Jhon Anderson Hurtado o enfrentar el pasado para hacer literatura
Tunda (Caín Press) es la primera novela de este escritor bonaverense. Una historia en la que la brujería y el conflicto armado son elementos narrativos para contar las memorias de Darío, el personaje principal.
Andrés Osorio Guillott
Los gusanos que vomita Darío se convierten en la metáfora del libro. La brujería como parte de una realidad que está bajo la superficie, pero que está. En un refrán: “no creo en brujas, pero de que las hay, las hay”. Y el conflicto armado. La violencia. La muerte. La culpa y el mal. Un libro que, como pocos, da cuenta desde el suspenso y también desde lo esotérico otras de las tantas formas en las que la guerra supo adaptarse para quedarse.
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Los gusanos que vomita Darío se convierten en la metáfora del libro. La brujería como parte de una realidad que está bajo la superficie, pero que está. En un refrán: “no creo en brujas, pero de que las hay, las hay”. Y el conflicto armado. La violencia. La muerte. La culpa y el mal. Un libro que, como pocos, da cuenta desde el suspenso y también desde lo esotérico otras de las tantas formas en las que la guerra supo adaptarse para quedarse.
Hablemos primero de esta experiencia como escritor. Es su primer libro, ¿cómo puede contarnos esta travesía y cómo surgió la idea de la novela?
Bueno, alguien una vez me dijo que el primer libro que se escribe es como el primer amor de la vida, ese que lo marca a uno de distintas maneras. Tunda, aunque sujeta a cambios como cualquier otra obra, cada vez que me enfrentaba al documento, a la hoja, supo ser una experiencia satisfactoria porque solía encontrarme en cada idea, cada escenario, en los momentos gratos y de dolor de los personajes. En los paisajes del pueblo y en el día a día grisáceo de la ciudad que representa lo turbio, mientras que el verde y el pantano la maldad, una maldad silenciosa. Tunda fue una exploración de mis mundos llenos de forma de vida compleja. Tunda fue catártica. Y bueno, surgió como una idea muy ingenua de hacer terror, pero poco a poco se fue convirtiendo en algo mucho más elaborado y coherente hasta ser lo que es hoy en día: una voz indistinguible de la cultura, el exilio, la maldad y la inocencia.
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Es poco usual que en la literatura colombiana haya libros que reúnan la violencia con el terror, con historias alrededor de la brujería. ¿Cómo fue unir esos dos mundos?
No resulta algo muy difícil de lograr cuando se vive rodeado de ello, de tanta bajeza humana. Todas estas cosas hicieron parte de mi infancia, y continuaron siéndolo aún en la adolescencia y la juventud temprana. Al fin y al cabo la violencia y el terror tiene una cara distinta para cada quien. Creo que logré tomar los recursos más destacables de ambos mundos para construir uno nuevo, una especie de mundo de batalla donde todo está servido, y claro, los platos más fuertes son la muerte y el placer.
Todos los libros tienen algo autobiográfico. Al ser usted de Buenaventura y ser uno de los lugares de la historia, ¿qué nos puede contar sobre los elementos o recuerdos de su vida que quiso incluir en esta obra de ficción?
Es grato poder tomar elementos de la realidad y conjugarlos para hacer algo de ficción. Yo, debo decir, soy de esas personas a las que les cuesta mirar hacia atrás con agrado porque la línea del recuerdo está muy estropeada; llena de baches, de basura, de vidrio, de lodo; el camino es frío, oscuro, y yo ahora camino por la vida descalzo y sin abrigo. Quiero decir, me duele el pasado pero aún así me enfrento a él para hacer algo de arte. Es la mejor parte; las relaciones de la infancia, los árboles, los errores en la ciudad. Estos elementos son los que verdaderamente pesan dentro de la historia y no podía dejarlos de lado.
Hay un momento en que se habla del mal secundario y el mal primario. Yo le pregunto a usted: ¿cómo define el concepto del mal en el ser humano?
El concepto del mal es tan enorme como el concepto del amor. Creo que el mal es una instrucción genética como lo es cualquier carácter individual en nosotros ya sea para conservarnos como especie o autodestruirnos. Es como una consecuencia directa del hecho de existir, una condición arbitraria de la vida. Pero más que cualquier otra cosa he preferido creer que es una elección.
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En una parte también se explica el significado de Tunda, que es el nombre del libro. ¿Por qué es tan importante el tema de la brujería y de lo esotérico en el libro? ¿Por qué decidió convertirlo en una herramienta narrativa?
El tema de la brujería es importante porque la he visto de cerca, sé que hace daño y debía exponerla, no a fin de generar pánico, sino porque es parte de la cultura bonaverense, cabe decir que es como un parásito, algo innecesario como un apéndice. Y dentro de la historia se entiende como el móvil misterioso en el que se desarrolla la trama. Para narrar una historia miro dentro de mí, y esta parte esotérica es una de las herramientas a mi disposición.
Los gusanos de Darío... siento que en parte, y enlazándolo con la pregunta anterior, la brujería hace de metáfora de la culpa del personaje, como si por medio de estos sucesos se pudiera ahondar en la parte psicológica de él. ¿Podríamos hablar de ese recurso como un medio para expresar la mente de los personajes?
Sí, porque después de todo la sugestión juega un papel importante en situaciones complejas en la que se piensa o se cree que se está siendo víctima de algún maleficio. La suposición de por sí condiciona la mente y juega tanto con las fortalezas y debilidades psicológicas de la persona, en este caso de Darío y de todos los que pretenden ayudarle. De esa manera pueden ver algo que en realidad no está ahí y escuchar un susurro que sí viene de un algún lugar sin explicación.
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Los sueños también son importantes: ¿por qué le interesa lo onírico y qué permite este elemento para escribir?
Los sueños creo que son una fuente rica de recursos para darle un toque fantástico a la realidad, para plasmarlos y volverlos pensamientos palpables, ideas que se pueden tocar. Disfruto soñar, estar en mundos donde todo es liviano, incluso yo, que suelo ir adonde sea con un impulso. Creo que está bien a veces pasar más tiempo dentro de la mente que en cualquier otro lugar
“Los libros nos ayudan a entender el mundo”, dijo Aleida. ¿Qué libros le han ayudado a usted a entenderlo?
Me enamoré de la lectura hace pocos años, antes me dormía con un párrafo de la misma manera en como el primer minuto dentro de una iglesia. He leído libros interesantes como El hombre en busca de sentido y Ante el vacío existencial, ambos de Viktor Fraknl. El gen egoísta y Ateísmo para principiantes de Richard Dawkins. En busca de mi madrededios de Arnoldo Palacios, A Sangre fría de Capote, El nombre de la rosa de Umberto Eco, entre otros, pero estos son los que más me han marcado.
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En Darío hay miedo a la muerte. ¿Usted le teme a la muerte? ¿Por qué es tan humano hablar de este tema?
No, no le temo a la muerte. Temo morir sin haber hecho de la experiencia de vivir algo agradable que anestesie mis últimos días. Creo que uno debe conciliarse con la muerte, entenderla y no crear tantos sesgos alrededor de ella. En Occidente hay mucho tabú respecto al tema, quizá porque estamos tan hipnotizados por los placeres y las cosas materiales que concebimos la vida como el goce eterno, de ahí el miedo a perder todo eso, que nos sea rebatado por la ley natural. Yo tengo un lema, es el “Carpe Diem, Memento Morí”
¿Qué consecuencias deja para una persona, pero también para una sociedad una escala de violencia tan cruda como la que usted plasma en el libro y que vivimos en este país? Se lo pregunto porque Darío en una parte se asombra del cuidado de Aleida, y eso me hizo pensar en las secuelas que deja vivir en medio de la hostilidad.
Una persona expuesta constantemente al maltrato, la muerte, la violencia, la maldad, es propensa a entender el mundo como un lugar hostil, resulta que aprende a ser hostil, pero también unos pueden volverse algo misántropos y aborrecer la naturaleza humana y alejarse de todo ello. El problema está cuando el individuo se deja absorber por ese oscuro contexto de vida, porque no se da la oportunidad de explorar otras virtudes, otras potencialidades dentro de sí mismo como la compasión, la bondad, el amor, la razón, entonces al toparse con alguien que les ofrece un trato sereno, sano, les parece extraño pero también un lugar seguro.
Yo quisiera que el lector, a pesar de la aversión a las escenas más fuerte de la novela, pudiera atisbar un poco la psicología de aquellas personas que por supuesto hacen tanto daño.
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