Banksy: cuando las paredes hablan
A partir de hoy y hasta el 31 de diciembre se presenta en la casona Villa Adelaida la exposición no autorizada del artista callejero.
Danelys Vega Cardozo
Llueve. Por ratos se escuchan truenos. Dos portones cubiertos con imágenes de ratas y unas cuantas letras negras, en la carrera séptima con calle 70 (Bogotá), permiten el acceso a una casona con 101 años de antigüedad. No es la única opción que tienen sus visitantes para ingresar, porque detrás de aquella vivienda también hay un parqueadero que contiene un pasadizo. El inmueble está rodeado de una pequeña zona verde. En un espacio, que parece una vitrina, se observa al fondo una pared blanca acompañada de un letrero con letras rojas: “Merch” (mercadería). A su lado están pintados, a blanco y negro, una niña y un niño, ambos llevan dos chalecos antibalas con la inscripción “policía”. Aquel mural es una réplica de la obra Jack and Jill, de la serie Police Kids, de un artista callejero británico: Banksy.
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Llueve. Por ratos se escuchan truenos. Dos portones cubiertos con imágenes de ratas y unas cuantas letras negras, en la carrera séptima con calle 70 (Bogotá), permiten el acceso a una casona con 101 años de antigüedad. No es la única opción que tienen sus visitantes para ingresar, porque detrás de aquella vivienda también hay un parqueadero que contiene un pasadizo. El inmueble está rodeado de una pequeña zona verde. En un espacio, que parece una vitrina, se observa al fondo una pared blanca acompañada de un letrero con letras rojas: “Merch” (mercadería). A su lado están pintados, a blanco y negro, una niña y un niño, ambos llevan dos chalecos antibalas con la inscripción “policía”. Aquel mural es una réplica de la obra Jack and Jill, de la serie Police Kids, de un artista callejero británico: Banksy.
Desde hace 15 días la casona Villa Adelaida se ha ido transformando en un refugio de arte urbano, en donde las obras de Banksy son las protagonistas. “Un tiempo récord, la verdad”, dice Germán Navas, el productor de la exhibición Banksy: ¿genio o vándalo?. Mientras realiza un recorrido por los espacios de la vivienda, menciona lo complicado que fue el traslado de las piezas desde Los Ángeles y Bélgica hasta Bogotá. Cuando llegaron a la capital, estuvieron guardadas en una bodega del aeropuerto bajo seguridad. “La traída desde el aeropuerto hasta acá fue con convoy armado, así como en las películas”. Medidas de seguridad impuestas por los rusos, porque el dueño de aquellas obras es un señor que reside en Moscú, ese que estará vigilándolas desde su hogar, gracias a las cámaras que hay en cada una de ellas. No será el único: en los horarios en los que la exposición esté abierta al público, en la oficina de producción habrá una persona de seguridad cumpliendo la misma labor. Sin mencionar que cada cuadro tiene una alarma: si alguien lo toca, se escucha un pitido.
Pero las medidas de seguridad no terminan ahí. Hay también sensores de movimiento y láseres. Los asistentes no pueden ingresar a la exhibición con alimentos, ni siquiera con chaquetas o morrales, y algunas ventanas debieron ser cubiertas con vinilo blockout para impedir que entrara luz a la casa. Las normas de los rusos no fueron lo único que debió sortear el equipo de TBL-Live, los organizadores, para traer a Banksy a este espacio. Porque la casa fue “prestada”, pero con una condición: no abrir ni un solo hueco en ella. “No dejamos que pasara casi que ningún cable por abajo”. Entonces tuvieron que agarrarse de las tomas para sacar los puntos de corriente. Y, a pesar de todo, el único cableado que se logra observar es el de las cámaras de seguridad.
En la sala multimedia construyeron tubos para conectar los proyectores, esos mismos que sumergirán a los asistentes en una experiencia de realidad virtual. Dice el productor que, de todas las salas de la exposición, la más complicada fue la del workshop. Allí debieron construir una pared adicional, aquella que ahora está pintada de gris y en donde, en uno de sus costados, quedó plasmada una niña blanca mirando hacia abajo y vestida de negro. Más tarde, un maniquí de Banksy pensando estará en aquel lugar.
Algunos espacios fueron intervenidos por muralistas. En una de las salas de la entrada, una rata negra fue pintada en una pared blanca por uno de ellos. Letras blancas que reposan en otro espacio también requirieron de su trabajo a base de pintura y aerosol. Cada sala de la exhibición está pintada de un color distinto y acompañada por luces. “¿Qué diría Banksy?”, se pregunta Navas. Qué diría el artista que un día de 2003, en Jerusalén, utilizó la técnica del esténcil para plasmar en una pared a un joven a blanco y negro, con la cara medio cubierta, que está a punto de arrojar unas flores con su mano izquierda. Ahora esa obra es parte de la muestra, pero en dos versiones distintas. La más pequeña se encuentra dentro de un cuadro con fondo rojo. La otra está dividida en tres cuadros con marco dorado, que forman la misma pieza.
Y entonces, en una sala se observa un cuadro con la imagen de un chimpancé, sus ojos están cubiertos de blanco, el mismo color de sus orejas y de un letrero, que se desprende de sus hombros. Sus letras negras anuncian: “Laugh now, but one day we’ll be in charge” (“Ríete ahora, pero un día estaremos al mando”). Los animales, de hecho, han sido también protagonistas de las obras de Banksy. Unos de ellos han sido las ratas. En una de las salas del segundo piso reposan piezas que tienen como protagonistas a estos roedores. Uno de los cuadros se destaca por estar acompañado del símbolo anarquista en rojo. Otro contiene un grafiti azul, aquí la rata lleva una gorra y una cadena gruesa. En una de sus manos sostiene un equipo de sonido. Mientras tanto, en otra pieza, un roedor porta un pincel negro con la punta roja, porque al parecer ha sido el autor de un corazón rojo que se encuentra cerca de él.
Aquella figura vuelve a aparecer en la sala conjunta, pero ahora en forma de globo. Entonces, en un cuadro se ve a una niña a blanco y negro tratando de alcanzarlo, pero el corazón ya se ha distanciado. Hace cuatro años se realizó una subasta en Londres de esta pieza, pero quizá nadie se imaginaba lo que había escondido en su marco: un mecanismo de trituración. Sin embargo, las cosas no salieron como las tenía planeada Banksy, así que, cuando se vendió la obra y el artista activó aquel sistema, el globo quedó intacto, mientras que todo quedó destruido desde la cabeza de la niña para abajo. Ahora, en otra pieza, en la cima de una montaña de misiles y armas, hay una niña y un niño que parecen estar mirándose. Él carga un peluche. Hay uno de esos globos rojos cerca de ellos.
“If graffiti changes anything-it woul be illegal” (“Si el grafiti cambiara algo, sería ilegal”), se lee en un cuadro que está acompañado de una rata. En otro espacio, una mujer va cayendo en el aire mientras sostiene un carro de mercado que contiene un par de objetos. “Shop Until You Drop” (“Comprar hasta el cansancio o hasta caer”) es el nombre de aquella obra que fue elaborada en esténcil, en 2011, por Banksy en un edificio de Londres. Conocer los lugares donde ha plasmado su arte también es una posibilidad dentro de la exposición. En el primer piso hay un mapa mundial con algunas fotografías de sus piezas y el nombre de la ciudad donde las pintó.
“Dismaland” se lee en una pintura acompañada de un cartel de publicidad de Minnie Mouse. Un cartel que se ve destruido, tan destruido como el resto del parque. Entonces, en esa misma sala, se observa un castillo en ruinas con algunos visitantes. Cerca, hay un lago en donde se encuentra la imagen difuminada de La Sirenita. Y es que, en 2015, Banksy creó un parque temporal a modo de crítica de Disneyland. Los personajes de esta industria vuelven a aparecer en otra sala. Esta vez se trata de Mickey Mouse, quien sostiene uno de los antebrazos de una niña desnuda, aquella que nos traslada a la Guerra de Vietnam, cuando a los estadounidenses se les dio por lanzar una bomba de napalm en una de las aldeas de aquel país. Entonces, la ropa de una pequeña, llamada Phan Thị Kim Phúc, quedó incinerada. A raíz de aquel suceso salió corriendo desnuda hacia la carretera. En la pintura del artista callejero, el otro antebrazo de la niña es agarrado por Ronald Mc Donald, quien con su mano derecha saluda, expresión que es acompañada por una sonrisa.
Banksy también ha sido objeto de críticas. Algunos creen que sus acciones contradicen su arte, pues a pesar de estar en contra del capitalismo, sus obras son vendidas alrededor del mundo a precios elevados. Esas mismas piezas que luego terminan siendo exhibidas en muestras como estas, en exposiciones no autorizadas, en las que son los coleccionistas quienes prestan las obras. Es decir, el artista no se lucra por ellas, aunque su nombre y sello de autenticidad viajen por todo el mundo. “La gente me ama o me odia o no le importa”, diría Banksy.