Robert Bilott se enfrentó a una disyuntiva: tomar el caso de un civil, que usualmente no lo hacía, pues sus clientes eran grandes compañías, o ignorar la postura del granjero y evitar un conflicto con el emporio químico. Sin embargo, el dilema era más profundo: la vida y la salud de los miembros de la comunidad, a la que de niño de alguna u otra forma perteneció, estaban en riesgo.
Foto: Archivo particular