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¿Cómo llegó al proyecto de “Malta”?
Recibí una llamada de Natalia Santa, la directora y guionista. Ella me dijo que había pensado en mí para el personaje de Julia (que es la mamá de la protagonista). Ella quería que yo lo hiciera. Me acuerdo de que ese día tuvimos una conversación muy larga sobre Julia, luego me mandó el guion y yo quedé enamorada. No solamente del guion, sino de Natalia y todo el proyecto.
Cuénteme sobre Julia, su personaje.
Julia es una mujer que vive con su papá y sus tres hijos. Es una mujer que no sale de su casa, a la que le cuesta trabajo incluso salir de la cama. Tiene días buenos, pero en general son grises y tristes. Creo que es una mujer que lleva una culpa muy grande encima. Tiene dolores muy fuertes guardados, eso ha hecho que se encierre en sí misma y le cueste trabajo comunicarse con sus hijos, especialmente con Mariana (interpretada por Estefanía Piñeres), que tiene una manera de ver y construir su vida distinta.
¿Cómo fue su primer acercamiento al personaje?
A mí los personajes complejos y que, a nivel emocional, tengan sus líos, me parecen superinteresantes como actriz. Indefectiblemente, uno siempre les presta cosas de uno a los personajes y ellos, en retorno, entregan cosas hermosas que quedan por el resto de la vida, como el entendimiento de las situaciones, las relaciones y aprender sobre uno mismo. Los personajes iluminan un pedazo del alma del actor. Natalia, desde el principio, nos invitó a todos a estar muy en concordancia y armonía con la vulnerabilidad de los personajes. Nos puso ejercicios para poder entender las relaciones de, por ejemplo, Mariana y Julia, que es bien difícil.
Usted no tiene hijos, ¿cómo le pareció la forma en que se representa la figura de la madre en la película?
Generalmente me toca hacer personajes de mamá, como desde los 30 y pico de años. Tengo un instinto maternal muy grande y la verdad es que es algo bonito de mi trabajo poder interpretarlas. No tengo hijos, pero tengo dónde poner esos sentimientos maternales y esos sentimientos tan femeninos que tenemos las mujeres. Me parece muy importante que Malta ponga en el foco un personaje como Julia, porque ser mamá no es fácil y hay momentos en que muchas mujeres se sienten abrumadas criando a sus hijos. No todas las mujeres estamos preparadas para ser madres.
¿Cómo fue la relación con Estefanía Piñeres para crear esa dinámica entre madre e hija?
Con Estefanía pasó una cosa curiosa, y es que ella es una de las personas que más quiero en el mundo y viceversa. Ya habíamos trabajado juntas y somos muy amigas. Ella es más joven que yo, pero tenemos muchas cosas en común. Es una actriz maravillosa, es generosa, superabierta, tiene un cerebro magnífico y entiende unas cosas fantásticas. Trabajar con ella es muy chévere. Natalia nos ponía a hacer ejercicios de madre e hija; por ejemplo, ellas viendo televisión y Mariana queriendo acercarse a su mamá y contarle algo, pero que no sabía cómo. Con Estefanía hablábamos mucho de los personajes y Natalia siempre estuvo muy pendiente de nosotras.
¿Trajo algo de la relación con su madre para este personaje?
Por supuesto que con el inconsciente se trabaja a nivel actoral. Yo trabajo con situaciones análogas en las que me he sentido igual que mi personaje. Para roles como el de Julia, creo que pensé más en la relación de mi mamá con mi abuelo, en vez de la relación de ella conmigo. Cuando empiezo a estudiar los personajes tomo de todo lo que pueda, luego dejo que se asiente. Tengo mi cuerpo, mis emociones y mi pensamiento. Pero sobre todo eso, en Malta, tuve el proceso entre Natalia, Estefanía y yo. Esa relación entre madre e hija tenía que trabajarse mucho.
¿Qué cree que entenderá el público de “Malta”?
Yo no creo que un libro, una película ni una obra de teatro tengan como objetivo dejar un mensaje. Que a cada uno le llegue lo que le tenga que llegar. Esa yuxtaposición en las historias hace que entendamos cosas de nuestra realidad. Creo que Malta le puede llegar mucho a la generación de los jóvenes, pero también a las más grandes con la representación de esa familia, donde hay un papá ausente, un abuelo enfermo, una mamá que no sabe cómo ser madre de sus hijos, una hija mayor que trata de mantener las cosas en orden, pero que tampoco puede sola. Mucha gente se va a sentir identificada con la película, con los personajes y con esta familia. También con el personaje de Emmanuel Restrepo, que es ese hombre luminoso, porque la vida no es toda oscura, ni toda gris, ni toda blanca. En ese sentido, es muy chévere, ya que cada uno saque el mensaje que quiera.