El aislamiento y el miedo: conceptos del totalitarismo en Hannah Arendt
En Orígenes sobre el totalitarismo, Hannah Arendt describe las ideologías que dan forma a esta forma de gobierno.
En Orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt afirmó: “Los gobiernos totalitarios conocidos se han desarrollado a partir de un sistema unipartidista; allí donde estos sistemas se tornaron verdaderamente totalitarios comenzaron a operar según un sistema de valores tan radicalmente diferente de todos los demás que ninguna de nuestras categorías tradicionales legales, morales o utilitarias conforme al sentido común pueden ya ayudarnos a entenderlos, o a juzgar o predecir el curso de sus acciones”.
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En Orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt afirmó: “Los gobiernos totalitarios conocidos se han desarrollado a partir de un sistema unipartidista; allí donde estos sistemas se tornaron verdaderamente totalitarios comenzaron a operar según un sistema de valores tan radicalmente diferente de todos los demás que ninguna de nuestras categorías tradicionales legales, morales o utilitarias conforme al sentido común pueden ya ayudarnos a entenderlos, o a juzgar o predecir el curso de sus acciones”.
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El unipartidismo pasa a ser así el primer síntoma de un gobierno totalitario, pues ese elemento de uniformidad, que esconde una intención -valga la redundancia-, de unir múltiples voces,termina creando una negación de la pluralidad que deriva también en la pregunta sobre la legalidad de un mandato totalitario: “Sentimos inmediatamente la tentación de interpretar el totalitarismo como una forma moderna de tiranía, es decir, como un gobierno ilegal en el que el poder es manejado por un solo hombre. Poder arbitrario, no restringido por la ley, manejado en interés del gobernante y hostil a los intereses de los gobernados, por un lado; el temor como principio de la acción, es decir, el temor del dominador al pueblo y el temor del pueblo al dominador, por otro lado, han sido las características de la tiranía a lo largo de nuestra tradición”.
Al hablar de poder, al menos en Arendt, entendemos que tiene que haber una pluralidad que le haya dado el aval a otros actores políticos de poder representarlos. A partir de esto, se habla de un poder ilegal, de un poder que no puede basarse en un solo individuo, y que mucho menos puede generar temor a quienes están siendo gobernados. Así, el totalitarismo, entendido como una tiranía, no posee un discurso de poder válido en tanto que este no permite la inclusión de la diversidad humana y política, y si propende a universalizar o unificar todo el cuerpo estatal en nombre de un solo partido y/o ideología.
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Retomando el elemento de la legalidad buscamos hacer énfasis en la problemática del totalitarismo al crear las leyes de manera autoritaria. Tan autoritarios y represivos pueden llegar a ser en un gobierno tirano que incluso pueden llegar a retar el cumplimiento de las leyes que ellos mismos como mandatarios legislaron: “En este punto surge a la luz la diferencia fundamental entre el concepto totalitario del derecho y todos los otros conceptos. La política totalitaria no reemplaza a un grupo de leyes por otro, no establece su propio Consensus iuris, no crea, mediante una revolución, una nueva forma de legalidad. Su desafío a todo, incluso a sus propias leyes positivas, implica que cree que puede imponerse sin ningún Consensus iuris y que, sin embargo, no se resigna al estado tiránico de ilegalidad, arbitrariedad y temor”.
El aspecto jurídico, que de alguna manera también hace parte de las preocupaciones de Arendt, pasa entonces a tener un rol importante en la concepción del gobierno totalitario al tomar a las leyes, vistas desde lo positivo y no desde lo natural, como un elemento secundario o de poca relevancia ya que para el totalitarismo el terror infundido en el todo pasa a tener mayor participación en la construcción del aparato estatal: “La ley de matar, por la que los movimientos totalitarios se apoderan y ejercen el poder, seguiría siendo ley del movimiento aunque lograran someter a su dominación a toda la humanidad […] En el cuerpo político del gobierno totalitario el lugar de las leyes positivas queda ocupado por el terror total, que es concebido como medio de traducir la ley del movimiento de la historia o de la naturaleza en realidad”.
La relación que la autora plantea entre el terror y la acción a través de “la ley del movimiento” busca demostrar el modo en que el totalitarismo ejerce el poder no con el fin de defender intereses de uno o varios sujetos políticos sino con el fin de actuar a favor de un todo. Esto entonces nos lleva a un escenario donde el gobierno totalitario aniquila la habilidad del movimiento y genera en las partes una sensación de haber perdido toda libertad y toda capacidad de desarrollar sus propias ideas y convicciones, de ahí que entonces “el propósito de la educación totalitaria nunca ha sido inculcar convicciones, sino destruir la capacidad para formar alguna”, lo que generaría entonces el triunfo de la unicidad y del todo al excluir cualquier manifestación de minorías o partes que se consideren diferentes.
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Ahora, tanto el totalitarismo como cualquier otra forma de gobierno debe estar sustentada en alguna idea que legitime acciones y estructuras de los sujetos y los aparatos estatales y políticos. Al hablar de ideas, hablamos específicamente de la ideología en la cual se adscribe una forma de gobierno y en la cual se apoya una lógica de poder que se ha creado a partir de la historia y de las condiciones políticas, sociales y económicas. De esa manera, para Arendt la ideología se presenta de la siguiente forma: “Lo que la dominación totalitaria necesita para guiar el comportamiento de sus súbditos es una preparación que les haga igualmente aptos para el papel de ejecutor como para el papel de víctima. Esta doble preparación, sustitutivo de un principio de acción, es la ideología. {…} Una ideología es muy literalmente lo que su nombre indica: la lógica de una idea. Su objeto es la historia, a la que es aplicada la <<idea>>; el resultado de esta aplicación no es un cuerpo de declaraciones acerca de algo que es, sino el despliegue de un proceso que se halla en constante cambio”.
Una ideología se acoge a una temporalidad y a unas condiciones específicas que la pueden determinar no tanto en su forma sino en la aplicación de dicha idea en la realidad. Ya que el hecho de que ésta tenga como objeto a la historia genera que su enfoque y su intencionalidad pueda variar según las condiciones bajo las cuales está siendo permeada una sociedad y un método de gobierno. Ahora, según Arendt, existen tres elementos totalitarios que son inherentes a la ideología: En un primer momento se hablará de la ideología y su tendencia a explicar lo que ha sido, lo que ha llegado a ser, lo que nace y lo que muere. En otras palabras, la ideología presenta una inclinación a explicarse siempre a través del transcurrir de la historia. En un segundo momento se presenta al pensamiento ideológico la capacidad de aprender siempre algo más de lo que se nos presenta en la realidad, es decir, que el pensamiento ideológico no admite una experiencia sin aprendizaje y no se conforma simplemente con lo que se observa a simple vista. Así, como último elemento se presenta la emancipación del pensamiento a través de un proceso de lógica deductiva que no yace en la realidad pero que permite repensarla (Arendt, 2006).
Enlazando la importancia de la lógica en la ideología y específicamente en la totalitaria, se presenta un argumento que ha sido capaz de persuadir a aquellas sociedades que han caído en las manos de un gobierno totalitario. De ese modo, el argumento “usted no puede decir A, sin decir B y C y etcétera[…]” presenta el miedo del sujeto a contradecirse cuando éste pretende expresar alguna verdad u opinión.
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Por otra parte, el miedo a la contradicción no es el único elemento que facilita la dominación a una sociedad. El hecho de provocar la sensación de aislamiento también determina el éxito del totalitarismo ante el desespero e impotencia de aquellos seres humanos que se sienten relegados de toda función en lo político:
Se ha observado frecuentemente que el terror puede dominar de forma absoluta sólo a los hombres aislados y que, por eso, una de las preocupaciones primarias al comienzo de todos los gobiernos tiránicos consiste en lograr el aislamiento. El aislamiento puede ser el comienzo del terror; es ciertamente su más fértil terreno; y siempre su resultado. Este aislamiento es, como si dijéramos, pretotalitario. Su característica es la impotencia en cuanto que el poder siempre procede de hombres que actúan juntos.
Suele suceder que el aislamiento se confunda con la soledad del ser humano, por ello: “Lo que llamamos aislamiento en la vida política se llama soledad en la esfera de las relaciones sociales. El aislamiento y la soledad no son lo mismo. Yo puedo estar aislado –es decir, hallarme en una situación en la que no pueda actuar porque no hay nadie que actúe conmigo- sin estar solo; y puedo estar solo –es decir, en una situación en la que yo, como persona, me siento abandonado de toda compañía humana- sin sentirme aislado”.
De esa manera, el aislamiento se entiende a partir de lo político y su función de desligar al actor político de sus funciones; mientras que la soledad refiere a aquella sensación del ser humano de sentirse olvidado por sus semejantes y su entorno. Así, el aislamiento se aparta por completo de todo discurso social e incluso artístico y se relaciona directamente como un condicional del régimen totalitario o tiránico que permite el crecimiento de dicha forma de gobierno a través de la delegación de funciones y de la exclusión de las capacidades que un individuo puede llegar a realizar dentro de la esfera política.
Hannah Arendt logra ilustrarnos sobre el totalitarismo, la ideología, la lógica y el terror naciente de la unicidad, la contradicción y el aislamiento de los sujetos en tanto que se ven incapaces de participar en acciones y discursos enmarcados por la política. Ahora, aunque se presente el escenario totalitario dentro de todo un marco teórico de la política, para la filósofa alemana todos los elementos mencionados anteriormente son, a su vez, principios antipolíticos en la medida en que propician la destrucción de esa forma de gobierno totalitaria y por ende reducirían toda pretensión de dominación y tiranía en un Estado.
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