Carmen María Machado y el tabú de la violencia en la comunidad Queer
“En la casa de los sueños”, libro de la autora cubana, se expone desde la autobiografía un caso de violencia en la comunidad Queer. La escritora fue una de las invitadas al Hay Festival.
Andrés Osorio Guillott
Carmen María Machado, una de las invitadas al pasado Hay Festival de Cartagena, expone en su libro En la casa de los sueños su historia con su expareja. En la obra, la autora vislumbra el maltrato físico y psicológico en la comunidad Queer, un tema que es considerado tabú en las relaciones no heterosexuales.
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Carmen María Machado, una de las invitadas al pasado Hay Festival de Cartagena, expone en su libro En la casa de los sueños su historia con su expareja. En la obra, la autora vislumbra el maltrato físico y psicológico en la comunidad Queer, un tema que es considerado tabú en las relaciones no heterosexuales.
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“Fue extraño, fue difícil. Pero decidí poner ese tabú a un lado. Entiendo que está ahí, pero dejé de pensar necesariamente en ese tema para poder avanzar en la construcción de la historia”, dijo Carmen Machado sobre ese momento en que debía enfrentarse a la exposición de la violencia en una relación homosexual.
Un libro que rompe con varios imaginarios. Machado, que en el epílogo de En la casa de los sueños reconoce que se siente “cómoda hablando” como una “mujer homosexual mas o menos cisgénero” (que significa que la identidad de género coincide con el sexo asignado), dice que “En un ensayo sobre Cómo acabar con la escritura de las mujeres, de Joanna Russ, Lee Mandelo dice que la historia de las mujeres está «escrita en la arena». No se me ocurre una metáfora más adecuada para el proceso de escribir este libro, que se basaba en encontrar textos centrados en el colectivo queer y maltrato doméstico; dos temas que, históricamente, han permanecido ocultos, o de los que se ha hablado poco”.
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El mundo tiende a homogeneizar discursos, a normalizar acciones por la repetición de las mismas. Por eso, entre muchas otras razones, es tabú hablar de casos de violencia entre personas de la comunidad LGBTIQ+ o Queer. Lo “normal” es hablar de violencia de género en personas heterosexuales, de casos de maltrato de hombres a mujeres, o de violencia por homofobia o transfobia. Pero Machado habla desde su experiencia y confronta no solo las heridas de su memoria, sino también ese tema oculto mientras destruye la metáfora de la casa de los sueños, y ataca también ese espacio como algo relacionado enteramente con la mujer.
“Siempre me han interesado las casas embrujadas. Había varios elementos que tienen que ver con la casa como el lugar doméstico, seguro, pero en este caso también podía significar una prisión, encerrar miedos. La casa se ha conocido tradicionalmente como un espacio en el que el dominio le pertenece a la mujer, y esos elementos hicieron que eligiera este lugar específico para contar la historia”, aseguró Carmen María Machado.
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“Todos tenemos esa idea de la casa de nuestros sueños, y con este ideal quería desarmar ese imaginario. Cuando soñamos pasa algo y es que nos dividimos, mi cuerpo está en un lugar y mi cabeza está en otro. Quise utilizar esta figura para contar la historia”, explicó Machado, quien en el libro pone sobre la mesa que en realidad todos soñamos con nuestro hogar ideal, pero a medida que se desarrolla la narración, se derrumba esa imagen y con ella se da también ese choque entre lo real y lo imaginario, y esa noble idea de la casa de los sueños pasa a ser un sitio tortuoso, y es ahí cuando se comprende que una de las peores experiencias para un ser humano es ver cómo se desmorona una utopía.
“Es evidente que la mujer maltratada ha existido desde que los seres humanos han sido capaces de manipulación psicológica y violencia interpersonal, pero tanto el concepto generalmente entendido como la víctima existen solo desde hace unos cincuenta años. La conversación sobre violencia doméstica dentro de las comunidades queer es aún más reciente, y aún más velada. (...) Introduzco en el archivo que la violencia doméstica entre compañeras que comparten identidad de género es posible, y además no poco corriente, y que puede parecerse a esto. Hablo en el silencio. Tiro la piedra de mi historia a una vasta grieta; midan el vacío por el poco ruido que hace”, se lee en el libro.
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Cierto tono contestatario se siente en la lectura, ¿y de qué otra forma se escribiría la historia? Podría preguntarse uno. Pero, contrario a los prejuicios, el libro no es solamente la exposición de un relato autobiográfico sobre la violencia doméstica, sino también una exploración de la literatura y la teoría alrededor de la comunidad Queer, de manera que por apartes la narración pasa a ser también una especie de ensayo en el que se mencionan autores y conceptos que han sido estudiados especialmente después de la segunda mitad del siglo XX y que ayudan a entender las problemáticas que rodean este tema, en especial a la violencia contra y entre la misma comunidad.
“No tenía muy claro cómo contar la historia. Los recursos narrativos del género me ayudaron a ello”, reconoció Carmen María Machado. Y su afirmación se ve argumentada cuando escribe que: “La fantasía es, me parece, el cliché que mejor define la homosexualidad femenina. (...) La literatura sobre maltrato doméstico queer está infestada de referencias a ese sueño y su fractura que resulta ser una agresión tanto como un ojo morado o una muñeca retorcida. Incluso el eterno símbolo de la identidad queer -el arcoíris- es una promesa de no repetir el acto de violencia suprema cometido por un dios caprichoso e iracundo. (...) Reconocer la insuficiencia de ese idealismo es casi tan doloroso como reconocer que somos iguales a los heterosexuales en este aspecto: estamos en el fango, como todo el mundo. Todo lo referente a esa fantasía es un acto de optimismo supremo, o, siendo menos caritativo, de arrogancia”.
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Machado, por ejemplo, en un punto habla de que un rasgo común del maltrato doméstico es la dislocación. Allí, la autora afirma que “la víctima se ha mudado a un sitio nuevo, o que está en un lugar donde no habla la lengua, o se ha visto desvinculada de alguna otra manera de su red de apoyo, de sus amigos o familia, de su capacidad para comunicarse. Las circunstancias y el aislamiento la hacen vulnerable. Su único aliado es su agresor; es decir, no tiene ningún aliado en absoluto”.
“Las memorias son, en esencia, un acto de resurrección”, escribe Machado, y el libro es, principalmente, la recolección de recuerdos traumáticos que no solo se han transformado en su mente en una obsesión frente a una problemática de la humanidad, sino también en una forma de reconciliarse con los acontecimientos que vivió y que tienen secuelas también en lo corporal, pues al preguntarle sobre su relación con su cuerpo después de lo sucedido, aceptó que: “Hay suficiente evidencia que dice que en el cuerpo habita el trauma. Eso es algo que se sabe por la ciencia y ha sido un tema muy estudiado. Reconozco y entiendo que todavía hay residuos de mi experiencia reflejados en mi”.
Pasaron varios segundos mientras pensaba la pregunta sobre los cuestionamientos que quedaron tras escribir En la casa de los sueños sobre el feminismo y sobre su feminidad. Finalmente, Carmen María Machado aseguró que: “Soy feminista. Y sé que mi trabajo es feminista, pero no pienso mucho en mi propia feminidad. Reconozco que soy una mujer en el mundo y sobre eso es lo que siempre voy a escribir”.