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Alquería nació en 1959, ¿cómo fue esto?
Alquería nació gracias a la visión de mi abuelo, que era médico y presidente de la Cruz Roja. Su intención era ofrecer leche de alta calidad a los colombianos. Para ello, compró maquinaria usada de una planta ubicada en Rionegro, Antioquia. En esa época, no había carretera para llegar a hasta allá, lo que causaba problemas en el transporte de la leche embotellada a Medellín, ya que las botellas se rompían. Mi abuelo adquirió la maquinaria y mi padre, recién graduado en Zootecnia en Estados Unidos, se encargó de desmontarla. Junto con dos camiones, la trasladaron a Cajicá, donde comenzaron a fabricar botellas pequeñas.
¿Cuál ha sido la principal preocupación de Alquería?
Al ser médico, mi abuelo comprendía el impacto que tenía la nutrición en la salud de los niños. En Colombia, la deshonestidad en la industria láctea ha llevado a que se mezcle suero con la leche, lo que la hace más barata, pero perjudica la salud de los niños. Mi abuelo solía entregar tres litros de leche a cada familia trabajadora, incluso a aquellas sin hijos. Era fundamental que la gente tuviera acceso a leche pasteurizada, ya que él entendía la importancia de la pasteurización para evitar enfermedades como la brucelosis, que se transmite a través de la leche cruda. Colombia tiene una de las leches más caras del mundo; a pesar de que producimos suficiente, la calidad es deficiente debido a prácticas empíricas. Estamos trabajando para mejorar la productividad y la calidad de la leche, brindando formación y tecnología a los productores.
En términos ambientales, ¿cómo equilibran la producción de leche?
Hay investigaciones en curso sobre alimentos para vacas que ayudan a reducir el metano que se produce en su sistema digestivo. Se espera que estos avances permitan reducir las emisiones entre un 20 % y un 30 % para 2030. Actualmente, algunos de estos alimentos incluyen hojas de ciertos árboles que son efectivos en esa reducción. A largo plazo, el reto es desarrollar alimentos innovadores para las vacas. Se ha identificado que un compuesto de algunas algas podría ser una solución, aunque su cultivo en el agua presenta muchas dificultades. Diversas empresas en Europa, Asia, Australia y Estados Unidos están trabajando en esta problemática, buscando un camino viable para implementarlo.
¿Cuáles han sido los retos de llevar un producto lácteo a los diferentes rincones de Colombia?
Llevar productos lácteos a diferentes regiones de Colombia ha sido un verdadero reto, especialmente en Nariño, donde las carreteras son difíciles de transitar. Las carreteras terciarias, especialmente en el trópico alto y en áreas como la sabana de Boyacá, son fundamentales, pero muchas no están en buen estado. Las condiciones climáticas también afectan el transporte, ya que las lluvias constantes obligan a los camiones a reducir la velocidad a 10 o 5 km/h, lo que hace que el transporte sea arriesgado y lento.
Usted tiene una relación directa con el mundo lácteo, pero también se ha interesado por las ciencias humanas. ¿Cómo ha sido esa relación?
Mi relación con el mundo lácteo surge de una serie de circunstancias accidentales. Estudié Sociología, lo que me llevó a reflexionar sobre cómo se comporta la gente. Quería entender por qué las personas actuaban de determinada manera, y aunque a veces no estaba de acuerdo con sus acciones, al menos podía comprender las razones detrás de ellas. Además, con la antropología he aprendido a observar diversas culturas y comportamientos, y eso me ha hecho darme cuenta de que lo que podía parecer extraño a primera vista, en realidad, era solo diferente. He estudiado muchas tribus y grupos, y esta perspectiva me ha ayudado a aceptar la diversidad.
¿También estuvo involucrado en la política?
He trabajado en el sector público y obtuve una maestría en Gestión Pública. Mi trayectoria me llevó a estar en la Cámara y en el Concejo de Cajicá. Tras el asesinato de Galán, participé en la Asamblea Constituyente con Carrillo y Gaviria, entre otros; sin embargo, mi experiencia en la política también ha tenido momentos difíciles, como cuando me vi involucrado en situaciones de riesgo y amenazas, especialmente durante el período de Pablo Escobar.
¿Estaría interesado en involucrarse más en la política?
Tengo un interés constante por la política. He estado involucrado en diferentes iniciativas, como en Cundinamarca, donde trabajamos con un proyecto llamado “Vaca madrina”, que consiste en ofrecer créditos a campesinos para mejorar su calidad de vida. En Aguachica, hemos trabajado en coordinación con ONG y hemos implementado tecnologías como digestores de biogás, que permiten a las familias utilizar estiércol para cocinar sin depender de gas domiciliario ni de la leña, lo que contribuye a la sostenibilidad y la reducción de la deforestación. Este proyecto ha beneficiado a 187 familias y me gustaría que pudieran ser 10.000 o 20.000, ya que la pobreza energética es un problema grave.
Hablando de su faceta como educador, pero también como escritor y lector, ¿cuál es su relación con la literatura?
Desde el colegio, siempre he tenido el deseo de escribir. Aunque no había periódico en mi escuela, cuando llegué a Estados Unidos, me presenté en un periódico y expresé mi interés por colaborar. Comencé a enviar artículos y, para mi sorpresa, empezaron a publicarlos. Esa rutina se convirtió en una costumbre semanal. Cuando regresé a Colombia con mi posgrado, continué escribiendo en la prensa. En un vuelo, conocí al expresidente Pastrana y tuvimos una larga conversación. Le pedí una cita y le mencioné mi interés en escribir en la prensa. Él me advirtió que escribir una vez por semana era más complicado que hacerlo todos los días. A pesar de eso, comencé a publicar regularmente. La lectura ha sido fundamental en mi vida. Me esfuerzo por leer de manera constante, ya sea sobre gerencia, biografías o diversos temas que me permiten entender el contexto global.