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                                                                                                                                Dormir (Cuentos de sábado en la tarde)

                                                                                                                                Hace tiempo que no duermo bien. No sé bien en qué momento perdí esa habilidad. Poco ha cambiado la rutina, sin embargo, el resultado no es el mismo. Recuerdo que mi abuelo solía decir que me podía quedar dormido cuidando a un león. Ahora, por más de que lo intente, es como si el sueño se esfumara ante el más mínimo cambio en el aire.

                                                                                                                                Nicolás Rocha Cortés

                                                                                                                                "No estoy tan cansado como debería. Al menos no después de noches de tres horas de sueño ininterrumpido o de cinco horas distribuidas en pequeñas siestas de una hora. Pero sé que he perdido algo".
                                                                                                                                Foto: Lux Graves - Unsplashed
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hace unos meses creí que era cuestión de estrés, de cambiar de ambiente. Viajé, pero tampoco pude dormir bien. Aquella vez las excusas fueron la estridulación de los grillos, las almohadas altas de la cama y el hecho de que el día de muchos huéspedes comenzaba religiosamente a las cinco de la mañana, por lo que el sonido de las duchas, los pasos y algunas conversaciones distorsionadas, se escurría entre las delgadas paredes del hotel.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No estoy tan cansado como debería. Al menos no después de noches de tres horas de sueño ininterrumpido o de cinco horas distribuidas en pequeñas siestas de una hora. Pero sé que he perdido algo.

                                                                                                                                He intentado todo lo que me sugieren. Terapia, gotas/gomas/comestibles, yoga, tapones para los oídos, listas de reproducción con sonidos tenues, olas que arrullan, cantos de ballenas, o de monjes tibetanos, un par de copas de vino. La belleza del mercado reside en el amplio abanico de opciones para fracasar.

                                                                                                                                Aunque todas las opciones regalan una o dos noches buenas, el cuerpo se adapta con facilidad.

                                                                                                                                Luego de ejecutar todos los rituales que la autoayuda ofrece, me resigno a releer textos viejos en los que encuentro consuelo. Me gustaría creer que, como escribió Clarice Lispector, “son las cuatro de la madrugada y es una hora tan bella que cualquiera que esté despierto está de algún modo rezando”.

                                                                                                                                Le podría interesar: Historia de la literatura: “Cumbres Borrascosas”

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                "No estoy tan cansado como debería. Al menos no después de noches de tres horas de sueño ininterrumpido o de cinco horas distribuidas en pequeñas siestas de una hora. Pero sé que he perdido algo".
                                                                                                                                Foto: Lux Graves - Unsplashed
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hace unos meses creí que era cuestión de estrés, de cambiar de ambiente. Viajé, pero tampoco pude dormir bien. Aquella vez las excusas fueron la estridulación de los grillos, las almohadas altas de la cama y el hecho de que el día de muchos huéspedes comenzaba religiosamente a las cinco de la mañana, por lo que el sonido de las duchas, los pasos y algunas conversaciones distorsionadas, se escurría entre las delgadas paredes del hotel.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No estoy tan cansado como debería. Al menos no después de noches de tres horas de sueño ininterrumpido o de cinco horas distribuidas en pequeñas siestas de una hora. Pero sé que he perdido algo.

                                                                                                                                He intentado todo lo que me sugieren. Terapia, gotas/gomas/comestibles, yoga, tapones para los oídos, listas de reproducción con sonidos tenues, olas que arrullan, cantos de ballenas, o de monjes tibetanos, un par de copas de vino. La belleza del mercado reside en el amplio abanico de opciones para fracasar.

                                                                                                                                Aunque todas las opciones regalan una o dos noches buenas, el cuerpo se adapta con facilidad.

                                                                                                                                Luego de ejecutar todos los rituales que la autoayuda ofrece, me resigno a releer textos viejos en los que encuentro consuelo. Me gustaría creer que, como escribió Clarice Lispector, “son las cuatro de la madrugada y es una hora tan bella que cualquiera que esté despierto está de algún modo rezando”.

                                                                                                                                Le podría interesar: Historia de la literatura: “Cumbres Borrascosas”

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por Nicolás Rocha Cortés

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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