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Camila Rodríguez Triana: “El poder del arte está en lo invisible”

La artista caleña habló de la exhibición que presenta en la galería Casas Riegner, titulada “La primera vuelta de la espiral”, su trayectoria y las investigaciones que ha realizado.

Andrea Jaramillo Caro
30 de diciembre de 2024 - 12:00 p. m.
Camila Rodríguez Triana exhibió su obra por primera vez en 2008.
Camila Rodríguez Triana exhibió su obra por primera vez en 2008.
Foto: Camila Rodríguez Triana
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¿Cuál es el origen de la exhibición “La primera vuelta de la espiral”?

Esto es una investigación que empezó en el 2019. Estaba estudiando en Francia, donde tuve una crisis personal bastante fuerte, y eso me llevó a hacer un proceso de retorno: fue como haberme ido muy lejos para retornar a casa. Eso tiene que ver con reconocer la raíz de donde viene uno, reconocer a los ancestros, entender que uno no es lo que es porque sí, sino que eso está ligado a unas historias y personas que fueron antes que uno y también a unas heridas que dejaron esas historias que uno va heredando y hay que sanar. A partir de eso empezó una investigación sobre mi linaje ancestral de la que he hecho varias obras y exposiciones; esta es la tercera.

¿A qué conceptos está ligada su muestra?

Viene de esa pregunta y de esa necesidad de empoderamiento que nace con entenderse como parte de un linaje, de una ancestralidad, que también creo que nos cuesta mucho a los mestizos, a los que no pertenecemos a ningún grupo ancestral porque somos un poco huérfanos de toda esa ancestralidad y para mí fue importante reconocer que ahí había unos linajes para entender que la belleza es más de lo que nos contaron, no es más del prototipo que nos vendieron. La belleza y la sabiduría están ligadas a unas historias y unos conocimientos nacidos de este territorio, de la gente que vivió aquí y de la que venimos.

¿Qué conclusiones ha sacado de este proceso?

La idea de conclusión para mí es bastante cuestionable, porque es como si uno llegara a una verdad. Creo que cuando uno empieza estas investigaciones, que están muy ligadas a procesos personales y espirituales, las conclusiones todo el tiempo están cambiando porque uno se va dando cuenta de que todo es cada vez más profundo. Uno va ahondando y se va dando cuenta de que ese conocimiento pareciera infinito. Por eso esta exposición se llama así, porque la sensación constante que tengo es que el camino no ha acabado, porque siempre hay algo que despierta una nueva pregunta, algo nuevo que quieres reconocer o una nueva herida que necesitas sanar. En este proceso en particular, a mí me cuesta hablar de conclusiones también porque son cosas difíciles de nombrar, creo que lo único que calificaría como una “conclusión” es estar en la mitad de un proceso o en una parte de un proceso que sigue y que voy descubriendo que es más profundo.

A partir de ese proceso, ¿cuáles son las preguntas que tiene ahora?

Algunas obras que hay en la muestra tienen que ver con la profundidad que hay en las formas y cómo la energía se vuelve forma geométrica. Esta idea de la fractalidad, que para mí ha sido superbonita de pensar, es que todos somos un fractal del territorio y también del cosmos, y que en la parte más chiquitita de uno hay todo ese conocimiento. Pareciera que uno está buscando afuera y que hay que volver a esa parte primera de lo que es uno. Hoy estoy parada ahí haciendo otras investigaciones, estoy leyendo mucho y viendo muchos documentales sobre la geometría sagrada y entendiendo mejor cómo funciona esa fractalidad. Eso fue algo que empezó a revelarse en la investigación que acompañó esta exposición, pero que siento que no terminé.

Usted empezó su carrera en el cine, ¿cómo fue su paso al arte?

Empecé por el cine porque en la universidad donde estudié había un fuerte énfasis en todo lo audiovisual. El cine y la fotografía fueron los dos primeros caminos que a mí se me abrieron. Conocí el arte porque entré a trabajar con Óscar Muñoz, fui su asistente por dos años luego de graduarme de la universidad. Así empecé a entender muchas cosas de este otro mundo y a hacer algunos ejercicios muy empíricos y personales. Luego comencé a estudiar Arte porque sentía que el alma vibraba ahí. Salí del arte para hacer películas. Hice exhibiciones pequeñas, pero el arte acompañaba el cine. Cuando me fui a Francia y tuve esta experiencia, en la escuela donde estudiaba, me impulsaron a hacer una obra que no fuera cinematográfica. Ahí empezó mi camino formal en el arte, porque todos mis otros ejercicios para mí: ensayos por necesidad e intuición.

¿Qué elementos audiovisuales tomó para su obra actual?

Empecé planteando la idea de hacer una instalación titulada Ukhu Pacha, que hice en Francia. En la escuela donde estudiaba me dieron unos tutores, pero yo busqué otros que me ayudaran a hacer la obra y entender el mundo del arte. Ahí descubrí que el arte tiene una forma de pensar diferente al cine y a cómo pienso una película. Aunque siempre pienso en imágenes, en el cine hay una narrativa a seguir que en el arte a veces no existe. Tenía que cambiar unos chips de mi cabeza y esto ya lo había hablado con Óscar Muñoz cuando era su asistente. En el cine hay unos procesos que están muy industrializados, que no se pueden rehacer por temas de tiempos y costos, en el arte todo el tiempo te estás devolviendo, se te están cambiando los caminos dependiendo de lo que te va diciendo el material y lo que te va mostrando el proceso. Para mí el cine no vino a cambiar la forma de hacer el arte, sino que el arte terminó llevándome a encontrar otras maneras de hacer cine.

¿Cómo el arte le ayuda a moldear o encontrarse con la identidad?

Creo que el arte trabaja en varias dimensiones. Uno tiene la dimensión de la materia, que es esta que vivimos nosotros, que es visible y tocamos. También creo que hay otras dimensiones que son invisibles, pero que existen y coexisten. Siento que el arte genera una cosa visible, que es un tejido o un bordado o lo que sea, pero ahí hay un trabajo que está también hecho en otras dimensiones. Es como si uno jalara hilos de tejidos, cuando uno teje no solo teje la materia, sino está tejiendo pensamiento y proceso. Cuando uno se encuentra con la pieza artística que es materia, uno llega a comunicarse con ella cuando uno puede ver más allá de lo material e ir hacia el pensamiento. Ahí es donde está el poder del arte, no en el producto, sino en la dimensión no visible que se tejió ahí. El poder del arte está en lo invisible, ahí asume el poder de transformar, sanar y recordar identidades.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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