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La renovación del cine latinoamericano es constante, y gracias a programas en otros continentes como la Biennale College Cinema, para muchos cineastas se amplía la posibilidad no solo de completar la formación, sino también de concluir sus proyectos.
Al Oriente, de José Marías Avilés, es una de las dos películas latinoamericanas que participaron en ese programa y que este año figura en la selección oficial de la Mostra de Venecia.
¿Qué crees que vieron los seleccionadores de la Biennale College Cinema en tu proyecto y cuáles han sido los beneficios de tu participación en ese programa?
Se trata de una convocatoria global en la que eligen cuatro proyectos de distintos lugares del mundo. Había estado trabajando en el guión con Felipe Troya, enviamos nuestro proyecto, y me imagino que les habrá gustado. Los beneficios han sido muchos, uno de ellos fue la posibilidad de filmar la película que era nuestro objetivo principal porque hacer cine en Ecuador es muy complicado, los recursos son muy limitados. El otro beneficio significativo es el hecho de que Al Oriente forma parte de la selección de la Mostra de Venecia, cosa que no es poco.
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¿Cómo fueron los cambios que tuvo este proyecto a través del tiempo y de qué manera sacaste ventaja de los mismos?
Pensamos en muchas manera de cómo podía ser la película. La Biennale College Cinema te dan un plazo de poco menos de un año para rodar, eso hizo que el filme terminara de asumir su forma. Fue un camino largo pero muy vital. El proceso de un filme no termina en el guion ni en el rodaje, ni en el montaje, más bien acaba con el encuentro con los espectadores.
¿De qué manera tu primer filme, La muerte del maestro (2018) influyó en Al Oriente?
En realidad la primera película interrumpió el proceso de la que resultó ser la segunda. Con las frustraciones que implica intentar hacer cine en Ecuador, cuando Felipe Troya y yo estábamos escribiendo Al Oriente, en un momento las ganas de filmar fueron más grandes que las de conseguir dinero. Quisimos hacer un filme con lo que teníamos a la mano, así surgió La muerte del maestro. Por lado hacer ese primer largometraje fue una confirmación de que esto era lo que queríamos hacer y lo mejor que nos salía. Nos dio ganas de seguir intentando. Por otra parte, sirvió para darnos cuenta de que se puede hacer cine con muy pocos recursos.
En la historia de Al Oriente estableces un túnel del tiempo, el protagonista da un salto del presente al pasado, ¿qué te llevó a hacer esta conexión temporal?
Es una película que de alguna manera tiene que ver con la relación entre el presente y el pasado, de cómo uno repercute en el otro, pero también en cómo lo que hacemos ahora tiene una influencia directa en lo que vendrá después. La película tiene el ojo puesto en la evolución de la historia, en las cosas que se repiten y en los cambios. En particular en la historia de Ecuador podemos percibir como una repetición de ciertas estructuras y formas de pensar que nos interesaban marcar, como la historia del colonialismo que una y otra vez se repite. En Latinoamérica tenemos una especie de negación de nuestra historia. Es interesante mirar hacia atrás y tratar de imaginar las distintas formas de cómo pudo haber sido ese pasado porque la película tampoco pretende ser un documento histórico pero que sí permita pensar el presente de otra manera.
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¿Qué opinión tienes del presente de Ecuador y de qué manera crees que influye en el cine?
Siento que estamos viviendo un momento particular, como esos cuando la historia cobra un giro. El arte en general y las películas por más que hablen del pasado tienen siempre un compromiso con el presente. Para mí es importante que el arte tenga algo que decir sobre el mundo que habitamos. A mí lo que me motiva en general de cualquier expresión artística es el diálogo que entabla con el presente. Por ejemplo en Al Oriente nos interesaba dar cuenta sobre el aspecto de la pandemia a través del uso de las mascarillas porque es una película sobre el tiempo y sobre nuestro tiempo. El cine como la imagen fotográfica tiene ese valor de testimonio, se trata de la huella que deja el tiempo.
¿Cómo te identificas en el panorama de la cinematografía latinoamericana?
Me percibo como un cineasta ecuatoriano, latino y del mundo. He vivido en Argentina, en España y he filmado en ambos países; pero en Ecuador además de sentirme cómodo, es donde se me abren más mis perspectivas de filmar y de contar, allí tengo otros proyectos que seguiré desarrollando. Sin embargo tengo la esperanza de trabajar en otros contextos también El cine latinoamericano tiene una cinematografía muy particular y veo que existen muchos campos por abrir, además da cuenta de una tradición de cierta rebeldía, como el Cinema Novo en Brasil, así como otros movimientos más recientes. En Latinoamérica estamos obligados a trabajar al margen y allí radica también su atractivo.
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