¿Cómo comenzó La Magdalena Fest?
La Magdalena Fest surgió en 2018, de una idea que tuve más o menos desde el 2015, momento en el que yo empecé a acercarme más a Honda (Tolima) como un destino patrimonial y un lugar lleno de historia. Empecé a recorrer más este sendero y a aprender sobre su importancia histórica, económica y todo lo que ha representado para el país, además de su conexión con el río Magdalena. Yo pensaba que eso lo debería conocer más gente. Yo soy de Medellín y nunca había estado tan cercana al río Magdalena, pero entendí y me sentí responsable de que hay un montón de cosas tan importantes de este río y que ha sido tan protagonista en nuestra historia. No conocemos esos elementos y no somos conscientes de la importancia y de todo lo que representa el río.
¿Cómo es su relación con el agua?
Yo he sido, desde mi infancia, muy cercana al agua. Me conectaba mucho con su poder y con la libertad que de alguna manera representa. Para mí un río siempre ha sido de admirar, contemplar y valorar. De alguna manera, por mi experiencia en el trabajo cultural, en entidades públicas y privadas, y de entender las necesidades de los actores independientes de la cultura, tanto desde la música como las otras artes, pensaba que un festival podía ser una gran oportunidad para visibilizar esos procesos y darle una cara al río Magdalena y a las personas que trabajan en el arte a su alrededor. Creo que el poder más grande que tiene el río es el de conectar personas e ideas.
¿Por qué decidieron que este año el festival estuviera enmarcado en La vorágine?
Justamente, al estar celebrando los 100 años de La vorágine, pensamos que era una gran oportunidad para vincular esos proyectos que están alrededor de la conmemoración del libro. Una de las integrantes del equipo creativo estuvo en Orocué (Casanare) y en la casa museo de La vorágine, y propuso la idea de invitar al río Meta, que no está tan presente en el libro, pero sí fue muy protagonista en la escritura. Orocué fue el lugar donde José Eustasio Rivera se inspiró para escribir la novela. Quisimos darle un foco por ese lado, no a la temática de la novela, que es de lo que todo el mundo está hablando, sino enfocarlo en lo que sucedió en Orocué, la cuna del libro.
¿En qué más se desempeña además de La Magdalena Fest?
Llevo poco a más de 15 años trabajando en la gestión cultural. Inicié muy joven, a los 16 años empecé a hacer producción de eventos en Medellín. Eran eventos de entretenimiento con orquestas, sobre todo muy enfocada en la música. Siempre ha sido la línea sobre la cual he caminado. Estuve vinculada a grupos musicales, pero digamos que mi ejercicio como música nunca fue claro para mí. Fui encontrando el ejercicio de la gestión cultural. Trabajé en el Ministerio de Cultura, que fue una gran experiencia para entender todo lo que pasa en el país alrededor de la cultura. También trabajé en Bogotá en entidades como la Red de Productores Culturales Latinoamericanos (Redlat); desde Circulart, uno de los mercados de música más importantes del país. He representado al país con misiones de artistas, recientemente coordiné la participación de Colombia en el Festival de Jazz de New Orleans y ahora estoy también en la dirección de Altavoz trabajando con la Alcaldía de Medellín.
¿Por qué decidió enfocarse en la gestión cultural?
La vida lo va poniendo a uno en el camino de lo que quiere y donde su corazón realmente palpita. Yo en un momento de mi vida estaba trabajando en una multinacional de dispositivos médicos, como respuesta a otras necesidades de mi vida personal. En ese momento supe que ese no era mi camino. Renuncié y llamé a Juancho Valencia, que es mi hermano desde que tengo 14 años, y le dije que quería volver a la música y a la cultura. Él me llevó a Circulart, que era donde ya había trabajado durante la primera edición. Después tuve la oportunidad de trabajar en el Ministerio de Cultura. Cuando uno está predestinado para trabajar en un lugar, de tener una misión en la vida, creo que eso ya se hace fácil empezar a mostrar las capacidades, la experiencia, el conocimiento y las habilidades. Mi experiencia en la gestión comercial tiene mucho que ver con la estrategia, con la capacidad de vincular y conectar personas y proyectos, entendiendo también las necesidades del sector. Es un círculo que ha sido muy bonito de vivir. Ese aprendizaje y experiencia resultan en un festival exitoso como La Magdalena Fest, en las oportunidades que he tenido en Circulart, también desarrollando todas las alianzas que se hacen desde lo público y lo privado, y ahora en este nuevo camino de poder dirigir Altavoz.
