Camila Melo: escribir para reivindicar el pasado
La poeta bogotana publicó en esta Feria Internacional del Libro su poemario “La noche dice nunca” (Sílaba). El sábado, a las 6:00, será su presentación.
Andrés Osorio Guillott
“Para que los viejos recuerdos no duelan / Para que la melancolía florezca donde todo está en descomposición. / No para escapar, no para buscar, no para encontrarse / No para lanzarse, ni rebotar, ni llegar. La poesía es la caída”. Para eso la poesía, o eso responde Camila Melo en uno de los poemas que hacen parte de La noche dice nunca, su más reciente libro.
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“Para que los viejos recuerdos no duelan / Para que la melancolía florezca donde todo está en descomposición. / No para escapar, no para buscar, no para encontrarse / No para lanzarse, ni rebotar, ni llegar. La poesía es la caída”. Para eso la poesía, o eso responde Camila Melo en uno de los poemas que hacen parte de La noche dice nunca, su más reciente libro.
La felicidad de la nostalgia o, como diría Alejandro Gaviria también, la melancolía festiva es posible, aunque los halle incrédulos, ser feliz en las vías de la nostalgia y la melancolía. Hay silencio en ambos caminos, hay una mirada que añora el pasado, pero no para quedarse a vivir en él, sino para no olvidar lo que ahora somos, porque somos nosotros y nuestras circunstancias, porque lo que nos diferencia son nuestras decisiones y las implicaciones que estas tuvieron para forjarnos y darnos las lecciones necesarias para comprender o, al menos, intentarlo, el sentido de nuestra condición y existencia.
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“La escritura básicamente es esa reivindicación con el pasado, y de alguna manera volver a visitar los recuerdos alegres, sino también las frustraciones. A través de hacer un recorrido por la escritura puede saber mucho de uno mismo y de todo lo que ocurría alrededor”. Y eso es su libro una exploración a los pasados más antiguos y a los más inmediatos, un recorrido por sus memorias, por las Camilas que ya fue y las que apenas están muriendo para darle paso a la que es ahora, a la que entre risas reconoce que su poesía ha mutado por la forma en que asume sus vivencias, sus emociones, por las licencias que se permite con sus impulsos y pulsiones.
“Cuando empecé a escribir poemas y alojarlos en algún repositorio, por así decirlo, lo hice en un blog que se llama La utopía de Mariana. Era un juego un poco adolescente de tener una cierta dualidad. Mariana era una versión bastante fantasiosa donde todo lo que no vivía en un plano cotidiano existía en los poemas. Hay algunos poemas de amor que eran más románticos, pero en este recorrido se han ido a otros escenarios, a un tono más erótico y explícito. Los primeros poemas funcionaban mucho como un ejercicio catártico. Cuando empecé mi carrera siempre tuve un norte y es a hacer lo que hago actualmente. Eso no ha cambiado. Siempre quise ser una comunicadora organizacional, pero dentro del ejercicio de la vida y las frustraciones, a veces sentía que era una persona sensible, que mi manera de ver las cosas era más soñadora”.
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Un blog que lleva el nombre de una de las canciones de Santiago Cruz, y que surgió por sugerencia de Álvaro Lizarralde, un profesor que tuvo en su carrera en la Universidad Santo Tomás, quien le dictó taller de lengua y le marcó también un camino en la poesía, pues en su clase citaba constantemente a Borges, Sábato, Benedetti y Paz, entre otros, y quien le sugirió que no dejara de escribir luego de ver en ella una dualidad entre su sonrisa y lo que callaba la misma.
“La nostalgia le da sentido a nuestra existencia. Está muy bien que vivamos el aquí y el ahora de manera constante, pero creo que la nostalgia sí es un sentimiento muy agridulce, porque evocar el ayer o retomar algún episodio pasado para un poema hace que siempre estemos en una sintonía con nuestro pasado. El poema se convierte en un repositorio de nuestras memorias, ahí está la magia también”.
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Porque no necesitó un cofre ni una caja fuerte, sino de la hoja en blanco y varios lápices para plasmar en el papel esa metamorfosis de las alegrías, amarguras y tragedias en memorias, haciendo de ellas poemas que después serán origamis, y que después serán los pájaros que vuelan más alto, como dijo Omar Khayyam y que la autora utiliza como uno de los epígrafes de su libro. “La poesía, a diferencia de cualquier otro género, hace que de alguna manera todo sea más sublime. Los pájaros de los poemas no vuelan más alto por un estándar o competencia, sino es como un nivel de trascendencia. Uno puede ir por la vida caminando en línea recta, pero la poesía es una espiral”.
Camila Melo le huye a la vida en línea recta. Es una especie de guiño a Hannah Arendt, que habla de la comprensión de la historia y dice que esta no puede leerse de manera lineal, pues hay acontecimientos que convierten la línea del tiempo en una especie de electrocardiograma, con altos y bajos, con puntos cruciales que justamente dan cuenta del palpitar del corazón de la humanidad, en este caso de los corazones de cada uno de nosotros, que bombea sangre y también remembranzas que se convierten en sentencias de nuestra vida.
Esa sangre que corre por las venas de Camila Melo encuentran en uno de sus puntos más importantes, debajo de la muñeca, la palabra utopía, que la define a ella, al color de la tinta con la que escribe poemas, pues en medio de los desamores y sentidos trágicos, lo que hay detrás de su poemario es un anhelo intenso por vivir y no permitir que el miedo devore la ilusión de seguir construyendo los recuerdos de su porvenir.
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