La relación histórica entre Kiev y Moscú
Kiev ha sido una ciudad apetecida por Moscú desde los años 1600. Durante varios periodos de la historia la capital de Ucrania se ha convertido en el epicentro de confrontaciones en busca de poder político, territorial y económico.
Danelys Vega Cardozo
La guerra también es la protagonista de esta historia. Una guerra lejana para nosotros. Una que ocurrió a miles de kilómetros de distancia. Una que quizás ni nos explicaron en nuestra clase de historia. Una que involucra a dos Estados. Al zarato ruso y a la república de dos naciones. Rusia y Polonia, si queremos hablar en términos “actuales”. Moscú y Varsovia eran las capitales de aquellos territorios, para la época a la que queremos remitirnos. Para los tiempos en que Ucrania quedó en el medio. Para los días en que ambos Estados se disputaban un mismo país. La guerra ruso-polaca de 1654. Esa que finalizó en 1667 gracias al Tratado de Andrusovo. Entonces Ucrania se dividió en dos, así como le sucedió a Alemania en 1948. Pero todos querían a Kiev, la actual capital de Ucrania. Y se llegó a un acuerdo. Hasta 1669 esta ciudad estaría en manos rusas, luego pasaría a ser anexada a Polonia. Pero no fue así porque hubo un documento adicional. El Tratado de Paz Eterna.
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La guerra también es la protagonista de esta historia. Una guerra lejana para nosotros. Una que ocurrió a miles de kilómetros de distancia. Una que quizás ni nos explicaron en nuestra clase de historia. Una que involucra a dos Estados. Al zarato ruso y a la república de dos naciones. Rusia y Polonia, si queremos hablar en términos “actuales”. Moscú y Varsovia eran las capitales de aquellos territorios, para la época a la que queremos remitirnos. Para los tiempos en que Ucrania quedó en el medio. Para los días en que ambos Estados se disputaban un mismo país. La guerra ruso-polaca de 1654. Esa que finalizó en 1667 gracias al Tratado de Andrusovo. Entonces Ucrania se dividió en dos, así como le sucedió a Alemania en 1948. Pero todos querían a Kiev, la actual capital de Ucrania. Y se llegó a un acuerdo. Hasta 1669 esta ciudad estaría en manos rusas, luego pasaría a ser anexada a Polonia. Pero no fue así porque hubo un documento adicional. El Tratado de Paz Eterna.
Y pasó el tiempo y llegó el Imperio Ruso, y ahí también Kiev estuvo anexada a este Estado. Moscú y Kiev “unidos” como si fueran “hermanos”. Aunque entre hermanos también surgen los odios. Caín también mató a Abel, dirían por ahí. Cada día Kiev se iba volviendo un poco más “rusa”. Tanto así que en 1840 se puso fin al estatuto de Lituania. Aquel que reunía tres códigos legislativos que para nada tenían que ver con los rusos porque habían surgido bajo el Gran Ducado de Lituania y la República de las Dos Naciones; cuando Polonia y Lituania eran una sola. Pero las aboliciones siguieron de moda años más tarde. A un tal Alejandro II de Rusia a quien le llamaban emperador se le ocurrió una idea que se materializó en forma de edicto en 1876. Ucase de Em, fue el nombre como se le conoció a aquel papel que prohibió el uso del idioma ucraniano en diferentes ámbitos como obras de teatros, universidades y colegios. Sin mencionar que no estaban permitidos los textos en este idioma. Aquella decisión no se había tomado a la ligera. Tenía una razón de ser. Al parecer en Kiev había surgido un grupo de hombres que se había dedicado a publicar estudios relacionados con etnografía ucraniana. Y aunque aquellos trabajos fueron compartidos en ruso, eran una amenaza. Kiev pertenecía a Rusia. Ucrania debía quedar en el pasado.
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En medio de todo esto parecía que Kiev se volvía una ciudad próspera. Su infraestructura iba mejorando. El tranvía aparecía, al igual que las universidades y los telégrafos. Hasta un teatro de ópera fue surgiendo. Sin embargo, bien les había enseñado la historia a los ciudadanos ucranianos que la “paz” es una ilusión que amenaza con desaparecer en cualquier momento, sobre todo cuando la independencia está de por medio. La independencia que pone a tambalear los intereses del que controla todo hasta ese momento. El dominante lucha por no perder su posición, porque en 1917 se inició la guerra de Independencia de Ucrania. Entonces, surgió la República Popular Ucraniana. Kiev pasó a ser la capital de ese nuevo Estado. El idioma ucraniano resurgió. Una parte de Ucrania se independizó. Hasta que en 1918 los bolcheviques liderados por Lenin reclamaron lo que les “pertenecía”. Invadieron Kiev. Pero los bolcheviques no contaban con la “astucia” de los alemanes.
En este tiempo también se desarrollaba la Primera Guerra Mundial. Y Alemania, que hacía parte de “las potencias centrales”, junto con el Imperio otomano, el Imperio austrohúngaro y Bulgaria, le pidieron a Rusia para “sellar” la paz la independencia de Ucrania, entre otras cosas. El tratado de Brest-Litovsk irrumpió en los planes de los bolcheviques, aunque no por mucho tiempo. Kiev de nuevo fue el centro. Surgió la segunda ola de la guerra entre Polonia y Rusia. En 1920 Polonia invadió Kiev buscando apoderarse de territorios de Ucrania occidental y oriental. Los bolcheviques entraron en la “pelea” por Ucrania y ganaron. Así que Kiev pasó a manos de Rusia. Se integró a la República Socialista Soviética de Ucrania. Más tarde, en 1934, la ciudad ucraniana se convertiría en la capital de esta república. Esa que hizo parte de la extinta Unión Soviética.
Hasta que los vientos independentistas resurgieron. Y claro, para variar, Kiev fue el protagonista. Y de paso hasta un Estado desapareció. La Unión Soviética pasó a ser tan solo un nombre del pasado. “Tras la tormenta nos iluminó el sol de la libertad, y el gran Lenin nos alumbró el camino: alzó al pueblo tras una causa justa, y nos inspiró en el esfuerzo y las hazañas”, decía la letra de un himno que se dejó de escuchar. En cambio, el 24 de agosto de 1991 se proclamaba la declaración de independencia de Ucrania. Kiev fue la ciudad elegida para hacer dicho anuncio. Esa que a su vez se convirtió en la capital de Ucrania. Y entonces el poder territorial y a su vez político y hasta económico de Rusia comenzó a verse amenazado. Ucrania tras su independencia se quedó con un Tesoro. La península de Crimea. En ese entonces se prefirió conservar las relaciones diplomáticas. Pero las cuentas pendientes tarde o temprano se reclaman. A nadie le gusta sentirse “robado”. Y entonces llegamos al siglo XXI y Kiev y Moscú se “agarraron”.
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Revolución de la Dignidad, ese fue quizá el evento que reanudó las tensiones entre ambos países y ciudades. Todo empezó en Kiev en la noche del 21 de noviembre de 2013. Una parte de la ciudadanía ucraniana estaba descontenta con la decisión que tomaba su gobernante de suspender la firma de un acuerdo de asociación y de libre comercio con la Unión Europea, así que salieron a las calles. La mayoría de la población de Kiev se encontraba a favor de la integración con el organismo internacional. Sin embargo, había otra parte de Ucrania que prefería una asociación con Rusia. Pero la manifestación se expandió durante varios días e incluso meses. Llegó a su fin el 23 de febrero de 2014. Eso sí, antes que nada, se aseguraron de derrocar a Víktor Yanukóvich, el entonces presidente de Ucrania. Y el “vencedor” de todo esto terminó siendo Rusia. Tras un referéndum celebrado el 16 de marzo de 2014, Crimea y Sebastopol pasaron a ser parte de la Federación de Rusia. Parecía que la deuda había quedado saldada… Después de todo, Rusia había recuperado “la tierra santa rusa”, como denominó Putin a Crimea en el discurso que pronunció el 18 de marzo de 2014 tras la firma del acuerdo que ratificaba la decisión surgida de aquel referéndum.
Pero Ucrania no se iba a quedar eternamente con los brazos cruzados, así que siete años después volvió a reclamar su territorio. El 23 de agosto de 2021 Ucrania firmó en Kiev la Plataforma de Crimea. No lo hizo solo, se unieron cuarenta y seis Estados y la OTAN. Con esta iniciativa los ucranianos pretendían, entre otras cosas, recuperar a Crimea. Y llegamos al 24 de febrero de 2022 y las “amenazas” dejan de ser tan solo palabras. Y lo que algunos habían previsto se termina haciendo realidad. Rusia ataca a Ucrania. “El poder, en suma, se ejerce más que se posee”, diría Foucault. Las explosiones alcanzan a Kiev. El círculo vicioso entre Moscú y Kiev se repite. Las calles de la capital de Ucrania se llenan de carros. Gente que desea huir de todo aquello. Los trenes y autobuses también se atestan de seres humanos cargados de maletas. Todo se vuelve negro, literalmente. Un avión queda despedazado. Mientras tanto unos vehículos militares se preparan para combatir si es necesario. Y llega el siguiente día y los misiles salen disparados. El ejército ruso sigue avanzando. Y en todo esto no faltan los cálculos. 137 personas han perdido la vida. Y hay 100.000 personas desplazadas, aduce la ONU. “Nos han dejado solos”, dice un tal Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania.
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Moscú y Kiev tienen algo en común y no es Crimea. Ni siquiera son las ansias de poder. Moscú y Kiev están repletos de seres humanos. No importa quién sea el “vencedor” o quién inició todo. “El único medio de vencer en una guerra es evitarla”, diría George Marshall.