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Carolina Vivas: “Uno aprende a escribir escribiendo”

La directora de dramaturgia, Carolina Vivas, habló en entrevista para El Espectador acerca del V Encuentro Iberoamericano de Dramaturgia: Punto Cadeneta Punto, que ofrecerá talleres de dramaturgia a escritores teatrales de todo el país. Vivas también compartió detalles de su trayectoria profesional y su compromiso con la enseñanza y la formación de nuevos escritores de teatro.

Diana Camila Eslava
25 de julio de 2024 - 12:00 p. m.
Carolina Vivas Ferreira (Bogotá, 1961) es dramaturga, directora y actriz. Egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático.
Carolina Vivas Ferreira (Bogotá, 1961) es dramaturga, directora y actriz. Egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático.
Foto: Cortesía Umbral teatro.

¿De qué se trata el V Encuentro Iberoamericano de Dramaturgia: Punto Cadeneta Punto?

Este encuentro nace como una iniciativa de nuestro colectivo Umbral Teatro, que trabaja en Bogotá desde hace 33 años. El encuentro consiste fundamentalmente en talleres de dramaturgia donde personas de todo el país pueden recibir herramientas técnicas puntuales que les ayudan a su trabajo de escritores de teatro. Estas herramientas las reciben de grandes maestros y autores de toda Iberoamérica, que además de ser grandes dramaturgos activos y vivos, son también docentes de dramaturgia. El encuentro convoca la presencia de todos los factores activos del hecho teatral.

Será un encuentro que tendrá lugar en varias ciudades del país...

El año pasado vinieron 230 personas de todo el país a Bogotá, pero muchos no pudieron asistir. Este año, el encuentro se realizará en seis ciudades: Cartagena, Bucaramanga, Cali, Medellín, Villavicencio y Bogotá. En Cartagena, el Teatro Adolfo Mejía abrirá con el estreno de Umbral Teatro, que rendirá homenaje al maestro José Sánchez Sinisterra, el más grande autor vivo en dramaturgia, quien estará presente. También estrenaremos, en alianza con Entre Caribes Festival, la obra Ay, Carmela.

¿De qué se trata este homenaje?

Un homenaje no se trata de copitas de vino ni medallitas, sino de montar las obras del autor. Montar Ay, Carmela, uno de los textos más emblemáticos del teatro español contemporáneo y del maestro Sánchez Sinisterra, es el verdadero homenaje de Umbral Teatro, del encuentro y del teatro colombiano al maestro. Este encuentro tan potente y poderoso ha sido posible gracias a la generosidad, coorganización y apoyo definitivo del Instituto Ramón Llull de Cataluña. Este año, la invitada de honor es la dramaturgia catalana. El encuentro introduce variables importantes. No se trata solo de talleres, mesas redondas y lecturas dramáticas, sino que para mí es una acción de paz. Este esfuerzo conjunto de muchas instituciones y activistas es clave para manifestar ese tejido de paz.

¿Cuál es la historia de Umbral Teatro?

Umbral Teatro nació en Bogotá en febrero de 1991. Este grupo lo fundé con mi colega y compañero de vida, Ignacio Rodríguez. Tanto Ignacio como yo habíamos trabajado en la década del 80 en el Teatro La Candelaria. Agradecidísimos, salimos a forjar nuestro propio proyecto y fundamos este colectivo que ya ha sobrevivido en la ciudad durante 33 años. Es muy lindo porque en las obras de Umbral encuentras actores y actrices de todas las generaciones. Somos un colectivo de 23 personas y tenemos 16 obras de repertorio.

¿Cómo empezó su trayectoria profesional? ¿En qué momento se dio cuenta de que eso es lo que quería hacer?

Yo tuve la fortuna de tener una inclinación por el teatro desde que era muy joven. En la época en que yo estudié, no existían estudios a nivel superior en esta área. Lo que existía era la Escuela Nacional de Arte Dramático, que dependía de un instituto descentralizado llamado Instituto Colombiano de Cultura, ya que en ese entonces no había Ministerio de Cultura. Después de graduarme, me fui a la Universidad del Valle, donde el maestro Enrique Buenaventura estaba formando la primera promoción de la facultad de teatro. Hice una pasantía en el Teatro Experimental de Cali (TEC) y luego regresé a Bogotá para integrarme al Teatro La Candelaria como actriz en la década de los 80.

¿Cuáles son los otros hitos en su profesión?

A partir de los años 90, cuando dejé La Candelaria, me enfoqué en la dramaturgia y la dirección, alejándome de la actuación para liderar estos aspectos en mi nuevo proyecto. Aunque he cedido a la tentación de actuar en algunas ocasiones, mi principal desempeño profesional ha sido la dirección y la dramaturgia, así como la docencia. Trabajé durante 10 años como docente de dirección y actuación en la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), que ahora es la Facultad de Artes de la Universidad Distrital. Después de salir de la Distrital, abrí un espacio de formación en dramaturgia llamado Punto Cadeneta Punto, cuyo impacto ha sido significativo, con muchos estudiantes y maestros que reconocen su valor como espacio de investigación y formación en dramaturgia.

¿En qué momento de su vida la dramaturgia fue lo que llamó su atención?

Desde que entré a estudiar teatro en la Escuela Nacional de Arte Dramático, liderada por el maestro Santiago García, me di cuenta de que el estudio del hecho teatral no se dividía en actor, director, escenógrafo y dramaturgo, sino que se veía como un todo atravesado por la creación colectiva. Este enfoque integral del teatro colombiano, donde el actor también puede proponer imágenes mediante la improvisación, me forjó como dramaturga. Cuando trabajas en un entorno de creación colectiva, como en el Teatro La Candelaria, te encargas de todo el hecho teatral: la actuación, la dirección, la dramaturgia, la iluminación, el concepto del color, etc. Al salir de La Candelaria, ya no tenía un dramaturgo con quien trabajar, así que tuve que asumir ese rol y dejar de actuar para poder dirigir mis propias obras. Esto me permitió desarrollarme integralmente en el teatro.

¿Cómo transmite su amor por la dramaturgia a sus estudiantes?

Lo primero que considero fundamental transmitir a mis estudiantes es confianza en sí mismos. El maestro Arístides Vargas dice una frase que me encanta: “Todo el mundo escribe bien”. Esto puede ser discutible, pero es un llamado a la confianza. Sin esa confianza, no se puede adquirir las herramientas técnicas necesarias para dar forma a las inquietudes creativas. Además, todos tenemos una voz crítica interna que puede ser tan destructiva como el ego. En mis talleres, creo un clima de respeto y complicidad alrededor de la creación, porque escribir se aprende escribiendo. Respeto entre el colectivo, pero además respeto del autor por su material.

Diana Camila Eslava

Por Diana Camila Eslava

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador. Con experiencia en comunicación y gestión cultural, así como en consultoría empresarial en transformación digital. @CamilaEslava_deslava@elespectador.com

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