La Sinfónica de Colombia y los sonidos del Pacífico
El pasado domingo, 30 de mayo, la Orquesta Sinfónica de Colombia y el Grupo Bahía se presentaron en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el escenario para esta fusión de disciplinas que demostró, una vez más, que las artes son símbolos de diversidad y unión.
Laura Camila Arévalo Domínguez
La confusión paraliza: qué hacer cuando, en medio de un concierto de la Sinfónica de Bogotá, uno quiere pararse a bailar. ¿Aplaudir? Tímidamente, algunos de los asistentes lo hicieron, sobre todo porque lo particular de este espectáculo, además de contener la música acostumbrada en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, olía a sal, a playa, al Pacífico. En la tarima estaban los músicos que provenían de la academia y los de Grupo Bahía. El teatro no se llenó: podría ser por las restricciones o porque no se vendieron todas las boletas o porque las personas no alcanzaron a enterarse o porque se enteraron pero tuvieron miedo de ir a un teatro… Imposible de comprobar, pero difícil de asimilar: ¿se volverá a llenar un concierto?
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
La confusión paraliza: qué hacer cuando, en medio de un concierto de la Sinfónica de Bogotá, uno quiere pararse a bailar. ¿Aplaudir? Tímidamente, algunos de los asistentes lo hicieron, sobre todo porque lo particular de este espectáculo, además de contener la música acostumbrada en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, olía a sal, a playa, al Pacífico. En la tarima estaban los músicos que provenían de la academia y los de Grupo Bahía. El teatro no se llenó: podría ser por las restricciones o porque no se vendieron todas las boletas o porque las personas no alcanzaron a enterarse o porque se enteraron pero tuvieron miedo de ir a un teatro… Imposible de comprobar, pero difícil de asimilar: ¿se volverá a llenar un concierto?
Le sugerimos leer: Los líos de la Fundación Casa de Poesía Silva
PaZcífico sinfónico, que se llevó a cabo el pasado domingo 30 de mayo, se inició a las 5:30 de la tarde. Los organizadores del evento se convencieron de que la participación con una orquesta clásica lleva a la música del folclor o a los intérpretes populares hacia nuevas y diferentes dimensiones, además de su interés por acercar a nuevas audiencias a vivir la experiencia de los diversos conciertos y la música de las orquestas sinfónicas.
Juan Pablo Valencia, director de orquesta y violonchelista colombiano, fue el encargado de dirigir a la sinfónica y a los integrantes del Grupo Bahía, que se distinguían de los demás por su ropa blanca, sus pieles morenas y su imposibilidad para quedarse quietos. El repertorio se inició con “Pacífico sinfónico”: las luces del escenario se encendieron y comenzó la hora y media más diversa y vital de ese domingo en Bogotá, o por lo menos la que vivimos los que estuvimos allí. Con “Te vengo a cantar” fue imposible resignarse a las palmas. Mientras David Castro, una de las voces, cantaba: “Me salto de mi concha y yooooo te vengo a cantá/ Ehhh por la madrugá, por la mañanita, yoooo te vengo a cantá”, las personas se unieron a los movimientos del pañuelo que Nidia Góngora, una de las cantantes más destacadas del Pacífico colombiano, batía al ritmo de la música.
“PaZcífico Sinfónico, este bonito encuentro musical entre la Orquesta Sinfónica de Colombia y músicos del Pacífico colombiano, simboliza que sí es posible el espacio para el diálogo, el acercamiento, el respeto y la admiración mutua entre la tradición y la academia, la sabiduría empírica con la científica, lo rural con lo urbano. Del mismo modo, pienso que como colombianos podemos empezar a auto reconocernos, respetarnos y, sobre todo, a respetar nuestras vidas. ¡Viva la música, la cultura y viva Colombia!”, escribió en una publicación de Instagram Hugo Candelario, el director de Grupo Bahía, quien también hace unos días le dijo a este diario que creía que los artistas, en estos tiempos de crisis (pandemia, paro, violencia, economía, nunca tuvimos tantas razones), se debían a su público y ese “deberse” no tenía que ver solamente con hacer presencia, sino con el objetivo del trabajo: había un deber por pensar en, por ejemplo, cuáles sonidos eran los indicados para “las almas” de los colombianos, qué melodías harían que los corazones de los que los siguen, vibraran más alto. “Tenemos que pensar hasta en los sonidos. Me tengo que preocupar por componer melodías que sean acordes al momento. No es solo hacer música, es pensarla para su tiempo, para que nazca y de cuenta de los días en los que nació”.
Podría interesarle leer: La Secretaría de Cultura se pronuncia ante la crisis de la Casa de Poesía Silva
El arte, que a veces parece tener más poder que cualquier antidepresivo, se percibe sagrado: en medio del concierto, el gerente de la Orquesta Sinfónica de Colombia, el maestro Juan Antonio Cuellar, intervino para hacer algunos reconocimientos. La gestión del saliente ministro de Cultura, Felipe Buitrago, fue uno de sus más reiterados anuncios, además de un regalo que se le entregaría a pesar de su ausencia. Sin dejarlo terminar, el público pidió respeto y varios asistentes gritaron “¡Buenaventura resiste!”. Su principal queja era la de proteger el concierto como un homenaje a la fusión de dos disciplinas musicales y no politizarlo.
Los trece artistas del Pacífico que acompañaron a la Orquesta en el escenario fueron los cantantes Clarisol Martínez Palacios, Nidia Góngora, David Castro y Marco Antonio Micolta ‘Markitos’. En la marimba, y liderando este grupo de artistas, estuvo el maestro Hugo Candelario González, en el piano Jonathan Ortiz ‘Mulatho’, en el bajo eléctrico Jeffry Obando, en la guitarra electroacústica y tiple Andrés Mauricio Sánchez Ríos, en la batería Wilson Viveros, en el bombo macho Jafet Andrade Mosquera ‘Yiyo’, en la conga Freddy Colorado, en el cununo Juan Carlos Castro Segura ‘Juankita’ y en el clarinete Constantino Herrera Lewis ‘Tino’.
En suma, la fusión entre estas dos agrupaciones de artistas sostiene lo dicho por Candelario: las artes, a pesar de sus diferentes idiomas y metodologías, hablan un solo lenguaje y no es posible separarlas de sus objetivos comunes: hacernos sentir para pensar, y pensar mucho para confrontar y confrontarnos, y que eso nos regrese al sentir, que podría volvernos más humanos, lo único que, finalmente, va a salvarnos.