El eco de Joseph Goebbels
Los principios de propaganda de Joseph Goebbels siguen vigentes en el manejo de la política.
Andrés Osorio Guillott
De propaganda a estrategias que perduraron en la política mundial y en la vida cotidiana. Los principios de Joseph Goebbels no solo fueron exitosos en sus propósitos durante la Segunda Guerra Mundial, sino que trascendieron en tiempo y espacio.
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De propaganda a estrategias que perduraron en la política mundial y en la vida cotidiana. Los principios de Joseph Goebbels no solo fueron exitosos en sus propósitos durante la Segunda Guerra Mundial, sino que trascendieron en tiempo y espacio.
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Goebbels, al igual que Hitler, llegó a la Segunda Guerra Mundial con el propósito de engrandecer a Alemania y de enaltecer los valores del partido Nacional Socialista, al que se unió en la década de 1920 tras varios años de dificultades en su salud.
Lecturas y discursos practicados e interiorizados por años le dieron un gran poder de oratoria y convencimiento, e incluso de una visión aguda para el control y manipulación de las masas. Fue líder en Berlín del partido y ya con Hitler en el poder fue designado como ministro de propaganda e información.
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Bajo su mando, Goebbels se encargó de influenciar la cultura alemana en la radio. El factor de inmediatez de este medio de comunicación influyó para que todos los principios de propaganda tuvieran éxito. A partir del odio que sembraba desde años atrás contra los judíos, el pensador bávaro logró construir varias ideas sobre el control de la sociedad a través de campañas que iban a trasgredir la cotidianidad.
El gran acierto, si podemos llamarlo de esa forma, fue hacer de una idea todo un método de control que partía de actos particulares, que podían configurarse en las rutinas y vidas individuales. Sus principios de propaganda se convirtieron en principios universales, en pasos a seguir que funcionaron en ese entonces para el exterminio de los judíos y la exaltación de los valores nazis, y que hasta hoy han funcionado en otros gobiernos y estrategias políticas.
Un ejemplo de ello es lo que llamamos posverdad. Según la Real Academia de la Lengua (RAE), este fenómeno se define como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Sin embargo, esta problemática, que se pinta como algo de los últimos años, tiene su origen en la propaganda de Goebbels.
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Son once los principios de propaganda de Goebbels: Principio de simplificación y del enemigo único; Principio del método de contagio; Principio de la transposición; Principio de la exageración y desfiguración; Principio de la vulgarización; Principio de orquestación; Principio de renovación; Principio de la verosimilitud; Principio de la silenciación; Principio de la transfusión y Principio de la unanimidad.
De esos principios, varios podrían ser insumos de lo que llamamos posverdad. De este fenómeno empezamos a hablar por la campaña presidencial de Donald Trump, que terminaría en su victoria, en 2016; del Brexit en Inglaterra y, en un ámbito nacional, por el proceso de paz y su plebiscito, también en 2016.
Principio de la exageración y desfiguración, que dice que hay que convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave; principio de orquestación, que dice: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”, lo que deriva en la frase “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”; Principio de la transposición, que indica cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo un ataque con el ataque. Es decir, que si no se pueden negar las malas noticias, hay que inventarse otras que distraigan las primeras. Y esto deriva en el Principio de renovación, que afirma que “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones”.
Un modus operandi que se oculta fácilmente en un sinfín de campañas. En tiempos de redes sociales, donde su inmediatez supera el de la radio, es mucho más fácil cumplir con varios de esos principios, pues fabricar noticias falsas a modo de defensa o distracción es un ejercicio que puede darse en pocos minutos y que puede tener un gran alcance, eso sin mencionar que en muchos casos se cumple el Principio de la vulgarización, que dice que “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Aquí en Colombia vemos un ejemplo de cómo esos principios de Goebbels terminan influyendo la cotidianeidad. En su aporte a la Comisión de la Verdad, el expresidente Juan Manuel Santos contó cómo Álvaro Uribe, también en su período presidencial, construyó el concepto de “narcoterroristas” para la guerrilla de las FARC a partir del doble rechazo y trauma que tenía la sociedad por el narcotráfico y el terrorismo. Además de que el fenómeno de las guerrillas en América Latina estigmatizó a las izquierdas, en nuestro país todo aquel que apelara a discursos asociados a la paz, la justicia social o la equidad, iba a ser tildado de guerrillero, o, en términos más coloquiales, de “mamerto”.
Pero del lado contrario pasó algo similar. Pienso que es una herencia de la cultura política bipartidista. Aprendimos a vernos en códigos binarios de buenos y malos, de liberales o conservadores, de amigos y enemigos, como también en la época de la Segunda Guerra Mundial lo sugirió Carl Schmidt. (De aquí también el Principio de la transfusión, que señala que “por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas).
El fenómeno del paramilitarismo se asoció a la derecha en Colombia. Varios de esos grupos, que apelaban a las ideas del orden y la seguridad, terminaron generando un estigma en quienes han pensado el país desde esos principios y desde un sector conservador. Desde líderes de izquierda -como Gustavo Petro, que en su libro habla de Uribe como un paramilitar-, hasta la ciudadanía misma, el señalamiento a quienes piensan diferente se centra en el adjetivo de “paraco”, lo que crea otro eco de Goebbels con los principios de simplificación y del enemigo único, así como el del método del contagio, que dicen “Adoptar una única idea, un único símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo” y “Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada”.
De nuevo, las redes sociales terminaron siendo un gran eco de los principios de Goebbels. Se ha hablado de “bodegas” para referirse a perfiles falsos que divulgan información o ataques a “enemigos específicos”, lo que nos acerca al Principio de la verosimilitud: “construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias”, así como el Principio de la silenciación, que con las redes consiste en bajar o desaparecer las tendencias que favorecen al contrincante con el “ruido” propio: “Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”.
Incluso, el mundo de las redes sociales promueve el otro principio que nos falta mencionar, que es el de la unanimidad: “Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad”. Los llamados algoritmos de las redes, que van configurando sus contenidos de acuerdo a nuestros intereses, crean una especie de burbuja, que deriva precisamente en esa sensación de unanimidad, logrando otra artificio de engaño y manipulación.
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