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Una de las preguntas que brotan de ver la versión de Pinocho de Guillermo del Toro y de Mark Gustafson es si es una película para niños. El director mexicano justamente habló de este punto en una entrevista para el portal Joblo: “Algunas de las grandes obras de arte, en mi opinión, provienen de la animación. Y es un medio, no un género. Y es algo que necesita y exige el respeto para participar en la conversación en el lugar que le corresponde. Cuando pienso en cosas como La tortuga roja, cuando pienso en Hayao Miyazaki, cuando pienso en René Laloux en Francia y los hermanos Quay, esta es una forma de arte, y creo que queríamos llevarla a una película que discuta cosas realmente conmovedoras y profundas para nosotros. ¿Sabes? Vida, muerte, paternidad, desobediencia, libertad, ya sabes. Y cuando lo presenté en todos los estudios, ¿dirían que es para niños? Y dije que no, pero los niños pueden verlo si sus padres les hablan. Si quieres una película infantil, ese es un tipo diferente de película...”.
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El nudo de la historia de Pinocho suele tener ese tinte entre lo sombrío y lo fantástico. No es solamente el concepto del niño de madera, sino los villanos y ese pequeño espacio del circo en el que la ignominia del mundo transforma a quienes lo habitan. Ese tinte ha atraído desde hace años a Guillermo del Toro, que parece moverse siempre como pez en el agua en esas narraciones en la que lo fantástico no es sinónimo de lo bello, sino que puede serlo también de lo feo, de lo melancólico o del dolor.
En los cuentos de hadas: el héroe tiene que ser perfecto.🤨
— Netflix Latinoamérica (@NetflixLAT) December 4, 2022
En 'Pinocho' de Guillermo del Toro: tus imperfecciones son lo que te convierte en héroe.🥺 pic.twitter.com/CeIOSDGqw1
Ese concepto de lo fantástico en Guillermo del Toro parece traer siempre una reflexión sobre lo diferente. Las criaturas “anormales” son entonces el medio para seguir explorando al ser humano desde personajes desconocidos, intolerables para el mundo. Pinocho esta vez no está cobijado por la ternura que hemos visto en otras adaptaciones. Esta vez el relato inspirado en el cuento del italiano Carlo Collodi, escrito en el siglo XIX, intenta partir justamente de elementos contrarios a los ya vistos en otras cintas sobre esta historia.
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“Casi todas las versiones de Pinocho que hay son sobre la obediencia. La nuestra es sobre la desobediencia”, dijo Del Toro, que crea a un personaje que puede llegar incluso a ser molesto por su misma rebeldía. Es un pinocho travieso, que si despierta ternura es por su afán de descubrir el mundo desde su desobediencia; es un Geppeto melancólico, atravesado por la pérdida de su hijo Carlo en la Gran Guerra.
De entrada, la película adquiere el tinte sombrío con un padre triste, que no ha superado la muerte de su hijo y la pérdida de una vida anclada a él. Además de dos temas que ya trascienden la infancia, la cinta parte del contexto de la Gran Guerra y del ascenso del fascismo italiano. “Vivimos en un momento en el que los niños saben que hay una guerra civil en el mundo. Saben que el reloj del fin del mundo está más cerca que nunca. Saben que hay opresión, fascismo, supresión de esto y aquello. Quiero decir, los niños viven en un mundo increíblemente aterrador. ¿Por qué no tener las conversaciones, sabes?”, aseguró Del Toro.
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Surge entonces la reflexión sobre la pérdida, la muerte y la desobediencia. Surge por la adaptación de Pepe Grillo como un personaje que se reconoce como escritor, y que lo hace mientras cuelga en su cuarto en un pequeño orificio en un árbol, un cuadro de Arthur Shopenhauer, uno de los referentes del existencialismo.
Son precisas las referencias que Del Toro hace de Shopenhauer a través de Pepe Grillo. La conciencia de Pinocho es herida en varias oportunidades en la película, y cada vez que aparece golpeada surgen frases que provienen del pensamiento del filósofo alemán. “La vida es dolor”, dice el personaje, y su afirmación, corta, pero certera, resume lo que el pensador alemán desarrolló tiempo atrás.
En El mundo como voluntad y representación, Arthur Shopenhauer afirmó que: “La voluntad de vivir se afirma en todos los seres existentes. Pero la afirmación de la voluntad es afirmación de la negatividad, la escisión y la carencia que lleva en su seno y que no se aminoran en su objetivación fenoménica sino más bien se multiplican, dando lugar a una vida que es en esencia dolor. El querer y su satisfacción o, en otras palabras, el sufrimiento y el tedio, son los dos extremos entre los que oscila el péndulo de la vida. Mientras queremos, sufrimos por la carencia que ese sufrimiento supone; cuando el querer es satisfecho, surge algo peor que el sufrimiento: el aburrimiento, que nos hace sentir el vacío de la voluntad desocupada. Pero la rueda de Ixión nunca se detiene: pronto aparecerá un nuevo deseo con un nuevo dolor, y su satisfacción volverá a mostrarse vana para calmar la sed de la voluntad; una voluntad que nunca encuentra un objeto que satisfaga su querer, porque en realidad no quiere nada y en el mundo fenoménico se limita a aparentar un querer. El dolor del mundo no es en último término sino la manifestación del absurdo de una voluntad que es incapaz de querer”.
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Quizá sea ese el concepto central de la película. El dolor de un padre por la pérdida de un hijo. El dolor clásico de Pinocho por la insatisfacción de ser diferente, pero también por las consecuencias de ser desobediente en este caso. No es una película atravesada por la tristeza, quizá sí por la curiosidad, pero sí es una historia que duele por el trauma que plantea acerca del duelo, noción que surgió también por la muerte del padre del mexicano, que tardó 14 años en hacer esta película y quien sufrió en 2009 una pausa por este hecho: “Eso añadió mucha profundidad en las emociones de esta película, el decir lo breve que es la vida y cómo nos tenemos los unos a los otros solo por un breve momento”.
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