El poder de apagar pequeños fuegos a diario
El creador del proyecto ilustrado “72 kilos”, lanzará el próximo mes su sexto libro con 200 formas para agradecer.
Danelys Vega Cardozo
Usted comenzó “72 kilos” debido a una apuesta que hizo con unos amigos, quienes no creían que fuera capaz de bajar 20 kilos. Sin embargo, este proyecto no fue la clave del éxito de su meta, sino la creación de un “archienemigo”. ¿En qué medida también era su propio “archienemigo” el objetivo por vencer?
Claro… Es la creación de algo más grande que tú. Por ejemplo, decidir no comer algunas cosas o empezar a hacer ejercicio para bajar de peso, o enfrentar el aburrimiento o la poca gana de hacer un dibujo que resuma todo lo anterior. Es decir, tú eres tu propio enemigo. Lo positivo es que no tienes que ganarle a nadie más o competir con alguien externo, solo debes ser tu propio objetivo.
¿Qué le ha permitido en otros escenarios saber que usted es su propio objetivo por vencer?
Me ha servido para correr largas distancias, ese es el aspecto que más se asemeja a perder peso o a dibujar a diario. Esas tres facetas las pongo al mismo nivel. Compito contra mí todos los días: no hay nadie que vaya por mí a dibujar las viñetas, perder peso o salir a entrenar. Creo que eso es lo interesante y en donde está el poder: crear objetivos fáciles todos los días que puedas superar, trocear un problema grande en pedacitos pequeños.
Lo que acaba de decir me recuerda una frase que ha mencionado antes: “Entre más pequeño sea el fuego por apagar todos los días, más lejos vas a llegar”…
Aprender japonés es otra de las facetas en las que me he metido, y poco a poco lo he ido logrando. Entonces, leer una página diaria en japonés es como un pequeño fuego que debes apagar todos los días. No es muy complicado, pero hay que apagarlo, porque si no te quemas, y así serás un poco más experto frente al fuego de mañana; a mí me gusta verlo desde esa analogía. Si dices: hay que dibujar 3.000 viñetas o 5.000, sería muy complicado. Si dices hay que correr una maratón mañana o leer un libro en japonés o perder 20 kilos, también lo sería. En cambio, si lo troceas en “fueguitos”, que casi te reirías de lo pequeño que son, lo puedes hacer. Es decir, hay que intentar crearse pequeños hitos en la vida para ir construyendo tu propio camino. No se trata de esperar las cosas, sino de buscarlas, de ser proactivos. Y poco a poco te vas convirtiendo en tus acciones: en el momento que te pones a andar, ya eres un caminante; en el momento que te pones a dibujar, ya eres en un dibujante; en el momento que te pones a aprender japonés, ya eres un estudiante. Eso a mí me parece fascinante. (…) Todo tiene la belleza del día a día y hay que salir a buscarlo, no puedes esperar.
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Sus viñetas son una especie de reflexión de su cotidianidad. ¿Cómo cree que sus mensajes también han ayudado a otros?
Me sobrepasa, sin duda, poder estar en mi casa dibujando lo que me apetece y ver que la viñeta de ayer le ha servido a alguien para contar cómo se siente o su estado de ánimo, o para resolver un problema o recapacitar por su forma de actuar, eso me parece inigualable. Recibo muchas historias que incluso son material para un libro. Me siento abrumado por todas las cosas buenas y el cariño que recibo de vuelta sin quererlo, porque las viñetas son casi que observaciones que hago para mí, de cosas que me gustaría corregir o resaltar. Y, de repente, todo eso vuelve multiplicado por millones.
¿Y hay algún testimonio en particular que lo haya marcado?
Hay muchísimos. Hace poco recibí un mensaje sobre un abuelo que le había regalado uno de mis libros a su nieto, pero al poco tiempo falleció. Entonces, su nieto me escribió y me dijo que cada vez que veía una de mis viñetas se acordaba de su abuelo. Me hace mucha ilusión poder ser un lenguaje entre un abuelo y un nieto, y un medio de comunicación entre sentimientos.
Ya que menciona lo de los libros… ¿Por qué esa necesidad de trasladar sus viñetas al mundo físico?
He publicado hasta la fecha cinco libros. Uno de ellos, un libro con ilustraciones sobre correr, se agotó muy rápido, hasta el punto de que hoy ya está descatalogado. Luego, de los otros cuatro, hay dos que son recopilaciones de viñetas que he publicado a través de redes sociales. Surgieron por una necesidad: el día a día de las viñetas en redes se agota muy fácil. En mi caso, no se agota tan rápido, porque lo que escribo hoy tiene sentido cinco años más tarde, pero es verdad que se consume muy aceleradamente. Por eso, quería recuperarlo y que formara parte de un libro, porque pienso que es un buen material para tenerlo, así como un objeto de regalo, que no requiere de mucho tiempo para leer: puedes leer cinco viñetas antes de ir a la cama o tenerlo ahí y de vez en cuando revisarlo. Los dos libros restantes han sido una propuesta mía o de la editorial para buscar nuevos caminos para contar cosas a través de mi lenguaje. En el cuarto libro hablé un poco de las cosas que nos sucedieron durante la pandemia: me centré en aquello que importa y lo separé en diferentes temas. El quinto, Un libro contigo, es colaborativo. Entonces, yo propongo ciertos temas y dejo que el lector cree por sí mismo. El mes que viene voy a lanzar uno nuevo que se va a llamar Gracias, que son 200 formas de agradecer a diferente personas o momentos.
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¿Y para qué hacer un libro para dar las gracias?
Porque hay muchas veces que no damos las gracias. Luego, estás en tu casa y piensas “debí haberle dado las gracias a esa persona”. A veces alguien fallece y decimos “debí darle las gracias por ese momento o conversación”, o pasa que tienes un amigo y no te das cuenta de todo lo bueno que ha hecho por ti; esa persona que te animó a que siguieras dibujando cuando nadie te conocía. Hay un abanico muy grande de gracias, entonces me apetecía investigar que había detrás de ella, y creo que es una puerta para que los lectores recapaciten y de pronto empiecen a agradecer. Todos estamos en lo mismo: decimos pocas veces “gracias”.
¿Hay algún “gracias” que tenga pendiente?
Seguramente sí… Con la gente que ya no está, como mis abuelos y la madre de mi esposa; todas esas personas que quería mucho. En mi libro hay como dos o tres viñetas que intentan resumir esos sentimientos. A veces son “gracias” muy tontas y dirías que no tiene sentido, pero una conversación de dos personas sobre alguien más, que escuché por encima, me dieron ganas de pararla y decir “gracias por hablar tan bien de otra persona”. Normalmente, hablas mal de alguien que no está, pero ellos hicieron todo lo contrario. Entonces, quería que no acabara esa conversación, incluso me dieron ganas de grabar una película sobre eso. Esas cosas tontas también se deben rescatar. Hay que tener la cabeza abierta a decir “gracias”, es como terminar un círculo porque son cosas bonitas que pasan en la vida y que merecen la pena ser destacadas.
Usted ha dicho que no espera que otros valoren su trabajo, sino que usted mismo lo valora. ¿Por qué piensa que es importante que seamos nuestros propios jueces?
Porque es lo justo… Tú tienes que ser tu propio juez, porque el hecho de que alguien opine sobre tu trabajo sea para bien o para mal, lo único que va a ocasionar es ponerte en una situación incómoda, ya sea porque lo has hecho “muy bien” o “muy mal”, pero no tiene sentido porque eres tú quien sabe a dónde puede llegar, si ha estado tirado en el sofá sin hacer nada, cuando podía estar haciéndolo. No le encuentro mucho sentido a opinar sobre el esfuerzo de los demás, prefiero que seamos nuestros propios jueces y que nos tratemos con cariño.
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Sus viñetas suelen ser coloridas, pero las personas que aparecen en ellas siempre son representadas a blanco y negro. ¿Por qué? ¿Es una cuestión de estilo u otra cosa?
Totalmente estilo. Un día, cuando estuve rescatando y viendo cuadernos de trabajo, me di cuenta de que escribí, en algunos de ellos, una pregunta: ¿por qué los personajes no son sombras? En una sombra no sabes a distancia si se trata de una mujer o un hombre, si van bien o mal vestido o el color de la piel; te da igual, sabes y entiendes que es una persona, y eso me gustó. Quizás esa fue la razón que me llevó a dibujarlas en negro. Además, el rotulador que utilizaba era de este color, y me gusta mucho el blanco y negro; la sencillez de dibujar sobre fondo blanco y una línea negra y que todo se pueda contar así. De hecho, mis inicios con 72 kilos fueron de esta forma, porque me parece lo más sencillo, cómodo, rápido e impactante. Cuando empecé a incluirles color a mis viñetas, pues le daban más sentido y podía añadir otras cosas, pero el 90% de ellas funcionan en blanco y negro, porque casi siempre es un mensaje escrito o hablado, entonces, en pocas, son el color lo que hace que tengan sentido. Los personajes en negro son pura necesidad física de la tinta de color negro y por intentar que todos los personajes sean iguales. Mucha gente me pregunta “¿por qué ese es un hombre o una mujer?”, pero yo intento que, dé igual ese aspecto, a veces dibujo el pelo corto o largo, pero hay mujeres y hombres con pelo corto o largo. Lo que quiero es que sea un poco democrático, que todo el mundo sea igual.
A través de sus viñetas ha intentado trasmitir mensajes positivos. ¿Cómo ha logrado ver el vaso completo y no medio lleno?
Creo que es una necesidad de autoconvencerme; de crearme un viento a favor que me ayude a remar y me facilite toda la tarea. Al principio, muchas de esas viñetas eran para darme ánimo. Cuando hay momentos dramáticos y malos y siento que no puedo más, un dibujo hecho por mí me ayuda. Entonces, pienso en qué me diría mi mejor versión y lo plasmo en un dibujo. Yo no pretendo transmitir un positivismo tóxico, no intento decir que siempre todo va a salir bien, porque algunas veces hay limitaciones y se debe asumir que no todas las veces las cosas son positivas; no siempre va a hacer sol. Lo que digo es que si llueve también hay cosas buenas; por ejemplo: tendremos más campos verdes. Es decir, me refiero a tomar las cosas más positivas de lo que nos sucede, no digo que todo vaya a salir perfecto.
Usted ha dicho que “no aspira a ser un gran dibujante”. Entonces, ¿cuál es su aspiración?
Mi aspiración es seguir dibujando todos los días, trabajar en lo que me gusta. Yo no quiero estar en un ranking de las cuentas que más seguidores tienen, a mí eso no me interesa para nada. Para mí el éxito es el momento en que soy capaz de apretar el botón de publicar o tengo la viñeta terminada para ese instante, porque he logrado vencer pequeños problemas para que eso sea posible. Es un éxito que, luego, trae invitaciones para hacer proyectos interesantes, para viajes, o que me permite hablar con personas como tú, que de repente me abre otro espacio; para mí esas son consecuencias de publicar todos los días y de intentar hacer el mejor trabajo posible. (…) No creo que exista alguien que haya visto a todos los dibujantes del mundo y pueda decir “este chico es el mejor”; ese tipo de cosas no son ciertas, porque no se pueden cuantificar. Entonces, creo que el éxito es ir día a día y ser consciente de que todo depende de mí en la medida que lo pueda hacer.
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Hablemos un poco de un mensaje que acompaña una de sus viñetas: “Me creí mis propias mentiras, pero ya estoy saliendo”.
Eso vino por una situación un poco complicada: un momento en donde precisamente pensaba que todo estaba bien y era inmortal; superior a los demás, pero eso es una mentira, porque es autoconvencerte que el mundo está girando alrededor de ti, cuando en realidad estás dentro de un planeta que tiene más condicionantes. Entonces, esa viñeta era como bajar a la tierra luego de esos momentos en los que te crees inmortal porque te invitaron a un sitio, estás trabajando en un proyecto o ganando mucho dinero. Es decir, yo mismo me dibujé una viñeta para devolverme a la tierra.
Aparte de la viñeta, ¿cómo logró devolverse a la tierra?
Mirando a mis niños, viendo que tienen fiebre, que cuando se caen se hacen daño, que pasan cosas a mi alrededor que no puedo controlar; yo no soy Harry Potter, así que hay cosas que no puedo cambiar. A veces cuando ves la televisión y las películas de los grandes actores de Hollywood o deportistas de fútbol que ganan un “dineral” y pierden la cabeza, piensas que te puede suceder lo mismo, porque pierdes el norte, la esencia de por qué estás dibujando todos los días. Entonces, cuando te fijas en los problemas tontos diarios como que tus hijos se cortan con un lápiz y pase lo que pase debes ir con ellos al hospital, porque no puedes hacer otra cosa, es como una bajada a tierra. Te das cuenta de que no eres ni el dios de la ilustración, ni la peor basura, solo una persona normal que tiene que dibujar hoy una viñeta y mañana otra.
Usted comenzó “72 kilos” debido a una apuesta que hizo con unos amigos, quienes no creían que fuera capaz de bajar 20 kilos. Sin embargo, este proyecto no fue la clave del éxito de su meta, sino la creación de un “archienemigo”. ¿En qué medida también era su propio “archienemigo” el objetivo por vencer?
Claro… Es la creación de algo más grande que tú. Por ejemplo, decidir no comer algunas cosas o empezar a hacer ejercicio para bajar de peso, o enfrentar el aburrimiento o la poca gana de hacer un dibujo que resuma todo lo anterior. Es decir, tú eres tu propio enemigo. Lo positivo es que no tienes que ganarle a nadie más o competir con alguien externo, solo debes ser tu propio objetivo.
¿Qué le ha permitido en otros escenarios saber que usted es su propio objetivo por vencer?
Me ha servido para correr largas distancias, ese es el aspecto que más se asemeja a perder peso o a dibujar a diario. Esas tres facetas las pongo al mismo nivel. Compito contra mí todos los días: no hay nadie que vaya por mí a dibujar las viñetas, perder peso o salir a entrenar. Creo que eso es lo interesante y en donde está el poder: crear objetivos fáciles todos los días que puedas superar, trocear un problema grande en pedacitos pequeños.
Lo que acaba de decir me recuerda una frase que ha mencionado antes: “Entre más pequeño sea el fuego por apagar todos los días, más lejos vas a llegar”…
Aprender japonés es otra de las facetas en las que me he metido, y poco a poco lo he ido logrando. Entonces, leer una página diaria en japonés es como un pequeño fuego que debes apagar todos los días. No es muy complicado, pero hay que apagarlo, porque si no te quemas, y así serás un poco más experto frente al fuego de mañana; a mí me gusta verlo desde esa analogía. Si dices: hay que dibujar 3.000 viñetas o 5.000, sería muy complicado. Si dices hay que correr una maratón mañana o leer un libro en japonés o perder 20 kilos, también lo sería. En cambio, si lo troceas en “fueguitos”, que casi te reirías de lo pequeño que son, lo puedes hacer. Es decir, hay que intentar crearse pequeños hitos en la vida para ir construyendo tu propio camino. No se trata de esperar las cosas, sino de buscarlas, de ser proactivos. Y poco a poco te vas convirtiendo en tus acciones: en el momento que te pones a andar, ya eres un caminante; en el momento que te pones a dibujar, ya eres en un dibujante; en el momento que te pones a aprender japonés, ya eres un estudiante. Eso a mí me parece fascinante. (…) Todo tiene la belleza del día a día y hay que salir a buscarlo, no puedes esperar.
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Sus viñetas son una especie de reflexión de su cotidianidad. ¿Cómo cree que sus mensajes también han ayudado a otros?
Me sobrepasa, sin duda, poder estar en mi casa dibujando lo que me apetece y ver que la viñeta de ayer le ha servido a alguien para contar cómo se siente o su estado de ánimo, o para resolver un problema o recapacitar por su forma de actuar, eso me parece inigualable. Recibo muchas historias que incluso son material para un libro. Me siento abrumado por todas las cosas buenas y el cariño que recibo de vuelta sin quererlo, porque las viñetas son casi que observaciones que hago para mí, de cosas que me gustaría corregir o resaltar. Y, de repente, todo eso vuelve multiplicado por millones.
¿Y hay algún testimonio en particular que lo haya marcado?
Hay muchísimos. Hace poco recibí un mensaje sobre un abuelo que le había regalado uno de mis libros a su nieto, pero al poco tiempo falleció. Entonces, su nieto me escribió y me dijo que cada vez que veía una de mis viñetas se acordaba de su abuelo. Me hace mucha ilusión poder ser un lenguaje entre un abuelo y un nieto, y un medio de comunicación entre sentimientos.
Ya que menciona lo de los libros… ¿Por qué esa necesidad de trasladar sus viñetas al mundo físico?
He publicado hasta la fecha cinco libros. Uno de ellos, un libro con ilustraciones sobre correr, se agotó muy rápido, hasta el punto de que hoy ya está descatalogado. Luego, de los otros cuatro, hay dos que son recopilaciones de viñetas que he publicado a través de redes sociales. Surgieron por una necesidad: el día a día de las viñetas en redes se agota muy fácil. En mi caso, no se agota tan rápido, porque lo que escribo hoy tiene sentido cinco años más tarde, pero es verdad que se consume muy aceleradamente. Por eso, quería recuperarlo y que formara parte de un libro, porque pienso que es un buen material para tenerlo, así como un objeto de regalo, que no requiere de mucho tiempo para leer: puedes leer cinco viñetas antes de ir a la cama o tenerlo ahí y de vez en cuando revisarlo. Los dos libros restantes han sido una propuesta mía o de la editorial para buscar nuevos caminos para contar cosas a través de mi lenguaje. En el cuarto libro hablé un poco de las cosas que nos sucedieron durante la pandemia: me centré en aquello que importa y lo separé en diferentes temas. El quinto, Un libro contigo, es colaborativo. Entonces, yo propongo ciertos temas y dejo que el lector cree por sí mismo. El mes que viene voy a lanzar uno nuevo que se va a llamar Gracias, que son 200 formas de agradecer a diferente personas o momentos.
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¿Y para qué hacer un libro para dar las gracias?
Porque hay muchas veces que no damos las gracias. Luego, estás en tu casa y piensas “debí haberle dado las gracias a esa persona”. A veces alguien fallece y decimos “debí darle las gracias por ese momento o conversación”, o pasa que tienes un amigo y no te das cuenta de todo lo bueno que ha hecho por ti; esa persona que te animó a que siguieras dibujando cuando nadie te conocía. Hay un abanico muy grande de gracias, entonces me apetecía investigar que había detrás de ella, y creo que es una puerta para que los lectores recapaciten y de pronto empiecen a agradecer. Todos estamos en lo mismo: decimos pocas veces “gracias”.
¿Hay algún “gracias” que tenga pendiente?
Seguramente sí… Con la gente que ya no está, como mis abuelos y la madre de mi esposa; todas esas personas que quería mucho. En mi libro hay como dos o tres viñetas que intentan resumir esos sentimientos. A veces son “gracias” muy tontas y dirías que no tiene sentido, pero una conversación de dos personas sobre alguien más, que escuché por encima, me dieron ganas de pararla y decir “gracias por hablar tan bien de otra persona”. Normalmente, hablas mal de alguien que no está, pero ellos hicieron todo lo contrario. Entonces, quería que no acabara esa conversación, incluso me dieron ganas de grabar una película sobre eso. Esas cosas tontas también se deben rescatar. Hay que tener la cabeza abierta a decir “gracias”, es como terminar un círculo porque son cosas bonitas que pasan en la vida y que merecen la pena ser destacadas.
Usted ha dicho que no espera que otros valoren su trabajo, sino que usted mismo lo valora. ¿Por qué piensa que es importante que seamos nuestros propios jueces?
Porque es lo justo… Tú tienes que ser tu propio juez, porque el hecho de que alguien opine sobre tu trabajo sea para bien o para mal, lo único que va a ocasionar es ponerte en una situación incómoda, ya sea porque lo has hecho “muy bien” o “muy mal”, pero no tiene sentido porque eres tú quien sabe a dónde puede llegar, si ha estado tirado en el sofá sin hacer nada, cuando podía estar haciéndolo. No le encuentro mucho sentido a opinar sobre el esfuerzo de los demás, prefiero que seamos nuestros propios jueces y que nos tratemos con cariño.
Le puede interesa: Un cuadro censurado de Artemisia Gentileschi vuelve a su estado original
Sus viñetas suelen ser coloridas, pero las personas que aparecen en ellas siempre son representadas a blanco y negro. ¿Por qué? ¿Es una cuestión de estilo u otra cosa?
Totalmente estilo. Un día, cuando estuve rescatando y viendo cuadernos de trabajo, me di cuenta de que escribí, en algunos de ellos, una pregunta: ¿por qué los personajes no son sombras? En una sombra no sabes a distancia si se trata de una mujer o un hombre, si van bien o mal vestido o el color de la piel; te da igual, sabes y entiendes que es una persona, y eso me gustó. Quizás esa fue la razón que me llevó a dibujarlas en negro. Además, el rotulador que utilizaba era de este color, y me gusta mucho el blanco y negro; la sencillez de dibujar sobre fondo blanco y una línea negra y que todo se pueda contar así. De hecho, mis inicios con 72 kilos fueron de esta forma, porque me parece lo más sencillo, cómodo, rápido e impactante. Cuando empecé a incluirles color a mis viñetas, pues le daban más sentido y podía añadir otras cosas, pero el 90% de ellas funcionan en blanco y negro, porque casi siempre es un mensaje escrito o hablado, entonces, en pocas, son el color lo que hace que tengan sentido. Los personajes en negro son pura necesidad física de la tinta de color negro y por intentar que todos los personajes sean iguales. Mucha gente me pregunta “¿por qué ese es un hombre o una mujer?”, pero yo intento que, dé igual ese aspecto, a veces dibujo el pelo corto o largo, pero hay mujeres y hombres con pelo corto o largo. Lo que quiero es que sea un poco democrático, que todo el mundo sea igual.
A través de sus viñetas ha intentado trasmitir mensajes positivos. ¿Cómo ha logrado ver el vaso completo y no medio lleno?
Creo que es una necesidad de autoconvencerme; de crearme un viento a favor que me ayude a remar y me facilite toda la tarea. Al principio, muchas de esas viñetas eran para darme ánimo. Cuando hay momentos dramáticos y malos y siento que no puedo más, un dibujo hecho por mí me ayuda. Entonces, pienso en qué me diría mi mejor versión y lo plasmo en un dibujo. Yo no pretendo transmitir un positivismo tóxico, no intento decir que siempre todo va a salir bien, porque algunas veces hay limitaciones y se debe asumir que no todas las veces las cosas son positivas; no siempre va a hacer sol. Lo que digo es que si llueve también hay cosas buenas; por ejemplo: tendremos más campos verdes. Es decir, me refiero a tomar las cosas más positivas de lo que nos sucede, no digo que todo vaya a salir perfecto.
Usted ha dicho que “no aspira a ser un gran dibujante”. Entonces, ¿cuál es su aspiración?
Mi aspiración es seguir dibujando todos los días, trabajar en lo que me gusta. Yo no quiero estar en un ranking de las cuentas que más seguidores tienen, a mí eso no me interesa para nada. Para mí el éxito es el momento en que soy capaz de apretar el botón de publicar o tengo la viñeta terminada para ese instante, porque he logrado vencer pequeños problemas para que eso sea posible. Es un éxito que, luego, trae invitaciones para hacer proyectos interesantes, para viajes, o que me permite hablar con personas como tú, que de repente me abre otro espacio; para mí esas son consecuencias de publicar todos los días y de intentar hacer el mejor trabajo posible. (…) No creo que exista alguien que haya visto a todos los dibujantes del mundo y pueda decir “este chico es el mejor”; ese tipo de cosas no son ciertas, porque no se pueden cuantificar. Entonces, creo que el éxito es ir día a día y ser consciente de que todo depende de mí en la medida que lo pueda hacer.
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Hablemos un poco de un mensaje que acompaña una de sus viñetas: “Me creí mis propias mentiras, pero ya estoy saliendo”.
Eso vino por una situación un poco complicada: un momento en donde precisamente pensaba que todo estaba bien y era inmortal; superior a los demás, pero eso es una mentira, porque es autoconvencerte que el mundo está girando alrededor de ti, cuando en realidad estás dentro de un planeta que tiene más condicionantes. Entonces, esa viñeta era como bajar a la tierra luego de esos momentos en los que te crees inmortal porque te invitaron a un sitio, estás trabajando en un proyecto o ganando mucho dinero. Es decir, yo mismo me dibujé una viñeta para devolverme a la tierra.
Aparte de la viñeta, ¿cómo logró devolverse a la tierra?
Mirando a mis niños, viendo que tienen fiebre, que cuando se caen se hacen daño, que pasan cosas a mi alrededor que no puedo controlar; yo no soy Harry Potter, así que hay cosas que no puedo cambiar. A veces cuando ves la televisión y las películas de los grandes actores de Hollywood o deportistas de fútbol que ganan un “dineral” y pierden la cabeza, piensas que te puede suceder lo mismo, porque pierdes el norte, la esencia de por qué estás dibujando todos los días. Entonces, cuando te fijas en los problemas tontos diarios como que tus hijos se cortan con un lápiz y pase lo que pase debes ir con ellos al hospital, porque no puedes hacer otra cosa, es como una bajada a tierra. Te das cuenta de que no eres ni el dios de la ilustración, ni la peor basura, solo una persona normal que tiene que dibujar hoy una viñeta y mañana otra.