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                                                                                                                                El monte: segunda parte (Cuentos de sábado en la tarde)

                                                                                                                                Como parte de nuestra serie “Cuentos de sábado en la tarde”, presentamos la segunda parte del cuento “El monte”, editado por Fernanda Trías.

                                                                                                                                Mario Medina*

                                                                                                                                Imagen de la Universidad de Cundinamarca, ubicada en el municipio de Soacha.
                                                                                                                                Foto: Andrés Torres
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Viejo William, ¿cómo me le va? William no lo reconoce, no lo ha visto antes. Al fondo escucha por primera vez los ladridos de los perros desde la sala de profesores. ¿Le tiraron algo en el salón? ¿Y esas manchas? No hombre, esos pelados a veces sí son el diablo ¿no? Dicen que hay que entenderlos, pero uno tiene sus propios límites. Cuando partieron los salones tiraron a lo más difíciles en el C, por eso te toca solo a vos, pero viejo, relájese que eso se pone más sencillo luego, uno aprende. Vea, muchas veces uno es como un superviviente ¿sí pilla? No puede es dejarse rebajar, hay que ser templado. Y en voz baja William Es que yo no soy así no puedo ser así, yo no sirvo para mandar, nunca se me dio eso de estar en donde no lo quieran escuchar a uno. Hombre no se ponga a decir que no es capaz, que no puede, vea que lo más cerca de la boca son los oídos y uno siempre termina creyéndose lo que dice. Usted tiene que ser firme, con ellos no se puede dejar porque el que se deja pierde. Yo los llevo viendo desde arriba hace rato, lo he estado mirando a usted y a ellos, sí sí, hay buenos pelados, pero esos no hacen nada tampoco para ayudarle a uno. La verdad hombre es que a nadie le importa lo que uno hace en el patíbulo, a ninguno le importa ese sacrificio, ni a sus colegas profesores ni a los muchachos tampoco, su única responsabilidad es usted mismo. ¿Usted cree en Dios? Tiene pinta de que no, pero mire, eso no interesa, la palabra tiene muchas enseñanzas para cualquiera, ¿recuerda cuando Jesús expulsó a los mercaderes del templo? Piense en esa rabia, la rabia con la que vuelca las mesas de los profanadores del templo. ¿Sabe por qué la ira es un pecado capital y no la rabia? William piensa, trata de formular algo para impresionar al profesor que llegó con el ruido animal, mira alrededor buscando, Helen está hablando con una profesora de inglés mientras toman café, se codean, lo miran de reojo pero siguen como si nada. Héctor Mario entra a la sala con su cuello de paloma y le hace un gesto que parece más el de detenerse que un saludo. William mira su mesa y por un instante le parece que no hay nadie, cae en cuenta de que siempre se ha sentado solo. No ha dicho nada, pero el profesor desconocido asiente con severidad como si acabara de responder. ¿Sí pilla, viejo, que ya nos vamos entendiendo?

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                *Mario Medina es antropólogo de la Universidad Icesi de Cali y tiene una Maestría en escrituras creativas del Instituto Caro y Cuervo.

                                                                                                                                Imagen de la Universidad de Cundinamarca, ubicada en el municipio de Soacha.
                                                                                                                                Foto: Andrés Torres
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Viejo William, ¿cómo me le va? William no lo reconoce, no lo ha visto antes. Al fondo escucha por primera vez los ladridos de los perros desde la sala de profesores. ¿Le tiraron algo en el salón? ¿Y esas manchas? No hombre, esos pelados a veces sí son el diablo ¿no? Dicen que hay que entenderlos, pero uno tiene sus propios límites. Cuando partieron los salones tiraron a lo más difíciles en el C, por eso te toca solo a vos, pero viejo, relájese que eso se pone más sencillo luego, uno aprende. Vea, muchas veces uno es como un superviviente ¿sí pilla? No puede es dejarse rebajar, hay que ser templado. Y en voz baja William Es que yo no soy así no puedo ser así, yo no sirvo para mandar, nunca se me dio eso de estar en donde no lo quieran escuchar a uno. Hombre no se ponga a decir que no es capaz, que no puede, vea que lo más cerca de la boca son los oídos y uno siempre termina creyéndose lo que dice. Usted tiene que ser firme, con ellos no se puede dejar porque el que se deja pierde. Yo los llevo viendo desde arriba hace rato, lo he estado mirando a usted y a ellos, sí sí, hay buenos pelados, pero esos no hacen nada tampoco para ayudarle a uno. La verdad hombre es que a nadie le importa lo que uno hace en el patíbulo, a ninguno le importa ese sacrificio, ni a sus colegas profesores ni a los muchachos tampoco, su única responsabilidad es usted mismo. ¿Usted cree en Dios? Tiene pinta de que no, pero mire, eso no interesa, la palabra tiene muchas enseñanzas para cualquiera, ¿recuerda cuando Jesús expulsó a los mercaderes del templo? Piense en esa rabia, la rabia con la que vuelca las mesas de los profanadores del templo. ¿Sabe por qué la ira es un pecado capital y no la rabia? William piensa, trata de formular algo para impresionar al profesor que llegó con el ruido animal, mira alrededor buscando, Helen está hablando con una profesora de inglés mientras toman café, se codean, lo miran de reojo pero siguen como si nada. Héctor Mario entra a la sala con su cuello de paloma y le hace un gesto que parece más el de detenerse que un saludo. William mira su mesa y por un instante le parece que no hay nadie, cae en cuenta de que siempre se ha sentado solo. No ha dicho nada, pero el profesor desconocido asiente con severidad como si acabara de responder. ¿Sí pilla, viejo, que ya nos vamos entendiendo?

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                *Mario Medina es antropólogo de la Universidad Icesi de Cali y tiene una Maestría en escrituras creativas del Instituto Caro y Cuervo.

                                                                                                                                Por Mario Medina*

                                                                                                                                Temas recomendados:

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