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Para Sandra Borda, politóloga, docente y autora de Parar para avanzar, los jóvenes están mandando un mensaje claro: desean un territorio con menos desigualdad y pobreza, con más oportunidades. Imaginar un mejor país es un objetivo que muchos tienen en mente y ella observa que este es un fenómeno a través del cual las nuevas generaciones quieren, colectivamente, generar un cambio. Marchar, imaginar con ímpetu la dignidad, es la conversación que sostendrá con el creador de Se lo explico con plastilina, Edgar Humberto Álvarez, en el Festival de Lectores y Escritores, Envigado 2021, Viajemos entre páginas, y en esta entrevista, Borda reflexiona sobre el poder de manifestarse y de esa Colombia que hoy observa en las calles y en las aulas, y que se mueve, también, en las esferas del poder.
Colombia está en un momento de coyuntura y malestar social y político. Desde su visión, ¿cómo canalizar ese malestar y transformarlo en cambios reales?
Hay dos alternativas posibles. Una, que se ha venido usando sistemáticamente desde que iniciaron las protestas, es utilizar los escenarios de participación directa contemplados en la Constitución y a los que tenemos derecho desde siempre. La protesta es un espacio perfectamente legítimo para ejercer presión y producir el cambio. Por culpa de que llevamos mucho tiempo sin ejercerlos, porque han estado encubiertos por el conflicto armado, hasta ahora estamos aprendiendo como sociedad a usarlos y generan todos los problemas que hemos visto en el debate público, pero esas formas de participación política directa son legítimas y yo creo que ya que las hemos empezado a utilizar vamos a mejorar su uso y, seguramente, van a producir más resultados.
El otro escenario es el de la democracia representativa, que requiere de muchos cambios porque claramente hemos visto que como están dadas las reglas del juego es muy difícil transformar de manera profunda y radical la clase política. Sin embargo, creo que entre más tiempo pase, la gente va a ser más consciente de los efectos que tiene que los índices de participación sean bajos y solo voten las personas que no tienen el interés general en la cabeza: que los que salen ganando por eso son los políticos de siempre. Eso va a requerir un cambio de cultura política, pero, por supuesto, los canales de la democracia representativa también están ahí para producir transformaciones.
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A propósito de su conversación en el Festival de Lectores y Escritores, Envigado 2021, Marchar, imaginar con ímpetu la dignidad, ¿considera que imaginar una Colombia mejor es un motor para seguir luchando? ¿Cómo sería una Colombia “mejor” para usted?
Muchas de las situaciones que han sucedido en el escenario de protesta, particularmente estoy pensando en el uso de distintas formas artísticas en el escenario de protestas, están contribuyendo a ese ejercicio de imaginarnos en ese espacio un país distinto. Los jóvenes han mandado claramente el mensaje de que desean un país mucho menos desigual de lo que lo conocemos, con menos pobreza, más oportunidades, tanto de trabajo como de educación. Un país donde haya más espacio para todos, donde lo que normalmente son derechos básicos no se conviertan en privilegios, sino que sean oportunidades a las que tengamos acceso todos.
Usted es docente y, por lo tanto, tiene un contacto constante con las nuevas generaciones. ¿Qué es lo que los jóvenes pueden aportar o están aportando al cambio? ¿Qué ha aprendido de esos estudiantes que trabajan por el país con convicción?
Muchas cosas, lo primero y lo más importante es que se trata de una generación que encontró en la solidaridad un camino para formar acción colectiva y generar cambio. Me llama mucho la atención que los estudiantes se organizan y piensan su participación política, no solo para tratar de mejorar su propia situación, sino que todo el tiempo están pensando en esas próximas generaciones de estudiantes; lo que quiere decir que no están luchando por el acceso a la educación y la fuerza laboral para ellos mismos, sino para que las próximas generaciones tengan muchas más oportunidades. Esa capacidad de generar solidaridad y de pensarse un poco más allá del puro interés individual de estudiar una carrera, de entrar a la fuerza laboral y ganar dinero y procurarse un futuro individual fantástico, y más bien empezar a pensar en las dificultades que tienen otras personas para lograr esos mismos objetivos, creo que es la cualidad más sobresaliente que yo le encuentro a los jóvenes.
Como académica y docente, ¿cómo cree que se pueda articular lo que sucede en las aulas con lo que ocurre en la vida real, en las calles?
Yo creo que eso ya está pasando. La salida de los jóvenes de su salón de clase en el 2019 a las protestas y la continuación de esa movilización ya es una manifestación clara de la salida de la universidad al inicio del activismo. Esta generación es muy distinta a la mía en la medida en que tiene muchas causas y está dispuesta a pelear por ellas: la ambiental, la feminista, la de la educación. Tienen en la cabeza muchas más cosas que involucran a lo público y a lo colectivo más que a su propio futuro individual. Están dispuestos a convertir sus carreras en algo en función de la promoción de esas causas, pero también a hacer mucho desde afuera de la universidad para tratar de mejorar la situación para todos.
Su libro Parar para avanzar se publicó en 2020, antes de esta nueva oleada de protestas. ¿Qué cree que ha cambiado (o si poco ha cambiado) entre las protestas de 2019 y las de este año?
Tristemente, creo que lo que ha cambiado es que el gobierno se ha radicalizado frente a la protesta y ha tomado la decisión de enfrentarla con contundencia, más como un problema de un orden público, y haciendo de oídos sordos a las reivindicaciones sociales de la gente que está en la calle. Y digo tristemente porque creo que en este escenario era más importante que nunca escuchar lo que la gente estaba intentando decir. En el 2019 había reivindicaciones importantes y yo creo que los jóvenes ya estaban empezando a manifestar las dificultades económicas y sociales por las que atravesaban y lo difícil que les resultaba entrar a la universidad o a la fuerza laboral, y después de la pandemia y el confinamiento todos esos problemas lo único que hicieron fue profundizarse y volverse más angustiantes para la gente. (…) Hoy era más importante que nunca haber tratado de formular políticas públicas para resolver la dificilísima situación en la que se encontraba la gente y al contrario se optó por estigmatizar mucho más la protesta, se optó por intimidar y ejercer represión, que ya sabemos en la cantidad de muertos y violaciones a los derechos humanos en la que terminó, produciendo además un efecto adverso, pues hoy en día la popularidad del gobierno es más baja que nunca en su historia. La medida puede estarles resultando para intimidar a la gente, pero no les está resultando en términos de gobernabilidad y legitimidad.
Usted es bastante activa en Twitter, donde tiene más de cien mil seguidores, ¿cuál cree que es el efecto de las redes en la protesta social?
Las redes son importantísimas para la protesta porque lo que se ha demostrado es que una muy buena parte de los medios de comunicación tradicionales ha adoptado una posición gobiernista. Se han convertido en replicadores del discurso oficial dejando solamente a los medios alternativos la tarea de reportar realmente lo que está sucediendo en las calles y lo que tiene que decir la gente que se está manifestando. Para esos medios alternativos las redes sociales son fundamentales, no circularían tan bien si no fuera por ellas, además por la capacidad que tienen de conversar con la gente que está en las redes. A pesar de todas las cosas desagradables que pueden pasar en una red social, para el movimiento ciudadano, en un escenario como el colombiano donde los medios están tan alineados con los intereses del gobierno, estas son fundamentales.
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Continuando con la conversación que tendrá en el Festival, en un contexto como el actual, ¿qué significa para usted la dignidad?
De lo que está hablando la gente en la calle cuando reclama dignidad es de un escenario de oportunidades para lograr convertir su talento, su conocimiento y su deseo de aportar a la sociedad en realidad. De eso creo que se trata. Que la gente que quiera estudiar y que tenga la voluntad para hacerlo, pueda hacerlo, que la gente que quiera trabajar y hacer parte de la fuerza productiva esté en condiciones de hacerlo. Es decir, que le abramos el espacio en el sistema económico y social del país al talento de todos.
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Sábado 31 de julio. 5:00 p. m. Marchar, imaginar con ímpetu la dignidad: Edgar Humberto Álvarez y Sandra Borda conversan con Ana Cristina Restrepo. Transmisión por Facebook Live y YouTube. Biblioteca Pública y Parque Cultural Débora Arango.