“El Icetex me enseñó sobre el egoísmo de las capitales colombianas”: Mauricio Toro
El politólogo, que renunció hace algunos meses a la presidencia del Icetex, habló sobre las motivaciones de esta decisión, lo que ha sido de su trayectoria y lo que quiere ahora para su vida.
Samuel Sosa Velandia
¿Cuáles fueron las razones para renunciar al cargo?
Primero, las razones fueron netamente personales, empezando por mi padre, quien falleció hace unos días porque estaba muy enfermo y quería dedicarle mi tiempo. Eso no lo podía hacer con unas vacaciones: uno realmente no se desconecta. La segunda razón, sin duda, es que habíamos llegado a un techo de cristal y se necesitaba de voluntad política y recursos para lograr transformar el Icetex. Aunque logramos grandes cosas que en 70 años de la entidad no se habían hecho, nos urgían más recursos de la nación, pero también había otras instituciones que los requerían, por lo que sabía que no íbamos a ser la prioridad y más cuando había escasez fiscal. En tercer lugar, las reformas que se tenían que dar exigían esfuerzos del Gobierno y el Congreso, pero lo veía lejano y no quería seguir desgastándome.
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¿Fue una decisión que le tomó tiempo?
Desde el año pasado empecé con la idea. En diciembre pensé en dejar el cargo, pero no me aceptaron la renuncia y las cosas empezaron a mejorar en la institución, que fue certificada como Triple A, la más alta calificación para la entidad. Recordé que en febrero bajaban los recibos luego de tanto esfuerzo, por lo que pensé que ese era el mejor momento para irme. Tan pronto ocurrió eso, y por lo de mi padre, tomé la decisión. El día que renuncié hubo unos movimientos en el Gobierno y se armó una tormenta entre el gabinete y el Partido Verde, por lo que muchos creían que mi decisión tuvo que ver con eso, pero realmente no hubo relación.
¿Considera que es una persona que se toma el tiempo para una decisión o más bien es alguien arriesgado?
Mi abuelita me enseñó una frase que he utilizado toda mi vida: “Bruto, pero decidido”. Ella me decía que la gente pensaba mucho las cosas, pero nunca las hacía. Por eso creo que soy muy arriesgado. Por ejemplo, me lancé al Congreso luego de una conversación con unos amigos: me levanté, dejé mi otra vida tirada y di el paso. Sin embargo, la madurez que llega con los años me ha enseñado a ser más analítico, pero el miedo no me paraliza, siempre lo intento.
¿Qué extraña de su cargo como presidente del Icetex?
Viajar por los territorios y compartir con la gente. Por todo lo que vivimos al ser una ciudad congestionada, cosmopolita y afanada, en Bogotá el contacto humano se va perdiendo y no hay posibilidad para disfrutar de las cosas sencillas. En cambio, en las regiones las personas van a otro ritmo y son más abiertas, te invitan a su casa a almorzar, a conversar, y eso me parece encantador. A pesar del agotamiento del viaje, la gente y sus historias me llenaban de energía.
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¿Cree que hubiera podido hacer algo diferente durante su gestión?
Siempre todo puede ser mejor y está sujeto a correcciones. Tuvimos grandes logros, como la reducción de tasas, las condonaciones y llegar a más territorios, porque mi trabajo en el Icetex me enseñó sobre el centralismo de Colombia y el egoísmo de sus capitales, pues en los municipios muchos jóvenes no conocían que existía esta entidad y las oportunidades que les podía ofrecer. No obstante, no puedo negar que la inflación nos afectó mucho y los recibos subieron a pesar de los esfuerzos que hicimos. De igual manera, realizamos muchas mejoras en la atención al cliente, pero todavía estamos lejos de que su funcionamiento sea óptimo, así como en los procesos internos para el giro de recursos, eso requiere un cambio tecnológico que no se ha podido dar, porque no hay insumos. Siempre uno comete errores, pero se trata de reconocerlos, pararse, sacudirse y aprender.
¿Quiere volver al mundo político?
Dicen por ahí que no hay expolítico ni exmarica. A mí siempre me va a apasionar el servicio público y lo social, pero en este momento no está en mis planes. Quiero volver al sector privado y dedicarme a otras cosas, aunque no descarto la idea de regresar a la política, necesito consultarlo más con mi almohada.
Llegó al Congreso siendo el primer hombre abiertamente gay. ¿Sintió miedo en ese momento?
Sí, me asusté y pensé mucho en cómo iba a ser ese primer día en el Congreso, que es reconocido por estar en contra de los derechos de los homosexuales. Me angustié porque no sabía cómo sería entrar a ese ambiente hostil. De hecho, el día de mi posesión me regalaron una corbata rosada y un pin, y eso me hizo sentir inseguro y prevenido, porque creía que me iban a mirar, pero terminé desmitificando eso; eran miedos infundados, porque nadie sabía quién era ahí adentro.
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¿Alguna vez el miedo lo hizo renunciar a su sentir o a sus ideales?
Ese es el miedo con el que vivimos constantemente y con el que nos acostumbramos a convivir. En mi caso, en el colegio intentaba ser invisible para que nadie se diera cuenta de mi orientación sexual y no me fueran a hacer bullying. Luego ese miedo se trasladó a la vida laboral y universitaria; viví “enclosetado”, porque creí que eso iba a afectar mi desarrollo profesional, que de alguna manera las cifras lo demuestran. Igualmente, vivo saliendo del clóset todo el tiempo. Parece que el mundo nos exige hacerlo.
¿Y cómo convive ahora con ese miedo? ¿Se ha transformado?
Sí, todo eso me ha llevado a empoderarme y a entender que el estar más expuesto tiene que servir para romper estereotipos, enfrentarme y dar las batallas que ya otros dieron por mí. Los derechos LGBTI se han dado por aquellos que lucharon y resistieron durante años.
¿Considera que la dinámica política actual hace que los funcionarios habiten un personaje, que no sean reales?
Sí, la política es un perfomance. Pocas son las personas genuinas; siempre hay intereses detrás de las acciones. Uno conoce gente que levanta ciertas banderas y defienden cosas porque es una obligación con su partido, pero fuera del Congreso no están tan convencidos de eso, o también pasa que uno los ve muy agresivos en las discusiones, cuando en realidad son dulces en su cotidianidad. Afuera es que uno aprecia su humanidad.
¿Le gustaría dejar un legado político?
Me parece algo bastante pretencioso. De hecho, no me he preguntado eso, porque hago las cosas por amor, pasión y compromiso, y no por reconocimiento o recordación. Además, después de muchos años, muy pocos siguen siendo recordados, el resto seremos olvidados por más luchas que hayamos dado.
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¿Cuáles fueron las razones para renunciar al cargo?
Primero, las razones fueron netamente personales, empezando por mi padre, quien falleció hace unos días porque estaba muy enfermo y quería dedicarle mi tiempo. Eso no lo podía hacer con unas vacaciones: uno realmente no se desconecta. La segunda razón, sin duda, es que habíamos llegado a un techo de cristal y se necesitaba de voluntad política y recursos para lograr transformar el Icetex. Aunque logramos grandes cosas que en 70 años de la entidad no se habían hecho, nos urgían más recursos de la nación, pero también había otras instituciones que los requerían, por lo que sabía que no íbamos a ser la prioridad y más cuando había escasez fiscal. En tercer lugar, las reformas que se tenían que dar exigían esfuerzos del Gobierno y el Congreso, pero lo veía lejano y no quería seguir desgastándome.
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¿Fue una decisión que le tomó tiempo?
Desde el año pasado empecé con la idea. En diciembre pensé en dejar el cargo, pero no me aceptaron la renuncia y las cosas empezaron a mejorar en la institución, que fue certificada como Triple A, la más alta calificación para la entidad. Recordé que en febrero bajaban los recibos luego de tanto esfuerzo, por lo que pensé que ese era el mejor momento para irme. Tan pronto ocurrió eso, y por lo de mi padre, tomé la decisión. El día que renuncié hubo unos movimientos en el Gobierno y se armó una tormenta entre el gabinete y el Partido Verde, por lo que muchos creían que mi decisión tuvo que ver con eso, pero realmente no hubo relación.
¿Considera que es una persona que se toma el tiempo para una decisión o más bien es alguien arriesgado?
Mi abuelita me enseñó una frase que he utilizado toda mi vida: “Bruto, pero decidido”. Ella me decía que la gente pensaba mucho las cosas, pero nunca las hacía. Por eso creo que soy muy arriesgado. Por ejemplo, me lancé al Congreso luego de una conversación con unos amigos: me levanté, dejé mi otra vida tirada y di el paso. Sin embargo, la madurez que llega con los años me ha enseñado a ser más analítico, pero el miedo no me paraliza, siempre lo intento.
¿Qué extraña de su cargo como presidente del Icetex?
Viajar por los territorios y compartir con la gente. Por todo lo que vivimos al ser una ciudad congestionada, cosmopolita y afanada, en Bogotá el contacto humano se va perdiendo y no hay posibilidad para disfrutar de las cosas sencillas. En cambio, en las regiones las personas van a otro ritmo y son más abiertas, te invitan a su casa a almorzar, a conversar, y eso me parece encantador. A pesar del agotamiento del viaje, la gente y sus historias me llenaban de energía.
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¿Cree que hubiera podido hacer algo diferente durante su gestión?
Siempre todo puede ser mejor y está sujeto a correcciones. Tuvimos grandes logros, como la reducción de tasas, las condonaciones y llegar a más territorios, porque mi trabajo en el Icetex me enseñó sobre el centralismo de Colombia y el egoísmo de sus capitales, pues en los municipios muchos jóvenes no conocían que existía esta entidad y las oportunidades que les podía ofrecer. No obstante, no puedo negar que la inflación nos afectó mucho y los recibos subieron a pesar de los esfuerzos que hicimos. De igual manera, realizamos muchas mejoras en la atención al cliente, pero todavía estamos lejos de que su funcionamiento sea óptimo, así como en los procesos internos para el giro de recursos, eso requiere un cambio tecnológico que no se ha podido dar, porque no hay insumos. Siempre uno comete errores, pero se trata de reconocerlos, pararse, sacudirse y aprender.
¿Quiere volver al mundo político?
Dicen por ahí que no hay expolítico ni exmarica. A mí siempre me va a apasionar el servicio público y lo social, pero en este momento no está en mis planes. Quiero volver al sector privado y dedicarme a otras cosas, aunque no descarto la idea de regresar a la política, necesito consultarlo más con mi almohada.
Llegó al Congreso siendo el primer hombre abiertamente gay. ¿Sintió miedo en ese momento?
Sí, me asusté y pensé mucho en cómo iba a ser ese primer día en el Congreso, que es reconocido por estar en contra de los derechos de los homosexuales. Me angustié porque no sabía cómo sería entrar a ese ambiente hostil. De hecho, el día de mi posesión me regalaron una corbata rosada y un pin, y eso me hizo sentir inseguro y prevenido, porque creía que me iban a mirar, pero terminé desmitificando eso; eran miedos infundados, porque nadie sabía quién era ahí adentro.
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¿Alguna vez el miedo lo hizo renunciar a su sentir o a sus ideales?
Ese es el miedo con el que vivimos constantemente y con el que nos acostumbramos a convivir. En mi caso, en el colegio intentaba ser invisible para que nadie se diera cuenta de mi orientación sexual y no me fueran a hacer bullying. Luego ese miedo se trasladó a la vida laboral y universitaria; viví “enclosetado”, porque creí que eso iba a afectar mi desarrollo profesional, que de alguna manera las cifras lo demuestran. Igualmente, vivo saliendo del clóset todo el tiempo. Parece que el mundo nos exige hacerlo.
¿Y cómo convive ahora con ese miedo? ¿Se ha transformado?
Sí, todo eso me ha llevado a empoderarme y a entender que el estar más expuesto tiene que servir para romper estereotipos, enfrentarme y dar las batallas que ya otros dieron por mí. Los derechos LGBTI se han dado por aquellos que lucharon y resistieron durante años.
¿Considera que la dinámica política actual hace que los funcionarios habiten un personaje, que no sean reales?
Sí, la política es un perfomance. Pocas son las personas genuinas; siempre hay intereses detrás de las acciones. Uno conoce gente que levanta ciertas banderas y defienden cosas porque es una obligación con su partido, pero fuera del Congreso no están tan convencidos de eso, o también pasa que uno los ve muy agresivos en las discusiones, cuando en realidad son dulces en su cotidianidad. Afuera es que uno aprecia su humanidad.
¿Le gustaría dejar un legado político?
Me parece algo bastante pretencioso. De hecho, no me he preguntado eso, porque hago las cosas por amor, pasión y compromiso, y no por reconocimiento o recordación. Además, después de muchos años, muy pocos siguen siendo recordados, el resto seremos olvidados por más luchas que hayamos dado.
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