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El desafío del alemán Curt Bloch, autor de la revista satírica clandestina El cabaret submarino, editada en los Países Bajos ocupados por la Alemania nazi, es tema de una exposición, por primera vez, en un museo de Berlín.
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Entre las cuatro paredes de su escondite, este refugiado judío en Países Bajos, jurista de formación, escribió, dibujó y distribuyó los 95 números de su publicación artística y política, entre agosto de 1943 y abril de 1945.
Ochenta años después, el conjunto de este trabajo se expone en el Museo Judío de Berlín, bajo el título Mi poesía es como dinamita, uno de los versos de Curt Bloch.
Para su hija, Simone Bloch, que viajó a Berlín desde Nueva York con motivo de la inauguración, su padre era un hombre de pluma afilada y rebelde, “a caballo entre Ana Frank y Tupac”, la leyenda estadounidense del rap de los años 1990.
Curt Bloch huyó a Países Bajos desde Dortmund, en el oeste de Alemania, tras la llegada al poder de Hitler en 1933.
A raíz de la invasión alemana de 1940, se vio obligado a esconderse. Ayudado por la red antinazi del pastor neerlandés Leender Overduin, Bloch encontró refugio en el ático de una casa en Enschede, junto a otra pareja de alemanes judíos.
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“Atónita”
Desde ese escondite, con un lápiz como única herramienta y recortes de revistas para hacer collages, creó El cabaret submarino (“Het Onderwater Cabaret”), un fanzine con formato de tarjeta postal.
Curt Bloch no solo produjo la revista que ridiculizaba al régimen nazi y contaba su propia adversidad, sino que la hizo circular arriesgando su vida, a través de una red de una treintena de resistentes y amigos de confianza, que reenviaban los números después de haberlos leído.
La directora del museo berlinés, Hetty Berg, quedó “totalmente atónita” cuando descubrió la obra, que describe como un “testimonio único la resistencia artística al nacionalsocialismo”.
“Nunca había visto nada igual”, comentó Berg, una neerlandesa cuyo abuelo sobrevivió al Holocausto escondiéndose. “Conozco muchos diarios íntimos de clandestinos, como el de Ana Frank. Este es diferente: se trata de un trabajo artístico” que se leyó durante esa época.
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En cerca de 500 textos en alemán y neerlandés, Bloch arremete contra la hipocresía nazi y el fracaso del esfuerzo bélico, se burla de Hitler y de su entorno, al tiempo que narra la lucha de su familia para sobrevivir estando lejos unos de otros.
Las ilustraciones recuerdan a las corrientes dadaístas y surrealistas de principios del siglo XX.
El último número data del 3 de abril de 1945, poco después de la liberación de Enschede por las fuerzas aliadas, a las que Bloch dedicó su primer poema escrito en inglés.
Guardado en la estantería
Aunque sobrevivió a las atrocidades nazis, Bloch perdió a su madre y a sus hermanas, asesinadas en los campos de exterminio.
Después de la guerra, se casó con una superviviente de Auschwitz y migró a Nueva York, en Estados Unidos, llevándose consigo su colección de revistas, que permaneció guardada en una estantería hasta su muerte en 1975.
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Finalmente, Simone Bloch, de 64 años, y su madre Ruth, de 98, consideraron que ya era el momento de revelarla al público.
“El interés por esta época es diferente [actualmente] porque prácticamente todos los autores han muerto”, explica Simone.
Aunque la colección es demasiado “frágil para viajar”, podrían organizarse exposiciones en Nueva York y en Países Bajos, después de Alemania, donde puede verse hasta el 26 de mayo. El conjunto de los números ha sido igualmente digitalizado.
La muestra también pretende hacer reflexionar sobre cómo resistir a la propaganda, a la desinformación y al odio.
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“Piensas que finalmente has escapado / de las sombras del pasado más oscuro / pero te olvidas de que tú también / estás amenazado por ese mismo viejo dolor”, escribió Curt Bloch en un poema que se puede escuchar en la exhibición.
Durante el Holocausto, los nazis deportaron a más de 100 mil judíos de Países Bajos, es decir, alrededor del 75% de la población judía que residía en el país en el momento de la invasión alemana.
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