Alejandra Jaramillo: de la incertidumbre
La escritora y docente publicó “Los mundos distópicos de Camilo Chang”, una novela en la que, desde un adolescente y el contexto de la pandemia del coronavirus, se exploran los conceptos de incertidumbre e imaginación.
Andrés Osorio Guillott
Alejandra Jaramillo lleva varios años explorando la adolescencia, y consigo, no por una sensación propia de esta etapa de la vida, también el concepto de incertidumbre. Sobre lo primero, la escritora dijo que: “A mí me ha pasado una cosa, más o menos desde 2013, y es que ahí descubrí que una de las voces que con las que me muevo con habilidad, digamos, es como una conexión, como un lugar mío propio, que me atrae, que me gusta y que me sale solventemente es esa voz adolescente, es como un personaje que está en la crisis, que llamaría el estado de soledad, un estado de sentirse un poco perdido, pero también un estado de asombro maravilloso y de reto a la vida. Eso me ha gustado mucho. Mi sensación es que esa actitud de duda de la adolescencia es uno de los motores de cambio en la vida. Es una cosa como ontológica. La mirada del adolescente es capaz de hacer que la vida se transforme. Por eso me gusta tanto meterme ahí. Todos vivimos un lugar de incertidumbre, pero la incertidumbre del adolescente tiene un asombro y una potencia que son absolutamente grandes y poderosos, y a veces los adultos como que nos enganchamos de mirar en el adolescente el lado incómodo, y no nos damos cuenta de que detrás hay un ser viviendo algo inmenso, es ser parte del mundo de manera propia, particular. Ahí hay un universo maravilloso”.
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Alejandra Jaramillo lleva varios años explorando la adolescencia, y consigo, no por una sensación propia de esta etapa de la vida, también el concepto de incertidumbre. Sobre lo primero, la escritora dijo que: “A mí me ha pasado una cosa, más o menos desde 2013, y es que ahí descubrí que una de las voces que con las que me muevo con habilidad, digamos, es como una conexión, como un lugar mío propio, que me atrae, que me gusta y que me sale solventemente es esa voz adolescente, es como un personaje que está en la crisis, que llamaría el estado de soledad, un estado de sentirse un poco perdido, pero también un estado de asombro maravilloso y de reto a la vida. Eso me ha gustado mucho. Mi sensación es que esa actitud de duda de la adolescencia es uno de los motores de cambio en la vida. Es una cosa como ontológica. La mirada del adolescente es capaz de hacer que la vida se transforme. Por eso me gusta tanto meterme ahí. Todos vivimos un lugar de incertidumbre, pero la incertidumbre del adolescente tiene un asombro y una potencia que son absolutamente grandes y poderosos, y a veces los adultos como que nos enganchamos de mirar en el adolescente el lado incómodo, y no nos damos cuenta de que detrás hay un ser viviendo algo inmenso, es ser parte del mundo de manera propia, particular. Ahí hay un universo maravilloso”.
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Los mundos distópicos de Camilo Chang es un libro que nos regresa a esos meses que parecieron eternos en el inicio de la pandemia. Recordar esos días que parecieron uno solo desde la voz de un adolescente nos invita a preguntarnos por la incertidumbre, por la imaginación, por la forma en que sobrevivimos a nosotros mismos. Y en la historia, que además de plantear la incertidumbre y los días más agudos del confinamiento, también se habla de un tema que sigue siendo -infortunadamente-, tabú: el suicidio.
Hablemos de la incertidumbre...
Llevo trabajando varios años en ese concepto un poco desde la biología, la psicología, que es un poco esta idea del ser humano realmente frente a la vida, que está siempre librando una suerte de batalla con la incertidumbre. Día a día no sabemos si seguiremos vivos, si estamos descubriendo que el entorno nos puede transformar. Como el ser humano ha tenido que estar siempre en ese diálogo con su incertidumbre, se inventa maneras para sentir que no vive con ella, que tiene certezas de cómo vivir. Culturalmente nos creamos la idea de que sabemos cómo se vive, nos creamos ataduras como la edad para estudiar, casarse, tener hijos, y eso da una sensación de certeza, como si hubiera un futuro posible. Y en eso los adultos cumplimos un papel muy fuerte para decirles a los adolescentes que eso ya está inventado y que ellos deben participar en eso. Pero lo verdadero es que eso no está inventando. Todos los días estamos en la incertidumbre. Aun como mamá me pregunto qué me podría pasar a mí si en la pandemia hubiera viajado y qué habría pasado con mis hijos. Esa incertidumbre que no queremos ver es lo que realmente nos permite darnos cuenta de que venimos a una aventura única.
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El contexto de la pandemia y el personaje evocan también la fragilidad, otro concepto que atraviesa la novela...
La pandemia, al exacerbar nuestra sensación de incertidumbre, nos hace sentir más frágiles. Esas fragilidades están relacionadas con las crisis que vivimos constantemente los seres humanos. No es algo que pasa solo en la adolescencia o cuando hay algún acontecimiento externo. Dentro de la vida humana hay muchos momentos para esa fragilidad. Y eso le sucede a un adolescente. A mí me interesaba mostrar eso desde una visión de riqueza, porque estar en la vida es lidiar con esos momentos. Lo importante de la literatura para niños o adolescentes es reconocer que ahí hay unos sujetos plenos. No es que uno esté creciendo para volverse algo. Uno está en el mundo siendo lo que es en el presente. Explorar a ese adolescente es reconocer la plenitud de la vida en ese momento.
El libro también trata el suicidio, un tema que tememos confrontar...
Como mamá, profesora, es un temor que siempre está. Nosotros sabemos que el mundo cada vez es más precario, y la sensación de futuro también lo es. El aumento de las nociones de éxito se vuelven tan exageradas, que al mismo tiempo que lo tienes muy cerca con los influenciadores, eso está lejísimos. Es una gran contradicción que hace que los seres humanos entren en ansiedad. Esto no quiere decir que no haya existido antes, pero cada época va marcando desde sus propios horrores lo que pasa con los seres humanos y la mente, la manera de vivir las emociones. Esos temas, por más difíciles que sean, deben poder hablarse y explorarse. Nuestros jóvenes están todo el tiempo en esos temas. Y lograr que la literatura esté atravesada por ellos de una manera inteligente y elaborada es importante. Busco en este libro un ser que elige la vida y la aventura en lo difícil, en lo complejo. Lo veo como un libro de esperanza. Creo muchísimo en estar viva y escribo para eso.
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Otro concepto que se aborda en el libro es la soledad...
Uno necesita aprender a vivir con lo que nos han enseñado y que a veces es mejor no pensar. Hay que aprender a vivir con la muerte, con la incertidumbre, con la soledad. La soledad tiene momentos difíciles, pero también muy placenteros. Aprender a vivir con la soledad es una necesidad, así como una virtud. Uno de los problemas de la escuela es que pienso que se les olvida enseñar la construcción de sentido frente a la vida, que no son solo conceptos, sino de la constitución del ser humano. Por qué no estamos buscando en la escuela esa actividad que nos da sentido. En la literatura puede estar ese campo, ese descubrimiento.
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