La escritura, el periodismo y el poder según Carlos Manuel Álvarez
Una entrevista para hablar del ejercicio de escribir ficción y no ficción con el periodista cubano, quien ganó el Premio Anagrama de Crónica 2022.
Andrés Osorio Guillott
Hablemos de esa idea de la forma en la escritura como un anhelo de la belleza...
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Hablemos de esa idea de la forma en la escritura como un anhelo de la belleza...
La escritura es forma, creo que en última instancia la decisión de las palabras termina siendo, o debería terminar siendo siempre una decisión estética, sabiendo que esa decisión por supuesto incluye también una apuesta política y una apuesta ética inevitablemente. Pero lo que quiero decir es que el sentido estético, sea lo que sea que esto signifique, no puede estar subordinado a prerrogativas externas o a ideas que no son ideas propiamente de la condición interna de la escritura. Es decir, a determinadas ideologías determinadas posiciones políticas. No quiere decir que el autor no sea un autor político, es algo que es inevitablemente. Desde la escritura son siempre armas que tienen que tener muy presente la mirada estética, deben tener muy presente la forma. Es ahí donde se decide la política del autor, es donde se deciden los tantos otros niveles de los calabozos muchas veces en los textos. Y el descuido de esa premisa es, por supuesto, la traición de todas las demás convicciones que uno tenga en todos los planos. Por eso la forma es fundamental.
Una discusión de siempre, pero hablemos de ese rasgo político en el arte, en este caso en la escritura.
Político en relación con el lenguaje público, con el lenguaje social, con su posición dentro de ese sistema de relaciones de comunicación, dentro de la importancia que puede tener ese texto. Las tradiciones a las que pertenece, lo que rompe, lo que legitima, lo que no rompe, lo que no legitima. Hay por supuesto escritores que no tienen una posición intelectual ante el campo social al que pertenece. Hay otros que sí, pero inevitablemente lo tengas o no, el texto per se es obviamente está inscrito en un sistema de relaciones y de lecturas que lo vuelve político y que es mejor que tenga esa conciencia para entonces cumplir un papel activo, porque de todas maneras lo vas a cumplir. Tengas o no tengas la conciencia sobre eso. Y no tenerla es muchas veces bastante peligroso para el texto que haces.
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Y la escritura, incluyendo la estética, ¿tiene necesariamente una relación también con la ética?
Creo que siempre la tiene. Para mí, además, creo que la ética es belleza. Para mí son conceptos que están realmente muy implicados, porque mi ejercicio de la narrativa luego toma como algunas veredas formales o genéricas que ya lo distancian, pero en el punto de la escritura básicamente casi todo es la no ficción, la ficción, el periodismo, las novelas que hago. La materia es siempre la misma. Y entonces el tratamiento que hago de ellas es un tratamiento que en principio la carga emotiva y la carga de conciencia con la que le entro no las puedo separar. Entonces el componente del disco para mí es fundamental. Es fundamental y es parte.
¿En qué momento se logra que haya una emoción sin que eso apele a un inmediatismo en el lector?
Es que creo que la emoción y el goce estético pasan por el propio riesgo de la escritura, más que por aquellos temas que la escritura esté tratando. Pasa por cómo el escritor resuelve determinados conflictos dentro de él. Pienso que al final la emoción radica únicamente en el lenguaje y en su uso del lenguaje, y que los temas son siempre una excusa, un pretexto para el desarrollo de esa capacidad, primero emotiva y segundo intelectual, que tiene el lenguaje. El lenguaje es un animal que piensa y es un animal que siente, y es eso con lo que conecta el lector cuando está ante una escritura de verdad, y es eso lo que a mí me provocan los autores que son importantes, para mí todos, es decir, la tendencia política que tengo.
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Usted asegura que hace parte del periodismo, pero que está en contra de él, o al menos de un sector y de una forma, ¿cuáles son?
Estoy en contra de la prensa como máquina institucional,como máquina económica y como máquina política. Es decir, me parece que los periodistas solemos ser demasiado condescendientes hacia nosotros mismos o la prensa suele verse a sí misma en un lugar sumamente autocompasivo como el fiscal de los derechos públicos, el juez que tiene que condenar a los poderes políticos, a los poderes económicos, desconociendo que también forman parte de esos poderes políticos y de esos poderes económicos. La prensa pone y quita presidentes, la prensa legitima o no negocios corruptos, todos estos poderes económicos tienen un brazo directo; la prensa es la caja de resonancia muchas veces de sus intereses y los periodistas pasamos de largo ese cuestionamiento. Entonces es muy difícil, creo yo. Por eso me parece a mí que la crisis del periodismo liberal en todas partes es más que evidente justamente porque no se puede asumir ese lugar de ser la conciencia feroz de la sociedad y de la fiscalización de los derechos públicos y de la transparencia de la sociedad si no se empieza precisamente reconociendo que somos parte de todo ese entramado de corrupción. Entonces en todas partes se habla de la prensa como una categoría impoluta, como una categoría que solo se dedica a fiscalizar a los demás y que parece no tener churre debajo de su alfombra. La idea de aislarse o la idea de creer que uno va a tener una autoridad moral por no estar, digamos, implicado en aquella máquina de corrupción es siempre una idea desde mi punto de vista, extremadamente burguesa, en el sentido de que crees que tener tu conciencia limpia es mejor que estar implicado en el juego y tratar de proponer y de cambiar el juego desde adentro o al menos de decirlo desde lugares de mayor resonancia, porque muchas veces estos aislamientos lo que llevan es que básicamente también a una ineficacia política porque te sales completamente del sistema de medios. Quién te lee, quién te ve, dónde estás, desde dónde propones básicamente eso solo repercute para tu propia satisfacción personal pero no tiene ningún tipo de respuesta, no tiene ningún tipo de eficacia, digo, hacia los demás entonces eso es un poco como mi idea no propiamente contra el periodismo, pero sí contra la institución de la prensa.
¿Y qué opina del periodismo como otra rama del poder?
Me parece que eso es muy evidente en este momento en Colombia. Es evidente la idea de la complicidad de la oligarquía desde la prensa en medios como Semana. La idea de que el cuestionamiento a las figuras políticas tradicionales ya supone el cumplimiento del ejercicio de la prensa cuando en realidad esto es algo mucho más profundo. Estamos hablando de la configuración de un modelo de prensa que cree que es lícito el ejercicio aparentemente neutral de la información cuando sabemos que tal cosa no existe. ¿Por qué el periodismo no puede acompañar los procesos sociales? ¿Cuáles son las relaciones de poder con una sociedad y qué es lo que una sociedad necesita? En América Latina se reproducen muchos procesos de estos. A mí me simpatiza Petro, me simpatiza Francia. Y me parece muy claro que buena parte de la avalancha informativa que hay contra ellos está en las manos de la oligarquía de este país, que disfraza esto de lo que aparentemente tiene que hacer objetivamente la prensa. Tengo un gran conflicto con eso y no comprendo a los periodistas que ejecutan su labor de esta forma.