El arte invisible detrás de un álbum musical
Harbey Marín, quien ha trabajado en discos de artistas como Carlos Vives, Aterciopelados o Lucio Feuillet, compartió sus reflexiones sobre su trabajo y el futuro de la industria musical.
Diana Camila Eslava
Los trabajos realizados en su estudio de grabación ya cuentan con seis Grammy Latinos y 20 nominaciones. Usted tiene dos Grammy con su nombre. ¿Qué se siente ganar uno de estos premios?
Yo creo que hay que estar muy mesurado con ese asunto del Grammy y darle solamente la importancia justa y necesaria. Creo que a veces se sobredimensiona su importancia. Es un reconocimiento bonito a un trabajo que sí tiene un valor, pero que debe recibirse y entenderse en su justa proporción.
¿Qué hay detrás de lograr un reconocimiento de esa categoría?
Cada proyecto es distinto y requiere esfuerzos diferentes. Siempre he creído que es importante entender que el Grammy no es solo de uno, sino de todos los que aportamos a un proyecto. Hay discos hermosos que se hacen con pocos elementos artísticos, son preciosos, y obtienen su reconocimiento en contraste con otros discos que son hilados punto a punto. No hay una misma ecuación para todos.
¿Cómo es un día suyo de trabajo?
Como cualquier ciudadano en Colombia, me levanto muy temprano y llego al estudio a las 8 de la mañana. Cada artista es diferente y tiene necesidades distintas. Algunos necesitan sesiones mucho más complejas debido a sus itinerarios. Por ejemplo, hay artistas que quieren empezar el día a las 11 o 12 del mediodía, para salir del estudio a las 2 de la mañana y continuar al día siguiente. A veces tenemos sesiones rigurosas de 16 horas por tres días seguidos. Así que es imposible no generar relaciones más allá de lo profesional. Cuando pasas casi 40 horas en tres, cuatro días seguidos con una persona, se genera una conexión muy fuerte y se forman lazos más estrechos.
¿Qué se siente trabajar con gente tan poderosa artísticamente? ¿Qué reflexiona de esas experiencias?
De niño, conocí a los Aterciopelados y eran un referente para mí. Ya en el trabajo, el primer día que los conocí, me sentí intimidado y tenía muchas expectativas. “¿Qué tan grande es su talento? ¿Qué tipo de personas son?” Al mismo tiempo, me preguntaba si iba a estar a la altura, si iba a poder... Con los años, ese tipo de relaciones se vuelven algo más habitual. Trabajar con gente grande es muy lindo. El gran medidor de los grandes artistas no es su fama, sino la combinación de su talento y su personalidad. Cuanto más grande es el artista, siento que es más tranquilo trabajando en el estudio. La relación es más cómoda, se deja llevar más fácil y se deja acompañar de una manera diferente. En cambio, cuanto más joven es el artista, es más común encontrarse con una personalidad más posesiva de sus ideas. Es más ansioso, le dan más nervios. Pero es delicioso trabajar con los grandes artistas, con esos nombres que uno ha visto en algún momento y darse cuenta de que su personalidad es fundamental para su arte.
Tener un alto reconocimiento dentro de su esfera profesional seguramente requirió de muchos primeros pasos y de muchos errores y aciertos. ¿Qué piensa sobre su camino?
Hay una frase que suelo decirles a los pasantes que llegan al estudio o a los asistentes que he tenido durante los años, y es: uno tiene que entender que, para aprender a hacer discos, tiene que haber dañado muchos otros antes. Y siempre van a existir víctimas en el camino, daños colaterales en algún momento. Hay que cometer muchos errores y aprender de eso. Pero también les digo que las personas que escogemos esta profesión tenemos una ventaja hermosísima, y es que estamos haciendo arte. Y el arte no es una carrera, no es una competencia, el arte no se puede medir como si estuviera bien o mal; es muy relativo. Lo más importante y lo más bonito de esto es saber que no estamos haciendo cirugía cerebral. Si cometemos un error podemos echar para atrás y repararlo.
¿Para usted cuáles serían las características de un buen trabajo musical? ¿Qué elementos componen un buen álbum?
Cuando uno empieza a hacer discos busca que la técnica sea perfecta y que compita internacionalmente con la calidad del trabajo. En este momento, para mí eso es irrelevante. Lo que debe tener un disco es la capacidad de comunicar una idea al público. Si eso no está, no hay nada. Es decir, uno necesita buenas canciones; el resto viene por añadidura. El trabajo de uno como productor o ingeniero es acompañar al artista a presentar su idea al mundo. No es más que eso. Pero si la idea no es buena y si la canción no es buena, no hay nada.
¿Qué significa el éxito para usted?
El éxito en la vida no es necesariamente el reconocimiento o la fama; eso es secundario. El verdadero éxito es vivir tranquilo y feliz. Aunque pueda sonar a cliché, después de ciertos años uno empieza a entenderlo. Si vives tranquilo y feliz con lo que tienes, ahí ya eres una persona exitosa. Desde el punto de vista profesional, me siento exitoso cuando veo a un artista en un escenario cantando una canción que nosotros hicimos y la gente la está coreando. Esa es una satisfacción gigante porque significa que logramos conectar con las personas, que conseguimos comunicar esa idea. El éxtasis de ver a la gente disfrutar la música en un concierto, eso para mí no tiene precio.
¿Cómo influyen la técnica y la calidad de un estudio de grabación en la entrega final de una canción?
Cuando uno escucha una canción, aunque sea muy buena, si la calidad técnica no es adecuada, puede resultar incómoda para el oído. Esa interacción entre el oído y el cerebro es crucial. Si la canción tiene problemas técnicos, podemos estar desperdiciando una hermosa composición por una mala manufactura. Claramente, la canción siempre es más importante, pero la calidad del estudio de grabación es fundamental. Un buen estudio debe proporcionar todos los recursos necesarios para inspirar al artista. Desde la construcción del espacio y el aislamiento para evitar ruidos externos, hasta la minimización de distracciones para el artista, todo contribuye a una grabación más limpia y profesional. Dado el debate actual sobre la calidad de la nueva música, sería interesante explorar cómo los estudios modernos están abordando estos desafíos.
Con su experiencia, ¿cómo ve el presente y el futuro de la música con todo lo que está pasando ahora? ¿Hacia dónde cree que van la industria y el movimiento musical?
No creo que haya una respuesta definitiva para eso. Aunque la gente acumula información para hacer pronósticos, la situación es demasiado compleja, con numerosos factores en juego: la educación, el entorno social, los recursos económicos o el deseo de simplificar las cosas. Personalmente, no considero que la inteligencia artificial tenga gran relevancia en este contexto; ya somos bastante artificiales por nuestra cuenta, sin necesidad de esa tecnología. Creo que el futuro siempre requerirá expresiones artísticas genuinas. Ahora, cualquiera puede crear una canción en casa, publicarla en plataformas como Spotify y promocionarla, lo que lleva a una saturación del mercado. Aunque esto democratiza el arte y es valioso en muchos aspectos, también significa que hay una gran cantidad de música que puede pasar desapercibida, y esto requiere un esfuerzo adicional para filtrar lo que realmente merece atención.
Los trabajos realizados en su estudio de grabación ya cuentan con seis Grammy Latinos y 20 nominaciones. Usted tiene dos Grammy con su nombre. ¿Qué se siente ganar uno de estos premios?
Yo creo que hay que estar muy mesurado con ese asunto del Grammy y darle solamente la importancia justa y necesaria. Creo que a veces se sobredimensiona su importancia. Es un reconocimiento bonito a un trabajo que sí tiene un valor, pero que debe recibirse y entenderse en su justa proporción.
¿Qué hay detrás de lograr un reconocimiento de esa categoría?
Cada proyecto es distinto y requiere esfuerzos diferentes. Siempre he creído que es importante entender que el Grammy no es solo de uno, sino de todos los que aportamos a un proyecto. Hay discos hermosos que se hacen con pocos elementos artísticos, son preciosos, y obtienen su reconocimiento en contraste con otros discos que son hilados punto a punto. No hay una misma ecuación para todos.
¿Cómo es un día suyo de trabajo?
Como cualquier ciudadano en Colombia, me levanto muy temprano y llego al estudio a las 8 de la mañana. Cada artista es diferente y tiene necesidades distintas. Algunos necesitan sesiones mucho más complejas debido a sus itinerarios. Por ejemplo, hay artistas que quieren empezar el día a las 11 o 12 del mediodía, para salir del estudio a las 2 de la mañana y continuar al día siguiente. A veces tenemos sesiones rigurosas de 16 horas por tres días seguidos. Así que es imposible no generar relaciones más allá de lo profesional. Cuando pasas casi 40 horas en tres, cuatro días seguidos con una persona, se genera una conexión muy fuerte y se forman lazos más estrechos.
¿Qué se siente trabajar con gente tan poderosa artísticamente? ¿Qué reflexiona de esas experiencias?
De niño, conocí a los Aterciopelados y eran un referente para mí. Ya en el trabajo, el primer día que los conocí, me sentí intimidado y tenía muchas expectativas. “¿Qué tan grande es su talento? ¿Qué tipo de personas son?” Al mismo tiempo, me preguntaba si iba a estar a la altura, si iba a poder... Con los años, ese tipo de relaciones se vuelven algo más habitual. Trabajar con gente grande es muy lindo. El gran medidor de los grandes artistas no es su fama, sino la combinación de su talento y su personalidad. Cuanto más grande es el artista, siento que es más tranquilo trabajando en el estudio. La relación es más cómoda, se deja llevar más fácil y se deja acompañar de una manera diferente. En cambio, cuanto más joven es el artista, es más común encontrarse con una personalidad más posesiva de sus ideas. Es más ansioso, le dan más nervios. Pero es delicioso trabajar con los grandes artistas, con esos nombres que uno ha visto en algún momento y darse cuenta de que su personalidad es fundamental para su arte.
Tener un alto reconocimiento dentro de su esfera profesional seguramente requirió de muchos primeros pasos y de muchos errores y aciertos. ¿Qué piensa sobre su camino?
Hay una frase que suelo decirles a los pasantes que llegan al estudio o a los asistentes que he tenido durante los años, y es: uno tiene que entender que, para aprender a hacer discos, tiene que haber dañado muchos otros antes. Y siempre van a existir víctimas en el camino, daños colaterales en algún momento. Hay que cometer muchos errores y aprender de eso. Pero también les digo que las personas que escogemos esta profesión tenemos una ventaja hermosísima, y es que estamos haciendo arte. Y el arte no es una carrera, no es una competencia, el arte no se puede medir como si estuviera bien o mal; es muy relativo. Lo más importante y lo más bonito de esto es saber que no estamos haciendo cirugía cerebral. Si cometemos un error podemos echar para atrás y repararlo.
¿Para usted cuáles serían las características de un buen trabajo musical? ¿Qué elementos componen un buen álbum?
Cuando uno empieza a hacer discos busca que la técnica sea perfecta y que compita internacionalmente con la calidad del trabajo. En este momento, para mí eso es irrelevante. Lo que debe tener un disco es la capacidad de comunicar una idea al público. Si eso no está, no hay nada. Es decir, uno necesita buenas canciones; el resto viene por añadidura. El trabajo de uno como productor o ingeniero es acompañar al artista a presentar su idea al mundo. No es más que eso. Pero si la idea no es buena y si la canción no es buena, no hay nada.
¿Qué significa el éxito para usted?
El éxito en la vida no es necesariamente el reconocimiento o la fama; eso es secundario. El verdadero éxito es vivir tranquilo y feliz. Aunque pueda sonar a cliché, después de ciertos años uno empieza a entenderlo. Si vives tranquilo y feliz con lo que tienes, ahí ya eres una persona exitosa. Desde el punto de vista profesional, me siento exitoso cuando veo a un artista en un escenario cantando una canción que nosotros hicimos y la gente la está coreando. Esa es una satisfacción gigante porque significa que logramos conectar con las personas, que conseguimos comunicar esa idea. El éxtasis de ver a la gente disfrutar la música en un concierto, eso para mí no tiene precio.
¿Cómo influyen la técnica y la calidad de un estudio de grabación en la entrega final de una canción?
Cuando uno escucha una canción, aunque sea muy buena, si la calidad técnica no es adecuada, puede resultar incómoda para el oído. Esa interacción entre el oído y el cerebro es crucial. Si la canción tiene problemas técnicos, podemos estar desperdiciando una hermosa composición por una mala manufactura. Claramente, la canción siempre es más importante, pero la calidad del estudio de grabación es fundamental. Un buen estudio debe proporcionar todos los recursos necesarios para inspirar al artista. Desde la construcción del espacio y el aislamiento para evitar ruidos externos, hasta la minimización de distracciones para el artista, todo contribuye a una grabación más limpia y profesional. Dado el debate actual sobre la calidad de la nueva música, sería interesante explorar cómo los estudios modernos están abordando estos desafíos.
Con su experiencia, ¿cómo ve el presente y el futuro de la música con todo lo que está pasando ahora? ¿Hacia dónde cree que van la industria y el movimiento musical?
No creo que haya una respuesta definitiva para eso. Aunque la gente acumula información para hacer pronósticos, la situación es demasiado compleja, con numerosos factores en juego: la educación, el entorno social, los recursos económicos o el deseo de simplificar las cosas. Personalmente, no considero que la inteligencia artificial tenga gran relevancia en este contexto; ya somos bastante artificiales por nuestra cuenta, sin necesidad de esa tecnología. Creo que el futuro siempre requerirá expresiones artísticas genuinas. Ahora, cualquiera puede crear una canción en casa, publicarla en plataformas como Spotify y promocionarla, lo que lleva a una saturación del mercado. Aunque esto democratiza el arte y es valioso en muchos aspectos, también significa que hay una gran cantidad de música que puede pasar desapercibida, y esto requiere un esfuerzo adicional para filtrar lo que realmente merece atención.