La protesta social y el futuro de Colombia según Boaventura de Sousa Santos
El sociólogo portugués anticipó hace años en una conferencia dictada en Bolivia que la protesta social iba a requerir solidaridad internacional para evitar el estigma del vandalismo; de igual forma, hace poco opinó sobre lo que se viene para Colombia en medio de las jornadas del Paro Nacional.
Andrés Osorio Guillott
Alrededor de las protestas sociales hay todo tipo de preguntas e intereses. Poder compartir herramientas que nos ayuden a pensar y repensar lo que sucede alrededor del Paro Nacional en Colombia es una posibilidad más de encontrar mecanismos y caminos que eviten confusiones y que lleven, de una u otra forma, a la violencia que empaña las intenciones de muchos ciudadanos a manifestarse en contra del gobierno de Iván Duque.
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Alrededor de las protestas sociales hay todo tipo de preguntas e intereses. Poder compartir herramientas que nos ayuden a pensar y repensar lo que sucede alrededor del Paro Nacional en Colombia es una posibilidad más de encontrar mecanismos y caminos que eviten confusiones y que lleven, de una u otra forma, a la violencia que empaña las intenciones de muchos ciudadanos a manifestarse en contra del gobierno de Iván Duque.
Uno de los puntos que más se han resaltado en estas dos semanas de Paro Nacional, ha sido la violencia policial como respuesta a la seguridad y como un método de autoridad que presupone que toda manifestación es sensible a convertirse en un acto vandálico. Si bien dentro de las jornadas de protestas se han presentado enfrentamientos entre la fuerza pública y algunos manifestantes, e incluso daños a propiedades y bienes públicos, la estigmatización de las protestas sociales es un fenómeno que ocurre a nivel mundial y que lleva, en muchos casos, a escenarios peores de los previstos. Tan es así, que en el presente que vivimos en Colombia, muchos ciudadanos han pedido por redes sociales y medios de comunicación la presencia de la comunidad internacional para velar por el respeto y cumplimiento de los Derechos Humanos.
Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués, ya había hablado del estigma de la protesta social y de la importancia de la solidaridad internacional para la legitimación y garantía de las manifestaciones. En el libro Revueltas: de indignación y otras conversas, se cita una conferencia que el pensador europeo dio en Bolivia en 2013: “Pienso que estamos en una década donde las luchas sociales van a necesitar mucha solidaridad internacional. Hay que saber lo que está pasando en otros países para no estar tan solos en nuestras luchas, en nuestros países. Muchas veces pensamos que estamos solos y no es así, hay luchas en otros países. (…) Entonces esta idea de solidaridad internacional me parece que va a ser lo más necesario y novedoso porque las resistencias a los modelos de desarrollo y las resistencias al deterioro de la democracia en algunos países están siendo criminalizadas. La protesta está siendo criminalizada, y hay que encontrar modos de dar visibilidad a esas resistencias”.
Las tendencias de SOS Colombia en redes sociales y los llamados para que organizaciones internacionales hagan presencia en el país son un ejemplo general a lo que mencionó De Sousa. Pero un ejemplo particular se presentó ayer 11 de mayo cuando Johan Ramírez, reportero del medio DW Noticias, dijo en su informe sobre la situación de orden público Siloé, Cali, que “es espeluznante lo que nos cuentan los vecinos, dicen que no nos vayamos de este lugar como prensa internacional, que no dejemos este lugar, porque si nos vamos la policía empezará a atacarlos”.
Dice también el portugués: ¿Cuál es el interés para que nosotros discutamos estas cuestiones? El interés es que normalmente todo el pensamiento crítico y político se alimenta de estas revueltas, de estas transformaciones, porque el pensamiento crítico y político, transformador, progresista, se alimenta de relaciones de poder y de la crítica a esas relaciones de poder. Estas revueltas son críticas de relaciones de poder y por eso nos instigan a repensar no solamente nuestras teorías, sino también nuestras prácticas. El pensamiento crítico parte siempre de una doble idea: de la memoria y de la anticipación. O sea, hay siempre en nuestro pensar, en nuestra práctica, un elemento de memoria, porque nuestras sociedades son divididas normalmente entre dos tipos de personas: los que no quieren recordar y los que no pueden olvidar. Y la teoría crítica normalmente está del lado de los que no pueden olvidar, los que fueron y son víctimas de sufrimiento, genocidio, opresión, violencias… Quizá la sociedad busca borrar eso para que con varias narrativas nacionales no se recuerde, pero la gente no puede olvidar. Pero el otro lado del pensamiento crítico es la anticipación, la idea de que merecemos una sociedad mejor y que debemos luchar por ella”.
Y un poco de todo tiene la protesta social en Colombia. El Paro Nacional no se ha convertido solo en la crisis actual, en la propuesta de la reforma tributaria y de la violencia policial, es también el resultado de varios años de una crisis social, de un cansancio colectivo con los gobiernos de turno y las pocas oportunidades de una vida digna en Colombia. Las manifestaciones son para no olvidar a las víctimas de la represión, para no olvidar décadas de pobreza e inequidad, para justamente lograr una transformación estructural y cambiar el relato de la historia política en el país.
En “Colombia en llamas: el fin del neoliberalismo será violento”, columna que publicó Boaventura de Sousa Santos la semana pasada, el portugués se pregunta para dónde va nuestro país, y a esto responde: “Esta pregunta es importante para Colombia, pero más allá de Colombia me parece ver en los recientes acontecimientos en Colombia el embrión de mucho de lo que pasará en el continente y en el mundo en las próximas décadas. Claro que cada país tiene una especificidad propia, pero lo que pasa en Colombia parece anunciar el peor de los escenarios que identifiqué en mi reciente libro sobre el periodo pospandemia (El Futuro Comienza ahora: de la pandemia a la utopía. Madrid: Akal. 2021). Este escenario consiste en la negación de la gravedad de la pandemia, la política de sobreponer la economía a la protección de la vida, y la obsesión ideológico-política de volver a la normalidad aun cuando la normalidad es el infierno para la gran mayoría de la población. Las consecuencias de la pandemia no pueden ser mágicamente frenadas por la ideología de los gobiernos conservadores, la crisis social y económica pospandemica será gravísima sobre todo porque se acumula con las crisis que preexistían a la pandemia. Será por eso mucho más grave. Las políticas de ayuda de emergencia por deficientes que sean combinadas con el ablandamiento económico causado por la pandemia van a causar un enorme endeudamiento del Estado y el agravamiento de la deuda será una causa adicional para más y más austeridad. Los gobiernos conservadores no conocen otro medio de lidiar con las protestas pacíficas del pueblo trabajador en contra de la injusticia social que no sea la violencia represiva. Así van a responder y el mensaje va a incluir la militarización creciente de la vida cotidiana. Lo que implica el uso de fuerza letal que fue diseñada para enemigos externos. La degradación de la democracia ya bastante evidente se profundizará todavía más. ¿Hasta qué punto el mínimo democrático que todavía existe colapsará dando lugar a nuevos regímenes dictatoriales?”.