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¿Por qué se interesó en la restauración?
No fue algo que supiera con mucha anticipación, ni siquiera conocía la restauración hasta que una vez fueron de la Universidad Externado al colegio donde yo estudiaba a contarnos sobre las carreras y en ese momento no sabía qué estudiar. Tenía claras mis afinidades, siempre me ha gustado mucho el mundo de las ciencias y era muy buena también para las artes, pero no estaba dispuesta a estudiar una carrera que fuera solamente enfocada en artes. Me pareció muy curioso cuando fueron a contarnos de qué se trataba la restauración y encontré ahí la combinación perfecta de esos dos mundos. Por eso fue que entré a estudiar Restauración y, efectivamente, es una labor donde se combinan muy bien esos dos: el mundo científico y el artístico.
Después de haberse dedicado varios años a la restauración, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención de este campo?
Es un campo muy amplio. Muchas veces la gente, cuando la ve desde afuera, solamente la interpreta o la entiende la intervención directa sobre los objetos, que es la rama en la que yo más me he enfocado, me dedico principalmente a la intervención y restauración directa de los objetos de patrimonio. Pero también hay todo un mundo y otros profesionales que se dedican, es a la parte de gestión y de todo lo que tiene que ver con la conservación del patrimonio, sin necesariamente tener que llegar a intervenirlos directamente y tocarlos. Creo que se necesita justamente que existamos todos, que todos los restauradores formados nos dediquemos a sus diferentes campos, porque siempre trabajamos de la mano. Cuando he trabajado en museos, en la primera fase se tiene que hacer una gran labor de gestión y de todo lo previo que tiene que ver con los inventarios, la catalogación, la valoración, todo lo que es la conservación preventiva, todas esas medidas que se deben tomar para poder conservarlos y no tener que llegar a la instancia de la intervención directa al objeto. Es un mundo muy bonito en ese sentido, porque permite varias posibilidades de acción, siempre pensando en que nuestro objetivo final es la preservación del patrimonio.
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¿Qué otras creencias hay sobre este campo que se alejan de la realidad?
Una es que la restauración la puede hacer cualquier persona o un artista, una persona que no está formada específicamente en restauración. Esta ha llevado a grandes daños en el patrimonio, porque creen que una persona que tiene habilidad o que pinta o que hace escultura o conoce el material, puede llegar a hacer una intervención de patrimonio. Otra puede ser que la gente piensa, sobre todo en el mundo de los coleccionistas, de pronto privados, que la restauración de una obra le quita valor. Mucha gente cree que uno tiene que utilizar exactamente los mismos materiales que usó el artista.
Cuando las obras son muy antiguas, ¿cómo se hace para conseguir los mismos materiales?
En restauración se utilizan otro tipo de materiales que son compatibles con los materiales originales de las obras, pero no tienen que ser los materiales con los que se hizo la obra. Al contrario, deben ser materiales diferenciables, porque ese es uno de los criterios, por ejemplo, de la restauración, que las intervenciones se puedan reconocer y en algún momento se puedan, por ejemplo, eliminar, en caso de que sea necesario.
¿Cómo se convence a las personas de que una restauración no le quita valor a una obra?
Lo primero es dejarle muy claro a las personas el cambio que va a tener la obra, porque a veces puede ser muy sorprendente cómo te traen una obra y después de una limpieza, el cambio en los colores es muy impresionante. Hay que dejar muy en claro que eso va a pasar y cuál es la razón por la que pasa. Si es un tipo de barniz que, por ejemplo, era natural y tiende a volverse amarillo y cambiar sus características, eso le está restando visual o estéticamente a la obra original. Uno debe explicar cómo es el proceso de la limpieza, que siempre son procesos lentos, de muchísimo cuidado, de hacer pruebas antes de elegir el método de limpieza. Uno siempre debe escoger el método que sea menos agresivo con la obra para no afectarla, entonces hay que explicarles muy claro ese proceso de cómo se llega a seleccionar el método de limpieza y cómo se hace la limpieza para que la gente esté muy tranquila de que el proceso se hace realmente de una forma muy cuidadosa y consciente.
El proceso de cada obra es diferente, pero ¿hay algunos pasos recurrentes que sigue para la intervención?
Hay unos grandes pasos que uno siempre sigue. El primero es analizar muy bien el estado en el que está la obra, cuáles son las problemáticas que está presentando y con qué están relacionadas, qué las está causando. Tenemos que entender muy bien el objeto, sus deterioros, luego se pasa a formular la propuesta de tratamiento y aquí se define un paso a paso de acuerdo con las necesidades que tenga el objeto, los deterioros que tenga y después se empieza a hacer la intervención, a llevar a cabo ese plan. Lo primero casi siempre es hacer una limpieza superficial, después se entra a hacer una limpieza más profunda donde se empiezan a utilizar otros líquidos o sustancias químicas que puedan eliminar lo que uno busca eliminar y de ahí en adelante ya depende del objeto. Si es una cerámica, por ejemplo, se hace reconstrucción, la unión de los fragmentos, en caso de que esté fragmentada. Si es un papel se empieza a hacer toda la parte de tratamiento de la estructura. Primero se tienen que tratar los problemas estructurales, si el papel está roto entonces se solucionan las rasgaduras, si la cerámica está rota entonces se hace la unión de fragmentos, si la tela está rota, se soluciona todo lo estructural y después se pasa a la parte más estética. Empezamos poner resanes en el caso de la unión de las cerámicas, en el papel se rellenan faltantes de color, al igual que en la pintura, junto con la reintegración cromática.
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¿Con cuáles materiales prefiere trabajar?
La cerámica me gusta mucho, sobre todo cuando se trata de piezas que vienen de un contexto arqueológico, es decir, que han sido extraídas en excavaciones arqueológicas y que uno las puede tener en sus manos de primera mano recién salidas del lugar de excavación. También pasa que hay muchas cerámicas que fueron excavadas hace mucho tiempo, que no tienen un contexto arqueológico y que ya fueron intervenidas muchas veces y que llegan a manos de uno para ser reintervenidas y esas piezas se vuelven muy complicadas, por eso aclaro que me gusta mucho la cerámica cuando viene directamente de un contexto arqueológico. También trabajo mucha pintura sobre tela y obra sobre papel.
¿Para usted qué representa intervenir y trabajar con piezas antiguas?
Es impresionante, creo que a uno se le vuelve un poco el día a día, pero realmente cuando tú lo piensas o a veces cuando le cuentas a una persona que estás restaurando una pieza que tiene 1.500 años, se asombra. Al pensarlo así, realmente sí es impresionante estar tocando un objeto que estuvo enterrado tanto tiempo y que ahora lo pueda tener yo. Es una sensación bastante extraña y poder entender esas culturas que hicieron esos objetos, de dónde vienen, con qué uso está relacionado ese objeto. Sobre todo, las huellas, a uno empieza a entender las huellas que ha dejado, no solo el tiempo que estuvo enterrado, sino también el uso que se le dio al objeto y cómo eso se ve reflejado ahora, por ejemplo, en algún deterioro, que se evidencia ahora. Es bonito empezar a encontrar esas relaciones y entenderlas.
¿En qué piensa mientras interviene una pieza?
Muchas veces se convierte casi como en una meditación, es un momento en el que trato de estar como muy concentrada, muy presente para uno poderse conectar con él, con la materialidad de ese objeto que está trabajando.
¿Hay alguna pieza que haya intervenido y que marcó su carrera?
Tal vez de las cerámicas, recuerdo una pieza especialmente que sacaron de un trabajo que estuvieron haciendo de excavación en el centro de Medellín, una pieza muy linda que tenía una decoración casi como un canasto imitando un tejido. Es una pieza pequeña y me impresionó porque en la excavación estaba debajo de una calle principal de la ciudad del centro de Medellín, a solamente 50 centímetros de la superficie. Desde ahí la pregunta era ¿cómo se ha conservado si construyeron una ciudad encima, con todo el paso de los carros, la vibración y todo esto? Estaba completamente fragmentada, pero el proceso fue muy bonito. Hubo un momento de mucho estrés, porque al empezar el proceso se fragmentó mucho más y creí que no iba a ser capaz de reconstruirla, pero finalmente sí se pudo, la pude armar de nuevo y realmente quedó una pieza muy hermosa.
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