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Pocos colombianos habían visto las obras dirigidas por el maestro Jerzy Grotowski (1933-1999) cuando visitó Colombia durante el Festival de Teatro de Manizales en 1970, sin embargo, ya en ese momento sus teorías acerca del teatro pobre, es decir, del regreso a la esencia del trabajo dramático, se habían regado por el mundo.
Sus conceptos innovadores revolucionaron el teatro de la segunda mitad del siglo XX, tanto como Konstantín Stanislavski 80 años antes. Un espacio escénico abierto a los espectadores, un actor-creador en lugar de un simple intérprete y el desarrollo del trabajo físico que había iniciado Meyerhold, pero que Grotowski llevó a su máximo desarrollo con el concepto de “acciones físicas”, además de una perspectiva casi mística sobre el trabajo actoral son algunos de los elementos más relevantes de su legado para las tablas.
Para el mundo del teatro de investigación (que es el laboratorio de la actividad teatral en el mundo), el trabajo de este director polaco fue el principal insumo durante más de 30 años, sus innovaciones hoy no sorprenden, pero sin duda alguna el planteamiento de un actor que no sólo interpreta el texto sino que crea a partir de éste cambió la manera como los actores se acercaban al trabajo dramático.
Además de esa experiencia en Manizales, sólo dos colombianos estuvieron cerca de Jerzy Grotowski. Adriana Rojas (retirada del mundo teatral) y el director Fernando Montes, quienes fundaron a su regreso el Teatro Varasanta. A través de Ryszard Cieslak —el actor santo de Grotowski—, el joven Montes , estudiante de teatro en París, llegó a la escuela de Pontedera en Italia, donde Grotowski pasó los últimos 15 años de su vida, ya alejado del espectáculo y sumergido en el teatro como camino. Esta vivencia ha sido la base del trabajo de Varasanta. A través de Ryszard Cieslak —el actor santo de Grotowski—, el joven Montes, estudiante de teatro en París, llegó a la escuela de Pontedera en Italia, donde Grotowski pasó los últimos 15 años de su vida, ya alejado del espectáculo y sumergido en el teatro como camino.
Allí, tras una audición que duraba una semana, a Fernando Montes le dieron la bienvenida a un año de trabajo, cuya única finalidad era la perfección en sí misma. En ese momento, a quien fuera el director de versión más controversial del El Principe Constante de Calderón de la Barca no le interesaban ya los aspectos performáticos del teatro, sino los elementos más escenciales y puros, el arte objetivo en sí mismo. “El texto emblemático de esa época de Grotowski es The Performer que se ha convertido en un libro de culto para el arte de la performancia”, pues plantea aspectos ligados con lo que hoy se conoce como tal” cuenta Montes, quien se ha dedicado este año a organizar las actividades con las que se celebra en Colombia el año Grotowski.
En ese encierro, junto a Thomas Richards, discípulo de Grotowski y a la haitiana Maud Robart, dedicado al trabajo corporal y espiritual del actor, pasaron cuatro años “para mi fue la formación más importante como actor, no sólom por estar cerca de un maestro como Grotowski sino por los retos y las confrontaciones a las que uno se enfrenta. Si le dicen que vuele uno no tiene como dejarlo para el día siguiente” cuenta el director del Teatro Varasanta. Al final, cuando como él lo describe “el trabajo mismo lo saca a uno de allá”, decidió regresar a Colombia para abrir un centro de investigación en artes escénicas. E proyecto se transformó al poco tiempo y así fue como Montes inició su aventura teatral con el grupo Varasanta, que cumple 15 años de existencia. Es desde este centro teatral, que en Colombia se harán diversas actividades para conmemorar el año Grotowski que se llama “Huellas y senderos. Homenaje a Jerzy Grotowski (1933-1999)”.