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Me define el ser la mamá de María y Antonia, una esposa enamorada de su hogar, de su familia, de su esposo Iván. Soy una mujer apasionada, dedicada al trabajo, a liderar equipos, que persevera y busca sus objetivos hasta alcanzarlos.
Orígenes
Eduardo Arias Fernández, mi abuelo materno, fue un amor de abuelito, un paisa que trabajó en el tránsito de Medellín. Murió por un aneurisma en el estómago cuando yo tenía nueve años, pero me marcó muchísimo con su generosidad, dulzura y buenas maneras. Mi abuela, María Francisca Virginia Saldarriaga Jaramillo, también de Medellín, fue una matrona dedicada a sus hijos, amorosa y cariñosa abuelita que cocinaba delicioso para quedar en mí los recuerdos vívidos de los aromas exquisitos, ese olor a pan recién horneado, a panderito dulce.
Mi mamá, Ana Sofía, fue una mujer absolutamente hermosa en todo sentido. Con su divorcio se dedicó a trabajar para sacarnos a sus tres hijas adelante cuando las dos mayores cursábamos la universidad y la menor aún no terminaba su colegio. Tuvo un gran talento con sus manos, cocía muy bien lo que la animó a montar un negocio de pijamas con el que le fue muy bien. También bordaba ropa para recién nacidos por lo que comenzaron a encargarle el ajuar completo, las sábanas bordadas a mano, los vestidos para los bautizos. Sus días comenzaban a las cinco de la mañana, a las seis ya estaba vestida, maquillada, peinada y en tacones, lista para despacharnos y dedicarse a sus temas.
Fue una mamá generosa que nos dio cuanto estuvo a su alcance, lo dio todo por sus hijas. En el 2009 sufrió un aneurisma en la cabeza que la dejó desconectada y sin probabilidades de supervivencia. Cuando le retiraron el respirador nos prepararon para su muerte, pero se despertó, se levantó, caminó, habló. El médico consideró que se trataba de un reflejo, el mismo que le permitió doce años más de vida para compartir con sus hijas y nietos, aunque con algunas limitaciones. Entonces nos dedicamos a devolverle cuanto hizo por nosotras para ser la mamá más consentida y cuidada. Vivió con mi hermana en Montería, luego vino a pasar conmigo un par de semanas, viajó a Medellín y veinte días más tarde sufrió un derrame. En ese momento me encontraba en Providencia, pero alcancé a viajar para acompañarla y despedirme. Murió en julio de 2021. Sé que no he querido vivir el duelo, no la he llorado lo suficiente, pero ese momento llegará. Tengo la tranquilidad de saber que se fue en paz con la vida.
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Mis hermanas y yo somos como una piña. Nos amamos, hablamos todo el día, nos contamos todo. Adriana, la mayor, es diseñadora, experta en curaduría de moda y de marcas, mamá de Pedro y Emilio. Paola está casada con Juan David Marín, vive en Montería, es muy comercial y sociable, tiene un negocio de cortinas y muebles exteriores, es la mamá de Elena y Gabriel. A mis amigas también las considero hermanas, las adoro y cuido como el tesoro que son.
Infancia
Crecimos en el barrio Malibú de Medellín, junto a los amigos de la cuadra con quienes jugábamos en el parque a escondidijo, policías y ladrones, lleva. Era un barrio que congregaba por su ubicación, pues era muy central.
Mis dos hermanas y yo fuimos nietas únicas de la familia materna durante muchísimos años, lo que nos hizo las consentidas y la luz de los ojos de tíos y abuelos. Las Navidades eran mágicas, con globos y pólvora (cuando eran permitidos), además de las delicias culinarias de mi abuela quien preparaba buñuelos, natilla, pernil, postres, porque fue una gran cocinera, talento que le heredamos, especialmente mi hermana Adriana y yo.
Recuerdo las regletas de colores que nos compraba mi abuelito Eduardo y con las que construíamos ciudades. Jugábamos en el solar de la casa de los abuelos maternos mientras mi abuelita preparaba sus maravillosas recetas.
Como mi papá fue en extremo estricto y no consentía nada, mis hermanas y yo nos volábamos a fiestas con el consentimiento de mi mamá que permitía que formáramos bultos en la cama acomodando muñecas que tuvieran el pelo similar al nuestro para que cuando mi papá llegara revisando pensara que estábamos dormidas.
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Fui muy juiciosa en el colegio, estudié en el Teresiano de Medellín. No fui nerd, pero me iba bien, solo en grado once perdí religión porque no era buena para repetir de memoria, mientras que de física y química me eximían de los exámenes. He sido torpe, por lo mismo no he sido buena deportista, me caigo en un charco, me ruedo por las escaleras, así me he quebrado todos los huesos de mi cuerpo. Todas mis amigas jugaban softball mientras yo les hacía barra. Me gusta correr, he participado en varias medias maratones y ahora mismo me preparo para una en febrero.
No fui noviera, pero sí muy amiguera. Conservo a mis amigas con quienes me escribo y nos vemos, porque las adoro. Por lo general, las vacaciones de Semana Santa las pasábamos en Roldanillo en la finca de los tíos de mi papá en el Valle y las de diciembre en Coveñas.
Decisión de carrera
Quise estudiar ingeniería química y me soñaba en un laboratorio creando fórmulas. Esto fue así hasta que, mi mejor amigo de toda la vida, Ricardo Isaza (el chino Isaza, con quien hacía Rally y a quien acompañaba a todo, un loco y necio al que adoré con toda mi alma), me dijo: “Vos por qué no te presentás a Ingeniería Mecánica”.
Llegué a mi casa a decirle a mi papá que me presentaría a ingeniería química en la de Antioquia y en la Bolivariana, pero también a mecánica en Eafit. La reacción de mi papá fue muy fuerte, se opuso y por lo mismo decidí llevarle la contraria. Me presenté y pasé en todas las universidades, lo que le molestó infinitamente y que me hizo optar por mecánica. Decidió que me pagaría la carrera, pero nada más, igual no me importó y seguí adelante.
La mayor dificultad que se me presentó fue el hecho de que no me gustó la carrera. Estando en tercer semestre mis papás se separaron lo que hizo que papá decidiera no continuar respaldándome, como lo manifestara después de una discusión muy fuerte que tuvimos en Piccolo. Este fue un momento de quiebre en el que pensé que dejaría mi carrera para estudiar preescolar, lo que claramente no se dio.
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Colpisos
Hablé con mi amigo Juan Fernando porque necesitaba conseguir trabajo y me refirió en Colpisos. Me presenté a entrevista sin que Olga María Garro, su gerente, supiera de mí. La esperé durante toda una mañana, cuando por fin me recibió, le manifesté mi necesidad de trabajar y que sin ser ingeniera estaba dispuesta a aprender lo que se requiriera para desempeñarme bien en el cargo. Decidió darme la oportunidad, me pidió que me cambiara y regresara a la planta (la empresa se acababa de ganar el contrato de las baldosas para las estaciones del Metro de Medellín).
Antes de retirarme le conté que necesitaba un préstamo para pagar mi semestre en la Universidad, entonces presionó un botón para llamar a Ruby, su financiera, a quien le pidió que elaborara un cheque a favor de Eafit. Pero con el sueldo no alcanzaría a pagarle porque, además, necesitaba plata para el transporte, así que ajustó todo para que las cosas se me dieran. Lo malo fue que no se me ocurrió pensar en mi alimentación. Seis meses más tarde me subieron el sueldo y al año nuevamente.
Recuerdo que trabajé con los obreros de construcción en secciones distintas. Manejé el área de mantenimiento y calidad. Una anécdota muy especial se dio cuando, después de quince años, mientras bajaba las escaleras del Metro en la Estación Nutibara escuché unos gritos: “¡Ingeniera, ingeniera!”. No pensé que fuera conmigo hasta que dijeron: “Ingeniera Sandra”. Venían dos señores vestidos de obreros, me saludaron de abrazo y beso en la mejilla y nos sentamos a conversar en las escalitas, pues se trataba de mis compañeros de trabajo. Ellos fueron siempre muy especiales conmigo: como no siempre tenía para el almuerzo, compartían lo que llevaban y calentaban en la cocineta de la planta, así aprendí a comer de todo. Fueron los primeros en celebrar cuando compré mi primer carro, hicieron chance con la placa y varios ganaron.
Solo tengo gratitud para con Olga Lucía y el equipo de trabajadores que me acogieron, respaldaron y motivaron.
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Probán
Después de dos años decidí un cambio pues desde infancia he sufrido de asma y la planta no me ayudaba mucho con este tema, por el contrario, lo agravó. Entonces me di la oportunidad de trabajar en Probán, bananera de Urabá. Este cargo me obligó a viajar con frecuencia, así que lo que se afectó esta vez fueron mi semestre académico.
Grado
Más que la carrera disfruté la práctica y valoré la visión que da el ser ingeniero, la capacidad que se desarrolla para resolver problemas. Esto ha sido muy útil en mi camino profesional.
Me tomó más tiempo que a mis compañeros graduarme, pues, además de estudiar, debía trabajar. Los semestres fueron muy exigentes, también en términos de horarios porque tomaba clases a las seis de la mañana y al finalizar la tarde hasta las nueve de la noche. Los sábados compensaba las horas de trabajo que no había podido atender durante la semana.
Bolsa de valores
Estando en Probán el vicepresidente financiero me preguntó si me gustaba lo que hacía. Luego me dijo: “Soy de la junta directiva de un puesto de bolsa que está buscando jóvenes en formación que quieran iniciar esta carrera”. Le manifesté que me encantaría, pero que no tenía idea de finanzas por lo que tendrían que enseñarme.
Presentó mi hoja de vida y me abrió las puertas de un programa semilla de doce mujeres de las que yo era la menor y sin experiencia, ellas, por el contrario, habían sido gerentes de banco.
Conocí a Jaime Zaa y a Juan Guillermo Jaramillo quienes me acogieron, me enseñaron y aconsejaron. Cuando a los tres meses mis colegas comenzaron a producir, yo seguía aprendiendo, pero las superé cuando inicié a gestionar. Esta fue una experiencia que duró cinco años.
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Bogotá
Recuerdo que le había dicho a mi mamá que no quería quedarme en Medellín, sino que quería hacer mi carrera profesional en Bogotá donde ya estaba viviendo mi amigo Ricardo Isaza. Ricardo me decía: “El mundo es tan grande y la vida tan cortica que uno tiene que tragárselo entero”.
Viajé, busqué trabajo en bolsa en Bogotá, lo conseguí y me fue muy bien. Llevaba un par de meses, quizás tres, cuando me dijo Ricardo: “Yo no estudié en colegio bilingüe, tampoco estudié afuera. ¿Por qué no nos vamos a estudiar inglés a Australia?”. Armamos viaje, coordinamos todo, tramitamos a través de la agencia de viajes para que en Chile nos expidieran la visa. Estudiaríamos seis meses y luego pasaríamos seis de mochileros. Estaba dispuesta a gastarme mis ahorros, pese a que mi mamá no estaba tan de acuerdo. Era noviembre, había llegado en septiembre y viajaríamos en enero.
Una noche, afinando detalles con Ricardo, me dijo que al día siguiente viajaría a Medellín. Me encontraba trabajando en mi oficina cuando me empezó a llamar por cualquier cosa que se le ocurría relacionada con el viaje. Le pedí que no me interrumpiera pues me encontraba en horario de bolsa, que por favor lo hiciera cuando tuviera algo concreto que decirme. En la siguiente llamada que recibí desde su celular, a las 12.30, me dijo una voz desconocida: “Ricardo se accidentó en una moto en la vía Guaduas / Medellín”.
Este fue un golpe durísimo para mí. Casi me muero con él. Era mi amigo del alma, de toda la vida, de locuras. Crecimos juntos. Él apenas tenía treinta y un años para confirmar que la vida es corta. No fue fácil tenerle que dar la noticia a la familia, tampoco lo fue visitar a su mamá para acompañarla.
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Cambié mis planes, saqué una casa diminuta en la 93 con tercera este, lo más parecido a un portacomidas. Pero volvió la rinitis, empecé a quedarme sin voz con mucha frecuencia, entonces me hice exámenes que arrojaron un quiste cancerígeno en las cuerdas vocales. Mi mamá me acompañó porque tuvieron que operarme. Por cuatro meses no pude hablar. Diez años después, en el 2012, el doctor Hakim me garantizó que ya estaba libre de cualquier secuela.
Ante semejantes circunstancias sentí que no quería continuar trabajando en la Bolsa. Como cosa del destino, visité a un cliente después de seis meses de haberle pedido cita, llegué a la oficina de Fogafín en horario de bolsa, pero me sorprendieron con que la tesorera no estaba para recibirme, así que protesté airadamente mientras pasaba un señor frente a mí a quien le generó curiosidad la situación y preguntó por lo que ocurría para continuar su camino. Segundos después me dijeron que por favor subiera a la oficina del director, Héctor José Cadena, el mismo que se había cruzado en la recepción.
Una vez en su oficina me empezó a formular preguntas como si se tratara de una entrevista de trabajo, dos semanas más tarde me invitó a trabajar en Fogafín. Le dije que lo haría una vez se graduara mi hermana, entonces me pasó su portafolio para que se lo manejara.
Instituto de los Seguros Sociales
Poco tiempo después Héctor José fue nombrado presidente del Seguro Social en el primer gobierno de Álvaro Uribe. Días después me llamó a preguntarme si estaba lista para el cambio y me ofreció puesto como tesorera (sin que yo tuviera el conocimiento para hacerlo). Argumentó que lo único que él necesitaba era confiar en quien desempeñara el cargo porque lo demás lo podía aprender, como en efecto ocurrió.
Héctor José se fue después de un año y yo permanecí tres. Lo reemplazó Elena Mesa, quien era vicepresidente de pensiones. Aprendí mucho de ella y nos hicimos muy amigas. La reemplazo Gilberto Quinche, actual presidente de Coomeva, pero poco después me retiré.
Estando aquí me casé y nació María, mi milagrito de vida.
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Banco Popular
Mi responsabilidad fue montar la banca corporativa de privados del Banco Popular, pero un mes más tarde recibí una llamada de Hacienda. Durante los años en el seguro social, tuve que trabajar de la mano del ministerio para todos los temas relacionados con el pasivo pensional, esto me llevo a conocer y hacerme conocer a su interior
Ministerio de Hacienda y Crédito Público
Me ofrecieron la Tesorería de la Nación cuando el ministro era Alberto Carrasquilla, gran jefe de quien aprendí muchísimo. Llevaba poco en el cargo cuando me separé y la niña tenía tres años de nacida. Estas razones me llevaron a buscar un trabajo mejor remunerado.
En el entretanto Carrasquilla renunció y fue reemplazado por Oscar Iván Zuluaga quien me invitó a quedarme en el cargo, pero fui clara en que lo haría hasta tanto consiguiera un nuevo trabajo.
Pegué un sticker en mi computador con la frase: “Dios mío, yo confío en ti”. Poco después recibí una llamada del presidente del BBVA de la época, Luis Juango, quien me ofrecio la Vicepresidencia de Tesorería del BBVA ante el retiro del tesorero. Lo mío no se dio cuando decidió quedarse en el país.
Fondo de Pensiones Horizonte
Surgió una posibilidad en la auditoría financiera de la vicepresidencia de inversiones del Fondo de Pensiones, como me lo manifestara el presidente del Banco. Acepté el cargo y permanecí por siete años en un proceso magnífico de aprendizaje y grandes retos junto al equipo que conformé, muy joven y muy excepcional.
Recibí un Fondo que ocupaba el sexto lugar en rentabilidad para entregarlo en el primero. Esta medición se mueve cada cinco años, así no era posible lograrlo antes.
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Banca de Inversión
Salí ante la fusión con Porvenir, entonces me dediqué a hacer banca de inversión. Cuando se está en un nivel directivo alto no es fácil conseguir trabajo. La gente piensa que uno no acepta nada distinto, por lo mismo no ofrece nada, pero por fortuna Julio Roberto Vaca sí lo hizo.
Me encontré con Andrés Escobar, quien me había atendido desde e-Concept para realizar un estudio cuando yo trabajaba en el Fondo de Pensiones. En ese momento era viceministro de Hacienda y me invitó a que lo visitara en su oficina para atender una entrevista con el ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas.
Al terminar la reunión Mauricio me dijo: “Lo que tengo para ofrecerte es un cargo por el que ya pasaste y me parece que eso es devolverte”. Yo rogaba en silencio que me lo ofreciera, pero no lo hizo. Le dijo a Andrés: “Cuando saquemos adelante el proyecto que tenemos, llamemos nuevamente a Sandra”.
Fiduprevisora
Pasaron varios meses, de febrero a noviembre, cuando nuevamente me llamaron a ofrecerme la Presidencia de Fiduprevisora.
Fue un trabajo muy retador frente a la más grande fiduciaria que, además, era pública. Manejé cualquier cantidad de negocios que son complejos, de mucho cuidado y enorme responsabilidad. Consolidamos una fiduciaria de alto nivel, con una junta directiva que me apoyó muchísimo y con un equipo de altísimos estándares profesionales y humanos.
Se dieron las elecciones en que fue elegido Iván Duque como presidente y Carrasquilla como ministro de Hacienda. Con él nunca perdí contacto pues ha sido consejero, como Mauricio Cárdenas.
Financiera de Desarrollo Territorial - Findeter
Carrasquilla me dijo: “El banco de Hacienda es Findeter”. Así me nombró su presidente con la premisa de convertirlo en un banco mucho más enfocado a los territorios para generarles un valor adicional, trabajo que ya habían adelantado mis antecesores de manera muy exitosa, Luis Fernando Arboleda y Rodolfo Zea. En ese terreno bien preparado he podido cosechar.
El reto ha sido generar utilidades para reinvertirlas en nuestro objeto social, y lo he logrado de la mano del equipo. Desde afuera, las multilaterales y otros bancos de desarrollo de Latinoamérica, nos miran como un referente. En conferencias internacionales exponemos el banco de desarrollo que somos en el que estudiamos los territorios, estructuramos los proyectos, prestamos los recursos y los ejecutamos. Somos muy integrales, cada vez más relevantes, porque nos convertimos en uno de los ejecutores de las obras más importantes del país.
La tarea que tenemos es la de fortalecer el gobierno corporativo de Findeter para que de cara al próximo gobierno continúe con la transparencia, el manejo no político, la contratación pulcra de las obras que hacemos, el manejo financiero juicioso que nos permite aportar en la Colombia profunda que tanto lo necesita.
Uno de nuestros grandes retos es sacar adelante Providencia, cuando abramos la isla se reflejará el trabajo adelantado. Estamos en etapa de estructuración del proyecto de La Mojana donde viven más de seiscientas mil personas prácticamente bajo el agua durante siete de los doce meses del año: aquí los ríos se desbordan por el cambio climático y por la falta de cuidado en las cuencas. Adicionalmente trabajamos en las vías del Samán en el Eje Cafetero y Norte del Valle, en la primera asociación público pública, pues se terminó la concesión privada así que trabajamos Findeter / Invías.
Continuamos con nuestro trabajo en acueductos, en ciudades inteligentes, en movilidad urbana de combustión fósil a eléctrica, en reorganizar las ciudades urbanísticamente para que sean más amigables, limpias y seguras.
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Familia
Me casé hace tres años con Iván Cancino, abogado penalista. Nos conocimos por Twitter y por coincidencias nos cruzamos un par de veces hasta acercarnos. Admiro su aguda inteligencia y humor muy negro y fino. Iván es papá de Alicia y de Juliana, de diecinueve y once años. Alicia es dulce y cariñosa, un alma vieja, centrada, seria, clara en sus ideas, gran lectora, inteligente, estudia derecho. Juliana es extrovertida, hábil, inteligente.
Mi hija María tiene dieciocho años. Viajó conmigo a todos mis destinos porque fue hija única por muchos años. Es un ser de luz de gran corazón. Mi amigo Mauricio Rodríguez le brindó orientación vocacional, por lo mismo va a hacer estudios dirigidos en los Andes. No quiso viajar a estudiar por fuera para no perderse los momentos especiales de su hermana Antonia: dice que la vida con ella es mucho más feliz.
Antonia es mi bebé de año y medio, así que vivo en medio de dos momentos muy diferentes en mi rol de mamá. Antonia nació cuando me encontraba en medio de un largo debate en el Congreso por Cormagdalena después del almuerzo. Como lo registró un medio económico: “Del Congreso a la sala de partos”. Pero la niña tuvo que pasar dos semanas en incubadora pues fue prematura.
Los seis conformamos nuestra familia, a la que amo profundamente.
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Reflexiones
Me enfoco en el presente, me concentro en el corto plazo en lo importante y urgente de hoy.
El mundo es de los valientes y de los que se arriesgan.
Uno tiene que buscar las oportunidades.
Creo en los ángeles.
Nunca he dejado una oportunidad que la vida me haya presentado.
Si se hace bien el trabajo, los resultados se ven.
La vida es un baile en el que todos damos la vuelta.
Creo en la capacidad que se desarrolla para llegarle a la gente y abrir puertas.
Soy una convencida de la importancia de crear lazos afectivos con la gente.
A mis equipos les brindo la confianza, el respaldo y la tranquilidad para que puedan hacer y ser.
Lo mejor que se puede hacer es rodearse de gente que sepa más que uno en todo.
Hoy no me imagino en un laboratorio de química creando fórmulas.
Lo que más me gusta es servirle a la comunidad.
No soporto la injusticia ni las cosas mal hechas ni la pereza.
La corrupción viene de muchos lados. Esta no existiría si del lado privado no estuviera alguien dispuesto a dar o recibir.
Una cosa es la carrera que uno escoge y otra muy distinta el oficio que uno desempeña.
Soy una convencida de que importan menos los cartones y más la experiencia adquirida.
¿Cómo asumes la adversidad?
Afrontándola, poniéndole la cara, atravesándola.
¿Qué manejo le das a la frustración?
No me frustro, aprendo. Puedo llorar o escribir y se me pasa.
¿Evades el duelo?
El único duelo que he evadido en mi vida es el de mi mamá. Me ha costado entender que no está.
¿Revisas el pasado?
Ahora que hablo contigo.
¿Editarías tu vida?
Definitivamente no, por lo menos no hoy.
¿Cuál es tu sentido de la existencia?
Vivo por mis hijas. Mi existencia se prolonga en ellas.
¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?
Ejemplo. La idea de que uno jamás puede pedirle a los otros lo que uno no está dispuesto a hacer. Porque la palabra mueve, pero el ejemplo arrastra.
¿Cómo te gustaría ser recordada?
Con una sonrisa. Quisiera que alguien se acordara de mí y sonriera. En lo profesional como alguien que nunca desfalleció, que dio lo máximo, que persistió.
¿Cuál debería ser tu epitafio?
Aquí queda un ser humano amoroso, generoso, que dio todo para ayudar a los otros y venció desde el ejemplo.