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¿En estos años de trabajo cuál ha sido una experiencia transformadora?
Soy una apasionada de las artes, especialmente de la danza. Desde mi tiempo en el colegio, tuve la fortuna de acercarme a las prácticas sensibles, y decidí enfocar mi trayectoria en el ámbito artístico, buscando siempre el desarrollo personal y profesional a través de diversas formas de expresión. Una experiencia particularmente significativa fue mi papel como artista formadora en el programa “Jóvenes Tejedores de Sociedad,” donde valoré el impacto de la formación artística en las comunidades locales. Estos roles me permitieron conocer de cerca los procesos comunitarios, los cuales siguen siendo una parte esencial de mi trabajo y de mi ejercicio profesional en la actualidad.
Desde su experiencia, ¿Cuál es el panorama de la danza en Colombia?
En mi experiencia al frente de la coordinación de danza del Ministerio de Cultura durante casi 14 años, y ahora en la dirección de artes del Ministerio, he observado una gran riqueza en la danza en Colombia. Trabajé en la formulación e implementación del Plan Nacional de Danza, cuyo lema es “Un país que baila”, que muestra la potencia y la diversidad de la expresión dancística en el territorio. Colombia cuenta con una comunidad de jóvenes, niños y adultos que encuentran en la danza una forma de expresión y de comunicación de su identidad. Sin embargo, también he notado una necesidad urgente de dignificar esta práctica, ya que a menudo se considera algo natural y no una profesión. Mi trabajo en política pública y gestión cultural ha estado enfocado en la dignificación del trabajo artístico, asegurando que los procesos de formación y educación en danza estén presentes a lo largo de la vida y en condiciones favorables.
En este momento, desde la Dirección de Artes, ¿qué otros retos han encontrado?
Los principales retos que hemos encontrado son la desigualdad en el acceso y en el apoyo a la cultura en los territorios. A pesar de la riqueza cultural en Colombia, los gobiernos locales, especialmente en municipios de categorías 4, 5 y 6, enfrentan serias dificultades. Estos lugares tienen presupuestos muy limitados y escasa inserción de la cultura en las agendas públicas, lo que afecta a las organizaciones culturales y comunitarias. Nuestro enfoque ha sido potenciar el trabajo cultural en estos territorios. Hemos implementado estrategias como el Sistema Nacional de Educación y Formación Artística y Cultural, en colaboración con el Ministerio de Educación. Un ejemplo de esto es el programa “Sonidos para la Construcción de Paz”, que inicialmente lleva la música a las instituciones educativas y busca abrir la puerta para que otras disciplinas artísticas también sean incluidas en la educación formal. Este programa es clave para generar condiciones que fomenten el desarrollo de las vocaciones artísticas de los niños y jóvenes, abordando así una de las principales necesidades en la gestión cultural.
¿En cuáles otras estrategias están trabajando?
Estamos abordando varios desafíos clave en la actualidad. Primero, reconocemos la alta desescolarización y la vulnerabilidad de los niños que no asisten a la escuela, por lo que estamos creando programas para apoyar a organizaciones culturales y comunitarias en la formación artística fuera del entorno escolar. Hemos lanzado un banco de iniciativas culturales para ofrecer recursos a estas organizaciones y fortalecer sus propuestas. También estamos impulsando el pensamiento artístico crítico a través de laboratorios de co-creación en comunidades del Amazonas, el Pacífico y el Magdalena Medio. Estos laboratorios buscan empoderar a los artistas locales para que desarrollen sus propias producciones y preserven sus saberes culturales. En cuanto a la proyección internacional, hemos apoyado la presencia de la música y la danza colombianas en festivales internacionales como el de Jazz de New Orleans y en eventos en Cuba, Europa, Canadá y Sudáfrica. Además, promovemos la circulación de artistas colombianos en el exterior y su retorno al país con beneficios para la educación y el medio ambiente.
Detrás de Ángela, como artista, ¿qué es lo que más le mueve?
La capacidad de la danza contemporánea para ir más allá de la forma y del virtuosismo, y ofrecer una plataforma para la reflexión y la comunicación de mensajes profundos. Encontré en ella el lenguaje que mejor me representa. Este tipo de danza me permite explorar y expresar cuestiones sociales y políticas, llevando a la escena mensajes sobre la realidad social y experiencias humanas complejas. En mi trabajo, he abordado temas como la vida en las cárceles y el desplazamiento, explorando cómo el encierro y la pérdida de identidad afectan a las personas. Estas experiencias me han permitido representar las luchas y las transformaciones que enfrentan los individuos en contextos de vulnerabilidad.