El caudillo o la figura del héroe en Colombia (La cultura de la democracia)
El caudillo, también visto como héroe, es una figura que sigue deambulando en la esfera política colombiana. ¿Por qué?
Andrés Osorio Guillott
Decía Thomas Carlyle, filósofo escocés: “La historia del mundo es la biografía de los grandes hombres”. Esta frase, que hace parte del libro Culto a los héroes, suscita la reflexión sobre la manera en que contamos el pasado, y si nos referimos a Colombia, la afirmación del pensador europeo podría acercarse cuando de hablar de política se trata.
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Se acercan elecciones presidenciales, y de nuevo el escenario dicta que quienes quieren gobernar a Colombia se autoproclaman los salvadores o héroes de un nuevo tiempo, los responsables de devolver la unión y la esperanza de un país en guerra y sumido en problemas estructurales que derivan en pobreza y corrupción en todos sus niveles sociales.
Y aunque haya diversidad de partidos políticos en la actualidad, la tendencia y la historia nos muestran que, pese a las colectividades, sigue dándose el surgimiento de figuras caudillistas. Una herencia que al parecer desconocemos y que viene desde el siglo XIX. Fueron los héroes de la independencia y una especie de culto al militarismo los que crearon en gran parte el llamado caudillismo en América Latina y en Colombia, aún cuando hay quienes afirman que este fenómeno político fue tardío en el país.
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“Políticamente Colombia es presidencialista. Constitucionalmente hablando, el presidente tiene bastante poder. Ese es un elemento que hay que mirar. La independencia, por ejemplo, se da en el siglo XIX y parte del espíritu de ese tiempo es el héroe, el hombre heroico. Y esa idea puede resultar influyente en la historia de nuestro país”, dice Germán Bula, profesor de filosofía de la Universidad de La Salle.
Thomas Carlyle decía en El culto a los héroes que: “El hombre se esfuerza por expresar, por ver representado en forma visible, como animado por una especie de vida y realidad histórica, aquello que siente intensamente. Es indudable que dicha ley existe, que es de las más profundas de la naturaleza humana; tampoco hay que dudar que influyese fundamentalmente en esto”.
Tal vez sea más fácil identificarse con un rostro que con varios. Más que identificarse con el rojo del Partido Liberal o el azul del Partido Conservador, la sociedad colombiana en el siglo XX se identificó en su momento con líderes que fueron considerados caudillos como Jorge Eliécer Gaitán por el lado de los liberales, o de Laureano Gómez o su hijo Álvaro Gómez Hurtado por el lado de los conservadores, por mencionar apenas unos ejemplos. Podríamos aventurarnos a decir que otros líderes como Luis Carlos Galán o de los últimos años como Álvaro Uribe o el candidato presidencial Gustavo Petro podrían ser considerados los caudillos de finales del siglo XX y del siglo XXI en Colombia por ser figuras que han exacerbado las pasiones y han sido protagonistas de la política por lo que representan para la idiosincrasia de algunas regiones o clases sociales del país, por despertar la admiración de muchos que vieron en ellos el surgimiento de los valores que los representan como sociedad.
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¿Los caudillos son algo más que líderes que adquieren cierto carácter popular? ¿Lo popular se relaciona directamente con líderes de izquierda? ¿Qué tanto ha cambiado la figura caudillista? ¿Por qué surgen los caudillos y qué puede significar esto para una democracia? Álvaro Duque, analista político, también nos ayudó con algunas de estas preguntas.
“El surgimiento de un caudillo es el síntoma de un sistema que no funciona bien, en lo político, en lo social y en lo económico. Implica la concentración de poder en el Ejecutivo, la reducción de las libertades y la disminución de los pesos y contrapesos entre los distintos poderes públicos que es lo propio de una democracia. La creación de enemigos externos, el culto a la personalidad, la aparición de relaciones clientelares, el uso de herramientas económicas sin control de otras instituciones son algunas de las situaciones que pueden presentarse cuando aparece el caudillismo”, dice Duque.
¿A quiénes llamamos caudillos y quiénes lo han sido en Colombia?
A quienes por distintas circunstancias, sociales y del propio político que lo es, recibe un reconocimiento popular más allá de los estándares habituales en una sociedad específica. Ese carisma surge porque se le asocia a su infabilidad a un supuesto carácter providencial. Simón Bolívar, Tomás Cipriano Mosquera, Rafael Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Álvaro Uribe.
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¿Qué tan similar fue el caudillismo en Colombia con respecto a otros países de América Latina?
Se asocia el caudillismo al siglo XIX sobre todo. En ese período hay un acento militar que se repite de modo similar en otras partes del continente. El caudillismo del siglo XX y el actual está muy asociado a los fenómenos del populismo y del autoritarismo y sí es distinto en Colombia al de otros países de la región, pues en nuestro país no está directamente ligado a acciones militares y por tanto no se ha manifestado mediante dictaduras de esa índole.
¿Ha cambiado esa figura del caudillo en Colombia, habría algún político que se acerque a esa figura en los últimos años?
Álvaro Uribe, Antanas Mockus y Gustavo Petro se acercan a la idea de caudillo, es decir un líder carismático que reúne amplio favor popular y del que se espera que logre llevar a cabo grandes cambios o solucione problemas sociales inveterados, a partir sobre todo de acciones individuales, propias de seres humanos con capacidades por encima del común de la población.
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¿Por qué aunque la cultura política se dividió en su momento por dos partidos políticos usualmente hablamos más de caudillos?
En parte por ser el colombiano un sistema presidencialista, en parte por la consolidación de una cultura política que hoy podemos leer como tolerable al autoritarismo y a formas de tendencia que no favorece la representación pluralista.
En parte también por una división social muy fuerte que propicia la idea de que los individuos que participan no son capaces de contribuir al cambio o no son tenidos en cuenta. Así, surge la idea de que ante eso se requiere un motor externo, un padre, un macho, que logre concretar esas transformaciones por cuenta propia.
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Una sociedad con la propiedad y la riqueza concentrada, con amplios grupos sociales recibiendo subsidios paliativos antes que de impulso a la iniciativa privada, son muy buen caldo de cultivo del caudillismo.
La concentración del poder en las instituciones de mediación (los sindicatos, los partidos, las iglesias, las universidades) también contribuyen al crecimiento de formas caudillistas.
Decía Thomas Carlyle, filósofo escocés: “La historia del mundo es la biografía de los grandes hombres”. Esta frase, que hace parte del libro Culto a los héroes, suscita la reflexión sobre la manera en que contamos el pasado, y si nos referimos a Colombia, la afirmación del pensador europeo podría acercarse cuando de hablar de política se trata.
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Se acercan elecciones presidenciales, y de nuevo el escenario dicta que quienes quieren gobernar a Colombia se autoproclaman los salvadores o héroes de un nuevo tiempo, los responsables de devolver la unión y la esperanza de un país en guerra y sumido en problemas estructurales que derivan en pobreza y corrupción en todos sus niveles sociales.
Y aunque haya diversidad de partidos políticos en la actualidad, la tendencia y la historia nos muestran que, pese a las colectividades, sigue dándose el surgimiento de figuras caudillistas. Una herencia que al parecer desconocemos y que viene desde el siglo XIX. Fueron los héroes de la independencia y una especie de culto al militarismo los que crearon en gran parte el llamado caudillismo en América Latina y en Colombia, aún cuando hay quienes afirman que este fenómeno político fue tardío en el país.
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“Políticamente Colombia es presidencialista. Constitucionalmente hablando, el presidente tiene bastante poder. Ese es un elemento que hay que mirar. La independencia, por ejemplo, se da en el siglo XIX y parte del espíritu de ese tiempo es el héroe, el hombre heroico. Y esa idea puede resultar influyente en la historia de nuestro país”, dice Germán Bula, profesor de filosofía de la Universidad de La Salle.
Thomas Carlyle decía en El culto a los héroes que: “El hombre se esfuerza por expresar, por ver representado en forma visible, como animado por una especie de vida y realidad histórica, aquello que siente intensamente. Es indudable que dicha ley existe, que es de las más profundas de la naturaleza humana; tampoco hay que dudar que influyese fundamentalmente en esto”.
Tal vez sea más fácil identificarse con un rostro que con varios. Más que identificarse con el rojo del Partido Liberal o el azul del Partido Conservador, la sociedad colombiana en el siglo XX se identificó en su momento con líderes que fueron considerados caudillos como Jorge Eliécer Gaitán por el lado de los liberales, o de Laureano Gómez o su hijo Álvaro Gómez Hurtado por el lado de los conservadores, por mencionar apenas unos ejemplos. Podríamos aventurarnos a decir que otros líderes como Luis Carlos Galán o de los últimos años como Álvaro Uribe o el candidato presidencial Gustavo Petro podrían ser considerados los caudillos de finales del siglo XX y del siglo XXI en Colombia por ser figuras que han exacerbado las pasiones y han sido protagonistas de la política por lo que representan para la idiosincrasia de algunas regiones o clases sociales del país, por despertar la admiración de muchos que vieron en ellos el surgimiento de los valores que los representan como sociedad.
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“El surgimiento de un caudillo es el síntoma de un sistema que no funciona bien, en lo político, en lo social y en lo económico. Implica la concentración de poder en el Ejecutivo, la reducción de las libertades y la disminución de los pesos y contrapesos entre los distintos poderes públicos que es lo propio de una democracia. La creación de enemigos externos, el culto a la personalidad, la aparición de relaciones clientelares, el uso de herramientas económicas sin control de otras instituciones son algunas de las situaciones que pueden presentarse cuando aparece el caudillismo”, dice Duque.
¿A quiénes llamamos caudillos y quiénes lo han sido en Colombia?
A quienes por distintas circunstancias, sociales y del propio político que lo es, recibe un reconocimiento popular más allá de los estándares habituales en una sociedad específica. Ese carisma surge porque se le asocia a su infabilidad a un supuesto carácter providencial. Simón Bolívar, Tomás Cipriano Mosquera, Rafael Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Álvaro Uribe.
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¿Qué tan similar fue el caudillismo en Colombia con respecto a otros países de América Latina?
Se asocia el caudillismo al siglo XIX sobre todo. En ese período hay un acento militar que se repite de modo similar en otras partes del continente. El caudillismo del siglo XX y el actual está muy asociado a los fenómenos del populismo y del autoritarismo y sí es distinto en Colombia al de otros países de la región, pues en nuestro país no está directamente ligado a acciones militares y por tanto no se ha manifestado mediante dictaduras de esa índole.
¿Ha cambiado esa figura del caudillo en Colombia, habría algún político que se acerque a esa figura en los últimos años?
Álvaro Uribe, Antanas Mockus y Gustavo Petro se acercan a la idea de caudillo, es decir un líder carismático que reúne amplio favor popular y del que se espera que logre llevar a cabo grandes cambios o solucione problemas sociales inveterados, a partir sobre todo de acciones individuales, propias de seres humanos con capacidades por encima del común de la población.
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¿Por qué aunque la cultura política se dividió en su momento por dos partidos políticos usualmente hablamos más de caudillos?
En parte por ser el colombiano un sistema presidencialista, en parte por la consolidación de una cultura política que hoy podemos leer como tolerable al autoritarismo y a formas de tendencia que no favorece la representación pluralista.
En parte también por una división social muy fuerte que propicia la idea de que los individuos que participan no son capaces de contribuir al cambio o no son tenidos en cuenta. Así, surge la idea de que ante eso se requiere un motor externo, un padre, un macho, que logre concretar esas transformaciones por cuenta propia.
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Una sociedad con la propiedad y la riqueza concentrada, con amplios grupos sociales recibiendo subsidios paliativos antes que de impulso a la iniciativa privada, son muy buen caldo de cultivo del caudillismo.
La concentración del poder en las instituciones de mediación (los sindicatos, los partidos, las iglesias, las universidades) también contribuyen al crecimiento de formas caudillistas.