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                                                                                                                                  El trofeo de la gloria

                                                                                                                                  Detenida en el tiempo, una bola más moderna, delirante y merecedora de nuevas hazañas, espera convertirse en el trofeo de la gloria de un equipo, de un país.

                                                                                                                                  Adriana Giraldo

                                                                                                                                  El balón reposa en el Museo del Deporte en el Estadio Centenario de Armenia. Lo donó Rubén Darío Hernández.
                                                                                                                                  Foto: Laura Castaño
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En la esquina, los gritos, los saltos, la fuerza en las manos de Freddy Rincón y de los gladiadores de un duelo con los poderosos, los de mejor desempeño, los europeos que más habían disputado finales en los mundiales.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Como el gran trofeo, ese balón hizo parte de la leyenda. Levantó polvo, marcó un nuevo prestigio, dejó atrás las señales del desespero por las sufridas victorias. Puso a la Selección Colombia en boca del mundo entero y ubicó el país en otras realidades, menos oscuras y más cercanas a lo que verdaderamente somos los colombianos.

                                                                                                                                  Las tres cabezas del león etrusco que decoraron las 20 tríadas del balón del Mundial de Italia 90, se conectaron con quien las protegería, tiempo después, para narrar a los niños que entrena en el camino del fútbol, un cuento interminable y de mucho peso, fantasioso, como salido de la realidad.

                                                                                                                                  Encontraron en Rubén Darío Hernández Ariza, exmundialista, delantero y testigo de este logro, el protector y guardián de una historia de orgullo patrio.

                                                                                                                                  Le sugerimos: La cara oculta de Acandí

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Le podría interesar: Semana de pasión

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Detenida, habita un lugar en el que se vale soñar con un nuevo trofeo de la gloria.

                                                                                                                                  El balón reposa en el Museo del Deporte en el Estadio Centenario de Armenia. Lo donó Rubén Darío Hernández.
                                                                                                                                  Foto: Laura Castaño
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En la esquina, los gritos, los saltos, la fuerza en las manos de Freddy Rincón y de los gladiadores de un duelo con los poderosos, los de mejor desempeño, los europeos que más habían disputado finales en los mundiales.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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