De la justicia como virtud: un posible diálogo entre Aristóteles y John Rawls
A propósito del natalicio de John Rawls, filósofo estadounidense, hablamos de justicia, un concepto que también fue central siglos atrás para Aristóteles.
Andrés Osorio Guillott
Decía Aristóteles en la Ética a Nicómaco que: “Vemos que todos suelen referirse a la justicia como la disposición por la cual los hombres son capaces de realizar acciones justas y por la que suelen obrar rectamente y lo desean. De la misma manera también con la injusticia: es la disposición por la que realizan obras injustas y lo desean. Por tanto, quede esto para nosotros, antes que nada, asentado como en un bosquejo”.
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Decía Aristóteles en la Ética a Nicómaco que: “Vemos que todos suelen referirse a la justicia como la disposición por la cual los hombres son capaces de realizar acciones justas y por la que suelen obrar rectamente y lo desean. De la misma manera también con la injusticia: es la disposición por la que realizan obras injustas y lo desean. Por tanto, quede esto para nosotros, antes que nada, asentado como en un bosquejo”.
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¿Hay pérdida de valores? ¿Si la hay qué pasa con la justicia y el orden? ¿Podría entenderse que una acción justa propende al bien de los demás? ¿En esa medida todo acto que llamemos justo un acto virtuoso? Para Aristóteles la justicia sí era la mayor de las virtudes: “Es perfecta, porque quien la posee puede conducirse virtuosamente con otros y no sólo consigo mismo. En efecto, muchos pueden conducirse virtuosamente en sus asuntos particulares, pero son incapaces de hacerlo con otro. (...) Aquel que se conduce viciosamente consigo mismo y con los amigos será el peor, pero no será el mejor quien lo hace virtuosamente para con él mismo, sino quien lo hace para con otro: pues ello es tarea difícil. Por tanto, esta justicia no es una parte de la virtud, sino la virtud en su totalidad -y su opuesto, la injusticia, no es sólo una parte del vicio, sino el vicio en su totalidad-”.
¿Y por qué hablamos de virtud y de justicia y qué tiene que ver Aristóteles con John Rawls, filósofo estadounidense del siglo XX? Porque justamente él partió de la justicia como virtud, concepto que permite enlazar una reflexión entorno a la importancia de lo justo como aquello que no es solo imperante para el equilibrio de una sociedad en cuanto a comunidad y cuanto a instituciones, sino que además es bueno en tanto que nos hace sujetos que piensan más allá de los intereses particulares para pensar en los intereses y en el bienestar colectivo.
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“La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. Una teoría, por muy atractiva, elocuente y concisa que sea, tiene que ser rechazada o revisada si no es verdadera; de igual modo, no importa que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o abolidas. Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede atropellar. Es por esta razón por la que la justicia niega que la pérdida de libertad para algunos se vuelva justa por el hecho de que un mayor bien es compartido por otros. No permite que los sacrificios impuestos a unos sean compensados por la mayor cantidad de ventajas disfrutadas por muchos”, decía Rawls en la Teoría de la justicia.
¿Pero y cómo se eligen a quienes deben asignar los derechos y deberes básicos? ¿Cómo se definen los parámetros de la justicia o de lo justo? ¿Quiénes serían virtuosos para dirigir esas instituciones sociales? Aquí podemos volver a Aristóteles, que decía que: “Hay que suponer que necesariamente ocurre algo semejante con las virtudes morales: todos deben participar de ellas, pero no de la misma manera, sino sólo en la medida en que es preciso a cada uno para su función. Por eso el que manda debe poseer perfecta la virtud ética (pues su función es sencillamente la del que dirige la acción, y la razón es como el que dirige la acción); y cada uno de los demás, en la medida en que le corresponde”.
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Por su parte, Rawls apela a una noción llamada el “velo de ignorancia” para explicar cómo surgen los principios de la justicia: “Esto asegura que los resultados del azar natural o de las contingencias de las circunstancias sociales no darán a nadie ventajas ni desventajas al escoger los principios. Dado que todos están situados de manera semejante y que ninguno es capaz de delinear principios que favorezcan su condición particular, los principios de la justicia serán el resultado de un acuerdo o de un convenio justo, pues dadas las circunstancias de la posición original y la simetría de las relaciones entre las partes, esta situación inicial es equitativa entre las personas en tanto que seres morales, esto es, en tanto que seres racionales con sus propios fines, a quienes supondré capaces de un sentido de la justicia”.
Rawls reconoce que su teoría de la justicia busca ahondar en el contrato social que expusieron pensadores como John Locke, Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant. A partir de ahí, por ejemplo habla de la justicia como imparcialidad, es decir, de un escenario natural en el que “aquellos que se dedican a la cooperación social eligen, en un acto conjunto, los principios que han de asignar los derechos y deberes básicos y determinar la división de los beneficios sociales. Los hombres habrán de decidir de antemano cómo regularán las pretensiones de unos y otros, y cuáles serán los principios fundamentales de su sociedad”.
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Rawls de alguna manera se acerca a Aristóteles en tanto piensa que la justicia se vuelve virtud cuando esta se transforma en hábito: “La justicia es la virtud de la práctica allí donde existen intereses competitivos y cuando las personas se sienten facultadas para hacer valer sus derechos unas frente a otras”. Esto, para decir que de ese escenario de justicia como imparcialidad, surge naturalmente y con el paso del tiempo la competencia, y en ese ejercicio de conflicto entre intereses debe darse el principio de la justicia como virtud y, en palabras del estadounidense, esto permitiría que el “plan racional de vida, hecho según las condiciones a que se enfrenta y también para permitir la satisfacción armónica de los intereses” de alguien no choque con las de los otros.
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Aunque hemos planteado definiciones de virtud y justicia desde ambos filósofos, vale la pena preguntarse qué pasa cuando lo justo y lo virtuoso está asociado a una creencia, a una constitución o a unas leyes que no responden a su tiempo. Esa duda surge, por ejemplo, cuando Rawls explica cómo pueden determinarse las virtudes según la justicia establecida: “una persona buena, o una persona de valor moral, es la que tiene en un grado superior al promedio los rasgos de base amplia del carácter moral que es racional que las personas en la situación original deseen las unas.en las otras. Como los principios de la justicia han sido decididos, y estamos dando por supuesto un apego riguroso a ellos, cada individuo sabe que, en la sociedad, debe desear que los demás tengan los sentimientos morales que sostienen la adhesión a aquellas normas. Así, podemos decir alternativamente que una persona buena tiene los rasgos de carácter moral que es racional que los miembros de una sociedad bien ordenada deseen en sus compañeros”.
Tiempos en los que se habla de pérdida de valores. Y pérdida de valores deriva en personas incapaces para el buen ejercicio del gobierno y la justicia, pues ambos beben de las virtudes, y volver a quienes se preguntaron por el sentido de estos conceptos es volver también a preguntas que olvidamos y son esenciales para comprender lo que entendemos por orden, por las leyes y los actos que nos definen, nos gobiernan y nos determinan. Y habíamos citado a Aristóteles para decir que “el que manda debe poseer perfecta la virtud ética (pues su función es sencillamente la del que dirige la acción, y la razón es como el que dirige la acción); y cada uno de los demás, en la medida en que le corresponde”, y aquí de nuevo Rawls se acerca al griego cuando dice que “Vemos, pues, que siendo las excelencias de nuestra persona lo que aportamos a los asuntos de la vida social, deben procurarse todas las virtudes, y su ausencia puede exponernos a la vergüenza”.