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“La fotografía no se trata solo de estudiar, se aprende practicando”

Efraín Gómez habló de sus inicios en el mundo de la fotografía química. Además, mencionó las dificultades que ha enfrentado con la llegada de las cámaras digitales y reflexionó sobre el futuro de este arte en medio del avance de la Inteligencia Artificial.

Jorge Danilo Bravo Reina
05 de octubre de 2024 - 02:00 p. m.
Efraín Gómez lleva 50 años en el oficio del revelado de fotografía.
Efraín Gómez lleva 50 años en el oficio del revelado de fotografía.
Foto: Jorge Danilo Bravo Reina
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¿Cómo terminó involucrado en el mundo de la película fotográfica?

Comencé como mensajero en una empresa suiza-alemana que introdujo la fotografía en Colombia. Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos de sus ciudadanos se trasladaron a estos países. Aprendí a revelar rollos “parando oreja”, escuchando a los demás, leyendo y practicando. Tuve la oportunidad de aprender de grandes laboratoristas y maestros. En particular, uno de Pasto, que trabajaba en una empresa en Chapinero, me enseñó mucho, así como los suizos, que eran excelentes en su trabajo.

¿Cómo aprendió a revelar?

Aprendí de un laboratorista llamado Jorge Erazo, un hombre impresionante en la ampliación y el revelado. Cuando tenía unos 12 años, me preguntó si me gustaba y yo le dije que sí. Me dio un carrete y me enseñó a enamorar. A escondidas de los dueños suizos y alemanes, empecé a revelar sin que nadie lo supiera. Todo cambió cuando él se enfermó y dieron la orden de no recibir más rollos porque no había quién revelara. Cuando preguntaron quién sabía revelar, levanté la mano.

¿En qué momento decidió abrirse su propio negocio?

Después de haber trabajado en varias empresas, como Foto Claus, Fotocasa Suiza, y Riegner y compañía, todas suizas y alemanas. Aprendí algo valioso en cada una de ellas. En 1988 abrí “Poder fotográfico”, gracias a un préstamo de un amigo. Comencé pequeño, pero como venía de trabajar con los expertos, la gente pronto se enteró y empezaron a traerme rollos. Al principio, pensé que iba a cerrar en tres meses porque apenas recibía trabajo, pero poco a poco comenzaron a llegar de 5 a 10 rollos. Al principio, estaba en un espacio pequeño sobre la Carrera Quinta, en una casa de estilo republicano. Después de siete u ocho años, me mudé al local actual.

¿Cuáles eran los implementos que tenía cuando comenzó?

Tenía lo esencial. Un cuarto oscuro es fundamental en una tienda de fotografía. Además, contaba con una ampliadora y los químicos para revelar. También recibía créditos de Fujifilm, así como de los importadores de Ilford y Kodak. Así fue como empecé.

¿Cómo vivió la transición de la fotografía analógica a los formatos digitales?

La llegada de Internet y de las imágenes digitales amenazó la fotografía química, pero aun así, recibía 500 rollos diarios para revelar. Estos venían de lugares como el Palacio de la Presidencia, la Alcaldía y el Ministerio de Relaciones, y de medios como El Espectador. Sin embargo, cuando llegó lo digital, reemplazó a la película, no por su calidad, sino por el alto costo del revelado y la rapidez del proceso digital. A pesar de los avances, creo que la calidad en lo digital no se ha alcanzado, incluso con cámaras de 200 megapíxeles, confío más en la película.

¿Recuerda a personas importantes que hayan trabajado con usted?

Por aquí han pasado grandes fotógrafos, como Carlos Caicedo, quien trabajó en El Espectador, y Nereo López. Y mi gran amigo Leo Matiz, quien también estuvo en este periódico. Además, he tenido el privilegio de recibir a fotógrafos internacionales como Martin Parr y Cartier-Bresson. Desde Nueva York, también vienen profesionales de la ICP. Actualmente, casi toda la clientela de esta tienda es extranjera: vienen de países de todo el mundo para revelar sus fotografías aquí.

En los tiempos de auge de la fotografía química, ¿cómo era su ritmo de trabajo?

En aquel entonces recibíamos los rollos de diapositivas a las 5 de la mañana, provenientes de eventos del día anterior, y yo comenzaba a revelar a esa hora. Primero para la Presidencia, y luego para el resto de los clientes. Para las 8 o 9 de la mañana, ya habíamos entregado alrededor de 500 rollos, entre blanco y negro, color y diapositivas.

¿Y a usted qué tipo de rollo es el que más le gusta revelar?

Me gusta revelar en blanco y negro, que para mí es el rey. Gracias a esto, la fotografía química no ha muerto, incluso en la transición hacia lo digital en el año 2000. Ha vuelto a cobrar fuerza, aunque durante la pandemia el precio de las películas se cuadruplicó. Además, casi todas las películas que se traen son de contrabando: no tengo película legalmente importada en mis anaqueles.

¿Por qué no vende rollos?

Estamos esperando a que Kodak, Ilford y el representante de Fujifilm vuelvan a importar, porque actualmente hay un gran volumen de gente interesada en la fotografía en película, pero los altos precios han complicado esa demanda. Ahora mismo, la tienda se sostiene de milagro; la situación es sumamente difícil. Aunque la gente sigue viniendo y se cubren los gastos, las utilidades son pocas. Para recuperar nuestra posición anterior, tendríamos que comprar contrabando y vender productos dañados, pero nuestra política siempre ha sido amar la fotografía y hacerlo bien.

¿Por qué decidió nombrar su laboratorio “Poder fotográfico”?

Elegí el nombre gracias a la sugerencia de unos amigos publicistas. Ellos pensaron que, dado mi currículum y mi experiencia trabajando con los alemanes, el nombre llamaría la atención. Y efectivamente, así fue: en los primeros tres meses, el lugar se llenó de clientes, incluyendo a RTI, Caracol, RCN y muchos otros, que venían a revelar y a comprar material aquí. Grandes fotógrafos que trabajaron en El Espectador se convirtieron en mis clientes, y aún conservo parte de esa clientela. Creo firmemente que para mantener un negocio como este, hay que amar el oficio y hacerlo bien.

¿Cuál cree que es el futuro para la fotografía química? ¿Le da más años de vida?

Sí, claro. La fotografía química es como la música, la radio o el acetato: nunca se va a acabar, siempre estará presente en nuestras vidas. El problema son los costos de los kits y materiales químicos, que hacen que la gente prefiera otras opciones en lugar de comprar rollos y químicos. Antes, todos compraban una ampliadora y los materiales para ampliar en casa, pero ahora, debido a los precios, eso ha cambiado. Sin embargo, tengo una clientela muy especializada, compuesta por grandes fotógrafos que valoran la calidad y me piden escaneos en altísima resolución, revelados a mi estilo. Aquí me dicen: “Hágalo a su estilo, don Efraín”. En Colombia, el interés por la fotografía química ha disminuido, en parte porque las universidades no están avanzando en esta área. Aunque enseñan fotografía, lo hacen de manera superficial y se están enfocando más en la digital, que es más fácil y económica. Esto lleva a que muchos estudiantes no conozcan la película.

¿Cuál sería el consejo para aquellos que se están iniciando en la fotografía química?

Les aconsejo que lean y practiquen. La fotografía no se trata solo de estudiar, se aprende practicando. Lo ideal es comenzar con película y química. Entiendo que, para ganarse la vida, muchos tendrán que usar lo digital, pero incluso eso está cambiando. La Inteligencia Artificial está afectando a los fotógrafos, especialmente en el ámbito publicitario, y cada vez hay menos inversión en cámaras digitales. A pesar de todo, estoy contento de que la gente esté volviendo a la película y a la fotografía química. Esto es como la salsa: ¡nunca se va a acabar!

Jorge Danilo Bravo Reina

Por Jorge Danilo Bravo Reina

Comunicador con formación humana dirigida al trabajo con comunidades. Interesado por la investigación del sector cultural y la fotografía digital y análoga.jbravo@elespectador.com

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