El Bogotá Audiovisual Market como cultivo del cine en Colombia
La directora de Proimágenes Colombia, entidad dedicada al fomento y consolidación del audiovisual en el país, habló sobre los cambios que ha vivido en la cinematografía nacional. Además, nos cuenta sobre la edición n.° 15 del Bogotá Audiovisual Market (BAM).
Mateo Medina Escobar
Lleva 26 años en la dirección de Proimágenes Colombia, ¿qué cambios significativos ha podido presenciar en esa entidad?
Hemos cambiado todos. La que más ha cambiado de pronto he sido yo, que he aprendido un montón. Comenzamos en una sede que heredamos de Focine, que es nuestra actual casa, donde ni computadores teníamos. Ahora el mundo digital se ha disparado en este periodo. Ha cambiado la manera en que nos comunicamos, las opciones que tenemos son más amplias y, entre comillas, más baratas y accesibles. El covid-19, que fue algo que nos pasó a todos, fue lo más democrático que le ocurrió al mundo, porque nos transformó e hicimos conciencia de que podíamos trabajar diferente.
¿Y cómo ha cambiado la industria cinematográfica?
Ahora hay un millón de plataformas, pero también de contenidos que están buscando esas mismas plataformas. El negocio cambió el ritmo y las decisiones de las personas para conectarse con el contenido. La gente descubrió que puede ver la película que quiere, a la hora que quiere, por la plataforma que quiere. Ir a una sala de cine ahora es muy diferente. Es un punto que no se discutía al principio, cuando comenzamos a trabajar en Proimágenes. No teníamos la intuición de ir al cine porque prácticamente no había películas colombianas: en 1997 se estrenó una película en la cartelera colombiana, que fue La deuda. El año pasado se estrenaron 72 largometrajes.
¿Cómo empezó el Bogotá Audiovisual Market (BAM)?
El tema de hablar de las industrias creativas estaba muy en boga en los noventa. Empezamos a entender que había una cantidad de líneas de acción en el audiovisual, una de ellas era la de los mercados, que tienen un impacto importante en la economía. Nosotros vimos que ya teníamos algunas películas, estábamos yendo a unos mercados internacionales y viendo la importancia de conocerse uno a uno y mirarse a los ojos para poder hacer un negocio. Fue ahí cuando le propusimos a la Cámara de Comercio de Bogotá unirnos y crear la marca del BAM. Así empezamos a traer gente para que se conectara con la oferta nacional.
Tras quince años del BAM, ¿cómo se siente llegar a esta edición?
En 2010 hicimos la primera edición, eran más o menos 30 invitados internacionales y buscamos unos proyectos que estuvieran en desarrollo. En los primeros años, le dijimos que viniera al organizador del mercado de Cannes, que estábamos armando un mercado aquí. Nos dijo: ‘Pues eso está muy bonito. Está muy interesante. Están colocando los cimientos, pero todavía no es un mercado’. Para hacer esos negocios se necesitaban muchos proyectos. El BAM viene a ser una herramienta, un programa, un punto de encuentro y de reflexión donde también oímos las experiencias de los otros.
¿Cómo miden el éxito del BAM?
Pongo un ejemplo como el de Natalia Santa con su película “Malta”, que se estrena en salas, para decir lo que respondemos: nosotros estamos cultivando continuamente. Se pueden hacer negocios concretos en el BAM, pero, sin duda, se detonan montones de iniciativas que empezarán un camino fructífero y que seguiremos acompañando desde otros mecanismos que no son solo el BAM. Acompañamos desde el programa del mercado, al igual que los Ministerios de Cultura, de Comercio, y de las TIC, y desde muchas otras áreas y entidades que siguen de cerca el recorrido de los proyectos.
Usted también tiene varios créditos como productora, ¿cómo es esa otra faceta?
Ser un productor no es otra cosa que poner cosas juntas y tal vez ese talento lo he tenido siempre. Me volví productora de En busca de María, que es un cortometraje colombiano, porque se necesitaba la plata para hacer ese testimonio. Habíamos identificado a la actriz de María, la película de 1922, que todavía vivía, también encontramos a los vecinos que habían visto cómo se filmaba la película, la persona que había prestado los muebles para la escenografía, habíamos encontrado a algunos de los que habían sido utileros de la película, en su momento los hijos y nietos de Máximo Calvo... Yo me volví productora a raíz de conseguir el dinero para hacer el corto. Me pasó igual con otro proyecto de Luis Ospina que se llama Nuestra película.
¿Qué le atrajo del cine en primer lugar?
Nací, afortunadamente, en una familia muy cercana a la cultura. Nos ha gustado siempre el arte, la pintura, la historia, la danza y, claro, el cine, pero no lo teníamos entre nuestras prioridades. Aterricé en esta industria cuando me encargaron la Cinemateca Distrital en el año 80. Llegué a encontrarme con este mundo más allá de ser una espectadora. Me tuve que preguntar cómo se manejaba todo esto. Allí comencé a encontrar el sendero que después se convirtió en una pasión.
Lleva 26 años en la dirección de Proimágenes Colombia, ¿qué cambios significativos ha podido presenciar en esa entidad?
Hemos cambiado todos. La que más ha cambiado de pronto he sido yo, que he aprendido un montón. Comenzamos en una sede que heredamos de Focine, que es nuestra actual casa, donde ni computadores teníamos. Ahora el mundo digital se ha disparado en este periodo. Ha cambiado la manera en que nos comunicamos, las opciones que tenemos son más amplias y, entre comillas, más baratas y accesibles. El covid-19, que fue algo que nos pasó a todos, fue lo más democrático que le ocurrió al mundo, porque nos transformó e hicimos conciencia de que podíamos trabajar diferente.
¿Y cómo ha cambiado la industria cinematográfica?
Ahora hay un millón de plataformas, pero también de contenidos que están buscando esas mismas plataformas. El negocio cambió el ritmo y las decisiones de las personas para conectarse con el contenido. La gente descubrió que puede ver la película que quiere, a la hora que quiere, por la plataforma que quiere. Ir a una sala de cine ahora es muy diferente. Es un punto que no se discutía al principio, cuando comenzamos a trabajar en Proimágenes. No teníamos la intuición de ir al cine porque prácticamente no había películas colombianas: en 1997 se estrenó una película en la cartelera colombiana, que fue La deuda. El año pasado se estrenaron 72 largometrajes.
¿Cómo empezó el Bogotá Audiovisual Market (BAM)?
El tema de hablar de las industrias creativas estaba muy en boga en los noventa. Empezamos a entender que había una cantidad de líneas de acción en el audiovisual, una de ellas era la de los mercados, que tienen un impacto importante en la economía. Nosotros vimos que ya teníamos algunas películas, estábamos yendo a unos mercados internacionales y viendo la importancia de conocerse uno a uno y mirarse a los ojos para poder hacer un negocio. Fue ahí cuando le propusimos a la Cámara de Comercio de Bogotá unirnos y crear la marca del BAM. Así empezamos a traer gente para que se conectara con la oferta nacional.
Tras quince años del BAM, ¿cómo se siente llegar a esta edición?
En 2010 hicimos la primera edición, eran más o menos 30 invitados internacionales y buscamos unos proyectos que estuvieran en desarrollo. En los primeros años, le dijimos que viniera al organizador del mercado de Cannes, que estábamos armando un mercado aquí. Nos dijo: ‘Pues eso está muy bonito. Está muy interesante. Están colocando los cimientos, pero todavía no es un mercado’. Para hacer esos negocios se necesitaban muchos proyectos. El BAM viene a ser una herramienta, un programa, un punto de encuentro y de reflexión donde también oímos las experiencias de los otros.
¿Cómo miden el éxito del BAM?
Pongo un ejemplo como el de Natalia Santa con su película “Malta”, que se estrena en salas, para decir lo que respondemos: nosotros estamos cultivando continuamente. Se pueden hacer negocios concretos en el BAM, pero, sin duda, se detonan montones de iniciativas que empezarán un camino fructífero y que seguiremos acompañando desde otros mecanismos que no son solo el BAM. Acompañamos desde el programa del mercado, al igual que los Ministerios de Cultura, de Comercio, y de las TIC, y desde muchas otras áreas y entidades que siguen de cerca el recorrido de los proyectos.
Usted también tiene varios créditos como productora, ¿cómo es esa otra faceta?
Ser un productor no es otra cosa que poner cosas juntas y tal vez ese talento lo he tenido siempre. Me volví productora de En busca de María, que es un cortometraje colombiano, porque se necesitaba la plata para hacer ese testimonio. Habíamos identificado a la actriz de María, la película de 1922, que todavía vivía, también encontramos a los vecinos que habían visto cómo se filmaba la película, la persona que había prestado los muebles para la escenografía, habíamos encontrado a algunos de los que habían sido utileros de la película, en su momento los hijos y nietos de Máximo Calvo... Yo me volví productora a raíz de conseguir el dinero para hacer el corto. Me pasó igual con otro proyecto de Luis Ospina que se llama Nuestra película.
¿Qué le atrajo del cine en primer lugar?
Nací, afortunadamente, en una familia muy cercana a la cultura. Nos ha gustado siempre el arte, la pintura, la historia, la danza y, claro, el cine, pero no lo teníamos entre nuestras prioridades. Aterricé en esta industria cuando me encargaron la Cinemateca Distrital en el año 80. Llegué a encontrarme con este mundo más allá de ser una espectadora. Me tuve que preguntar cómo se manejaba todo esto. Allí comencé a encontrar el sendero que después se convirtió en una pasión.