“El servicio es el vicio del ser”: Juan Carlos Losada
El congresista habló sobre la instalación del nuevo período de legislatura en el Congreso de la República, los temas que desarrollará y su interés por el cambio climático y la práctica de yoga.
Andrea Jaramillo Caro
¿Cómo ve la instalación del nuevo período legislativo este 20 de julio?
Creo que esta va a ser una de las instalaciones más polémicas y candentes de la historia del Congreso de la República por varias razones. Primera, porque hay una especie de votofinish entre dos candidatos a la presidencia de la Cámara de Representantes, pero también porque se deben elegir al secretario y al director administrativo de la Cámara. Y ambos están de alguna manera implicados, según varias versiones de diferentes personas, en el escándalo de la Unidad de Gestión del Riesgo. Esperaría que un Congreso digno, que esté del lado de los ciudadanos y no de los intereses politiqueros de los partidos tradicionales de Colombia, se negaran a reelegir a estos dos funcionarios. Por supuesto, creo que uno es inocente hasta que se le demuestre lo contrario, pero otra cosa es el mensaje político de esos partidos que no pueden convertir al Congreso de la República en cómplice político de las fechorías que se han cometido en la Unidad de Gestión del Riesgo.
¿Qué temas de la última legislatura retomará en este nuevo período?
Esta puede ser la última legislatura en la que tengamos alguna oportunidad de sacar adelante la regulación del cannabis de uso adulto. Si lo dejamos para la última legislatura, los congresistas ya estarán en campaña política, y esto será absolutamente imposible de pasar. Por otra parte, nos gustaría sacar lo que se nos quedó en el tintero en el último día de la legislatura, que fue la ley de trazabilidad de la carne, la herramienta más efectiva para combatir la deforestación en nuestro país asociada a la ganadería. Queremos sacar adelante la regulación de la eutanasia en Colombia, que es un proyecto que le debemos hace 25 años a nuestro país. También nos quedó faltando la ley de la música, que se hundió en el último día de la legislatura. Tenemos muchos otros proyectos, pero creo que si lográramos trabajar en estos cuatro sería fundamental. Hay que lograr avanzar en los que siguen su tránsito de la legislatura anterior, que tienen que ver con la convivencia con animales, entre otros.
¿En qué momento empezó a interesarse de manera más activa por el medio ambiente?
Desde el primer día decidí luchar en el Congreso de la República por los temas ambientales, porque creo que, si mi generación tiene una angustia existencial, es justo ver cómo la acción del ser humano destruye la posibilidad de la vida sobre este planeta. No creo que haya nadie de mi generación y de las generaciones abajo mío que no entiendan que este es el principal problema de la humanidad. Por otra parte, entendí que este país tiene una enorme responsabilidad porque es uno de los más ricos ambientalmente del mundo entero. Somos un país lleno de aguas, de bosques, somos uno de los primeros países en biodiversidad del planeta y tenemos una posición estratégica en la Amazonia. Alguien tenía en el Congreso de la República que tomar esa como su bandera principal, y creía que nuestra voz podía servir justamente para que este país tomara la responsabilidad que le corresponde en el concierto de las naciones en el tema de la defensa del medio ambiente y de la lucha contra el cambio climático.
¿Cuál ha sido uno de los momentos más satisfactorios que ha vivido como representante a la Cámara?
Esa pregunta me saca una sonrisa, porque realmente creo que he tenido momentos muy felices en el Congreso de la República, así como ha habido unos muy amargos. Uno de los más felices, y en el que no pude contener las lágrimas, sucedió en la legislatura anterior, cuando aprobamos la prohibición de las corridas de toros, que fue un proyecto por el que luché durante 10 años en el Congreso. Otro muy satisfactorio fue cuando logramos aprobar la Ley 1774 y establecimos a los animales como seres sintientes, también la ley de plásticos de un solo uso, que fue muy difícil de sacar contra una multiplicidad gigantesca de empresas asociadas al consumo desmedido de plásticos en nuestro país y en el mundo.
Trabajó en gestión cultural y musical antes de ser representante, ¿cómo fue su paso hacia la política?
Antes de meterme a la política tenía una vida que iba en varias vías. Era gestor cultural, trabajé 10 años en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, me inventé una plataforma para exportar música colombiana a otras latitudes llamada Sounds of Colombia, pero, además, era profesor de yoga y de meditación, y estaba dedicado a hacer servicio social a través de esta tarea en las cárceles y en los barrios con mayores necesidades de Bogotá. Tenía una vida muy rica en todas esas cosas, pero cuando uno tiene el espíritu de servicio, que se hace mediante la gestión cultural, que se hace poniendo las técnicas que enseñaba al servicio de los demás, uno termina tocando los límites de la política. Muchas personas me preguntaban por qué no me metía en la política, teniendo en cuenta los proyectos en los que trabajaba. Eso no se me había ocurrido nunca. Creo que me había vuelto hippie, yogui y rockero para evitar terminar en estas líneas. Pero ese llamado se vuelve una cosa casi que inevitable y un día me lancé. Nunca me imaginé que fuera a ganar, menos con un discurso que parece tan blando para esa política que se encarga siempre de la coyuntura más densa y difícil. Mis temas parecían tan livianos para esa política gruesa.
¿Cómo fueron sus inicios en el yoga y la meditación?
Estaba en una depresión tremenda cuando terminó el Festival de Teatro de 2008. Llevaba tres meses trabajando arduamente al lado de Fanny Mikey, pero también estaba bastante metido en la fiesta. Cuando terminó ese festival me sentía agotado y tenía que darle un giro a mi vida. Un día le dije a mi hermana Ángela que creía que debía irme del país porque no encontraba un camino. Ella me dijo algo que fue revelador: a donde usted se vaya con esa mente confundida lo único que va a tener a su alrededor es confusión, porque este mundo no es más que la conexión o la forma en la que uno lo ve a través del lente de la mente. Me dijo que debía aclarar la mente. Decidió regalarme un curso de respiración y de meditación. El hecho de que ella lo pagara me obligó a ir al curso y, además, me enteré de que mi exnovia iba a ir al curso, y me la quería volver a levantar. Terminé metido en eso y tuve una experiencia tan trascendental que, desde entonces, supe que mi vida trataría de compartir ese camino, el camino de ir hacia dentro. El camino del descubrimiento de quién es uno dentro de esta existencia.
¿Cuál es la enseñanza más valiosa que ha sacado de sus experiencias en el yoga y la meditación?
Es una bellísima pregunta, y si tuviera que responderla con una sola frase diría que en estos años he aprendido que hay dos formas de pasar por esta vida: corriendo detrás de la felicidad o simplemente corriendo feliz. Soy de esas personas que han decidido que esta vida debe pasarse corriendo con una sonrisa. Esto hace referencia a que, si te la pasas todo el tiempo creyendo que tu felicidad está detrás de un deseo, te vas a dar cuenta de que una vez logres ese deseo, lo único que vendrá es otro deseo. Mientras que si corres independientemente de los resultados que obtengas en la vida con una sonrisa, entonces toda tu vida se vuelve brillante y feliz. Creo que eso es lo más lindo que he aprendido en este camino.
¿Cómo logra correr feliz todos los días?
Levantándome temprano, haciendo casi dos horas y media de práctica de yoga y de meditación, y dedicándole muchas horas de servicio a la vida. El servicio es el vicio del ser, te conectas con lo más profundo que hay en ti, cada acto de tu vida termina convirtiéndose en servicio. Esto no es una acción, es un estado del ser, y cuando te conectas con ese estado todo lo que sucede a tu alrededor termina convirtiéndose en la forma más elevada de yoga: el karma yoga, como se dice en India. Es el camino de la acción desinteresada. Por eso puedo ir al Congreso de la República con una sonrisa todos los días, y así en cada sesión me convierta en un guerrero y pelee, me levanto y me voy a mi casa con una sonrisa porque sé que estoy cumpliendo la tarea que debo cumplir en términos de servirle a este país y de ser yo plenamente en mi vida.
De cara al futuro, ¿cuál es un proyecto en el que le gustaría seguir dando la lucha por esa actitud de servicio?
Hay mucha gente que cree que servir solamente se puede hacer desde la política y ese es un enorme error. Todos tenemos el poder de ponernos al servicio de los demás desde el lugar en el que estemos en la sociedad. Hace un año estuve en las marchas climáticas en Nueva York durante la Semana Ambiental de Naciones Unidas y había una niña chiquitita con un cartel que decía: “nunca eres lo suficientemente pequeño para no tener un impacto”. Todos tenemos una forma de tener un impacto en nuestro entorno y eso arranca por una conexión profunda con lo que nos rodea, pero esa conexión nunca se da si no es a través de la pureza del corazón, de tener la mente limpia, el corazón lleno y las manos ocupadas. No importa si yo continúo o no en la política, de lo que nunca me voy a salir es del camino del servicio, porque ahí está el camino de la autorrealización. Me gustaría que le donáramos una hora de nuestro mes o de nuestra semana al trabajo con otras personas, ese sería posiblemente el proyecto más transformador que uno podría imaginarse para una sociedad como la nuestra. Una sociedad que deje de exigir que le den permanentemente, en donde todos estamos dispuestos a poner un grano de arena para contribuir al bienestar de los demás. Creo que esa tiene que ser la actitud ciudadana primordial y que debería también ser el fin último de la política, el fin del servicio. Me parece que eso claramente en la política colombiana hoy está totalmente desaparecido y perdido.
¿Cómo ha cambiado su percepción de la sociedad colombiana desde el primer momento que entró en la política hasta ahora?
Ha cambiado tremendamente, creo que cada vez he podido entender con mayor profundidad los obstáculos que tenemos como sociedad, donde están esos puntos de quiebre, donde están esos intereses que cada vez son más evidentes para mí, pero que antes no lo eran, que son los que mandan sobre la sociedad colombiana. El tema de la tenencia de la tierra en Colombia para mí es cada vez más evidente que está no solamente ligado a la violencia, sino que está ligado a nuestra dificultad de mantener con vida la selva. Veo cada vez más claro cómo la violencia, deforestación y tenencia de la tierra están relacionadas, además, junto con el juego de la política regional de Colombia son las cuatro patas de una mesa que conforma el problema más serio que tiene nuestro país. Cada vez me voy dando cuenta con mayor sutileza y precisión dónde están esos conflictos de nuestra sociedad que, tal vez, antes los veía de manera mucho más gruesa.
¿Cómo ve la instalación del nuevo período legislativo este 20 de julio?
Creo que esta va a ser una de las instalaciones más polémicas y candentes de la historia del Congreso de la República por varias razones. Primera, porque hay una especie de votofinish entre dos candidatos a la presidencia de la Cámara de Representantes, pero también porque se deben elegir al secretario y al director administrativo de la Cámara. Y ambos están de alguna manera implicados, según varias versiones de diferentes personas, en el escándalo de la Unidad de Gestión del Riesgo. Esperaría que un Congreso digno, que esté del lado de los ciudadanos y no de los intereses politiqueros de los partidos tradicionales de Colombia, se negaran a reelegir a estos dos funcionarios. Por supuesto, creo que uno es inocente hasta que se le demuestre lo contrario, pero otra cosa es el mensaje político de esos partidos que no pueden convertir al Congreso de la República en cómplice político de las fechorías que se han cometido en la Unidad de Gestión del Riesgo.
¿Qué temas de la última legislatura retomará en este nuevo período?
Esta puede ser la última legislatura en la que tengamos alguna oportunidad de sacar adelante la regulación del cannabis de uso adulto. Si lo dejamos para la última legislatura, los congresistas ya estarán en campaña política, y esto será absolutamente imposible de pasar. Por otra parte, nos gustaría sacar lo que se nos quedó en el tintero en el último día de la legislatura, que fue la ley de trazabilidad de la carne, la herramienta más efectiva para combatir la deforestación en nuestro país asociada a la ganadería. Queremos sacar adelante la regulación de la eutanasia en Colombia, que es un proyecto que le debemos hace 25 años a nuestro país. También nos quedó faltando la ley de la música, que se hundió en el último día de la legislatura. Tenemos muchos otros proyectos, pero creo que si lográramos trabajar en estos cuatro sería fundamental. Hay que lograr avanzar en los que siguen su tránsito de la legislatura anterior, que tienen que ver con la convivencia con animales, entre otros.
¿En qué momento empezó a interesarse de manera más activa por el medio ambiente?
Desde el primer día decidí luchar en el Congreso de la República por los temas ambientales, porque creo que, si mi generación tiene una angustia existencial, es justo ver cómo la acción del ser humano destruye la posibilidad de la vida sobre este planeta. No creo que haya nadie de mi generación y de las generaciones abajo mío que no entiendan que este es el principal problema de la humanidad. Por otra parte, entendí que este país tiene una enorme responsabilidad porque es uno de los más ricos ambientalmente del mundo entero. Somos un país lleno de aguas, de bosques, somos uno de los primeros países en biodiversidad del planeta y tenemos una posición estratégica en la Amazonia. Alguien tenía en el Congreso de la República que tomar esa como su bandera principal, y creía que nuestra voz podía servir justamente para que este país tomara la responsabilidad que le corresponde en el concierto de las naciones en el tema de la defensa del medio ambiente y de la lucha contra el cambio climático.
¿Cuál ha sido uno de los momentos más satisfactorios que ha vivido como representante a la Cámara?
Esa pregunta me saca una sonrisa, porque realmente creo que he tenido momentos muy felices en el Congreso de la República, así como ha habido unos muy amargos. Uno de los más felices, y en el que no pude contener las lágrimas, sucedió en la legislatura anterior, cuando aprobamos la prohibición de las corridas de toros, que fue un proyecto por el que luché durante 10 años en el Congreso. Otro muy satisfactorio fue cuando logramos aprobar la Ley 1774 y establecimos a los animales como seres sintientes, también la ley de plásticos de un solo uso, que fue muy difícil de sacar contra una multiplicidad gigantesca de empresas asociadas al consumo desmedido de plásticos en nuestro país y en el mundo.
Trabajó en gestión cultural y musical antes de ser representante, ¿cómo fue su paso hacia la política?
Antes de meterme a la política tenía una vida que iba en varias vías. Era gestor cultural, trabajé 10 años en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, me inventé una plataforma para exportar música colombiana a otras latitudes llamada Sounds of Colombia, pero, además, era profesor de yoga y de meditación, y estaba dedicado a hacer servicio social a través de esta tarea en las cárceles y en los barrios con mayores necesidades de Bogotá. Tenía una vida muy rica en todas esas cosas, pero cuando uno tiene el espíritu de servicio, que se hace mediante la gestión cultural, que se hace poniendo las técnicas que enseñaba al servicio de los demás, uno termina tocando los límites de la política. Muchas personas me preguntaban por qué no me metía en la política, teniendo en cuenta los proyectos en los que trabajaba. Eso no se me había ocurrido nunca. Creo que me había vuelto hippie, yogui y rockero para evitar terminar en estas líneas. Pero ese llamado se vuelve una cosa casi que inevitable y un día me lancé. Nunca me imaginé que fuera a ganar, menos con un discurso que parece tan blando para esa política que se encarga siempre de la coyuntura más densa y difícil. Mis temas parecían tan livianos para esa política gruesa.
¿Cómo fueron sus inicios en el yoga y la meditación?
Estaba en una depresión tremenda cuando terminó el Festival de Teatro de 2008. Llevaba tres meses trabajando arduamente al lado de Fanny Mikey, pero también estaba bastante metido en la fiesta. Cuando terminó ese festival me sentía agotado y tenía que darle un giro a mi vida. Un día le dije a mi hermana Ángela que creía que debía irme del país porque no encontraba un camino. Ella me dijo algo que fue revelador: a donde usted se vaya con esa mente confundida lo único que va a tener a su alrededor es confusión, porque este mundo no es más que la conexión o la forma en la que uno lo ve a través del lente de la mente. Me dijo que debía aclarar la mente. Decidió regalarme un curso de respiración y de meditación. El hecho de que ella lo pagara me obligó a ir al curso y, además, me enteré de que mi exnovia iba a ir al curso, y me la quería volver a levantar. Terminé metido en eso y tuve una experiencia tan trascendental que, desde entonces, supe que mi vida trataría de compartir ese camino, el camino de ir hacia dentro. El camino del descubrimiento de quién es uno dentro de esta existencia.
¿Cuál es la enseñanza más valiosa que ha sacado de sus experiencias en el yoga y la meditación?
Es una bellísima pregunta, y si tuviera que responderla con una sola frase diría que en estos años he aprendido que hay dos formas de pasar por esta vida: corriendo detrás de la felicidad o simplemente corriendo feliz. Soy de esas personas que han decidido que esta vida debe pasarse corriendo con una sonrisa. Esto hace referencia a que, si te la pasas todo el tiempo creyendo que tu felicidad está detrás de un deseo, te vas a dar cuenta de que una vez logres ese deseo, lo único que vendrá es otro deseo. Mientras que si corres independientemente de los resultados que obtengas en la vida con una sonrisa, entonces toda tu vida se vuelve brillante y feliz. Creo que eso es lo más lindo que he aprendido en este camino.
¿Cómo logra correr feliz todos los días?
Levantándome temprano, haciendo casi dos horas y media de práctica de yoga y de meditación, y dedicándole muchas horas de servicio a la vida. El servicio es el vicio del ser, te conectas con lo más profundo que hay en ti, cada acto de tu vida termina convirtiéndose en servicio. Esto no es una acción, es un estado del ser, y cuando te conectas con ese estado todo lo que sucede a tu alrededor termina convirtiéndose en la forma más elevada de yoga: el karma yoga, como se dice en India. Es el camino de la acción desinteresada. Por eso puedo ir al Congreso de la República con una sonrisa todos los días, y así en cada sesión me convierta en un guerrero y pelee, me levanto y me voy a mi casa con una sonrisa porque sé que estoy cumpliendo la tarea que debo cumplir en términos de servirle a este país y de ser yo plenamente en mi vida.
De cara al futuro, ¿cuál es un proyecto en el que le gustaría seguir dando la lucha por esa actitud de servicio?
Hay mucha gente que cree que servir solamente se puede hacer desde la política y ese es un enorme error. Todos tenemos el poder de ponernos al servicio de los demás desde el lugar en el que estemos en la sociedad. Hace un año estuve en las marchas climáticas en Nueva York durante la Semana Ambiental de Naciones Unidas y había una niña chiquitita con un cartel que decía: “nunca eres lo suficientemente pequeño para no tener un impacto”. Todos tenemos una forma de tener un impacto en nuestro entorno y eso arranca por una conexión profunda con lo que nos rodea, pero esa conexión nunca se da si no es a través de la pureza del corazón, de tener la mente limpia, el corazón lleno y las manos ocupadas. No importa si yo continúo o no en la política, de lo que nunca me voy a salir es del camino del servicio, porque ahí está el camino de la autorrealización. Me gustaría que le donáramos una hora de nuestro mes o de nuestra semana al trabajo con otras personas, ese sería posiblemente el proyecto más transformador que uno podría imaginarse para una sociedad como la nuestra. Una sociedad que deje de exigir que le den permanentemente, en donde todos estamos dispuestos a poner un grano de arena para contribuir al bienestar de los demás. Creo que esa tiene que ser la actitud ciudadana primordial y que debería también ser el fin último de la política, el fin del servicio. Me parece que eso claramente en la política colombiana hoy está totalmente desaparecido y perdido.
¿Cómo ha cambiado su percepción de la sociedad colombiana desde el primer momento que entró en la política hasta ahora?
Ha cambiado tremendamente, creo que cada vez he podido entender con mayor profundidad los obstáculos que tenemos como sociedad, donde están esos puntos de quiebre, donde están esos intereses que cada vez son más evidentes para mí, pero que antes no lo eran, que son los que mandan sobre la sociedad colombiana. El tema de la tenencia de la tierra en Colombia para mí es cada vez más evidente que está no solamente ligado a la violencia, sino que está ligado a nuestra dificultad de mantener con vida la selva. Veo cada vez más claro cómo la violencia, deforestación y tenencia de la tierra están relacionadas, además, junto con el juego de la política regional de Colombia son las cuatro patas de una mesa que conforma el problema más serio que tiene nuestro país. Cada vez me voy dando cuenta con mayor sutileza y precisión dónde están esos conflictos de nuestra sociedad que, tal vez, antes los veía de manera mucho más gruesa.