Rob Riemen: “Todas las sociedades se reducen ahora a números”
El filósofo neerlandés publicó El arte de ser humanos, un libro compuesto por cuatro estudios en el que analiza la guerra, el fascismo y el miedo, además de mostrar que Occidente tiene una crisis de valores.
Andrés Osorio Guillott
Quizás habría que aprovechar que en los últimos tiempos se ha hablado del estoicismo para volver a revisar esta y otras escuelas de pensamiento con el fin de recuperar la importancia de una actitud filosófica frente a la vida. Sin buscar culpables, porque además sería difícil establecer quiénes, cómo y cuándo, hablar de filosofía y humanidades se volvió algo abstracto, lejano, aburrido e innecesario. Pero ya que una de las tantas escuelas —ya sea bien o mal leída, esa es otra discusión— está atrayendo a varias personas en la actualidad, podríamos aprovechar para reivindicar estos estudios e ideas que dan un sentido a la existencia.
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Quizás habría que aprovechar que en los últimos tiempos se ha hablado del estoicismo para volver a revisar esta y otras escuelas de pensamiento con el fin de recuperar la importancia de una actitud filosófica frente a la vida. Sin buscar culpables, porque además sería difícil establecer quiénes, cómo y cuándo, hablar de filosofía y humanidades se volvió algo abstracto, lejano, aburrido e innecesario. Pero ya que una de las tantas escuelas —ya sea bien o mal leída, esa es otra discusión— está atrayendo a varias personas en la actualidad, podríamos aprovechar para reivindicar estos estudios e ideas que dan un sentido a la existencia.
Es valioso que las editoriales vuelvan a dedicar un espacio en sus lanzamientos a la filosofía. Una de ellas nos convoca esta vez, pues se trata de El arte de ser humanos, el libro de Rob Riemen, filósofo neerlandés, que recoge en cuatro estudios una serie de análisis y críticas a varios elementos que componen el tiempo presente y, en especial, que habla del contexto político y social en Europa y Estados Unidos. Y aunque se parte de una mirada eurocentrista, mucho de lo que en el libro se expone se puede trasladar a esta parte del mundo, pues lastimosamente los problemas de Occidente sí parecemos compartirlos sin importar desde qué lugar nos estemos enunciando.
“Yo creo que todos estamos interesados en la filosofía; no hay que estudiarla. Esta empieza haciéndonos preguntas como por qué el mundo es como es o quién soy yo. Es una actitud básica de vida. No hacerse estos cuestionamientos es imposible. Tratar de responder a ellas es entrar al mundo de la filosofía. ¿Podríamos evitar esas preguntas? Ese sería el mundo del escapismo. Podríamos buscar varias formas de diversión, pero estas no nos van a ayudar. Otra forma sería acudir a la ciencia y la tecnología, podríamos atajar respuestas concretas, pero no sé si sea exitoso”, dijo Riemen.
El filósofo neerlandés parte, entre otras, de la idea que dicta que es necesario volver a los orígenes de nuestras instituciones para comprender y recordar los principios por los cuales fueron creados, y que con el paso del tiempo fueron tergiversados u olvidados por múltiples razones. Y es quizá desde ahí que en el libro evoca a Sócrates para decir que después de su muerte fue que “los atenienses comprendieron que, con su manera de encarar la vida, ya había dado la respuesta definitiva: el arte de ser humanos radica en la nobleza de espíritu”.
“Miremos el mundo cómo está hoy en día. No son únicamente las guerras que están en primera página todos los días: las guerras en Gaza, en Ucrania, en Sudán. Hay una larga lista de cosas, pero podemos hablar, por ejemplo, de la desigualdad social, de los ultramegarricos que siguen ganando miles de millones todos los días, de las multitudes de personas que no logran llegar al final del día. Estas son consecuencias de una falta de compasión, y esto se relaciona con una falta de justicia social, con el hecho de que es cada vez más difícil encontrar la humanidad en los otros. Tratemos de imaginar una vida sin nobleza, sin dignidad, sin compasión. Tratemos de imaginar una vida en la que no se crea ningún tipo de belleza, una vida en la cual no pensamos en la justicia. En general, creo que se trata de entender que todo lo que hago en la vida tiene un significado, que las cosas que hago son correctas, que puedo cometer errores, pero que parto de esa intención. Lastimosamente, vivimos en algo que fue predicho por Nietzsche cuando aseguró que en el mundo del nihilismo habría una revaloración de los valores morales y espirituales, y que estos serían reemplazados por el materialismo. Ahora vemos que todas las sociedades se reducen a los números”, aseguró el pensador neerlandés en entrevista para este diario.
Números, cifras, todo es medible. En su libro, Riemen escribe “el valor personal pasó a ser un valor comerciable, y la autoestima depende más de cuánto se gana que de la capacidad de amar, pensar y ser creativos”. Números que también hablan de negocios, de un mundo que piensa en estos términos, que son importantes, pero no tendrían que ser reinantes. Y para esto, Riemen pone un ejemplo que habla sobre Karl Kraus, quien consideraba que “el orden mundial de la mentira” se manifestó por vez primera en los medios de comunicación masiva de la Viena de principios del siglo XX, pero que aún hoy puede constatarse. “Un poeta puede ser un poeta si cada palabra que utiliza es una expresión de la verdad. Eso no pasa en el mundo de los medios. Ustedes los periodistas pueden hacer un artículo sobre el número de personas que están siendo asesinadas en Gaza, y en la misma página tienen un anuncio para un nuevo jacuzzi. Es raro. El horror y el mercado al mismo tiempo. Cuando los medios dicen en general que ellos dicen la verdad es porque quieren vender periódicos, y no es lo mismo. Obviamente para ser sostenible hay que vender, pero en mi propia experiencia con el New York Times, cuando publicaron mi libro, me pidieron que escribiera una editorial abierta sobre él, y de un razonamiento muy objetivo hablé de Trump como un fascista contemporáneo. Ellos no querían publicarlo, me pidieron que hiciera otra cosa y la hice, pero tampoco querían publicarlo y me dijeron que era porque iba contra su modelo de negocio, que eso derivaría en perder el acceso a la Casa Blanca”.
Otra premisa de la que parte Riemen para abordar sus ensayos es la ya desgastada frase de que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, pero él aborda esta idea desde la máxima de Cicerón: “La historia es la tutora de la vida”. Para el neerlandés, las guerras, el regreso del fascismo y los ascensos de la ultraderecha en Europa no han sucedido por circunstancias exclusivas de este tiempo, sino que es la muestra de un eterno retorno de acontecimientos que ya pasaron y que como sociedades terminamos olvidando o subestimando.
“Albert Camus nos hablaba de la peste como una especie de metáfora del fascismo, como si fuera un tipo de virus que invade el cuerpo político de una sociedad, que pueden pasar muchos años, pero en algún momento volverá a aparecer. Thomas Mann, a diferencia de Camus, terminó diciendo que dejemos de cometer estos errores, que la guerra pudo terminar, pero el fascismo no desaparecerá. En una sociedad o democracia en masa, que no es guiada por valores morales, éticos o espirituales, y que sí es guiada por instintos como el miedo, la avaricia o el resentimiento, se crean demagogos que se presentan como los nuevos mesías. La gente no quiere libertad, quiere felicidad, y el demagogo sabe prometer esa felicidad. Muchos utilizan el odio y la mentira para hacer que su país sea grande de nuevo. No hemos aprendido de los errores de la historia, tenemos además una estupidez y una amnesia organizadas. Hemos perdido el coraje porque preferimos adaptarnos. Una democracia se deteriora cuando los medios se convierten en una maquinaria de la propaganda, cuando la educación solamente se reduce a lo que es útil, cuando los políticos dejan de preocuparse por debatir qué es lo mejor para un país, utilizan eslóganes y se vuelven máquinas de sus propios intereses”.
Se tiende a pensar que este tipo de ensayos o de textos sugieren una actitud pesimista frente a la vida. No. De hecho, la apuesta de Riemen con sus libros y también como director del Instituto Nexus, en Países Bajos, es hacer un llamado a cuestionar, debatir y no pasar por alto ni siquiera lo más cotidiano, pues en esto encontraremos respuestas y razones a los problemas que nos competen. Así, por ejemplo, Riemen parte de la literatura y de la poesía también para demostrar que desde la estética o la idea de belleza es posible comprender el acontecer de la historia.
“John Keats dice que la belleza es la intriga, la curiosidad, pero hay una verdad fundamental en esto: la belleza sin verdad sencillamente es algo kitsch, se ve muy glamurosa, muy bonita, pero es como un champú. En cualquier forma de belleza hay cierta verdad detrás de ella. Por ejemplo, esta mañana vimos a los presidentes Macron y Biden entregarles medallas a hombres de 80 o 90 años que el 6 de junio de 1944 estuvieron en el Día-D. Vemos esas caras y es imposible no considerar como algo bello esto. Uno de los secretos de la vida es ver la belleza en la simplicidad”.
Riemen afirma en su libro que “la compasión es la mayor virtud humana”, así como también cita a Emile Zola cuando dijo que en esta época “deberíamos cultivar la igualdad y la tolerancia como la esencia de la civilización”. “Estos valores son parte de los fundamentos de la civilización. No son los únicos, primero, y segundo, ahora estamos en un momento de nuestra lucha por la civilización porque la nación de la civilización occidental está en una crisis profunda. Si combinamos todas las crisis (ambiental, social, económica, política), veremos que es un asunto de civilización, que eso nos lleva, de nuevo, a una crisis de valores. Para luchar contra ello el establecimiento tendría que decidir crear humanismo, pero no podemos ser tolerantes con un país como Estados Unidos si es guiado por Trump, no podemos ser guiados por una sociedad que quiera reducir todo a fallas de mercado. No podemos ser tolerantes con los totalitarismos cuando se discute la fe en Arabia Saudita o China, o con la Rusia de Putin. No podemos ser tolerantes con ningún tipo de fundamentalismo”.
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