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Quise conocer a Coque y conecto con él inmediatamente y con su música que llama a la naturaleza por la vibración del sonido que transporta a la raíz de lo que somos. También captura imágenes que tienen voz porque hablan en el silencio de una fotografía. Compartir con él es viajar a través del mundo y sus culturas y es derretirse con la calidez que entrega en cada palabra y en cada mirada.
¿Qué hay en ti? ¿Qué vibra en ti? ¿Quién eres?
Lo que preguntas tiene nombre propio y se llama conexiones, que es la esencia de todo. Es eso lo que hay en mí, una conexión, una vibración.
Uno tiene la misión de conectar y ser parte. Son engranajes de cosas trascendentales para la humanidad como entender que hay comunidades en el mundo que están pensando en salvar el planeta desde hace más de dos mil años y hoy quieren conectar acá.
Pienso que hay personas que logran conectar con mundos que te interesan desde algún aspecto espiritual, bien sea para tu crecimiento interior o para hacer el bien. Es un trabajo que no tiene egos. Es comunicación.
En sí, lo que hago no es un material fotográfico, sino que ilustro procedimientos que sanan la tierra y actualmente eso tiene relevancia porque el mundo está al borde de un colapso ambiental y todos lo sabemos.
Hace muchos años la fotografía era un hobby y hoy en día es tremenda responsabilidad, y muy linda, además. Imagínate, el poder conectar con una audiencia en una cosa que ni siquiera contiene una palabra, simplemente es un estado que te lleva a una sensación de eternidad, como la música.
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Ha sido una búsqueda de mucho tiempo. Yo solamente sé que vibro con la música y que está dentro de mí y que siento la necesidad de generarla porque es una manera de ofrendar, de dar. No importa lo que des, lo importante es que estás dando y la gente lo recibe de alguna manera. Una vibración es del amor, y la tarea es esa.
Yo no sé de dónde vengo y me encantaría saber.
Infancia
Te vas a sorprender porque mi origen no tiene nada que ver con lo que hago hoy en día.
Nací en una familia bogotana, diría que acomodada. Mi papá, un ingeniero civil muy talentoso, diseñador de campos de golf en el país y un golfista impresionante.
Siempre tuve una conexión muy estrecha con la naturaleza, con el campo, y muy especialmente con mi papá. Yo lo tengo a él como un gran maestro, un gran referente que siempre me apoyó y me supo leer.
Mi mamá, una señora inglesa cuyos padres llegaron en la postguerra buscando horizontes, fue una figura en mi vida muy importante no solamente por ser mamá, sino por el mundo que nos transmitía cuando éramos pequeños.
Colegio
Estudié en un colegio tradicional bogotano, Gimnasio Moderno y Campestre, asistiendo a todos los clubes de golf y creciendo en una burbuja, la que me brindaban mis padres.
He vivido muy bien de mi trabajo, pero no sería mi centro asumir la acción de un club mi vida entera, así que exorcizo la necesidad de hacer ejercicio en la bicicleta. Antes iba al gimnasio, patiné en la liga de Bogotá, claro que hoy en día muero del susto.
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Golf
Siempre le dije a mi papá que yo quería ser profesional de golf. Jugando hice amigos. Podía consagrarme cuatro días seguidos, pero él me recomendó estudiar una carrera y luego decidir si quería dedicarme. Fue muy inteligente y creo que de alguna manera intentó ser profesional en el golf, pero sabía que para ese momento de la vida no tenía cómo pretender vivir del deporte, así que se dedicó a su ingeniería.
Fui profesional en ese deporte, jugando los nacionales y suramericanos.
A mí el deporte me fascina porque libera mentalmente. Hoy en día monto en bicicleta, porque es una manera de abstraer la mente y conectarse con el corazón. Pero el mundo del golf no tiene nada que ver con el espiritual, y claro que es una conexión con la naturaleza impresionante.
Universidad
Estudié arquitectura, pero me gustaba pintar también. Como en la casa siempre hubo planos, encontraba tinta y papel. Quise estudiar algo artístico, que me permitiera oír música todo el tiempo y no dudé. Esa es la arquitectura.
Tengo un hermano mayor arquitecto y veía que pasaba buenísimo: trabajaba, oía música y se concentraba. Me gustó tanto la carrera que volvería a estudiarla. No es lo mío trabajar en construcción, pero la perspectiva, el manejo de los materiales para hacer los planos, las tintas, los rapidógrafos para pintar al milímetro, -trabajos que me demoraban toneladas y que aún conservo- me generan fascinación.
Arquitectura
En la Universidad Javeriana tuve un profesor, Herbert Barech, que fue una marca absoluta en mi vida. Me impregnó de una arquitectura vernacular, pues vivía en contacto con la tierra, con el barro, con la artesanía y sentía un respeto infinito por la naturaleza, por la hoja, por el árbol, lo que hoy sería arquitectura de la tierra, pero también construía con adobe y hacía arquitectura moderna. Falleció hace ya mucho tiempo.
Los profesores me apoyaron e impulsaron mucho y me decían: “Vea Coque, dedíquese a esto”.
Yo tomaba clases de carboncillo por fuera de la carrera; la pintura es a otro nivel; la fotografía tiene la facultad de capturar algo cierto y de reinterpretarlo en una imagen real. La pintura trabaja sobre un imaginario y te cuenta la verdad que el artista quiere darte. En la fotografía es lo que es.
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Y la fotografía se puede alterar artísticamente.
Sí, se puede alterar. Y la fotografía habla de esa verdad, de esa imagen que es como un milagro de la óptica y de una cámara. Una cámara lo que hace es capturar y nada más, pero la mirada es ese proceso de evolución que llevas durante toda tu vida haciendo una sola cosa y eso fue lo que a mí me pasó.
Música
Me encanta la música porque conecta.
La forma de presentar los proyectos hoy en día es en formato performance: amigos músicos que tocamos mientras se proyectan imágenes gigantescas para llevar a la audiencia a una atmósfera que es la que nosotros planteamos. Es el proyecto personal.
Uno de mis amigos es flautista clásico, Hernandito, mi alma gemela que viaja por toda Suramérica dando talleres de flauta clásica, pero lo que le gusta, como esencia, es cómo se es simplemente un canal. Cuando se suman más personas, se arma una estructura y hay percusión. Esto ocurre con mi amigo violinista y con otro que canta. Instrumentos ancestrales. Nunca una interpretación será igual a otra. ¡Jamás!
Yo te imagino como ese diferenciador, como el que rompe la homogeneidad, pero sin llamar la atención con la estridencia, sino como quien habita un silencio observador que está capturando cualquier cantidad de sensaciones que te permiten expresarte a través de tu arte. Te veo como el que está creando un mundo dentro del mundo que ya existe. ¿Cuándo te diste cuenta de que tenías ese universo en ti?
Cuando a la gente le gustaba. Yo preguntaba si querían oír, y decían:
- Coque, eso suena como a un lugar en el mundo.
- Ah bueno, entonces vengan, nos imaginamos eso y tocamos tal cual para conectarnos con lugares del planeta.
Estos instrumentos son hechos exactamente para eso, conectan con el lugar donde son hechos; son instrumentos que llevan un mensaje específico y una intención. Estas serán unas flautas sagradas mientras estés en el canal de ofrendar.
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¿Cómo llegas a estos instrumentos?
Llego desde el colegio, tocando flauta dulce como todo niño empieza, interpretando El Cóndor pasa y todo eso. Como los instrumentos de aire, la percusión también me gusta mucho.
La conexión con la música te saca de este tiempo, te saca de este instante y te lleva a otro lugar; es un imaginario en tu cabeza y en tu corazón; conecta lindo y no hay nada más.
Después de muchos años, tuve una oportunidad única que fue estudiar en la flauta Shakuhachi, la primera que conocí en mi vida, complicadísima, además, y con el sonido del budismo Zen. Es la flauta tradicional del Japón que fue instrumento religioso y que luego se volvió popular.
Como lo manifestaras al comienzo, con la música acompañas todos tus procesos creativos.
Sí, siempre. Pero hay un montón de instrumentos. Mira, este es un tambor de los navajos, es ritual puro; es un tambor que marca el latido del corazón, ese está en todos los rituales, y sobre eso se monta un canto. Es un instrumento muy antiguo de la humanidad.
Tengo un amigo, Sumapinta Serrano, que hace unos talleres de estos tambores en Colombia. Es un señor que te explica la parte espiritual porque esto es conectar con el corazón.
El tambor es el latido de la tierra, es la esencia.
Y con él llamas vida.
Claro, totalmente. Es el latir de la tierra y es de los nativos desde hace milenios. Este es hermoso (lo dice indicándome otro instrumento); ese es egipcio; este es un tambor más bajo, muy bello también y hay un montón de flautas.
Mira Isa. Esta en particular se llama una flauta dual comprada en Cusco. Regalos de la vida. Son cosas que aparecen en la vida, en los viajes. Son una maravilla. Es alucinante.
Quedó en buenas manos.
Sí, quedó en buenas manos.
Hay muchos universos, eso ha pasado en mi vida. Este se llama Yurupari instrumento ritual del Valle del Sibundoy, Putumayo, conexión con la madre tierra de esa selva hermosa, con esos ríos.
- ¡Tienes que ir!
Construyes una frase y no paras. Llevamos a la audiencia a un estado de vibración real. No pretendemos nada diferente a conectar.
¿Son los instrumentos de aire los que más te conectan?
Sí. Yo ensayé guitarra, cualquier cantidad de cosas y dije:
- No, no, no. ¡Es esto!
Tengo un amigo que toca trompeta y es un músico excelente, que tiene el cerebro muy bien separado porque no se equivoca nunca.
Cuando haces música, ¿a dónde te trasladas?
Me voy a un vacío delicioso, infinito, agradezco, mantra, vibración. Quedo vacío. Me encanta.
¿Es ese vacío una forma de llenarse también?
Claro, de renovar. Es como una luz blanca, como visualizar ese tipo de luz que te logra cargar la pila literalmente, que en otras civilizaciones son los centros de energía, los chacras. Lo haces consciente y si quieres trabajar hazlo en él. Es el camino de la oxidiana para encontrar cantidad de cosas que hay en este crecimiento y no te alcanza la vida.
Abres espacios permanentemente para poder retroalimentarte de emociones, sensaciones, experiencias.
Cuando te conectas con el corazón, solucionas todo, bueno, quizás no todo, pero sí resulta más llevadero todo.
He participado en cosas que me invitan y no soy músico realmente, no sé leer música, pero me dicen “hágala sonar”. Y escribo las frases para tocar en cierto ensamble.
Creciste en medio de los clásicos, pero llegas a una música que conecta con la naturaleza de otra forma. Estos sonidos son otra cosa. ¿Qué te lleva ahí?
Sí, efectivamente. Cuando tenía siete años me invitaban a oír música clásica a la casa de Fernando Gómez Agudelo, de Bernardo Hoyos, a la de los Dresner. Tere fue mi madrina de bautizo y la del matrimonio de mis papás, también una madre paralela, si se quiere, pues la mía está enferma hace muchísimos años y ellas son como hermanas. Crecí en un mundo cultural, de conciertos también. Digitalicé la música de Gómez Agudelo y la colección es inagotable.
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Hice yoga, estuve en escuelas de meditación profundas como la Escuela de Gurdjieff, escuelas de metafísica chi khun, etc.
Te comparto esta situación: Pasan una película fantástica, Encuentros con hombres notables, de Peter Brook, y a la salida del cine, unas personas muy serias me preguntan:
- ¿Le gustó?
- ¡Tremenda!
- ¿Le interesa?
- Sí, claro. ¿Qué hay que hacer?
- Tal día, en tal salón nos vemos.
Y de Argentina venían los fines de semana a enseñar. Se trataba de El Camino Sufi, escuela de meditación seria. Meditábamos cuatro, incluso seis horas diarias; debíamos desde limpiar la casa hasta cuidar los movimientos. Duré varios años ahí, pero te aclaro que no soy fanático ni de eso, ni de nada.
Luego me metí a metafísica, me pareció brutal. Yo no podía entender cómo alguien puede frente a un tablero, explicar el orden atómico del universo en dos semanas dedicándole cuatro horas todos los días. Te hablan de las dimensiones de los seres que habitan en otros lugares, sus mensajes y demás. Lo más cercano al libro de Urantia que es la biblia de las conexiones universales, por así decir. El Tao TeChing, por ejemplo, que es muy básico y donde tu jamás tienes la razón, te dice:
- Sí, pero no.
Nuevos horizontes
Unos amigos me adoptaron en algún momento de la vida porque tuve que salir de la casa de mis papás dado un tema de alcoholismo de un pariente cercano. Yo no tomo nada, tampoco mi hermana, además soy deportista. Fue una época muy difícil en la que mi papá gritaba desesperado.
- ¡Yo no puedo oír más esos gritos!
Decidí irme y trabajar en un bar de noche, mientras en el día estudiaba arquitectura. De pronto llegan unos mechudos enormes como hippies y me dicen:
- Y voz ¿qué hacés?
- Pongo música, ¿les gusta?
- Sí, ¿nos la grabás?
Y yo les daba un casette. A la semana volvió ese mismo mechudo, un bacán, y me regala un libro de poesía y fotografía firmado por él. Pensaba:
- Pero ¿este quién es?
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¡Qué cosa tan maravillosa! Un tipo mayor, y ese señor es Ángel Beccaassino, un referente de trabajo interior espiritual, es una escuela. Me ofreció irme a vivir con él. Vivía en La Candelaria, era por llamarlo de alguna manera, una comuna, que resultó muy interesante, de gente híper artista, talentosísima. Supe con diez años de anticipación para dónde iba el mundo en la música al escuchar a Rita Roberts, a Alfredo de la Fe. Conocí a todo ese grupo de la Candelaria que era muy rumbero; claramente yo no lo fui.
Aprendí muchísimo con Ángel, además me dio trabajo. Él siempre ha sido un referente publicitario importantísimo en Colombia y hoy en día es analista político, escritor muy prolífico. Yo tenía veintidós años, antes de mi viaje a Japón.
Japón - Fotografía
¿Hubo un momento de inflexión en el que adquirieras esa consciencia de lo que trasciende?
Quizás sí. Cuando viví en Japón a mis tempranos veinte años cuando suspendí la carrera de arquitectura para viajar.
Mi amigo del alma en la línea de la vida, el que siempre me invitaba a los lugares donde estuviera porque sus papás fueron diplomáticos, me dijo:
- Coque, si quiere estudiar en Bélgica, vaya sin problema; si quiere en tal lugar, vaya también.
Y cuando mi papá me dio vía libre, en ese momento ellos estaban en Japón.
Me fui a estudiar a Tokio, viví en la embajada, fui miembro del cuerpo diplomático. Estando allá pregunté por cursos de fotografía. El marido de Kuniko, la secretaria de la embajada, Tsunehiko Kano, era representante de Canon para el mundo, y tuve el privilegio de ser su asistente.
Yo salía de una Colombia de gente maravillosa, conectada con la naturaleza, el bocadillo beleño, el roscón, la colombianada y todo ese cuento que a uno le encanta, a tratar de explicarle a los japoneses qué significa este universo. Yo les llevaba café y otros productos, convirtiéndome en esa persona que quiere conectar la imagen de su país en otro lugar, en una persona que de alguna manera pone un granito de arena.
Un embajador.
Isa ¡Yo te he contado mi raíz absoluta! Patty la conoce, pero me parece lindo compartirla.
Tsunehiko, el esposo de Kuniko, me adoptó realmente. Te quiero poner un ejemplo de lo que era trabajar con él:
Había que hacer una foto de una fachada, por lo que yo cargaba las cámaras que eran unos cajones enormes, pesaban una tonelada y los trípodes que eran gigantes. Cuadrábamos la cámara, yo medía la luz, él hacia el encuadre perfecto y cuando miraba me decía:
- ¡No!
- ¿No qué?
- No se va a hacer.
- Ok, listo.
Y yo empacaba todo, nos íbamos a la casa, me invitaba a tomar té. Imagínate, el señor me quería atender a mí. Los japoneses son muy especiales.
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¿Por qué quisiste un curso de fotografía y no de cualquier otra cosa?
A mí me gustaba desde el colegio. Yo hacía los anuarios, ampliaba, revelaba, entregaba, vendía, compraba rollos, lentes. Sentía que podía controlar un trabajo bien hecho. Realmente me iba bien en él.
Era un hobby porque yo le hacia las fotos a los graduados del colegio y también los retratos. Realmente me esmeraba. Aprendí mucho y, como dicen, todo va sumando.
Pero eso viene de atrás, desde los dieciséis años. Yo veía la fotografía y me encantaba, igual la pintura, y tengo muchos amigos pintores, he podido hacer canjes, trueques y proyectos paralelos con ellos.
Trato de desarrollar el trabajo artístico. Hoy en día el mundo para mí ha cambiado mucho. Soy fotógrafo comercial, hago fotos de pizzas, modelos, alimentos, lo que quieras; es trabajo profesional, pero mi trabajo esencial es lo que te cuento, realmente.
La música, la imagen, el tratamiento de la imagen hacia donde uno quiere llevar a la gente a que piense lo que uno cree que es bueno, lo que uno cree que conecta, es un pensamiento ancestral. Lo que trato de conectar es eso.
Si la humanidad tuviera memoria, el mundo sería totalmente diferente, pero el hombre olvida y olvida permanentemente.
Estudié fotografía en inglés estando en Japón. El tema era profundo: sistema zonal, blanco y negro. Lo que uno aprende es de textura, del manejo y la forma de la luz: luces duras, suaves, más tamizadas, menos tamizadas, fuentes de luz. Uno aprende técnica y parte de expresar el arte es saber realmente qué juguetes son los adecuados. Era la época análoga de la fotografía por eso te encuentras con este museo de cámaras aquí. Pero en esos momentos yo veía la fotografía realmente como una posibilidad de ganarme la vida, de ser fotógrafo comercial.
Yo he tenido tales oportunidades que digo:
- Dios mío, pero en qué momento logré aprovechar tanto y de esta manera.
Al regreso, terminé la carrera. Me encanta la arquitectura, aunque trabajé muy poco en ella y me dedico a la fotografía. Algunos profesores amigos me soltaban el diseño de una casa y me pagaban, pero el proceso era muy lento. En cambio, tomaba una foto, me daban trabajo y me pagaban de una. Y pensé:
- Por acá puedo hacer un caminito
Lo comercial, es simplemente un trabajo, un recurso para poder vivir, para poder pagar las cuentas. No tengo galerista o no me interesa mucho, pero María del Pilar Rodríguez ha sido para mí una conexión brutal:
- ¡Cómo logra esa mujer pintar mi alma en letras viendo unas fotos!
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Recuerdo siempre a Sunejico, este maestro del que te hablo y su filosofía tan brutal de hacer las cosas de una manera absolutamente perfecta porque con él no existe la posibilidad de que retoques con computador.
Los japoneses son una civilización impresionante. A mí me marcó el conocer un universo profundamente espiritual. Ahí también encontré la literatura, libros de poetas japoneses, su música, por supuesto, y la forma como ellos se mueven. Yo los veía caminar de una manera contemplativa. Observaba sus templos, esa vida paralela, la modernidad, pero también el templo budista, ahí vivo con todas las ceremonias cada año, retumbando con sus tambores gigantescos.
Resulta tan indescriptible que hoy en día sigue vivo en mí, lo tengo ahí, esa cultura es un referente permanente.
Nunca volví a Japón, pero quizás en febrero lo haga porque hay una exposición programada.
Línea negra
Desarrollo un trabajo personal porque me gusta, pero jamás me imaginé estar contándolo hoy.
El proyecto arranca cuando, en las vacaciones de semestre, voy con unos amigos a Santa Martha. Quería conocer el Parque Tayrona y hablar con los indígenas, pues los veía impecables en su entorno, vestidos de blanco con un sombrero curiosísimo y con sus mochilas.
Les decía:
- ¿Me llevan a la Sierra?
- ¡No!
- Ah bueno, listo.
Volvía con los amigos, y al semestre siguiente preguntaba:
- ¿Me llevan a la Sierra?
Y me llevaron por Palomino para arriba.
Me devolví a Santa Marta, llamé a mi papá y le dije:
- Papá, creo que lo que tengo para aprender acá en la Sierra no me lo va a enseñar la facultad de arquitectura, así que me quedaré un semestre.
- Tranquilo, hijo.
¿Qué iba a hacer allá? Pues recoger frijol, banano, simplemente estar, trabajar, percibir, entender por qué cuando comen ofrendan los alimentos a la madre tierra, consultan al agua, toman algo de ellos y lo entierran.
Después de cuatro meses regreso a la facultad y todo lo hacía a mano alzada con un pincel. Los profesores, que eran amigos, pensaban:
- Coque debe ser demasiado artista, debe estar loco.
Claro, era estudiante de mochila y arete. ¡Pobre mi papá!
Trabajar con pincel era terapia, me encantaba, además por la tinta. Era todo geométrico, oía música, pintaba, trabajaba y vendía planos y maquetas. Mi papá me enseñó a trabajar desde chiquito. Me decía:
- Camelle que yo le ayudo, pero camelle.
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Hubo un momento donde decidí que no podía hacer tanta cosa y sabía que debía dedicar mi tiempo libre al proyecto de la Sierra Nevada que es muy exigente. Hay que trabajar en él, sacar el material y producirlo, tocar muchas puertas. De repente se viene un mundo que se abre para que cobre vida propia y viaje alrededor del mundo. Te estoy hablando de la Línea Negra, paisaje sagrado de la Sierra Nevada de Santa Marta.
- Esto es sanación.
Este proyecto de la línea negra lo adoptó la Cancillería como itinerante por diferentes lugares del mundo, llevando al Mamo a hacer las ofrendas y permitiendo que Colombia hable de una imagen ancestral. Hay comunidades que viven en otros lugares del mundo como pares espirituales, así como los Mamos de la Sierra.
La línea negra no se había vuelto a hacer en cincuenta años. Hemos ido a más de quince países, empezamos en suroeste asiático, África, Perú, Bolivia, Nepal, Vietnam, Bangkok; es posible que vaya a Rusia ya la Biblioteca Nacional de Saint Peterburgs. Estamos inaugurando en la Julio Mario Santo Domingo.
Buscamos que sea un tema pedagógico, que las nuevas generaciones escuchen a esta gente en lo que le tienen que decir al mundo.
Cada cosa que hay en la Sierra tiene una intención, un significado exacto. Ellos cogen una planta, la tocan y representa una vibración en lengua humana. ¿Qué quiénes son los Mamos? Son humanos que hablan como la naturaleza, con un conocimiento lineal basado en la reencarnación, pues ellos lo son, y la línea del pensamiento la mantienen exactamente, está intacta desde el inicio de su cultura hasta el día de hoy y como no hay nada escrito, le pedí al Mamo, que me dejara documentar porque:
- Si a ustedes los siguen matando, todo esto se va a acabar y no quedaría ninguna memoria de lo que es el significado de una montaña.
Esto ocurrió hace dos años. No es un trabajo remunerado ni mucho menos. Es un compromiso.
Viajo y por espacio de doce días documento todo. Me piden que lo guarde que ellos me avisan cuando pueda compartirlo.
Ellos hacen una línea imaginaria alrededor de la Sierra, renovando las ofrendas ancestrales. Son cincuenta y tres lugares donde se genera un cordón magnético a su alrededor para protección, porque la Sierra es considerada uno de los jardines sagrados del mundo como el Tíbet y Australia. Piedra del ururu.
¿Cómo eliges un camino cuando tienes tantos para recorrer?
Pienso mucho en eso. Yo ya no soy tan joven, trabajo como un animal, doy clases en la universidad. He sido profesor durante treinta años de mi vida. Traigo al taller asistentes, estudiantes y a la gente que me dice que quiere aprender.
¿Qué enseñas?
Fotografía. Por ejemplo, en la Sergio Arboleda enseño fotografía publicitaria. En publicidad dicto un taller de iluminación en nivel avanzado. Hago talleres de percepción con los estudiantes y consiste en cómo mirar a través del corazón y no desde la mente: es ver lo que tú no ves, es observar cosas que de repente pasan por tu vida y no las sacas al consciente, no las miras, y son espejos que dejas de mirar. Son cosas que después te llaman la atención, y es que uno tiene que mirar todos los espejos que le pongan o si no, no avanzamos.
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Todo parte de la observación y mi pregunta es si esa observación es consciente o es inconsciente.
Es inconsciente, pero son proyectos que tú vas elaborando en tu cabeza. Esa es la verdad de todo esto. Tú haces películas en tu cabeza toda la vida y tratas de que se realicen y las deseas realmente y la vida te lo va dibujando, te lo va mostrando, pero hay que buscarlo, hay que desearlo, hay que pedirlo.
Por ejemplo, cuando veo un paisaje absolutamente divino, y al estar ahí con la cámara doy gracias a la vida.
Eres un alma vieja.
Sí, muy vieja y he hecho regresiones.
Tengo unas amigas con las que hacemos un trabajo de búsqueda en los cristales, estos son la memoria del planeta y en la medida en que meditas, encuentras lo que la naturaleza te quiere decir. Es lo mismo que hacen los Mamos con la hoja de la coca, el jayo representa la conexión de lo humano con lo natural; es un estado superior del pensamiento, es el grabador absoluto de todas las conversaciones que tienes en tu vida.
Cuando me invitas a hablar, estamos estableciendo una conexión que no se olvida, que queda grabada.
Como fotógrafo has revelado mucho en la vida, pero ¿qué te ha sido revelado?
Yo hablo de mundos paralelos y pienso que a mí lo que me han revelado es que existe ese mundo espiritual que vive al lado del nuestro. Vive, trabaja y conecta como un acto de fe.
La fe es un elemento etéreo en la vida, pero está, y si no hay fe no hay posibilidad de que las cosas pasen. Podría decirte que me ha sido revelado un camino espiritual muy profundo, un camino de conexión con estos señores de la sierra que muestran un andar en el que hay mucha verdad, sabiduría y conexión con todo lo que está alrededor de ellos.
En la Sierra Nevada un grano de arena es sagrado y sana el dolor del mundo.Todo está conectado.
Llévame a ese momento donde quedaste tan impactado que te transportó y te transformó para siempre.
Bueno, escucha:
En una exposición con el Mamo en África, que se estaba presentando en el Museo Nacional en Ghana, hubo preparativos que tomaron años para su llegada y lo recibieron como un par espiritual, considerado el rey de los absolutos reyes del universo, tal como son cada rey que hay en esos lugares de África y la esencia de la humanidad conectada a la tierra.
Es África, es muy duro por lo que ella representa: la tierra, el sufrimiento, el sudor, el trabajo y mucho esfuerzo. Y esta es la exposición que llevamos ahora al Julio Mario Santo Domingo.
Estando en el río, el Mamo me dice:
- Coque, mañana levántese temprano que vamos a ofrendar.
Y yo estaba más que listo, y sentía la bendición de estar allá con quien es considerado mi padre espiritual. Nosotros somos bautizados, somos hijos de la Sierra y tenemos un compromiso y un lugar para visualizar. Tu adquieres un nombre, o una vibración, y eso también es un trabajo de conexión.
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La montaña es su jardín sagrado y estando en ella, el Mamo me dice que saque la flauta y toque un rato para llevarle un mensaje a la Sierra, al Mamo Sarabi, quien le cuida la cancurua o maloca al Mamo cuando viaja. La cancurua es el lugar de origen de ellos, es la memoria ancestral de la etnia arguabicu, se llama el lugar de origen o cancuru. Ahí se encuentran todos los objetos que deben estar contenidos en un lugar para hacer consciencia del mundo.
Entonces desde ahí arranca el procedimiento, el lugar absorbe el karma del planeta para sanarlo.
Si fueras a depositar algo en la tierra, como lo hacen los Mamos para purificar, ¿qué escogerías?
Cristales. Es lo que hacemos, ofrendar cristales porque tienen una vida interna y con ellos aprendes a comunicarte a través de meditaciones.
Meditar es programar ese cristal para que te hable de algo especifico, por ejemplo, que te proteja o que te ayude a ser más creativo, a tener salud, que seas lúcido en tu trabajo. El cristal es perfecto para eso.
Contéstame tú, ¿por qué nosotros hemos viajado al rededor del mundo con un proyecto que arrancó simplemente de un hobby?
Porque el mundo lo necesita.
Tal cual. Este material tiene algo que contarle al mundo extremadamente profundo y por eso esto conecta, y eso es lo que pasa hoy en día con mi vida. Soy un canal y te agradezco pues lo has entendido absolutamente bien.
¿Qué te define?
Una montaña.
En esta imagen se refleja cierta tragedia, mucha fuerza, mucho movimiento, pero yo hablo contigo y eres la calma, la serenidad.
Sí. En la imagen la cosa es absolutamente dramática. Son miles de fotografías de cielos y eso lo pasamos como en una disolvencia súper lenta, en un formato gigante. Me encanta el performance porque es la manera de mostrar el trabajo y la gente queda feliz. Me encantan los rituales y la próxima exposición se inicia con uno porque se trata de explicarle a la gente cómo conectarse.
¿Dónde está tu esencia?
En las piedras, y específicamente en las grandes. Eso es lo que a mí me gusta. Los Mamos enseñan a conectar unas piedras con otras construyendo una red de visualizaciones de lugares magnéticos alrededor del mundo.
Te cuento una experiencia en África:
- Coque, el Mamo Sarabi le manda a decir que al lado de su pie derecho hay unas conchas negras que debe recoger, eso es lo que debe llevar en una mochila blanca que se llama la marunzama que es la representación de la madre tierra.
Ellos en ese lugar, depositan lo que recogen en otros lugares, lo llevan y lo decantan en el lugar de origen y de ahí se sana el planeta. Así pues que recojo las conchas, documento el material, tomo las fotos, toco flauta y montamos la exposición. Lo que necesitamos es que lo nombren patrimonio de la humanidad.
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Están a solo un paso de lograrlo.
Yo creo que estamos cerca. Paula que es protagonista total en todo esto, dice lo mismo.
¿Cuáles son esos fundamentales de tu existencia?
Esos fundamentales son los arquetipos del alma por los cuales uno en este momento esta acá. La reencarnación, el respeto absoluto, la búsqueda del amor, la música, la imagen, pero esta última es un apoyo, es un recurso para llevar a la gente a que vea algo de cierta manera.
Para que lo disfrute en exposiciones, por ejemplo.
Yo no había expuesto nada mío hasta hace seis años. Y algún día me dijo un amigo:
- Coque, usted tiene mucho material. Tiene que hacer una exposición.
Y Fernando Cano, hijo de don Guillermo que es un alma divina también, me prestó su casa, que es una galería, para hacer la exposición.
Para resumirte, fue un éxito en todo sentido pese al enorme trabajo que significó atendiendo tantos frentes. Empezó como algo que a la gente interesa del trabajo personal y para conectar.
El agua es otro fundamental. Todos estos son revelados.
Tengo un trabajo sobre el equilibrio:
Alguna vez me tocó ver cómo una mujer arrancaba su día usando tres piedras y tres palos para hacer una hoguera en la mitad de la nada. Pensé:
- ¡No me diga que así de simple es la vida!
Esto lo interpreté como en el equilibrio perfecto de tres piedras que están sometidas a todo lo que le pasa a uno en la vida, por ejemplo, cuando entierran a los Mamos en la arena. Si ha sido un buen ser humano que ha conectado con la gente y ha ayudado mucho, se entierra de pie, mirando al oriente y conectan una cabuya con el pelo hacia arriba.
Una persona con sentido profundo de la existencia, que mira todo con devoción, con respeto, ¿cómo puede no dejarse contaminar con lo cotidiano?
Yo trato de abstraerme, pero en ocasiones no lo logro, porque, por ejemplo, el ruido de la ciudad me saca de órbita, lo vuelve a uno agresivo para terminar andando a la defensiva.
Y es que no se puede andar en esa vibración de manera permanente, yo trato, pero no, quizássí por la noche cuando tocamos flauta, prendemos una vela, damos gracias a la vida, realmente es sencillo pero exigente.
El secreto también está en la respiración
Sí, hay mucho trabajo con eso, sobre todo aprendiendo a tocar flauta. Hay una técnica tremenda, que ayuda muchísimo y eso también se lo debo a Hernandito porque él es flautista profesional. Cuando me pregunta qué quiero oír, interpreta una pieza de Bach de cuarenta minutos sin respirar. Es una respiración circular tocando una flauta barroca en todas esas escalas musicales.
La vibración de la música no tiene comparación con nada.
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Estás trabajando por el planeta, por un mundo diferente. ¿Cómo es ese mundo ideal, ese imaginario que hay en ti, al que quieres llegar a través de la realización de tu entrega?
Ese mundo ideal… es la paz interior.
En la alimentación también hay información para la vida.
Soy un desastre y me gusta comer bien, pero no tengo la disciplina. Si voy en bicicleta y me da hambre, me toca parar a comer algo. Soy vegetariano desde que recojo perros porque: ¿Cómo vas a recoger un perro y a pedir un churrasco? Además, no me gusta.
Un día me dijo un cliente:
- Coque, lo llamo para que cotice fotos del frigorífico del sur de Bogotá.
Ya te imaginarás, no lo hice para lo que puse un precio absurdo.
El nivel del mi umbral del dolor por un animal es mínimo. Yo no puedo ver sufrir a un animal. Si alguien le va a hacer daño me involucro.
Siempre hemos dormido con perros en la cama, toda la vida. No tuvimos hijos, nos volvimos y somos animaleros totalmente.
¿Qué hay en tus silencios?
Me estoy formulando preguntas todo el tiempo, acerca de la muerte, de la existencia. Nosotros aquí somos un camino; uno lleva un mensaje y lo suelta, y se lo deja de pronto a otro por ahí para que lo coja.
¿Qué es la muerte para ti?
Dejar de estar en este vestido. Es transmutar esa energía en un consciente colectivo enorme que esté en esa misma meditación. Un gran colectivo de energía, de amor, de luz absoluta y pura. Ese es dios, ese es Buda, un gran colectivo de sabiduría del amor.
Ese puede ser, según Urantia, la 18ª dimensión donde ni siquiera hay cuerpo, solo un colectivo que además mira otros planetas que están en un estado evolutivo menor.
Vinimos a aprender, a trabajar, a no matar al otro, a respetar, a hacer todo eso que hemos olvidado, a eso vinimos y sin embargo, eso no es nuevo para nadie, pero no lo miramos.
- Chévere no hacerle daño a nadie, ¿cierto?
Muy cierto. ¿Qué es el tiempo en tu vida?
Chévere que el tiempo fuera inexistente; uno circular donde no hay principio ni fin. Es vibración.
¿Cómo comienzas los días?
Comienzo mi día muy temprano, faltando un cuarto para las cinco y casi inmediatamente estoy en el parque sacando a los perros porque me gusta ver el amanecer afuera.
Yo tenía un lema con un amigo:
- Al amanecer vencer.
Arrancábamos a las tres de la mañana para el Sisga o para Guasca, llevábamos un trípode, tomábamos fotos al amanecer y dábamos gracias a Dios por él.
¿Cómo los despides?
Con una técnica que se llama el Chi kung.
Imagínate, yo conozco a Roberto Lamberti hace todos los años del planeta; es amigo y me invitó a un curso en el que toqué la flauta, él también interpreta instrumentos de viento. Esta es una manera de conectar esa energía vital de forma muy rápida y no en meditaciones de cuatro o cinco horas.
Me gusta abrazar árboles y tengo mi árbol milenario que amo desde que estaba chiquito.
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Como crees en la reencarnación, ¿en qué te gustaría reencarnar?
Totalmente. A mí me gustaría reencarnar, pero es difícil pensar porque los animales están muy desprotegidos. Si el escenario fuera otro, sin dudar te diría que en un ave.
Mira que estas flautas son llamadoras de cóndores; son hechas por unos luthieres entre Perú y Bolivia.
En un paseo en Los Andes, de un paisaje sin igual, el guía turístico decía que ese día no veríamos cóndores. Me fui con Patty a tocar abajo y estrenamos la flauta que acabábamos de comprar. Una vez comencé a tocar en esa montaña magnífica, ofrendando toda la emoción que sentía, de repente pasaron unas sombras encima de nuestras cabezas, a cinco metros. Escuché el sonido de las plumas, y pasaron cinco o siete cóndores. Llegaron los cóndores atraídos por el sonido.
¿Qué debería decirse de ti el día de mañana?
Una persona que logra, a través de su oficio, conectar un mensaje para el mundo. Soy por esencia un profesor, me gusta enseñar.
¿Eres intemporal?
Como siento que algún día todo va a terminar me digo:
- Hágalo bonito, ahorita, bien, y aprenda.