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¿Cómo fue el proceso de creación de “Kremallera? ¿Cuánto le tomó para que este álbum viera la luz?
Me llevó 10 meses lograrlo: quería darle un norte y un universo conceptual que reuniera todo ese estilo sonoro que he ido construyendo con el paso de los años. Kremallera tiene todo lo que he hecho con Muak, mi sello discográfico: guaracha, hardcore y este universo de los edits, que tiene un lado cómico y que nos ha permitido explorar el universo sonoro de Colombia. Pero también tiene ese lado rockero y punkero que ha sido parte de mi historia, pues pertenecí a esa escena.
¿Cuáles fueron los retos que encontró para hacer el álbum?
En este proyecto hice algo que no había hecho antes: cantar. Si bien fui el vocalista de una banda por cinco años, y me fue bien, después de eso me estaba costando. Asimismo, como quise incluir el estilo rockero, análogo, fue complejo traerlo y fusionarlo en esta onda que es más digital. De hecho, en un momento esto me hizo perder la confianza, pero ya luego tuve que afianzarla y entender que es un sonido distinto, pero que al final me hace sentir feliz y cómodo.
¿En qué consiste su propuesta actual?
Actualmente estoy mezclando géneros como el punk, la guaracha y el drum and bass. Aunque esto podría considerarse un suicidio creativo, disfruto de la libertad que me da estar en el underground desde Bogotá. He tenido el privilegio de girar dos veces en Europa y una en Estados Unidos, lo que me ha permitido mostrar mi sonido al mundo. Este enfoque me funciona y hemos utilizado internet a nuestro favor para trabajar en comunidad. Nuestra música ha tenido buena acogida y artistas de una escala mayor han comenzado a notar nuestro trabajo y a colaborar con nosotros. Hemos compartido tarima y eventos, lo que ha contribuido a que nuestro sonido, característico y único, sea reconocido.
¿Considera que hay una apropiación de los sonidos de nuestra región?
Sí, creo que cada vez más se está hablando sobre los orígenes de los sonidos de nuestra región. Los medios han mostrado interés en investigar y profundizar en este tema, especialmente en las controversias sobre quiénes son los verdaderos creadores y los primeros en hacerlo, lo que ha generado preguntas importantes sobre la música latinoamericana y su reconocimiento. Sin embargo, en esta era de inmediatez surge la preocupación sobre la superficialidad que puede afectar a los ritmos latinos. En la música electrónica, por ejemplo, las modas cambian rápidamente; una corriente puede estar de moda por dos meses y luego desaparecer. Esto se ve amplificado por fenómenos como Instagram. Nosotros tratamos de cuidar y dar valor a nuestra música, reconociendo su riqueza e importancia social para evitar que se convierta en una moda pasajera. Aunque la exoticidad puede ser un problema, también es cierto que estamos viendo un beneficio en la estética de esta corriente musical.
Algunas personas se quejan de que un sonido no se reconoce ni se disfruta aquí hasta que tiene éxito internacionalmente, especialmente en Europa. ¿Qué piensa sobre esa idea?
Es un fenómeno que ocurre con frecuencia. Muchos artistas, incluido yo, hemos tenido que ganar visibilidad primero en internet y ser validados desde afuera para que la gente aquí empiece a valorar nuestra música. Aunque la mayoría de mis oyentes siempre han sido de Colombia, la percepción de éxito puede cambiar cuando hay un respaldo internacional. Esto no significa que no haya quienes nos escuchen aquí, pero para las masas a veces no somos tan visibles. Afortunadamente hoy en día la gente ha comenzado a sentir un sentido de pertenencia hacia los productores y artistas del sur global. Esto es interesante, porque ha motivado a muchas personas a crear música, arte y moda desde esta región, valorando lo que tenemos y aspirando a lo que queremos ser, sin dejar de mirar lo que proviene del norte global.
¿Cuál cree que es la causa de la incomodidad en Colombia con respecto a los sonidos que nacen aquí? ¿Por qué cree que no se valoran más estos géneros locales?
Creo que una parte importante de esta incomodidad se debe al clasismo. Por ejemplo, si alguien escuchaba vallenato en el colegio era común que lo consideráramos “corroncho”. Esto refleja un juicio sobre lo que es buena o mala música, y sobre lo que se considera de buen o mal gusto. Es una paradoja: creemos que el buen gusto proviene del norte global, pero nos damos cuenta de que allá también valoran lo que producimos. Ahora, muchos artistas están explorando música de nuestros propios vecinos, lo que demuestra que hay un reconocimiento creciente de los sonidos locales. No obstante, todavía queda un camino por recorrer para que estos géneros sean plenamente valorados aquí.
Hablando de su relación con la música, ¿cómo ha sido el proceso de creación musical en paralelo con un ejercicio de autoconocimiento?
Nunca imaginé que mi proceso de creación musical y el autoconocimiento estuvieran tan relacionados. Desde la pandemia, ser multiinstrumentista ha cambiado mi perspectiva. Antes solo pensaba en la guitarra y en sonidos análogos, pero ahora puedo crear con una variedad de instrumentos y tecnologías. De todas formas, he decidido volver a mis raíces: tomar un micrófono, la guitarra y un sintetizador analógico, además de grabar sonidos del ambiente. Para mí la música está en todas partes. Una pregunta que me surge es: ¿todo lo que suena puede considerarse música? Creo que sí. Desde el ruido hasta los sonidos cotidianos, como el vendedor de mazamorra paisa afuera, todo tiene un valor musical. A lo largo de este proceso he aprendido a interpretar cualquier tipo de ruido y a integrarlo en mi música.
¿Qué aspectos del trabajo en la música no le gustan, aunque a veces sean necesarios?
Me resulta complejo que cada vez más se espera que tengamos habilidades de creadores de contenido en lugar de enfocarnos únicamente en nuestra música. Esto me genera conflicto, ya que he tenido que adaptarme a nuevas formas de comunicar y mostrar mis proyectos. La inmediatez de plataformas como TikTok hace que la música se consuma de manera muy rápida. A menudo me pregunto si quiero lanzar un tema que pueda tener éxito, pero también me preocupa que sea solo una moda pasajera. Esto me genera tristeza, ya que me cuestiono qué pasará con la música en este contexto. También valoro que haya personas que busquen formas diferentes de consumir música y que cuestionen esta dinámica.
¿Cuál es la importancia de trabajar en colectivo, especialmente cuando se está buscando un lugar en la industria?
Es fundamental en este momento. Surge la pregunta de quién creó ciertos géneros, como el Latin Club o la guaracha, pero nos hemos dado cuenta de que se trata más de una energía compartida en la que todos vibramos juntos. No creemos en un “mesías” que haya inventado algo, sino que se trata de un enfoque de “hazlo tú mismo” en comunidad. Nos hemos autogestionado, colaborado y extendido nuestra pasión a personas que, aunque no están directamente involucradas en este universo de la música latina, también hacen música y arte en internet. Esto ha inspirado a muchos a participar y a encontrar su lugar en este espacio. Trabaja con tus colegas, inspírate en ellos y aprende de cada uno. Todos somos aprendices en este camino.
¿Qué les agradece a la música y a su trayectoria actual no solo en términos artísticos, sino también en lo personal?
Agradezco a mis colegas y a toda la comunidad en Colombia y Latinoamérica, que siempre me nutren. Cada semana aparece alguien nuevo con el potencial de destacarse, lo que me inspira constantemente. También agradezco a mi madre, quien ha sido una figura disciplinada en mi vida. Su ejemplo me ha enseñado la importancia de establecer rutinas y esforzarme al máximo. Estas experiencias me han preparado para afrontar desafíos en la vida, tanto artísticamente como en lo personal. La disciplina y el apoyo de quienes me rodean son lecciones valiosas que llevaré siempre conmigo.
¿Cómo su entorno, las experiencias y las personas que lo rodean han influido en su proyecto?
Mi historia es bastante común en Colombia. Mi primer acercamiento a la música nacional, y a su diversidad, fue gracias a mis padres y abuelos. Recuerdo que mi abuela tenía casetes de Bullerengue y cumbia en el barrio de Jardín Norte. Aunque mi mamá no era tan fan de esas raíces al principio, siempre la veía disfrutar en las fiestas, donde me ponía a dormir en sillas mientras ella bailaba merengue y salsa. Ese fue mi primer contacto con la música. En el jardín infantil nos hacían cantar canciones populares, pero yo, en lugar de seguir la corriente, cantaba La cucaracha y rancheras. La gente se reía, pero eso era lo que escuchaba en casa: ranchera, merengue y salsa. A lo largo de mi juventud me volví más rockero, pero todas esas influencias se entrelazaron y formaron lo que soy hoy. Siento que todas esas experiencias son como los ingredientes de un sancocho, cada uno aportando a la mezcla que es mi música.