DT 125, su sonido me transporta a mi barrio, el joven se detiene al frente con su parrillera, una joven más o menos de unos 17 años o mucho menor. Veo cómo ella desliza su mano en la cintura, saca una nueve milímetros y dispara al carro donde venía y ¡TAS!, ¡TAS!, ¡TAS! Fueron tres, los escuché en lo más profundo, mi cuerpo se comenzó a deslizar en la parte de atrás del carro y poco a poco comencé a perder el sentido.
Podría interesarle leer: La película “La Maternal”, un espejo y herramienta para mujeres del Pacífico colombiano
A lo lejos decían ¡la mató, la mató!
Yo me desconecté,
pierdo todo el sentido de mi cuerpo,
me fui quedando dormida…. Como cuando el aliento de dragón de aquel empresario, muy adinerado, me privaba.
Abrí los ojos después de cuatro días y la única persona que estaba conmigo era mi pequeño hijo. Al escuchar ¡mamá!, me despertó.
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¡Está viva!
¡Está viva! Decían las enfermeras con júbilo.
— Obvio que estoy viva, respondí.
Llevas cuatro días en coma, mamá.
— ¿En coma? ¿Y los guardaespaldas sobrevivieron?
¿Cuáles guardaespaldas mamá?
— Los que tiene la primera presidenta de este país, le contesté con ínfulas de poder infinito
¿Ama, vos te me estás tostando de la cabeza? Enfermera, enfermera, vengan a ver a mi mamá y oprimió el botón de pánico ¿Acaso no recuerdas nada? Por estar manejando esa moto a más de 100 casi te mata una tractomula y por poco te parte en dos.
— Oí a éste, le respondí. Si el estruendo que escuché era de balas, tres balazos.
En medio de la somnolencia, la confusión entre motos, tractomulas, políticos y guardespaldas, sonreí, pero esta vez fue de verdad.
Mirar en el espejo de tu alma te hace recordar que muchas de las cosas que no te gustan, están dentro de ti.
Autobiografía de la autora del cuento:
Me defino como una mujer fuerte y eso se debe a que soy Sánchez, un apellido que llevo con mucho orgullo. Sánchez somos y la quinta generación de mujeres fuertes que han tenido que enfrentar la vida solas. Soy Carolina, que significa dotada de inteligencia, mujer valiente. Parece lugar común, pero no, el significado de mi nombre me define.
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